Capítulo 15

-¡Demasiado tarde!

Estas ásperas y desesperadas palabras fueron apenas audibles, pero despertaron a Molly de un sueño lleno de enormes y amenazadores juguetes mecánicos. La adrenalina inundó su cuerpo. Abrió los ojos y miró a Harry, quien dormía a su lado.

Un ancho rayo de luna entraba en la habitación por las ventanas. La fría luz les bañaba en plata. Los hombros desnudos de Harry estaban recubierto s de un brillo de sudor.

—¡Demasiado tarde! —murmuró con la boca junto a la almohada—. ¡No puedo respirar! ¡No puedo respirar!

—Harry, despierta.

—¡No puedo respirar! ¡Demasiado tarde!

Molly le dio unos golpecitos suaves. Fue como si le hubiera enchufado a la corriente. Harry despertó con asombrosa rapidez, rodó hasta el borde de la cama y se puso de pie con un solo movimiento. Se volvió para mirar a Molly.

A la fría luz de la luna ella no pudo descifrar el curioso color ámbar de sus ojos, pero no le costó ver la expresión asustada en ellos. Molly se incorporó lentamente y se tapó con las sábanas.

—Estabas soñando. —Susurró.

—Sí. —Harry parpadeó unas cuantas veces como para alejar los fantasmas de sus ojos. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo. Respiró hondo y pareció tranquilizarse—. Lo siento.

—¿Una pesadilla?

Harry se pasó la mano por el pelo.

—Hace mucho tiempo que no tenía ninguna así. ¡Años! Casi había olvidado lo mal que se pasa.

Molly apartó la sábana y se puso de pie. Dio la vuelta a la cama y se acercó a él. Le rodeó con sus brazos por la cintura y se apoyó en él, ofreciéndole el único consuelo que podía darle.

—Todo va bien, Harry. Ya ha pasado.

Él permaneció rígido en su abrazo un largo momento y luego, con un ronco gruñido, la rodeó con sus brazos y la estrechó como si fuera la única mujer en la tierra. Durante unos minutos se quedaron callados a la luz de la luna.

—Ha sido por mí, ¿no? —Se atrevió por fin a sugerir Molly—. El incidente de esta tarde te ha provocado este sueño. Te sientes culpable porque llegaste junto a mí cuando Kendall ya se había marchado.

—¡He llegado demasiado tarde! —La voz de Harry era inflexiblemente ronca—. ¡Podían haberte matado!

—¿Igual que ocurrió con tus padres?

Harry se quedó absolutamente inmóvil.

—Sí.

—Lo de esta tarde te ha traído recuerdos, ¿verdad?

—Probablemente.

—Y algunos viejos sueños.

—Supongo que sí. —Parecía cansado hasta el alma.

—No puedes salvar a nadie, Harry. Ni siquiera a las personas a las que quieres. La vida no nos da esa opción. Yo lo aprendí a las malas. Olvídalo.

—No creo que pueda. No del todo. Jamás.

—Entonces compártelo conmigo. Cuéntame qué pasó exactamente el día en que asesinaron a tus padres.

—No te gustará oírlo.

Molly no estaba segura de tener derecho a sondearle más, pero algo dentro de ella la impulsó a seguir, aunque resultaba evidente que sus preguntas no eran recibidas con agrado.

—Dijiste que habías llegado tarde para salvar a tus padres.

—¡Demasiado tarde, maldita sea! —Sin previo aviso, la ira y el dolor que Harry llevaba dentro de sí se derramaron como en un torrente. Era como si algo dentro de él hubiera explotado—. Igual que hoy. Demasiado tarde. Siempre llego tarde, ¡maldita sea!

Molly le abrazó con fuerza.

—Aquel día bajaste con un arpón.

—Dios mío. ¿Josh también te contó eso?

—Sí. —Molly alzó la cabeza para verle el rostro.

Los ojos de Harry brillaban.

—Estuvieron a punto de matarte a ti también.

—Me vieron cuando salían de la cueva. —Esas palabras sonaron como si surgieran de algún lugar cerca de los anillos exteriores del Hades, la región del frío insoportable—. Supe entonces lo que había ocurrido. Fueron directos hacia mí. Maté al primer hombre con el arpón. El otro se me echó encima antes de que pudiera recargar. Falló el disparo. Pero tenía un cuchillo. Lo sacó de la funda que llevaba en el tobillo. Me cortó el tubo de aire.

—Dios mío, Harry.

Molly hizo más fuerte su abrazo.

—Yo también tenía un cuchillo. Papá me lo había regalado. Maté con él a ese hijo de puta. Pero yo me había quedado sin aire. Le quité un tanque a uno de los hombres muertos. Lo utilicé para seguir nadando hacia la cueva. Pero era demasiado tarde. Mis padres habían muerto.

Se hizo un silencio profundo.

Molly acarició el rostro de Harry con las palmas de las manos. Percibió que la historia aún no había terminado, aunque no sabía qué quedaba por decir. Sólo sabía que él necesitaba contarlo todo.

Molly sondeó con cuidado, como si avanzara a través de un campo de minas.

—Has dicho que supiste enseguida que había algún peligro. Que algo terrible había ocurrido.

Harry miró hacia la noche que se extendía tras la ventana.

—Vi el segundo bote anclado junto al suyo. Quise tocar el casco. Todo iba mal. Muy mal.

—Entiendo.

—Les encontré. Les llevé a la superficie. Me resultaba casi imposible respirar, aunque me quedaba medio tanque lleno de aire. —Harry se frotó los ojos con una mano—. Y el agua tenía un extraño color rojo. Una ilusión producida por la luz de la tarde, pensé. Pero parecía sangre.

—Debió de ser insoportable.

—Sí.

—No me extraña que aún sueñes con ello. Harry, no podías salvar la vida de tus padres aquel día. Pero jamás debes olvidar que tu padre te salvó la tuya.

Él desvió la mirada de la noche y miró a Molly, confuso.

—¿Qué dices?

—Tu padre te enseñó a utilizar el cuchillo, ¿no es cierto? Te regaló el que llevas. El que usaste ese día.

—Él me enseñó todo lo que sabía. Es la única razón de que yo sobreviviera a aquella pelea.

—Las habilidades que tu padre te enseñó te salvaron la vida aquel día, igual que los juguetes mecánicos de mi padre me han salvado a mí esta tarde.

Harry permaneció callado unos momentos.

—Sí.

—A veces es bueno recordar cosas así, Harry. Todos estamos relacionados los unos con los otros. A veces salvamos a otros. Otras veces ellos nos salvan a nosotros. Así es la vida. Ninguno de nosotros puede salvar a todos todo el tiempo.

Harry no dijo nada. Pero no se separó del abrazo de Molly.

—Tu padre cumplió con su responsabilidad hacia ti enseñándote las cosas que necesitabas saber para sobrevivir en aquel terrible momento.

—Molly, no sé qué pretendes, pero si tu idea es la psicología de aficionado, olvídalo. —Torció la boca en gesto amargo—. Olivia ya lo intentó, y ella es una experta.

—¿Qué dijo Olivia?

Harry se encogió de hombros.

—Habló mucho de la destructividad de la culpa. Dijo que había medicamentos para el estrés postraumático. Le dije que no me interesaba reescribir la historia con una píldora para sentirme bien.

Molly le dio una pequeña sacudida.

—Lo que yo te estoy diciendo no es terapia, es la verdad. Tú eres el supuesto experto cuando se trata de discernir la realidad de la ilusión. Bueno, contempla esta verdad que te estoy ofreciendo y dime sinceramente si crees que es mentira.

—¿Y cuál es esa verdad que quieres que vea?

Ella se negó a sentirse intimidada por la ira que latía en él.

Molly supo intuitivamente que era bueno que Harry liberara la emoción. Había guardado demasiadas cosas en su fuero interno durante demasiado tiempo.

—Escúchame, Harry. Tu padre te salvó la vida aquel día, y eso es exactamente lo que él habría querido. Era tu padre y tú eras su hijo. Se ocupó de ti aquel día. Tenía derecho a hacerlo, como padre. Tu madre habría pensado igual. Así es como debe ser. Tú devolviste el regalo haciéndolo circular.

Harry apretó la mandíbula.

—No te entiendo.

—¿Y si hubiera sido Josh, y no tú, quien aquel día hubiera bajado? ¿Y si hubiera sido él quien encontrara a esos dos asesinos?

Harry la miró fijamente, sin parpadear, y no dijo nada. No sabía qué decir. Molly sabía exactamente lo que él estaba pensando. Harry había criado a Josh. Tenía instintos paternales hacia él.

—Estoy de acuerdo en que un hombre como tú jamás debería contentarse con re escribir la historia para sentirse mejor. —Prosiguió Molly con suavidad—. Ésa no es la salida. Poner las cosas en orden equilibrando la balanza. Esto no es terapia, es cosa de karma.

—No creo en eso. ¿Karma? No me digas que crees en ese tipo de tonterías místicas.

—De acuerdo, tú eres un hombre de ciencia, piensa en ello en términos técnicos. Aplica las leyes del movimiento de Newton.

Para cualquier acción hay una reacción igual. Tu padre te salvó la vida y tú respondiste haciendo lo mismo por Josh.

—¿Qué tiene que ver Josh con todo esto? —preguntó Harry tenso—. Nunca le he salvado la vida.

—Sí, lo has hecho. Le salvaste del legado del pasado. Era un legado que fácilmente podía haberle matado o dejado amargado como a su abuelo. Tú le diste un futuro lleno de promesas. Eso fue un regalo que no tiene precio, Harry.

—Lo único que hice fue asegurarme de que recibía una educación.

—No, le diste mucho más. Le diste un ambiente estable. Fuiste un verdadero padre para él. Peleaste contra ese viejo diablo, Leon, por su alma, y venciste.

Harry apoyó su frente húmeda contra la de Molly en un gesto de indecible agotamiento.

—Qué extraña conversación para tener en plena noche.

—Josh no es el único al que has salvado. —Dijo Molly—. Por lo que veo, en los últimos años has tomado por costumbre salvar a los Stratton y a los Trevelyan.

Él permaneció inmóvil.

—¿De qué estás hablando?

—Bueno, un ejemplo: has hecho posible que Brandon monte su propio negocio sin poner en peligro su herencia.

—Brandon no me lo agradecerá.

—Tal vez no, pero es su problema. Sé que también has ayudado a tu primo Raleigh y su esposa. Sospecho que tuviste algo que ver en el hecho de que a Evangeline le fuera posible comprar la empresa Humo y Espejos. Tengo la corazonada de que la lista es interminable.

—Esas cosas son diferentes.

—No, no lo son. Son importantes porque ayudan a la gente. —Le sonrió—. ¿Y sabes qué? Hoy me has salvado la vida a mí, aunque indirectamente.

Harry endureció su expresión.

—No te burles, Molly.

—No me burlo. —Le sostuvo la mirada, instándole sin palabras a que viera la verdad—. Te he dicho que tuve la inspiración de utilizar mis viejos juguetes para salvarme de Kendall.

—Has dicho que unos niños te han dado la idea.

—Los niños eran tuyos, Harry.

—¿Míos? Creía que era yo el único que estaba loco aquí.

—Eran tus hijos. Los he visto claramente. Un niño y una niña. Tenían tus ojos.

Harry la cogió por los hombros, los ojos fieros a la luz de la luna.

—¿Me estás diciendo que has tenido una visión o algo así?

Molly sonrió, trémula.

—Bueno, quizá sólo se trataba de imaginar lo que deseaba.

—Imaginar lo que deseabas. —Repitió él sin inflexión en la voz.

—Tengo mucha imaginación. Es cosa de familia. Igual que la curiosidad.

—Molly…

Ella le rozó los labios con la punta de un dedo.

—Me parece que ya es hora de que pienses en tener hijos. Serías un padre realmente fantástico. Tienes aptitudes para ello.

Harry abrió la boca, pero de ella no salió ni una palabra. La cerró de nuevo. Entonces pasó un brazo por el cuello de Molly, inclinó la cabeza y la besó con tanta ansia, que Molly se quedó sin fuerzas y apoyó la cabeza en el hombro de Harry.

Molly se sintió inundada por una ola de deseo que la dejó anonadada. La dejó débil y sin respiración. Y llena de expectación.

Harry ahora la besaba como lo había hecho la primera noche. Molly se sentía como una flor atrapada en un huracán. Temblaba bajo el impacto de la tormenta y percibía la oscuridad en el corazón de ésta. Oyó que Harry gemía. Sintió que sus manos le rodeaban la cintura. El dormitorio iluminado por la luna empezó a girar. Los sentidos de Molly se vieron inmersos en un torbellino.

Lo siguiente que supo fue que estaba tumbada de espaldas en la cama. Tenía las piernas separadas. La falda del camisón estaba subida hasta la cintura. Harry se puso encima de ella.

Molly era intensamente consciente de su propia suavidad y del peso aplastante del cuerpo de Harry. Éste estaba muy excitado. Ella notó aquella dureza inflexible presionando contra su entrepierna.

Emitió un jadeo cuando él liberó brevemente su boca para besarle la garganta. Molly tuvo que hacer esfuerzos para recuperar los sentidos, que estaban en completo desorden. Las sensaciones la engulleron. Intentó frenéticamente aclarar sus impresiones. Había algo en lo que sucedía que no procedía de ella.

Molly se dio cuenta de que sentía un deseo profundo, fiero. Un ansia desesperada diferente de todo lo que había conocido hasta entonces. Se hallaba en peligro de ser consumida por una necesidad explosiva que había estado atada demasiado tiempo. La necesidad era estimulada por el deseo sexual, pero éste sólo constituía una parte de aquella mezcla volátil.

Las manos de Harry le recorrían el cuerpo, acariciándole todos los rincones. Con los dientes le mordisqueó un pezón. La urgencia que había en él abrumaba a Molly.

Eso no era sexo, pensó Molly, desconcertada. Era… otra cosa.

Algo más.

La oscura tormenta bramaba, creando un vórtice peligroso. Molly sabía que estaba en peligro de ser absorbida por el veloz torbellino del hambre desatada.

El hambre de Harry.

Molly reconoció de pronto lo que ocurría. Con un destello de certidumbre comprendió que lo que estaba experimentando ella emanaba de Harry. Las emociones que la estaban inundando, el hambre voraz, la intolerable soledad, la desesperación, todo procedía de él.

Y resonaba con algo profundo que había en el interior de ella. Molly reaccionó de modo instintivo. Se aferró a él, sabiendo que podía satisfacer la necesidad atroz de Harry, consciente de que le necesitaba para satisfacer su propia hambre recién descubierta.

—Estoy aquí.

—No. —Harry se levantó bruscamente como si quisiera interrumpir la corriente de contacto que chisporroteaba entre ellos. Bajó la mirada hacia Molly, su rostro convertido en una máscara de tormento—. ¡Maldita sea!, no tenía intención de hacer esto. Juro que no volverá a ocurrir.

Y de pronto Molly supo que si ella tenía miedo de lo que estaba ocurriendo, su miedo no era nada comparado con el de Harry. Darse cuenta de ello le resultó extrañamente tranquilizador.

—Está bien. —Susurró—. No estás solo.

Hundió sus dedos en la piel húmeda de transpiración de sus fuertes hombros y lo atrajo hacia sí de nuevo. Le envolvió entre sus muslos y le cubrió el rostro de besos ardientes. Harry se estremeció.

—Molly…

Cerró su boca sobre la de ella.

Molly se abrió para él. Percibió que Harry había estado luchando con ese oscuro apetito durante años. Había encadenado la imperiosa necesidad con la fuerza de su autocontrol. Pero aquella formidable fuerza de voluntad esta noche había sido rota.

«Igual que la primera vez que hicimos el amor», pensó Molly. Ahora sabía qué era lo que había sido distinto.

—Juntos. —Dijo en un susurro—. Esto lo hacemos juntos.

—Molly. ¡Dios mío!, Molly.

La penetró con un largo suspiro y un estremecimiento.

La llenó por completo, extendiéndola hasta el límite. Empezó a moverse con golpes fuertes, profundos. El ritmo era impecable. Era como si pudiera leer el cuerpo de ella, comprenderlo, saber lo que’ se precisaba para darle satisfacción. Sintonizaba con ella, igual que ella sintonizaba con él.

El clímax le llegó a Molly tan de repente que ni siquiera pudo gritar. Simplemente cedió a él.

Fue vagamente consciente del estallido de satisfacción de Harry cuando se estremeció en la culminación de su propio placer.

Se derrumbó pesadamente sobre Molly. Irradiaba satisfacción. Una satisfacción que iba más allá de lo físico.

Molly comprendió esa sensación de saciedad porque reverberaba en ella.

Plenitud.

Conclusión.

Consumación.

* * *

«Horas de aburrimiento interrumpidas por momentos de puro terror».

Esas palabras martilleaban implacables en la cabeza de Harry hasta que por fin lograron despertarle. Abrió los ojos de mala gana. Estaba obsesionado con el tema de la verdad, pero en ese momento habría vendido su alma por un puñado de mentiras que decirse a sí mismo.

Su peor pesadilla se había hecho realidad. Molly había visto la parte oscura que había en él.

Toda.

Había permanecido a su lado, le había cogido la mano y había mirado hacia el abismo. Las palabras de alivia le acosaron.

«Y entonces el sexo se volvió… bueno, se volvió extraño, Harry…».

Pero Olivia nunca se había acercado siquiera a la verdad auténtica. Ella no había experimentado nada más que una leve insinuación de la realidad que Molly había experimentado. Para Olivia, aquella pálida sombra de la verdadera oscuridad había sido más que suficiente para huir.

Esa noche, Harry sabía que había expuesto a Molly a la producción completa. Una capa de desesperación le envolvió. Lo había perdido todo.

Molly se agitó.

Harry volvió la cabeza sobre la almohada y contempló su rostro iluminado por la luna. Creía que en él vería su rechazo.

Afrontaría todo el peso de su pérdida. Y sabría que la culpa era sólo suya.

Molly sonrió con somnoliento afecto.

—Bueno, ¿has pensado en la idea de tener hijos?

Harry sentía que el mundo se había abierto a sus pies. Todos sus reflejos se habían desvanecido. Lo único que podía hacer era contemplada, asombrado, perplejo, sin apenas atreverse a tener esperanzas. Tardó un poco en poder hablar.

—¿Hijos? —Logró preguntar por fin.

—Realmente creo que deberías pensar en ello.

—Hijos.

—Sí. Conmigo.

—¿Contigo?

Ella le miró expectante.

—Probablemente será mejor no esperar demasiado. Ninguno de los dos se está volviendo joven.

—Hijos. Contigo.

Harry no parecía capaz de pensar.

Ella le rozó la mejilla con dedos suaves. Sus ojos eran luminosos.

—Sé que no soy exactamente la idea que tú tienes de la esposa perfecta. Recuerdo muy bien la lista.

Harry tenía la boca seca. Tragó saliva.

—¿Qué lista?

—La lista de todas las razones por las que tú y yo no estamos hechos el uno para el otro. Pronunciar de manera diferente algunas palabras, por ejemplo.

Él meneó la cabeza, confuso.

—Eso estaba en tu lista, no en la mía.

—¿Ah, sí? Sí, supongo que sí, ahora que lo pienso. Tu lista contenía otras cosas. Cosas aburridas. Temperamentalmente diferentes, dijiste. No tenemos ningún interés en común aparte de las solicitudes de beca. No somos más que dos barcos que se cruzan en la noche, dijiste.

—No. —Harry se apoyó sobre un codo y se inclinó hacia ella. Curvó una mano en torno al muslo desnudo de Molly, saboreando su tacto—. Nunca dije nada de barcos que se cruzan en la noche. Lo recordaría.

Ella enroscó un mechón de pelo de Harry en un dedo.

—Quizás era algo acerca del hecho de que yo no tenía un título de doctor en filosofía para colgar en la pared al lado del tuyo.

—No. Tampoco he dicho nunca nada referente a que no tengas un título de doctor en filosofía.

—¿Estás seguro?

—Seguro.

—¿Absolutamente seguro?

—Sí. —Masculló Harry—. Absolutamente. Molly, antes de que te salgas por la tangente, decías algo de niños.

—Era una sutil insinuación.

Él aspiró hondo, como para calmarse.

—¿Me estás pidiendo que me case contigo?

—Eso es lo que me gusta de los hombres educados. Si contemplan lo evidente el tiempo suficiente, por fin lo entienden. —Molly sonrió—. ¿Quieres casarte conmigo, Harry?

Él hizo un esfuerzo para encontrar palabras.

—¿Qué me dices?

—¿De qué?

Él apretó los dientes.

—¿Qué me dices de las horas de aburrimiento interrumpidas por momentos de puro terror?

—¿Qué pasa con eso? Hasta el momento todavía no he encontrado ninguna parte aburrida.

—¿Y lo otro? —Se obligó Harry a preguntar—. Molly, juro por Dios que no sé qué me ha pasado antes. No quiero entenderlo. Sólo sé que a veces, si estoy desprevenido, me pongo… demasiado intenso o algo así.

—¿Sabes lo que pienso? Pienso que hay algo en eso de la clarividencia de los Trevelyan.

Él cerró los ojos en gesto de desesperación.

—No puedes hablar en serio.

—Harry, una persona inteligente ha de permanecer abierta a todas las posibilidades. Creo que una notable autoridad en la historia de la ciencia escribió una vez que creer que uno siempre puede distinguir lo posible de lo imposible es una ilusión peligrosa.

—Yo escribí eso.

—Ya he dicho que lo escribió una notable autoridad. Resulta que estoy de acuerdo contigo. Procedo de una larga casta de inventores que prosperó porque se negaron a estar ligados por la ilusión de la certeza. Creo que tenemos que considerar la posibilidad de que tengas indicios de algún sexto sentido paranormal.

—No.

Ella le hizo caso omiso.

—Es posible que cuando experimentas alguna emoción fuerte, como por ejemplo el deseo sexual, la elevada intensidad de tus sentimientos añada energía a tu capacidad extrasensorial.

—Molly…

—En esos momentos de mayor sensibilidad, quizá resulta posible que ocurran algunas cosas inusitadas. Quizás algunos de tus pensamientos más íntimos pueden derramarse en la mente de quienquiera que esté en aquellos momentos… íntimamente unido a ti.

—Eso es una locura. Carece por completo de base científica.

—Sólo es una explicación lógica a algo que no puede explicarse de otro modo. Ahora, deja de murmurar y responde a mi pregunta.

Harry trató de dominar un universo que parecía girar a su alrededor fuera de todo control. Atrajo a Molly hacia sí. Le pasó los dedos por el cabello, le cogió la cabeza por la nuca y la inmovilizó para darle un apasionado beso.

Su respuesta estaba en ese beso, pero por si ella no lo había entendido, Harry lo expresó en voz alta:

—Me casaré contigo.