Capítulo 22

-Harry, he intentado avisarte. —Los ojos de Molly brillaban con lágrimas de desesperación—. Lo siento. Lo siento mucho.

Harry la miró fingiendo que le costaba enfocar una imagen en movimiento.

—¿Qué coño hace este aquí?

—Estoy aquí para montar el escenario de una partida, Trevelyan. —Dijo Cutter.

—Yo no me voy a ninguna parte. —Harry se acercó a él tambaleándose, dejando que el impulso de su torpe movimiento le enviara contra una pared. Se apoyó en ella y empezó a resbalar suavemente hacia el suelo—. Aparta esa pistola, Latteridge. No puedes disparar a nadie. No es tu estilo.

—Mi estilo ha cambiado gracias a ti, Trevelyan.

—¡Harry! —Molly trató inútilmente de liberarse de la garra de Cutter—. ¿Estás bien?

—Hace tiempo que no me sentía tan bien. —Harry se revolvió en el suelo. Sus dedos rozaron la funda que llevaba en el tobillo. Se levantó del suelo con gestos exagerados. Ahora llevaba el cuchillo metido en la manga de la camisa—. ¿Qué está pasando aquí?

—Quiere que nuestras muertes parezcan un asesinato y un suicidio. —Explicó Molly en un susurro. Le escrutó el rostro trantando de ver detrás de la fachada de embriaguez—. Harry, va a matarnos.

—No. No lo hará. —Harry avanzó vacilante—. ¿Lo harás, Latteridge o Laxton o como quiera que te llames?

—Quédate donde estás. —Se apresuró a ordenar Cutter. Retrocedió, arrastrando a Molly consigo.

—No puedes dispararme al pecho —explicó Harry animado—. No parecería un suicidio, ¿no crees? Tienes que apuntarme a la cabeza, o a la boca o algo así.

—¡Maldita sea! —siseó Cutter—. Realmente estás loco. Tu cuñada tiene razón.

Harry meneó la cabeza con aire triste.

—Y yo que creía que un psiquiatra mantenía la confidencialidad.

—Manténte alejado o mataré a Molly ahora mismo. —Advirtió Cutter—. Ahora mismo, ¿entiendes?

—Claro, claro. —Harry se frotó la nuca y se detuvo—. Ya te oigo.

Cutter frunció el entrecejo.

—Me alegro de verte borracho, Trevelyan, pero debo admitir que es más de lo que esperaba.

—Tengo por costumbre no vivir nunca según lo que esperan los demás. —Declaró Harry.

Los ojos de Molly se abrieron al comprender de pronto. Él supo así que ella por fin se había dado cuenta de que no estaba borracho y le pidió en silencio que no lo dejara traslucir.

—¡Quédate donde estás, Trevelyan!

Cutter alzó el arma.

En ese instante sonó el interfono. Cutter se quedó paralizado.

—Vaya, tenemos visita. —Dijo Harry alegre—. Hora de divertirse.

—No respondas. —Ordenó Cutter.

—Tengo que hacerla. —Harry alzó un hombro en un gesto de «qué puedo hacer» que le hizo perder el equilibrio de nuevo—. El portero sabe que estoy aquí. Me ha visto subir en el ascensor. También sabe que está Molly.

Cutter frunció el ceño, furioso.

—De acuerdo, contesta. Pero dile que te ibas a acostar y que no quieres visitas. ¿Entendido?

—Claro. Me iba a acostar.

Harry se tambaleó hasta el interfono. Cuando alargó el brazo para oprimir el botón midió la distancia que le separaba de su objetivo. Cutter sujetaba a Molly directamente frente a él. Desde ese ángulo Harry sabía que podía golpear a Cutter en el hombro. Pero no era suficiente. Necesitaba propinarle un golpe que le tumbara antes de que pudiera disparar.

—¿Sí, Chris?

—Lamento molestarle a estas horas, señor Trevelyan, —dijo Chris con acento pomposo—, pero el detective Foster, del departamento de policía, sube a verle. Dice que es una emergencia.

—La policía. —Exclamó con rabia Cutter, desconcertado por la interrupción—. ¡Maldita sea, Trevelyan! ¿Qué está pasando? ¿Qué has hecho?

—No lo sé. —Respondió Harry volviéndose. Sonrió a Cutter—. Al parecer tenemos compañía del departamento de policía. ¿Qué supones que quiere la policía a estas horas? Me pregunto si me olvidé de pagar algún aparcamiento.

—¡Maldita sea!

—No creo que esta noche te salga bien lo del asesinato-suicidio. —Dijo Harry—. Será un poco difícil de explicar al detective Foster cuando te marches.

El semblante de Cutter cambió. Bruscamente soltó a Molly, la apartó de su camino y miró hacia la puerta con desesperación.

—Tengo que salir de aquí.

—Hay dos ascensores. —Ofreció Harry—. Con un poco de suerte no cogerás el mismo que el detective Foster está utilizando.

—¡Quedaos atrás! —Cutter apuntó con la pistola a Molly y a Harry alternativamente, y luego se concentró en Harry—. No os mováis. Hablo en serio.

Harry levantó los brazos formando un amplio arco.

—No voy a ir a ninguna parte.

—¡Eres un hijo de puta! —espetó Cutter—. Esto no acaba aquí.

—Hablas como mi primo Josh. El chico tiene una afición parecida por el melodrama.

Cutter le hizo caso omiso. Dio media vuelta y corrió hacia la puerta.

El cuchillo resbaló fuera de la manga de la camisa de Harry. El mango encajaba en su mano a la perfección. Harry esperó el momento oportuno, sabiendo sin lugar a dudas que llegaría. Era como si pudiera leer la mente de Cutter antes incluso de que éste supiera qué iba a hacer.

No había en ello nada paranormal, sólo lógica y observación. Cutter era presa del pánico. Actuaba impulsado por la emoción, no por la lógica. La furia anularía su sentido común. Sería incapaz de resistirse a vengarse por todo lo que le había salido mal.

Harry sabía que Cutter se volvería e intentaría matarle antes de huir.

Como era de suponer, Latteridge se volvió en redondo cuando abrió la puerta. La rabia confería a su rostro el aspecto de una grotesca máscara.

—Lo has estropeado todo, Trevelyan, ¡maldito seas!

Apuntó con la pistola.

No a Harry. A Molly.

En ese instante, Harry estuvo seguro de que se había vuelto un poco loco.

«Demasiado tarde».

Sus reflejos funcionaron. El cuchillo abandonó su mano como si tuviera voluntad propia.

Le dio a Cutter en el centro del pecho. El impacto le hizo retroceder un paso. Una expresión extraña, de no comprender, sustituyó la rabia en sus ojos.

Dejó caer la pistola y asió el mango del cuchillo.

—Lo tenía todo planeado con detalle. —Dijo con voz ronca cayendo de rodillas—. Esta vez nada podía ir mal.

Cutter cayó de bruces sobre el cuchillo. No se movió.

Harry atrajo a Molly hacia sí. Ella hundió el rostro en el hombro de Harry. Dijo entre sollozos:

—Nos has salvado. Nos has salvado la vida a los dos.

«Esta vez no había llegado tarde».

* * *

-Lo sabías, ¿no? Antes de entrar sabías que él estaba aquí.

Harry apretó contra sí a Molly contemplando la suave luz del amanecer que alejaba los restos de oscuridad de la noche. La policía por fin se había ido. Se habían llevado el cuerpo de Latteridge. Habían limpiado la sangre del suelo.

Ni Molly ni Harry tenían muchas ganas de irse a la cama.

—Sabía… —Harry vaciló, sin saber cómo expresado he sentido que ocurría algo malo.

—Has percibido algo más. Te has dado cuenta de que Latteridge estaba aquí.

—Era una deducción lógica, dado que él era la única fuente real de peligro con que nos habíamos tropezado últimamente.

—No quieras atribuido a la lógica. —Molly se volvió en sus brazos. Sus ojos verde esmeralda brillaron con expresión maliciosa—. Sabías que él estaba aquí porque yo te había avisado.

—¿Tú?

—Sí; y además me has oído. Mentalmente, Harry.

Él inclinó la cabeza y le rozó los labios con la boca.

—Digamos que he tenido una de mis intuiciones.

—Ha sido mucho más que eso. —Ella le envolvió en sus brazos y le besó apasionadamente. Cuando terminó, apartó la cabeza unos centímetros y sonrió—. Uno de estos días conseguiré que lo admitas.

—Estás a salvo. —Harry la tumbó en el sofá y cubrió su cuerpo con el suyo—. ¡Dios mío, Molly!, eso es lo único que importa.

Ella le puso la punta del dedo sobre los labios.

—Y tú también estás a salvo. Eso es lo único que me importa a mí. —Dijo con un destello en los ojos.

Una pasión abrumadora explotó en Harry sin previo aviso. La parte racional de su cerebro sabía que probablemente se trataba de una reacción a la violencia anterior y al hecho de que había estado a punto de perder a Molly. Pero la razón fue barrida por la imperiosa necesidad que se apoderó de él.

—Molly. —Susurró—. Molly.

—Sí…

Atrajo la boca de Harry hacia ella.

El deseo inundó a ambos, una fuerza elemental que no podían detener. Harry trasegó con la ropa de Molly y luego con la propia.

Medio desnudos, se unieron en una tormenta de deseo.

En aquellos momentos el deseo lo era todo. Harry no se lo cuestionó. Lo aceptó, lo recibió con agrado, se rindió a él.

Necesitaba sentir el infinito calor y la vida y energía que había en Molly. Necesitaba experimentar la increíble sensación de hundirse en ella, de tocarle la parte más íntima de su cuerpo mientras ella le tocaba la parte más íntima de él.

Molly se abrió a Harry. Él se hundió en ella, buscando misterios arcanos que no podían aprenderse de otra manera. Ansiaba los secretos del alma de Molly y anhelaba mostrarle los suyos.

Harry se atrevió a saltar del puente de cristal, pues sabía que Molly le esperaba al otro lado del abismo. Si ella estaba allí, no se caería.

Ya no se hallaba solo en la vertiginosa oscuridad.

* * *

Cuando todo terminó, Harry se quedó despatarrado en brazos de Molly, dejando que el calor de ella le catara en los huesos hasta el alma.

«Te quiero», pensó.

Molly le asió el rostro entre las manos.

—Te quiero, Harry.

Harry se dio cuenta de que él no había pronunciado esas palabras en voz alta. Ni una sola vez. Era increíble. No podía imaginar la vida sin Molly. Era hora de decirle lo que llevaba en el corazón.

—Te quiero, Molly.

Ella le sonrió, los ojos brillantes de risa y amor.

—Te he oído la primera vez.