Capítulo 4
Harry oyó un suave tic amortiguado cuando se arrojó sobre el montaje. Con la mano izquierda golpeó la caja, volcando el artilugio justo en el momento en que la pistola se disparaba.
La sensación de que algo no iba bien le golpeó como una ola vacilante en el instante en que sus dedos hicieron contacto con el mecanismo de aspecto mortal. Harry no tuvo tiempo de reaccionar a esa sensación. Ésta se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos. Una fracción de segundo más tarde, impulsado por la fuerza de su acometida, Harry fue a estrellarse contra la pared de la casa. Recuperó el equilibro automáticamente y vio que la caja con la pistola rodaba con gran estrépito escaleras abajo hasta el sendero.
Algo suave se desplegó en el cañón de la pistola. Cuando llegó al suelo, se movió flojamente.
—¿Qué demonios está pasando ahí afuera? —Molly miró hacia la caja negra y su contenido. Levantó la mirada, sobresaltada, hasta los ojos de Harry—. Eres rápido, ¿eh?
—Cuando tengo ganas.
Harry se estiró la chaqueta con un gesto de los hombros y bajó despacio la escalera para quedarse junto al montaje de la pistola. Una bandera blanca había surgido del cañón. Había unas letras en rojo. Utilizó la punta del zapato para desenrollar la tela y leyó:
«FUM. ESTAS MUERTA».
—Una broma pesada de alguien. —Harry respiró hondo, despacio. Miró a Molly—. ¿Estás bien?
—Claro. ¿Y tú?
—Estoy bien.
—Ya lo veo. —Sonrió—. Tienes un método muy original para superar la timidez de una primera cita.
—Como Josh me ha dicho hace poco, hace mucho tiempo que no salgo con nadie y he olvidado lo que hay que hacer. —Harry echó un vistazo a la pistola con la banderita—. Pero esto no era mío. Yo he traído flores.
—¿Ah, sí? —Molly vio las rosas en el suelo. Sonrió con agrado—. Ya lo veo. ¡Qué bonitas! ¿Cómo sabías que las rosas amarillas son mis flores favoritas?
Harry siguió la mirada de Molly hasta las rosas magulladas que yacían esparcidas por el suelo.
—Lo he adivinado.
Harry observó a Molly bajar apresurada la escalera para recoger las flores. Las rosas se las había sugerido Josh en el último momento, pero Harry no vio razón alguna para mencionar ese detalle. Se dijo para sus adentros que se le habría ocurrido igual si Josh no hubiera planteado el tema. Había perdido práctica, pero no era un estúpido.
A Harry le sorprendió notar que aquella noche Molly estaba maravillosa. Llevaba un atractivo vestido rojo adornado con botones dorados. La chaqueta a juego era de elegante estilo militar. Su pelo encrespado estaba inadecuadamente confinado detrás de cada oreja con pequeños broches dorados. Un par de sandalias de vestir negras realzaban el gracioso arco de sus pies. Harry se dio cuenta de que nunca había visto a Molly más que vestida con atuendo de trabajo. Un cambio resultaba agradable.
—Creo que la mayoría han sobrevivido.
Molly se inclinó para recoger las rosas.
—Olvida las flores. Se han estropeado.
—No. Sólo se han aplastado una o dos.
Harry decidió no discutir la cuestión. Los capullos lánguidos hablaban por sí solos. Volvió su atención de nuevo a la caja negra y su extraña pistola.
—¿Tienes idea de quién te ha dejado esto? —preguntó.
—No. —Molly echó una mirada despreciativa al artilugio mientras subía la escalera—. Parece obra de uno de los amigos de mi hermana. Se reúne con un grupo de inventores. Algunos de los chicos aún son un poco inmaduros, aunque en otoño empezarán la universidad.
Harry recordó la sensación fugaz pero inconfundible de que algo iba mal que le había asaltado al precipitarse sobre la caja para apartada.
Rápidamente reprimió la idea que acudió a su mente. No había nada inusual en aquella reacción, se dijo. Ver un arma apuntando a Molly era razón suficiente para explicar la desagradable sensación que había experimentado en aquel momento.
—¿Tu hermana tiene amigos que gastan estas bromas? —preguntó.
—Kelsey heredó el talento de la familia para los inventos. —Dijo Molly sonriendo con ironía—. Frecuenta a un grupo de sesudos que tienen intereses similares. En realidad, en su mayoría son muy agradables, pero algunos tienen una idea muy extraña de lo que es el humor. A veces se han pasado semanas planeando bromas muy elaboradas, muy hábiles, para gastarse entre sí.
Harry flexionó los dedos. Parte de la tensión que sentía en los músculos se le alivió.
—Parece que ya has pasado por esta clase de experiencia en otras ocasiones.
Molly arrugó la nariz.
—Si te crías en una casa como la mía, te acostumbras a no sorprenderte por nada. Entra mientras pongo estas rosas en agua.
Harry vaciló, y luego se inclinó sobre una rodilla para recoger los trozos del dispositivo con la pistola. Cuando tocó la falsa pistola se quedó tranquilo. Una sensación de alivio le inundó cuando se dio cuenta de que no tenía más que plástico y metal entre sus dedos. No pasaba nada. Sólo había sido su imaginación.
Miró con el entrecejo fruncido la bandera que colgaba del cañón de la pistola.
—¿Estás segura de que ha sido obra de uno de los amigos de tu hermana? —preguntó poniéndose de pie.
—¿De quién puede ser si no? —Molly sonrió admirando las rosas amarillas que tenía en las manos—. Probablemente una broma de despedida. Kelsey se marcha el domingo. Va a su nueva escuela superior en California, para asistir a un taller especial de verano para estudiantes de ciencias; dura un mes.
—Entiendo.
Con el dispositivo de la pistola roto en los brazos, Harry siguió a Molly al cavernoso vestíbulo. Ella le condujo hasta una extraña cocina.
Harry miraba alrededor con interés. Todo le resultaba familiar pero siempre con un aspecto un poco distinto, como si el contenido de la cocina hubiera sido sacado de la cocina del Starship Enterprise. Los mostradores y electrodomésticos eran de acero inoxidable y plástico con formas innovadoras. Un panel de control estaba incrustado en la pared.
Molly abrió un armario y sacó un jarrón. Harry llevó el montaje de la pistola hasta una mesa de acero pulido que había cerca de la ventana y lo dejó allí.
—¿Dónde está tu hermana esta noche? —preguntó mientras hurgaba entre los restos de la caja negra.
—Ha salido con unos amigos.
—¿Quién de sus amigos no sabía que iba a salir esta noche?
—No tengo ni idea. —Molly cerró el grifo y colocó las rosas en el jarrón—. Podría ser cualquiera. ¿Por qué lo preguntas?
Harry cogió la pistola y la volvió en su mano.
—Quienquiera que haya preparado esta broma debía de creer que ella estaría en casa esta noche.
Molly miró con el ceño fruncido una rosa que se había roto.
—Supongo.
De mala gana, Molly arrancó el capullo y lo arrojó a un contenedor de acero de aspecto extraño. Se oyó un suave ruido de agua. La flor estropeada desapareció de la vista.
Harry se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de una silla. Se sentó ante la mesa y se acercó la caja. Levantó la mirada y frunció el entrecejo al ver el raro aparato que colgaba del techo.
—¿Cómo se enciende la luz?
—El botón rojo del centro de la mesa.
Harry examinó el pequeño panel de botones que estaba incrustado en la mesa de acero. Tocó el rojo a modo experimental.
Una luz apagada se encendió en la superficie de la mesa.
—Bien.
—Gracias. —Molly volvió a supervisar su arreglo floral—. Bueno, las rosas ya están. Realmente son muy bonitas, Harry. No recuerdo cuándo fue la última vez que alguien me regaló flores. Gracias.
Harry tomó nota mentalmente de que debía dar las gracias a Josh por recordarle ese anticuado gesto.
—No hay de qué.
—Si me disculpas, iré por mi bolso. Vuelvo enseguida.
—Tómate el tiempo que necesites.
Harry se inclinó para examinar el mecanismo de resorte utilizado para elevar la plataforma de la pistola.
Oyó que Molly salía de la cocina. Sus sandalias de tacón alto resonaron en el vestíbulo. Tardará unos minutos, decidió Harry. Se desabrochó los puños de la camisa, se subió las mangas y empezó a desmontar la plataforma.
Molly regresó poco después.
—¿Harry? Estoy lista.
Harry no levantó la vista de lo que estaba haciendo. Había sacado el resorte de la caja. Los componentes de la plataforma estaban esparcidos sobre la mesa, delante de él.
—Tardaré un par de minutos.
—Mmmm. —Murmuró Molly.
* * *
La pizza de tomate secado al sol y alcachofa que Molly eligió en la máquina Abberwick de guardar y preparar comida salió cuarenta minutos más tarde. Eligió un vigoroso Cabernet Washington State de la bodega automática Abberwick para acompañarla. Tras pensar un poco más, añadió ensaladas de lechuga romana y queso azul de la máquina de guardar y preparar comida. El aparato tarareó para sí mientras enjuagaba la lechuga fresca y la centrifugaba.
Guiada por un impulso, Molly decidió dejar a mano los trozos de queso azul en las hojas de lechuga. La decisión de añadir el toque final con sus propios dedos probablemente tuvo algo que ver con el hecho de que había un hombre en casa, pensó. Una necesidad femenina, sin duda. Casi con toda seguridad desaparecería por la mañana, se quiso tranquilizar. Esos impulsos nunca duraban mucho.
Cuando estuvo lista para servir, Harry tenía los diferentes componentes del artilugio de la pistola esparcidos sobre la mesa de la cocina. No había sitio para los platos y los vasos.
Molly examinó disimuladamente las imponentes facciones de Harry mientras estaba inclinado sobre la mesa. Se hallaba completamente absorto en el proceso de diseccionar el montaje de la pistola. La imagen de un alquimista trabajando en su laboratorio acudió una vez más a la mente de Molly. Literalmente podía sentir la intensidad de su concentración.
Se preguntó si Harry hacía el amor con la misma atención absoluta. Ese pensamiento le hizo ruborizarse violentamente.
Por fortuna, Harry no se percató del rubor en las mejillas de Molly. Estaba ocupado con un pequeño motor a pilas que había extraído de la caja.
Molly oprimió un botón. Una segunda superficie de acero inoxidable se separó de la pared y se desplegó junto a la que Harry estaba utilizando como banco de trabajo. Ella sola se colocó en su sitio.
—¿Bueno, qué te parece? —preguntó Molly dejando la pizza y las ensaladas sobre la segunda mesa.
Harry por fin levantó la vista. Parpadeó, como si quisiera aclararse el cerebro. Luego miró la pizza y las ensaladas.
—¿Qué es esto?
—La cena. —Anunció Molly alegre—. Tú no sé, pero yo estoy muerta de hambre.
Los ojos ambarinos de Harry se iluminaron alarmados.
—Demonios. —Consultó su reloj con el entrecejo fruncido—. Tengo mesa reservada para las siete y media.
—Tenías mesa reservada para las siete y media. —Molly le pasó una servilleta—. Estoy segura de que pasadas las ocho se la habrán dado a otro.
Harry gruñó.
—No puedo creerlo. Lo lamento. —Hizo ademán de levantarse de la silla—. Llamaré al restaurante y veré si pueden damos de cenar a las ocho y media.
—Olvídalo. La pizza ya está lista y yo me muero de hambre. Espero que te gusten la alcachofa y los tomates secados al sol. Esta noche tengo ganas de experimentar.
Harry contempló la pizza con masculina apreciación.
—¿La has hecho tú?
—Más o menos. He elegido los ingredientes. —Molly oprimió un botón para sacar los cubiertos de un cajón escondido bajo la mesa—. La máquina Abberwick de guardar y preparar comida ha hecho todo el trabajo. Salvo espolvorear el queso azul sobre las ensaladas. —Añadió con modestia—. Eso lo he hecho yo misma.
Harry examinó el enorme aparato de acero inoxidable que ocupaba una pared de la cocina.
—Asombroso. ¿Una patente de tu padre?
—Sí. Intentó vendérsela a todos los grandes fabricantes de electrodomésticos. Todos le dijeron que estaba loco. Le explicaban que la idea era vender al consumidor montones de máquinas diferentes para realizar las diferentes tareas de la cocina, no una sola, eficiente, que lo hiciera todo y durara años.
Harry volvió a sentarse.
—Ésa es la historia de muchos inventos interesantes. —Cogió un trozo de pizza y le dio un mordisco. Masticó en silencio y luego tragó—. Tengo tendencia a preocuparme cuando estoy trabajando en un proyecto interesante. —Dijo con aire de disculpa.
Molly sonrió.
—Conozco el síndrome.
—¿Porque vienes de una familia de inventores?
Molly se encogió de hombros.
—Por eso y porque yo también tengo fama de entregarme demasiado a un proyecto.
—Es cierto. —Las duras líneas del rostro de Harry se relajaron un poco—. Te he visto consumida por algunas de esas solicitudes de beca.
—A veces también me pongo así en mi trabajo.
—Eso me hace sentirme un poco mejor respecto a esta noche. —Dijo Harry—. Pero no tengo ganas de explicarle a Josh lo que ha ocurrido.
—¿Por qué? ¿Qué tiene que ver Josh con nuestra cita?
—Me ha dado una pequeña charla sobre las prácticas modernas cuando se sale con una chica. Al parecer, creía que, como hacía mucho tiempo que yo no salía con ninguna, no sabría qué hacer. A juzgar por este pequeño fracaso, tal vez tuviera razón.
Molly estuvo a punto de atragantarse con un trozo de pizza. Logró tragar mientras se le escapaba la risa.
—¿Tú también?
Una ceja negra se alzó en señal interrogativa.
—¿Qué significa eso?
—Mi hermana y Tessa, mi ayudante, me han dicho lo mismo a mí.
—Es irritante, ¿verdad? —Harry dio otro mordisco a la pizza—. Personalmente, creo que Josh ha disfrutado con su disertación. Sospecho que se ha vengado de todas las pequeñas charlas aleccionadoras que yo le daba cuando iba al instituto.
—¿Pasaba mucho tiempo contigo cuando era más joven?
—Se vino a vivir conmigo cuando murió su padre. Josh tenía doce años. Su madre había muerto en un accidente, durante la instalación de una atracción de feria, cuando él era un bebé.
Molly dejó su trozo de pizza con lentitud.
—¿Has educado a Josh desde que tenía doce años?
—No estoy seguro de que educado sea la palabra correcta. —Harry se encogió de hombros—. No tenía idea de lo que hacía, pero por suerte para mí, Josh era un muchacho estupendo. Salió bien a pesar de mi falta de experiencia.
—Mamá murió cuando mi hermana, Kelsey, no era más que una niña. Papá nos adoraba a las dos. —Molly sonrió con tristeza—. Nos hacía unos juguetes increíbles, cuando éramos pequeñas. Pero era el clásico inventor despistado.
Harry hizo un gesto de asentimiento para indicar que lo en tendía.
—La necesidad de inventar puede ser una obsesión.
—Dímelo a mí. —A veces parecía como si papá se olvidara incluso de que tenía familia. Fue peor cuando mamá murió. Creo que utilizaba su trabajo como antídoto contra la tristeza.
Harry la examinó con una mirada penetrante.
—Así que intentaste llenar el hueco que dejaron tus padres en lo que a Kelsey se refiere.
Molly sonrió de nuevo.
—Aún la veo poner los ojos en blanco cada vez que le daba una charla aleccionadora.
—Josh hacía lo mismo, pero sobrevivió a pesar de mi influencia. Este otoño empezará su primer año en la universidad. Tiene intención de licenciarse.
—¿Para seguir tus pasos?
—¿Qué puedo decir? El muchacho tiene una cabeza sobre los hombros.
—Kelsey también. —Molly no podía ocultar su orgullo—. El taller al que ha sido invitada a asistir este verano sólo está abierto a las mejores promesas. Sé que ella se entregará a la universidad como un pato se lanza al agua.
—Josh lo hizo. El año pasado sacó una nota media de tres coma nueve.
Molly no pudo evitar reírse.
—¿Qué es tan divertido? —preguntó Harry.
—Escucha lo que decimos. Parecemos unos padres de edad madura hablando de las hazañas de sus retoños.
—Yo tengo excusa para parecer de edad madura. —Dijo Harry con sequedad—. Tengo treinta y seis años; tú todavía no has llegado a los treinta.
Molly hizo una mueca.
—Los cumplí a finales de mes. —Meneó la cabeza—. ¡Dios mío, cómo pasa el tiempo!
Harry masticó un rato en silencio.
—¿Alguna vez has estado casada? —preguntó al fin.
—No. Hace dieciocho meses pensé que tal vez… Bueno, no salió bien. ¿Y tú?
—Estuve comprometido también hace cosa de año y medio.
Molly se quedó inmóvil.
—¿Qué pasó?
—Ella cambió de opinión. Se casó con uno de mis primos de la rama Stratton de la familia. Brandon Stratton Hughes.
—Entiendo. —Molly no sabía qué decir—. Lo siento.
—Fue lo mejor. Con la perspectiva que da el tiempo, ahora creo que puedo decir con toda seguridad que ese matrimonio no habría funcionado.
—¿Por qué no?
—Olivia y yo no estábamos hechos el uno para el otro. Ella es psicóloga. Siempre estaba tratando de analizarme. —Harry vaciló—. Me parece que no le gustó lo que descubrió.
—Entiendo. —Molly sintió una oleada de comunicación no verbal como resaca a la explicación aparentemente despreocupada que le había dado Harry. Había mucho más en esa historia, pensó—. Me pregunto qué opinión tenía Olivia de vuestra relación.
—Me parece que los sentimientos de Olivia hacia mí pueden resumirse con la expresión «horas de aburrimiento interrumpidas por momentos de puro terror».
Molly le miró fijamente, atónita. Tardó unos segundos en encontrar su voz.
—¿Terror?
—Nada escabroso. Quizá nada muy interesante. Probable mente Olivia lo llamaría torcido.
Molly no estaba segura, pero le pareció que Harry enrojecía.
—Mmm. «Torcido», tal vez no estaría tan mal. No sé, jamás lo he probado. —Molly se esforzó por parecer indiferente.
Harry levantó la mirada y ya no estaba sonrojado.
—¿Es eso cierto?
Sus ojos se encontraron y sostuvieron la mirada.
El último pedazo de pizza tembló en la mano de Molly cuando ésta se sintió inundada por una oleada de trémula excitación. Una sensación tan intensa que rozaba el dolor sacudió sus terminaciones nerviosas. Trató de sofocar la desconocida ola de energía sexual con su fuerza de voluntad. Como no lo consiguió, decidió que lo mejor era seguir hablando. Se aclaró la garganta.
—Bueno. —Dijo.
—Bueno, ¿qué?
Molly se estrujó el cerebro y pensó con rapidez.
—Bueno, ¿esta cosa torcida tiene algo que ver con la clarividencia de los Trevelyan que Josh mencionó la otra noche?
La diversión se evaporó al instante de los ojos de Harry y fue sustituida por una expresión fría e inescrutable.
—Ya te dije que eso de la clarividencia de los Trevelyan no es más que un antiguo truco de la familia.
Molly se quedó pensativa.
—Las mujeres han creído en la intuición femenina desde siempre. La mayoría simplemente la aceptamos como una realidad. Parece absolutamente natural que algunos hombres también la posean. Quizás en algunas familias haya venas particularmente fuertes de ella. Algún tipo de incidencia genética, tal vez.
—Más probablemente algún tipo de tontería.
Molly parpadeó.
—Bueno, supongo que eso indica qué opinas del tema.
—Lo siento. —Las facciones ascéticas de Harry eran una máscara de seriedad—. Pero he vivido toda mi vida con ese asunto de la clarividencia de los Trevelyan, y puedo decirte que no hay ni una pizca de verdad en ello.
Molly echó una mirada a las piezas de la caja negra que estaban esparcidas sobre la mesa.
—¿Estás seguro? Quizá sea algún tipo de intuición lo que hace que te intereses tanto por este tonto artilugio de la pistola.
Harry contempló las piezas.
—No hay que tener ningún sexto sentido especial para imaginar que quienquiera que montó esto tiene una gran cantidad de hostilidad reprimida.
—Tú no conoces a los amigos de mi hermana. No son hostiles. Pero, como te he dicho, algunos de los chicos aún son inmaduros.
—Alguien empleó mucho tiempo y energías para montar la caja y la pistola. Y te apuntaba a ti. —Dijo Harry sin ambages.
—Ya te lo he dicho, probablemente la intención era asustar a mi hermana.
—No estoy tan seguro de ello. —Harry cogió un muelle de alambre y lo volvió lentamente entre sus dedos delgados y fuertes—. Creo que quienquiera que dejara la caja delante de tu puerta sabía que probablemente abrirías tú la puerta.
—Eso es una tontería. —Le tranquilizó Molly—. Yo no tengo enemigos. Ya te lo he dicho, esto es obra de uno de los locos amigos de mi hermana. Se trata de una broma, nada más.
Harry dejó el muelle sobre la mesa.
—Tal vez tengas más enemigos de los que piensas.
—Déjame en paz. ¿Qué clase de enemigos iba yo a tener?
—El mes pasado escribiste más de un centenar de cartas rechazando solicitudes. Todas ellas dirigidas a inventores decepcionados, contrariados.
Molly se sobresaltó.
—¿No creerás que uno de ellos se vengó de este modo?
—Cabe esa posibilidad. —Harry examinó otra pieza del mecanismo de la caja negra—. Creo que habría que notificarlo a la policía.
—¡Dios mío!, ahora sí que te has pasado. —La idea de involucrar a la policía aterrorizaba a Molly—. Kelsey sufriría si sus amigos fueran interrogados. No ha ocurrido nada. Sólo ha sido una broma de mal gusto.
—De todos modos, no sería mala idea presentar una denuncia.
Harry se interrumpió al oír que se abría la puerta de la calle.
—Debe de ser Kelsey.
Molly se puso en pie de un salto, agradeciendo la interrupción. Se acercó a la abertura en forma de arco que unía la cocina con el amplio vestíbulo y se quedó allí de pie.
—Hola, Kelsey. ¿Qué tal la película?
—Molly. —Los ojos azules de Kelsey se abrieron con gran asombro—. ¿Qué haces en casa tan temprano? ¿Qué ha ocurrido con la cita que tenías con el Tyrannosaurus Rex? No me digas que te ha dado plantón, después de todo el trabajo que tuviste para encontrar el vestido adecuado.
—¿El Tyrannosaurus Rex? —murmuró Harry detrás de Molly.
El rubor asomó a las mejillas de Molly. Frunció el entrecejo para advertir a su hermana.
—Harry está aquí. Hemos decidido cenar en casa.
—¡Oh! —exclamó Kelsey con una mueca mientras se acercaba a su hermana—. Lo siento.
—Ven a conocerle. —Dijo Molly.
Kelsey asomó la cabeza en la cocina. Observó a Harry con grave curiosidad.
—Hola. —Saludó.
—Hola. —Harry se puso de pie—. Sé que voy a arrepentirme de haberlo preguntado, pero ¿te importaría decirme de dónde ha salido mi apodo?
—¿Tyrannosaurus Rex? —Kelsey le obsequió con una franca sonrisa—. Molly empezó a llamarte así por el modo en que destrozabas todas las solicitudes de beca. Y porque tu apellido empieza por «T». Trevelyan Rex. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo.
Harry miró a Molly con aire pensativo.
Molly cerró los ojos esperando no haberse vuelto del color de los tomates maduros.
—Bueno, no quería interrumpir. —Prosiguió Kelsey alegre—. He venido a casa directamente después de la película en lugar de ir a casa de Robin para terminar de preparar mi equipaje. El domingo por la mañana me marcho a California.
—Eso me han dicho. —Dijo Harry—. Un taller de verano para estudiar ciencias.
—Exacto. —La mirada de Kelsey se posó en las piezas desparramadas sobre la mesa—. ¿Qué es eso?
—Los restos de una bromita muy desagradable que uno de tus amigos me ha gastado esta noche —respondió Molly al instante—. Sospecho que ha sido Danny o Calvin. Una falsa pistola preparada para disparar cuando yo abriera la puerta. En lugar de una bala ha salido una banderita.
—Qué extraño. —Kelsey se acercó a la mesa. Miró las piezas con el ceño fruncido—. Pero no creo que Danny o Calvin sean los responsables.
Harry la miró con atención.
—¿Por qué estás tan segura?
—Bueno, para empezar, Danny y Calvin se dedicaban a este tipo de artilugios cuando empezaban en el instituto. -Kelsey examinó el mecanismo de resorte más de cerca. —Y…
—¿Y qué? —urgió Harry.
Kelsey alzó un hombro para dejar el tema con indiferencia.
—No es su estilo. Danny se dedica a los ordenadores. Cualquier cosa que él ideara se basaría en la electrónica. Calvin se dedica a la química. Sus bromas siempre tienen algo que ver con los productos químicos.
Harry sonrió levemente.
—Excelente razonamiento.
Kelsey sonrió, radiante.
—Gracias.
—El artilugio estaba muy mal construido. —Dijo Harry—. ¿Alguno de tus amigos tiene tendencia a trabajar rápido y mal en sus proyectos?
—Bueno, Robin es un poco despreocupada a la hora de construir sus prototipos. —Kelsey se mordió pensativa el labio inferior—. No, no puedo imaginarla preparando algo así. Lucas podría haberlo hecho. Es como muy joven para su edad, ya me entiendes. Le llamaré mañana por la mañana para preguntarle si sabe algo de esto.
—Te lo agradecería. —Dijo Harry.
—Oye, —intervino Molly con dureza—, acabemos con este asunto. Sugiero que todos nos olvidemos de ello.
Kelsey y Harry la miraron.
—¿Alguien quiere helado? —preguntó Molly con decidido entusiasmo.
Harry consultó su reloj.
—Yo debería marcharme.
—Eh, por mí no te marches. —Kelsey alzó las dos manos y empezó a salir de la cocina—. Yo desapareceré arriba. Ni te enterarás de que estoy aquí.
—No es necesario. —Harry miró a Molly—. Entre una cosa y otra, parece que he estropeado la velada.
—No es cierto. —Le tranquilizó Molly. Pensó en todo lo que había aprendido acerca de Harry esa noche y abrazó para sus adentros la información íntima—. Me lo he pasado muy bien.
Harry la miró con aire escéptico.
—En ese caso, ¿puedo volver a pedirte que salgas conmigo?
Molly no vaciló.
—Claro que sí.
—¿El sábado por la noche?
Molly iba a aceptar pero recordó de pronto que tenía otros planes.
—Tengo que cenar con mi tía y su novio.
Harry aceptó la explicación.
—Estaré fuera de la ciudad todo el domingo. Voy a Hidden Springs a ver al abuelo de Josh. —Vaciló—. Supongo que no te gustaría acompañarme.
Molly hizo un gesto de negación con la cabeza.
—Gracias, me encantaría, pero Kelsey se marcha a California el domingo por la mañana. Voy a llevada al aeropuerto.
Una expresión imposible de interpretar cruzó los ojos de Harry y desapareció al instante.
—Hidden Springs sólo está a una hora de coche. Puedo esperar a que Kelsey se haya marchado.
—Acepta. —Aconsejó Kelsey—. No te iría nada mal tener un día libre.
—De acuerdo. —Molly sonrió—. ¿Podremos ir a la feria mientras estemos en Hidden Springs? Hace años que no voy a ninguna.
—¿Por qué no? —dijo Harry.
—Suena divertido. —Dijo Kelsey—. ¿Cuándo fue la última vez que montaste en una noria o comiste algodón de azúcar, Molly?
—Hace años. —Admitió Molly.
Harry pareció entristecerse.
—Por favor, cualquier cosa menos algodón de azúcar.
Molly se echó a reír.
—De acuerdo, de acuerdo. Me limitaré a las palomitas. Pero sólo si me prometes que ganarás para mí un animalito de peluche.
—No hay ningún problema. —Dijo Harry—. Siempre que se trate de una atracción de alguno de mis parientes. Si no tienes influencia, las probabilidades de ganar un muñeco grande de peluche se acercan al cero absoluto.
—¿Esas atracciones de feria están amañadas? —preguntó Kelsey.
—Digamos que no están preparadas para ir a favor de los jugadores. —Respondió Harry con sequedad.
Molly parpadeó.
—Apuesto a que a pesar de todo tú podrías ganar, Harry.
El humor desapareció de su hosco rostro. Su mirada se quedó inquietantemente fija.
—Recuerda las horas de aburrimiento antes de que estés demasiado excitada por lo otro.
—No me aburro fácilmente. —Molly sintió que el pulso le latía con fuerza en las venas. Miró a Harry a los ojos y de pronto sintió un vahído. Dijo lo primero que acudió a su mente—. Si llega lo peor, siempre puedo divertirme sola.
La sonrisa de Harry fue lenta e infinitamente seductora.
—Confío en que no sea necesario.
* * *
El sábado por la mañana, Harry permaneció sólo en la fría penumbra del acuario de Seattle. Acudía allí con frecuencia cuando quería pensar.
Estuvo observando una anguila eléctrica que dormitaba en el fondo de su pecera. Esa criatura fascinaba a Harry. La encontraba casi tan extraña e insólita como el hecho de que hubiera pedido a Molly que le acompañara a Hidden Springs.
Media hora antes, impulsado por una profunda intranquilidad que le hacía difícil concentrarse en su trabajo, había ido andando hasta la orilla del agua. Necesitaba pensar en lo que había hecho la noche anterior.
Tenía intención de mantener su relación con Molly separada de las complicaciones de su vida familiar.
La enemistad entre los Stratton y los Trevelyan raras veces estallaba en conflicto abierto por la simple razón de que Harry se aseguraba de que los dos clanes jamás se pusieran en contacto. Harry era la única conexión entre las dos familias. Ambas habían dejado perfectamente claro que querían que la situación siguiera así.
Los Stratton consideraban a los Trevelyan, con la excepción de Harry, una forma inferior de vida. Jamás habían perdonado a Sean Trevelyan que se atreviera a casarse con Brittany Stratton, la princesa de la familia. El hecho de que Brittany se hubiera fugado con Sean no parecía importar a los Stratton.
Los Trevelyan tenían una opinión igualmente pobre de los Stratton, a quienes consideraban unos esnobs arrogantes y decadentes. En su considerada opinión, la influencia de los Stratton era lo que había hecho que el padre de Harry diera la espalda a su familia.
Cuando Harry había planeado en un principio la aventura con Molly, jamás había tenido intención de exponerla a sus difíciles parientes. No comprendía qué le había impulsado a invitarla a Hidden Springs yeso le preocupaba. Había pasado gran parte de la noche pensando en ello.
Su cerebro solía trabajar de un modo claro y ordenado. La única excepción eran sus ocasionales «intuiciones». Darse cuenta de que sus sentimientos por Molly podían ser tan inexplicables como esos raros y traumáticos destellos de «saber», le inquietaba a Harry.
Un temblor amenazador recorrió el cuerpo de la anguila. La mirada fría y desprovista de toda emoción que exhibía aquella criatura se posó en la de Harry a través del cristal de la pecera. Harry contempló la primitiva evolución del cerebro de la anguila con algo que podía ser envidia.
Para la anguila nada era complicado. No tenía problemas familiares, ni la sensación de estar atrapada entre dos mundos en guerra. No sufría estados de ánimo melancólicos. Y no le daba miedo sentir una profunda hambre de una unión tan elevada que no pudiera siquiera ser explicada, y mucho menos consumada.
Alguien apareció y se quedó de pie frente a la pecera. Harry volvió la cabeza y echó un breve vistazo al recién llegado antes de proseguir su contemplación de la anguila. Le sorprendió un poco ver a su primo, Brandon Stratton Hughes.
—Supongo que no se trata de una coincidencia. —Dijo Harry.
—He pasado por tu piso. —Brandon hablaba muy bajo. Miró alrededor de la vacía sala para comprobar que nadie le oía—. Tu portero me ha dicho que habías venido aquí. Es una manera un poco cara de pasar el rato, ¿no? La entrada no es barata.
—Tengo un abono anual. Me gusta venir aquí cuando quiero pensar.
La relación de Harry con Brandon nunca había sido íntima, pero la verdad era que, excepción hecha de Josh, ninguna de sus relaciones con los miembros de su familia podía describirse como íntima.
Él y Brandon no tenían casi nada en común, salvo unos genes del lado Stratton de la familia.
Brandon era cuatro años menor que Harry. Poseía una constitución atlética, ojos azules, pelo rubio y el atractivo aspecto aristocrático que había caracterizado a los varones Stratton durante varias generaciones. Brandon también tenía una posición segura como vicepresidente de Stratton Properties, la empresa inmobiliaria de la familia.
—¿Qué quieres? —preguntó Harry—. Debías de tener muchas ganas de hablar conmigo para pagar la entrada al acuario sólo para encontrarme.
—Iré directo al grano. ¿Olivia te ha llamado hoy?
—No.
—¿Y mi madre?
—Tampoco he sabido nada de tía Danielle hoy. —Harry miró a Brandon—. ¿Por qué?
El semblante de Brandon se tensó.
—Las dos están un poco intranquilas.
—¿Por qué?
Brandon respiró hondo.
—Da lo mismo que seas de los primeros en saberlo. He decidido dejar Stratton Properties. Voy a instalarme por mi cuenta. Estoy montando una empresa de administración de propiedades.
Harry silbó en silencio.
—Apuesto a que ha sido una decisión muy aplaudida.
—Sabes perfectamente bien que se cierne como un globo de plomo. Anoche lo anuncié. La familia montó un escándalo. Mi madre se puso frenética. El abuelo está fuera de quicio. Y tío Gilford ya me ha echado la bronca.
—No me sorprende. —Harry se interrumpió—. ¿Y Olivia?
—Olivia cree que cometo un grave error. —Brandon miró con aire triste a la anguila—. Dice que mi decisión no se basa en una valoración lógica de la situación. Dice que es una función de mi deseo de rebelarme contra un abuelo controlador y una madre sobreprotectora.
—Tienes ambas cosas. —Señaló Harry—. Y el resto de la familia tampoco es exactamente ecuánime.
—¡Maldita sea!, Harry, voy a hacerlo. —Brandon levantó un puño—. Quiero irme del negocio familiar.
—No será fácil.
—Tú lo lograste. Le dijiste al abuelo que se fuera al infierno cuando intentó obligarte a trabajar en Stratton Properties. Aquel día te despediste de tu herencia. El abuelo te borró de su testamento y tú le diste la espalda al dinero de los Stratton como si no significara nada.
—El precio que quería hacerme pagar era demasiado alto. —Dijo Harry con voz suave—. Parker quería que fingiera que no era un Trevelyan.
Brandon se giró en redondo para mirarle a la cara.
—Yo también voy a librarme de la dominación de la familia.
—De acuerdo.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Brandon.
—¿Qué quieres que diga?
—No quiero que digas nada. —Masculló Brandon—. Pero quiero tu palabra de que no te meterás si mi madre u Olivia te piden que me convenzas de que no deje la empresa.
—No intentaré impedirte que te marches de Stratton Properties. —Prometió Harry—. ¿Por qué iba a hacerlo? Si quieres dejar un puesto cómodo en la empresa, eso es asunto tuyo. Pero recuerda que los Stratton nunca te dan nada gratis. Pagarás un precio.
—¿Te refieres a que el abuelo me eliminará del testamento, como hizo contigo?
—Probablemente.
Brandon se cuadró de hombros.
—Podré soportado.
Harry oyó esas valientes palabras. También percibió la inseguridad que se escondía bajo ellas.
—¿Qué opina Olivia de esa posibilidad?
—Olivia es mi esposa. —Dijo Brandon tenso—. Me quiere. A la hora de la verdad, me apoyará.
Harry no dijo nada. Él no era el más apropiado para juzgar los afectos de alivia. Sin duda los había interpretado mal un año y medio atrás, cuando se convenció de que Olivia le había amado.