LAS CAMPAÑAS DE ALEJANDRO EN EUROPA

Por Joaquín Acosta

“SUCEDIÓ que después que Alejandro, hijo de Filipo, rey de Macedonia, y el primero que reinó en Grecia, salió del país de Cetim. Y venció a Darío, rey de los persas y de los medos.

Ganó muchas batallas, y se apoderó en todas partes de las ciudades fuertes, y mató a los reyes de la tierra.

Y penetró hasta los últimos términos del mundo, y se enriqueció con los despojos de muchas naciones; y enmudeció la tierra delante de él.”

(1 Macabeos 1, 1 − 3)

“Como ignoraban que era imposible, lo hicieron”

(Anónimo)

Hay quien opina, que Alejandro no fue más que un bandido medio loco y afortunado, especialmente por haber estado rodeado de generales competentes como Parmenión, el cual sería muerto por el rey macedonio de la misma manera en que Honorio liquidó a Estilicón. El origen de esta visión se puede remontar hasta contemporáneos del mismo Alejandro, tales como Demóstenes, Diógenes y los cínicos, o Teofrasto (discípulo de Aristóteles) el cual en su obra deplora que Alejandro se haya dejado corromper por el mundo persa. Posteriormente, estoicos como Séneca y Lucano, desarrollarían el anterior planteamiento. Para estas visiones, Alejandro de Macedonia es sólo un muchachuelo que sembró donde cosechó Filipo de Macedonia, y adicionalmente, un sospechoso de ser parricida.

Otras corrientes historiográficas, consideran que las conquistas de Alejandro en Asia e India no fueron tan fáciles como algunos lo han pretendido, sino que se trata de una gesta que constituye el fruto del genio y grandeza del macedonio. Y que no hay enemigo invencible, al menos cuando se es verdaderamente “Magno”...

Parte de la leyenda negra sobre Alejandro, ha sido la crítica elaborada en nombre de la razón y de la virtud, por parte de cínicos y estoicos, principalmente. En cualquier caso, siempre será fácil criticar la vida de un hombre de otro tiempo -y de otro mundo-, utilizando la ética de los críticos, y analizar un mundo guerrero a través de los ojos de un ratón de biblioteca.

Es bajo la anterior óptica, como se ha criticado y puesto en cuestión el genio militar de Alejandro Magno, especialmente por determinados escritores latinos cuyo chauvinismo les llevó a menospreciar el aporte griego a la historia, factor que por citar un ejemplo, motivó a Plutarco a crear sus inmortales “Vidas Paralelas”. Si a esto aunamos la antipatía que ciertos pensadores helénicos sintieron hacia los macedonios, Alejandro especialmente, podremos verificar el aura de injusticia que conlleva menospreciar la vida y obra de uno de los nombres más gloriosos de toda la historia, visión deformada que heredarían inclusive los más reputados escritores latinos.

Un buen ejemplo de lo anteriormente expuesto lo encontramos en Tito Livio (Historia de Roma, Ab Urbe Conditia, IX, 16 − 19.) He aquí algunos apartes:

“Lo que importa más que todo en la guerra, son (sic) el número y el valor de los combatientes, la inteligencia de los jefes, finalmente la fortuna... Estos factores, muestran el carácter invencible del Imperio Romano... Sin duda, Alejandro fue un jefe notable... los generales de Roma, no digo ya de todas las épocas, sino de esa misma, a los cónsules y dictadores con los cuales tendría que haberse medido, con Marco Valerio... Manlio Torcuato, Fabio Máximo, los dos Decios... En cada uno de ellos había la misma inteligencia y talento que en Alejandro, pero sobre todo poseían una ciencia de la guerra que... se había sometido a principios invariables... No es a Darío a quien hubiera tenido que enfrentarse, el cual, en medio de una tropa de eunucos y mujeres... era más una presa que un adversario...

“Lamento hablar, de un monarca tan grande, de la arrogancia de su nuevo estilo... el asesinato de sus amigos durante orgías y banquetes... ¿creéis que entre tantos romanos insignes nadie hubiera osado proferir contra Alejandro la palabra Libertad?”

En manera alguna el objetivo del presente trabajo es despotricar y denigrar de uno de los más grandes historiadores de Roma en la antigüedad, pues de esta manera se incurriría en el mismo error que los cínicos y estoicos, en relación con Alejandro. Simplemente, el autor de este artículo muestra su acuerdo con Cervantes, no sólo por considerar odiosas las comparaciones, sino también cuando enseñó a la humanidad entera que “nadie es más grande que otro, si no hace más que otro”. Igualmente, y parafraseando a uno de los maestros de Alejandro (Aristóteles), manifestaré que “soy amigo de Tito Livio, pero más amigo de la verdad”.

La obra de Tito Livio es invaluable, pero en manera alguna dueña absoluta de la verdad. Aprovechando la ventaja de la perspectiva histórica que en pleno siglo XXI tenemos sobre este autor, debemos analizar su obra como la de quien consideraba que la verdadera encarnación de la gloria y verdadero pacificador de occidente y oriente fue el republicano Pompeyo, a quien desde el año 63 a. de C., todos llamaban Magno. Pero señores, no son los títulos los que marcan la realidad. Es la obra, y las circunstancias en las cuales fue forjada.

El verdadero propósito del presente trabajo, es exponer cómo la admiración de genios políticos y militares como Pirro, Amílcar y Aníbal Barca, Escipión, César, Belisario, Federico de Prusia, Napoleón y Rommel -entre otros-, hacia el macedonio, es fundada y acertada. Teniendo en cuenta que el verdadero análisis científico de la historia es algo más que “cortar y pegar” (tal y como lo ha expuesto J. I. Lago), una lectura minuciosa de las circunstancias de la época de Alejandro, nos revelará cómo sus afortunadas campañas en Europa (las cuales representan alrededor de la décima parte de su obra política y militar) constituyen una muestra del mérito y genio latentes en el personaje en estudio.