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INESPERADO

 

Carla no tenía claro en qué momento su vida se empezó a ir a la mierda, sólo sabía que ella era la única culpable, por más que intentara culpar a Rick o a Bianca, e incluso a Sean... pero eso sólo hacía más patente su culpa.

Se sentía miserable por lo que le había hecho a Sean y más miserable aún por querer a Rick, incluso aunque por ese motivo Sean la hubiera dejado.

Pero las cosas podían ir a peor, siempre pueden ir a peor.

 

 

Iván entraba en cólera cada vez que veía fotos de Carla con ese tal Sean, y esa ira fue a más cuando empezaron a circular rumores de que quizá tenía algo con ese actor.

Se estaba dando cuenta de lo lejos que ella estaba y de lo cerca que él estuvo de ser feliz a su lado. No le dio demasiadas vueltas, preparó su maleta y se fue rumbo a Vancouver para recuperar a la mujer de su vida, y a su hija.

 

 

Llevaba dos semanas sin hablar con Sean, aunque sí se enviaban mensajes. Él estaba bastante tranquilo, pero se limitaba a mantener una relación exclusivamente profesional.

Rick no paraba de agobiarla con llamadas, correos electrónicos, mensajes, etc., a los que Carla no respondía ni una sola vez. Necesitaba sacarse a ese chico de la cabeza y, debido a la cercanía de la gira promocional que los uniría durante un largo tiempo, debía hacerlo con urgencia.

Con sus viejos vaqueros puestos, se fue a hacer la compra. Al volver, se quedó inmóvil y sin poder articular una palabra en cuanto vio a aquella figura que tanto conocía.

Él corrió a abrazarla, pero ella lo paró en seco.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —preguntó con voz quejumbrosa.

—He venido a verte… y a mi hija, por supuesto —respondió Iván muy sonriente.

Ahí estaba él, con sus gafas de sol, su pelo revuelto y el pañuelo en el cuello, del cual Carla deseó tirar hasta dejarlo sin aire.

Recogió las bolsas del suelo como pudo y se dispuso a entrar, cuando él la interceptó.

—¿Ésta es la bienvenida que le das a tu antiguo novio?

—No. Ésta es la bienvenida que le doy al hijo de puta que me dejó sola cuando más lo necesitaba y que, encima, tuvo la poca vergüenza de hacerse novio de…

—Eh, pará el carro. Fuiste vos quien desapareció de mi vida —dijo con su marcado acento de argentino recién llegado.

—Eres tan caradura que me das náuseas. No voy a prohibirte ver a mi hija, pero sí te exijo que te mantengas lo más lejos posible de mí.

—Car, por favor, no te cerrés así —suplicó.

—Iván, no sé cuáles son tus motivos para haber venido hasta aquí y prefiero pensar que es por Abril. Me cerraré tanto que no podrás ni verme.

—Vine porque te quiero y estoy dispuesto a pelear por vos.

—Ja, ja, ja... Espera, que me ahogo de la risa. —Su ironía era desmedida—. ¿No será que ahora que tengo un poco de dinero…? Bueno, mejor voy a concederte el beneficio de la duda.

Cerró la puerta tras de sí y dio un fuerte puñetazo seguido de un grito ensordecedor que logró estremecer a Iván, que aún estaba al otro lado.

—¿Estás bien? ¿Qué te pasó? —preguntó preocupado, pero tras la puerta sólo se oían blasfemias y juramentos, así que decidió marcharse e instalarse en un hotel cercano.

Cuando Abril tenía un año de vida, Carla decidió que era hora de ir en busca de su amor y que él conociera a la hija de ambos.

Se sintió morir cuando, tras más de doce horas de vuelo, se encontró a Iván con la que era su mejor amiga.

Aquel día decidió que jamás volverían a hacerle daño y él nunca volvió a dar señales de vida, ni siquiera para saber cómo estaba Abril.

 

 

Los últimos dos días se habían hecho eternos en la soledad de su casa. Seguía sin responder a las llamadas de Rick y había dejado que Iván pasara tiempo con Abril, pero no permitió que su exnovio se acercara a ella. No soportaba la idea de tener que verlo y, al menos de momento, lo mejor era no hacerlo, por el bien de su hija.

Aquel día se despertó abatida, atrapada en una realidad que cada día le gustaba menos. Dolorida de tanto sollozar, se fue al jardín para seguir llorando y poder aclarar su turbia mente.

Rick decidió que lo mejor sería ir y disculparse con Carla; no quería complicarle más la vida y mucho menos que ella lo odiara. Encontró a la joven en el jardín de su casa con las rodillas pegadas a su pecho, la cabeza hundida entre las piernas y llorando desconsoladamente. A Rick se le encogió el corazón al verla así y no pudo evitar correr a abrazarla; ella le devolvió el abrazo, era lo que necesitaba.

—¿Qué te pasa? —preguntó con voz apenada—. Por favor, dime qué ha ocurrido.

—Iván quiere quitarme a Abril —respondió ella en tono ahogado y entrecortado—. Llegó ayer y ahora dice que quiere a su hija.

—¿El padre de Abril está en Vancouver?

Carla asintió y a Rick se le llenaron los ojos de furia.

—Vístete y lávate la cara, nos vamos ahora mismo a hablar con mi abogado.

 

 

El abogado le comentó que no tenía de qué preocuparse; las posibilidades de que Iván ganara una batalla legal eran ínfimas... pero siempre puede suceder lo peor, pensaba ella, por lo que debía estar preparada para luchar con uñas y dientes si era necesario.

 

 

Rick la acompañó a casa y ninguno de los dos habló durante el camino. Una vez que llegaron a la puerta, Carla le dijo:

—Sean no está en casa. Bianca se lo ha contado, no ha dejado que me explique y ha decidido que mantengamos una relación estrictamente profesional. Ha dejado que me quede en la casa, aunque no tardaré mucho en irme.

El joven actor no pudo evitar la alegría que le proporcionaba esa noticia, pero prefirió no demostrarlo.

—¿Pedimos algo para cenar? —le propuso Carla a un Rick que respondió con una sonrisa arrebatadora.

Cenaron tranquilamente mientras hablaban de la futura gira promocional de la película y de cómo afrontaría Carla todo lo que se le venía encima con Iván.

A las dos de la madrugada, Rick le dijo que se marchaba y ella lo acompañó hacia la puerta.

—Gracias por haberme hecho compañía y por presentarme a tu abogado.

—No voy a dejarte sola en esto. —Se acercó para besar la mejilla de Carla y se dieron un tierno abrazo.

Ella notaba cómo las llamas del amor que sentía la abrasaban por dentro y cómo el abrazo se hacía más intenso por momentos. Por fin logró separarse; él le acarició la cara y ella se estremeció ante ese íntimo contacto.

—Te quiero —le dijo ella en un susurro.

—Y yo. —Sucumbió a los labios de ella, que lo esperaban impacientes, y la abrazó tan fuerte que casi le impidió respirar—. Te quiero.

Sus mentes olvidaron al resto del mundo y sus cuerpos se deleitaron uno con el otro. Carla fue consciente de la pasión de Rick en cuanto su miembro rozó su estómago.

Rick la besó con ternura, placer y calma, saboreando cada beso como si fuese el último. Carla se dejó llevar por los besos del actor y por aquel arrollador fuego que parecía consumirla.

Sean e Iván pasaron a un plano tan lejano que ella pudo tener un momento de felicidad completa, llena de paz.

Rick quitó las prendas que cubrían a su amada muy despacio, admirando cada palmo de aquel cuerpo desnudo que lo enloquecía. Acarició la tersa piel de la muchacha y dibujó enormes surcos con su húmeda lengua. Se entretuvo en los blancos pechos de Carla, sin dejar de cubrirla de abrazos y caricias.

Bajó despacio el minúsculo tanga, acurrucándose un instante en aquel regazo que tanto añoraba. Se puso de pie con cierta dificultad, la miró con una media sonrisa y la estrechó en sus brazos de nuevo, para deleite de ella. La ropa de Rick yació rápidamente en el suelo junto con la de ella, y aquellos cuerpos desnudos y hermosos se fundieron en una sola silueta, invisible para el resto del mundo.

—Te quiero —le susurraba él en su oído a cada segundo. Carla estaba pletórica. Rick besó sus piernas y las abrió con delicadeza; la miró con admiración un momento antes de penetrarla.

Sus cuerpos se estremecieron; hasta ese instante no habían sido conscientes de lo mucho que se necesitaban el uno al otro.

Durante casi una hora, Rick entró en su cuerpo una y otra vez, hasta que la pasión llegó a su fin, junto con el comienzo de un nuevo amanecer.

Sus cuerpos descansaron desnudos, pegados y felices.

Atrapada en la realidad
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