Capítulo 16

-¿Te vas a casar con Harry Trevelyan? —Venicia se quitó la cola de encaje del espléndido vestido blanco de novia. Se apartó de su imagen reflejada en el espejo para mirar fijamente a Molly con estupefacción—. No puedes hablar en serio.

Molly, sentada en una silla baja, agitó la mano en gesto de rechazo.

—Sí. Muy en serio.

Era consciente de que la vendedora, detrás del mostrador, estaba escuchando. Otra clienta desvió la cabeza en gesto educado, pero era evidente que también ella era toda oídos.

La boutique, especializada en trajes de novia y vestidos para el séquito nupcial, no era muy grande. La exclamación de desaliento de Venicia no había pasado inadvertida.

—Pero, querida, tú misma dijiste que tú y Trevelyan no tenéis absolutamente nada en común. —Prosiguió Venicia, ajena al gesto de Molly pidiéndole silencio—. Dijiste que estabais de acuerdo en eso.

—Creo que ha decidido que tenemos más cosas en común de las que al principio creía. —Molly examinó la línea del vestido de novia con ojo crítico—. ¿Estás segura de que quieres llevar esa cola tan larga?

—¿Qué? Ah, la cola. Siempre he querido llevar un vestido con cola. —Venicia se iluminó brevemente mientras agitaba las faldas de satén—. Con este vestido me siento una mujer diferente. Dios sabe que ni siquiera pude permitirme un vestido nuevo cuando me casé con tu tío. Esta vez voy a hacerlo bien. Cutter insiste.

—Me alegro por ti. —Molly tuvo de pronto una inspiración—. ¿Sabes una cosa? Me parece que yo haré lo mismo.

—¿De qué estás hablando?

—Voy a tirar la casa por la ventana para mi boda. Un elegante vestido, recepción en el restaurante, todo. Puedo permitírmelo, y estaría bien para Harry.

—¿Estaría bien para Harry? —El placer de Venicia por sus propios planes desapareció una vez más—. Me temía que sucedería esto. Cutter también ha estado muy preocupado. Los dos temíamos que te estabas involucrando demasiado con Trevelyan.

—Lo estoy, de acuerdo.

—Molly, por favor, escúchame. Conozco bien los efectos de la química romántica estos días. Cutter es un hombre muy romántico. Pero tú eres lo bastante mayor para comprender que existe una diferencia entre una pasión fugaz y el verdadero amor.

—Claro.

—Tú quieres lo que Cutter y yo tenemos. —Los ojos de Venicia se humedecieron brevemente—. Verdadero afecto y compromiso.

—Por supuesto.

—Cariño, no creo que encuentres esa clase de sentimiento con Trevelyan. Él no es tu tipo. Debes considerar tu relación con él de un modo más realista.

—La estoy considerando de un modo realista.

Mucho más realista de lo que nadie podría adivinar, pensó Molly.

Realista significaba comprender que Harry era diferente. Realista significaba aceptar que él tenía un largo camino que recorrer antes de querer admitir que estaba enamorado, suponiendo que alguna vez lo admitiera. Él aborrecía todo lo que no pudiera explicarse de una manera lógica. No se podía negar que Harry tenía que aclarar muchas cosas consigo mismo antes de poder hacer frente a una emoción ilógica como el amor.

Realista significaba aceptar que Harry era un hombre en guerra con su propia naturaleza.

La noche anterior, en el crisol de la pasión que se había encendido entre ellos, Molly por fin había comprendido la verdad más profunda de Harry. No era que le acosara la muerte de sus padres, como Olivia había supuesto.

Aunque sin duda sufriría de pesadillas ocasionales el resto de su vida, Molly percibió que Harry había encontrado métodos para hacer frente a aquellos terribles recuerdos. La prueba de su adaptabilidad residía en el núcleo de su fuerza de voluntad y fuerza interior que le permitían tener una vida productiva.

El trauma de aquel episodio no le había impedido forjarse una notable carrera ni representar una buena figura paterna para Josh. Harry había logrado salir airoso de su exigente trabajo y de su igualmente exigente familia. Le había dicho a Molly que las pesadillas se habían hecho cada vez más raras en los últimos años.

No. Aunque nunca escaparía completamente al sentimiento de culpa que experimentaba cada vez que pensaba en el modo en que murieron sus padres, Molly sabía que Harry podría superado. Ése no era su auténtico problema.

El auténtico problema de Harry era que poco a poco estaba siendo dividido por las fuerzas poderosas de su propia naturaleza. Todo le había resultado dolorosamente claro la noche anterior.

Para un hombre de estudios y racional, un hombre renacentista de la actualidad que se enorgullecía de su capacidad intelectual y autodominio, no podía haber ningún concepto más amenazador que la idea de que pudiera poseer un sexto sentido paranormal. Un sentido que no podía explicarse o comprenderse era anatema.

Harry no podía creer en la posibilidad de que existieran las habilidades paranormales, y mucho menos aceptar el hecho de que él podía estar dotado de ellas.

Realista significaba ser paciente mientras Harry se esforzaba por unir los dos elementos divididos que había en él. Su talento para racionalizar la situación era asombroso, pensó Molly. Con auténtica destreza había realizado con éxito el truco de utilizar ocasionalmente su sexto sentido sin admitir ante sí mismo que lo poseía. Intuición razonada, lo llamaba él.

Fuera lo que fuese el sexto sentido de Harry, era mucho más que intuición razonada. Y en cierto modo él lo sabía. Eso era lo que le destrozaba.

Oh, sí, ella estaba siendo extremada y dolorosamente realista respecto a su relación con Harry.

Realista significaba aceptar que su talento, fuera cual fuese, podía muy bien impedirle experimentar jamás la emoción del amor del modo en que lo experimentaba la gente normal.

Molly estaba absolutamente segura de que compartían un lazo de unión, y sabía que Harry se daba cuenta de ello. El hambre atroz que había en él era innegable, así como la satisfacción que hallaban juntos. Pero ella no podía siquiera empezar a suponer cómo interpretaba Harry la naturaleza de ese vínculo.

Ella habría dado cualquier cosa por tener una perspectiva menos realista de la situación. Estaba, al fin y al cabo, a punto de casarse con un hombre que nunca le había dicho que la amaba.

Por supuesto, ella tampoco se lo había dicho.

Venicia parecía ajena al aire distraído de Molly.

—La cuestión es —prosiguió— que no eres exactamente una mujer pobre, Molly. Me desagrada decido, querida, pero una mujer en tu situación debe cuestionarse seriamente el interés que muestra un hombre por ella antes de comprometerse en matrimonio. Seguro que aprendiste esa lección de la experiencia que tuviste con Gordon Brooke.

—Tú tampoco vives en la pobreza, Venicia. Pero no parece preocuparte el interés que siente Cutter por ti.

—Eso es diferente, y lo sabes. Cutter se encuentra en una situación bastante desahogada por sí mismo. Ya has visto el yate y la casa de Mercer Island. Tiene un largo historial de disfrutar de buena posición.

—Harry también.

—Sé que es miembro de la familia Stratton, pero has oído a Cutter explicar que él no espera recibir nada de ellos.

—Harry no quiere el dinero de los Stratton. Ya tiene suficiente.

—¿Quieres decir gracias a sus libros y honorarios como asesor? Querida, esa clase de ingresos no le haría rico. Escribe libros académicos, no best-sellers que pasan al cine. Estoy segura de que asesorar le produce unos ingresos bastante buenos según la mayoría, pero no pueden competir con los tuyos. Tú eres una mujer muy rica, Molly.

—Sólo si se tiene en cuenta el capital de la Fundación Abberwick.

—No se puede pasar por alto. Tú controlas ese capital, querida, y a eso me refiero. Ya nos preocupamos bastante Cutter y yo a causa de los desorbitados honorarios que cobra por sus servicios de asesoría. Ahora tenemos que preguntamos si se casa contigo para poner las manos en los fondos de la fundación.

—Tranquiliza tu mente. —Aconsejó Molly—. Harry no me empujó precisamente a casamos. En realidad, hablando en sentido técnico, él no me lo ha pedido.

Venicia estaba estupefacta.

—¿No te lo ha pedido?

—Fui yo quien se lo propuso. —Explicó Molly—. Y no fue fácil. Tuve que arrancarle la respuesta adecuada.

Harry tal vez poseía un talento inusual para ver bajo la superficie, pensó Molly, pero era ciego en ciertos aspectos.

* * *

-No lo creo. ¿Vas a casarte con él? —La expresión de Tessa era aún más asombrada de lo que había sido la de Venicia—. Creía que sólo iba a ser una aventura.

—Las cosas cambian. —Molly abrió el ejemplar de Post-Intelligencer que estaba sobre el escritorio y examinó el anuncio de la tienda Abberwick Tea & Spice—. Esto está bien. Muy bien situado. Junto a un artículo sobre los beneficios del té para la salud.

Tessa miró el anuncio.

—Mi amigo que trabaja en el periódico me dijo que el artículo iba a salir hoy. Pedí al departamento de publicidad que colaborara.

—Muy bien hecho. Recuérdame que te aumente el sueldo un día de éstos.

—Lo haré. Oye, ¿estás segura de que sabes lo que estás haciendo, jefa?

—Bueno, quizás un aumento sería exagerado. ¿Qué te parece una buena carta de recomendación?

—No estoy hablando de mi aumento. —Dijo Tessa—. Me refiero a tus planes de matrimonio. A tu tía y a su novio les preocupan las intenciones de Trevelyan. Les oí hablar de ti el otro día.

—Creen que va tras los fondos de la Fundación Abberwick. —Molly frunció el ceño—. En realidad, creo que fue Cutter quien le metió esa idea en la cabeza a mi tía.

—No me gusta tener que decir esto, Molly, pero no es exactamente una idea paranoica. En realidad, es una posibilidad realista. La única razón de que conocieras a Trevelyan, en un principio, fue la fundación.

—Le encontré yo, ¿lo recuerdas? Él no vino a buscarme.

—Sí, pero no cabe duda de que ha ido deprisa después de presentarte, ¿no crees? Molly, seamos realistas. Sé que eres una mujer de negocios que ha triunfado, y has hecho un trabajo estupendo educando a tu hermana menor. Comprendo que tuviste toda la responsabilidad económica de tu familia después de que tu madre muriera.

—¿Y qué?

—Pues que, aunque admito que has tenido alguna experiencia con la dura realidad, no has tenido mucha en lo que se refiere al género masculino de la especie. Molly, ¿qué sabes de ese hombre?

—Lo suficiente.

—Tonterías. Sabías mucho más de Gordon Brooke y mira cómo acabó ese asunto.

—Dudo muy en serio que jamás entre en una habitación y encuentre a Harry tirándose a una dependienta sobre un montón de sacos de café en grano.

Tessa alzó las manos.

—¿Puedes estar segura?

Molly sonrió.

—Absolutamente.

—Pero ¿cómo puedes estar tan segura?

Molly se quedó pensando unos instantes. No se le ocurría ninguna manera de describir el vínculo que sentía que existía entre ella y Harry. No había forma de explicar que si alguna vez sucedía algo que pudiera cortar ese vínculo, ella lo sabría de inmediato. Las cosas no llegarían a la escena pública sin que ella percibiera muy de antemano que algo había ido terriblemente mal en la relación.

Pero incluso sin ese conocimiento intuitivo, Molly sabía que tenía la lógica y la razón de su lado. Las relaciones de Harry con sus difíciles parientes demostraban que tenía un largo historial en cuanto a comprometerse y a cumplir los compromisos, incluso cuando no se le animaba demasiado. Y ella tenía intención de animarle mucho.

—Harry es un tipo leal. —Dijo Molly simplemente.

El aro que llevaba Tessa en la nariz tembló cuando ella respiró hondo, resignada.

—¿Se lo has dicho a Kelsey?

—No. Está muy ocupada en ese taller de verano. No quiero distraerla. Le daré la noticia cuando vuelva a casa. —Molly sonrió—. Tú y Kelsey podéis ser las damas de honor.

—No me digas que tienes intención de celebrar una boda tradicional.

—Con todos los detalles. —Le aseguró Molly.

* * *

Harry se paseaba despacio por los corredores en penumbra del acuario de Seattle. Su atención iba de un tanque iluminado a otro. Ojos fríos y carentes de emoción le contemplaban como si fueran conscientes de su presencia.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Casi podía sentir cómo las criaturas del otro lado del cristal le evaluaban. Sabía que en lo que se refería a los peces, él entraba en una de dos categorías: o era comida o era una amenaza.

El mundo era sencillo cuando se poseía un cerebro simple regido por imperativos simples, pensó Harry. Decidir era fácil. Las opciones eran limitadas. Las emociones complejas no existían.

Uno no necesitaba emociones complicadas, perturbadoras, cuando se hallaba atrapado para siempre en el oscuro abismo. Sólo se precisaban las simples. Ira. Miedo. Hambre. No había espacio para la esperanza.

Harry se detuvo frente a un gran tanque ocupado por varios habitantes de ojos fríos. Respiró hondo, dejando que los recuerdos de la noche anterior le inundaran de calor.

Molly le quería. No tenía miedo de la oscuridad que había en él. Le había pedido que se casara con ella. Quería tener hijos con él.

Harry dejó que esa idea penetrara en su alma. En la oscuridad se elevaron lenguas de fuego.

Contempló un rato más el tanque con los peces y luego se volvió y salió de los oscuros pasillos del acuario.

Fuera le esperaba Molly a la brillante luz del sol.

Él se detuvo en la entrada y la miró maravillado. Ella estaba apoyada en la barandilla del paseo marítimo, su pelo del color de la miel ondeando al viento. Ella le sonrió cuando le distinguió entre la multitud de paseantes, turistas y oficinistas que iban a almorzar.

Harry observó, divertido, que le saludaba con la mano y se precipitaba hacia él con la impaciencia de una amante. No sólo una amante, pensó. Su futura esposa.

—Estoy aquí, Harry.

Una sensación indefinible se apoderó de él. Cuando se desvaneció, dejó indicios de vulnerabilidad. Pero por alguna razón saberlo no le aterrorizó como habría hecho unos días atrás.

—Estoy muerta de hambre. —Dijo Molly sin aliento cuando llegó junto a él.

—Yo también.

La cogió del brazo y la empujó suavemente hacia un café al aire libre.

—¿Ocurre algo? —preguntó ella.

—No estoy seguro.

—¿Qué significa eso? —Le miró con ansiedad—. Harry, ¿qué ocurre?

—Probablemente nada.

—¡Oh, no!, has tenido otra de tus intuiciones, ¿no?

—Tal vez. Te contaré los detalles después de comer nuestras almejas con patatas.

Harry se dio cuenta de que ya no le sorprendía que Molly percibiera lo que le ocurría. En algún momento había aceptado el hecho de que ella casi siempre reconocería sus diversos estados de ánimo. Sabría cuándo se encontraba en un estado contemplativo o reflexivo y cuándo estaba preocupado en serio.

Ni siquiera sus padres le habían entendido tan bien como Molly. Nadie le había entendido jamás tan bien. Era una idea inquietante.

Diez minutos más tarde se sentaron a una mesita redonda protegida del tráfico de la acera por una decorativa barrera baja.

Harry roció sus almejas con vinagre de malta y las contempló sin saber por dónde empezar.

—He estado repasando el cuaderno de Kendall.

—¿Has encontrado algo interesante?

—Nada más que lo que ya habíamos descubierto. He repasado todas las páginas del cuaderno. No hay ninguna otra referencia a sus planes para aterrorizarte que aquellos bocetos de las máquinas que utilizó para montar sus malditos artefactos.

—¿Ninguna nota acerca de su deseo de venganza?

—Nada que se le parezca. Las breves descripciones del montaje de la pistola y el fantasma eran de tipo muy práctico.

Molly se detuvo cuando estaba a punto de meterse una patata frita en la boca.

—¿De tipo muy práctico?

—Ya sabes a qué me refiero. —Harry hizo un gesto vago con la mano—. Es como si los planes para esos artilugios no fueran más que diseños de proyectos corrientes, rutinarios.

—Mmm. —Molly masticaba pensativa—. No había pasión en ellos, ¿te refieres a eso?

Harry reflexionó sobre esta sucinta descripción. Había puesto el dedo en lo que le estaba poniendo nervioso.

—Quizá sea eso. Se diría que un hombre predispuesto a la venganza mostraría más emoción hacia el proyecto. Los bocetos de un inventor son únicos para el individuo. Transmiten mucha información al ojo que está entrenado.

Molly asintió.

—He visto la diferencia en los dibujos de mi hermana cuando un proyecto le entusiasma de verdad. Muchas líneas fuertes. Hay impaciencia en ellos.

—Exacto. En una ocasión me pidieron que examinara unos bocetos realizados por un hombre que planeaba hacer volar un laboratorio de investigación porque creía que la compañía le había robado las ideas. Había hecho algunos dibujos de un dispositivo explosivo que tenía intención de enviar anónimamente al laboratorio.

—¿Y?

Harry se comió otra almeja.

—Y había algo en aquellos bocetos que no había en los demás trabajos. Intensidad, violencia. Casi podías sentir la ira que irradiaba la página.

—¿Intuición normal o profunda?

Él frunció el entrecejo.

—Ninguna de las dos cosas. Era similar a interpretar la letra de alguien. Se veía la rabia y la locura que había en ella.

—Tú lo veías, pero apuesto a que muy pocas personas más habrían podido. ¿Qué le ocurrió al inventor enloquecido?

—Lo pescaron tratando de enviar por correo el artefacto explosivo. —Explicó Harry con aire distraído.

Molly sonrió.

—Lo pillaron porque tú dedujiste, a partir de sus bocetos, lo que estaba a punto de hacer y la policía le siguió, ¿no es así?

Harry se encogió de hombros.

—Me pidieron que diera mi opinión sobre los dibujos. Dije a la policía que era seguro que el tipo tenía intención de matar a alguien con su artefacto. También les dije que, a juzgar por los expertos detalles de los bocetos, el artefacto probablemente funcionaría.

—Vaya, llevas una vida muy excitante, Harry.

—En realidad, llevaba una existencia bastante plácida hasta que tú llegaste.

Molly sonrió.

—No lo creo ni por un instante.

—La verdad, —dijo Harry con voz pausada—, podría pasar sin parte de la excitación que has aportado a mi vida. Lamentablemente, no preveo que desaparezca hasta que cojan a Kendall.

—Le cogerán. —Vaticinó Molly—. Ya oíste al detective que habló ayer con nosotros. Ahora que saben que es verdaderamente peligroso le encontrarán. ¿Quieres hablar de nuestros planes de boda?

Harry estuvo a punto de atragantarse con una almeja frita. Era la primera vez que ella mencionaba el tema del matrimonio desde que la noche anterior se lo había propuesto. Cogió su té helado y tomó un largo sorbo.

Molly frunció el entrecejo, preocupada.

—¿Estás bien?

—Sí. —Tomó otro trago de té y dejó la taza con gran precisión. Se aclaró la garganta—. Yo pensaba en algo sencillo. Las Vegas, quizá.

—Yo pensaba en algo grande y magnífico. —Dijo Molly.

Harry la miró con aire cauteloso.

—¿Tienes muchos amigos a los que invitar?

—Sí, y después están todos esos Stratton y Trevelyan.

Harry alzó las cejas.

—¿Bromeas? Los Stratton y los Trevelyan no permanecerán juntos en la misma habitación el tiempo suficiente para que el sacerdote pronuncie las palabras mágicas.

—Mmm.

—Olvídate de una boda de ese tipo. Tendrá que ser una boda civil o Las Vegas. Elige. —Harry se interrumpió—. Si es que todavía quieres casarte, claro.

—Oh, por supuesto que sí. —Le tranquilizó Molly.

A Harry se le deshizo el nudo que tenía en el estómago. Se comió el resto de almejas fritas con una curiosa sensación de alivio.

* * *

La noche siguiente, Molly estaba sentada sola en la sala de estar del piso de Harry y escuchaba el silencio. Era un silencio poco natural. Un silencio cargado de significado y presagio.

En el estudio de Harry se encontraba Olivia. Hacía casi veinte minutos que se encontraba allí con él. La puerta del estudio estaba cerrada.

Molly se había excusado de inmediato cuando alivia había dejado claro que deseaba hablar a solas con Harry. A éste no había parecido complacerle la perspectiva de mantener una entrevista privada con su ex-prometida, pero había aceptado la situación con su estoicismo habitual.

Molly observaba el crepúsculo de finales de verano que daba paso a la noche y pensó en alivia y Harry. Era difícil saber qué había creído Harry que tenía en común con su ex-prometida aparte del doctorado en filosofía. Era extraño que un hombre que poseía aquel talento especial hubiera cometido semejante error en su vida personal. Parecía poseer el don de estropear las cosas cada vez que intentaba aplicar sus habilidades intelectuales a cuestiones emocionales.

Molly consultó su reloj. Habían transcurrido otros cinco minutos. Volvió su atención al libro que había estado intentando leer.

La puerta del estudio se abrió. Molly puso un brazo sobre el respaldo del sofá y volvió la cabeza para ver a alivia que se acercaba a ella. No había señales de Harry.

—¿Habéis terminado? —preguntó Molly educadamente.

—Sí. Era un asunto de familia.

Molly hizo un gesto afirmativo.

—Harry se ocupa de muchos.

Olivia frunció el ceño.

—¿Cómo dices?

—No importa. Una broma particular.

Olivia se volvió para mirar hacia la puerta del estudio con expresión irritada.

—Harry tiene uno de sus ataques.

—Probablemente solo está pensando. ¿Te preparo una taza de té?

—No, gracias. Harry ha recibido una llamada de trabajo justo cuando me disponía a marcharme. Todavía está al teléfono.

Molly hizo ademán de levantarse.

—Te acompañaré a la puerta.

—No es necesario. —Olivia sonrió con frialdad—. Conozco el camino.

—Estoy segura.

—Me ha dicho que vais a casaros.

—Así es. —Molly obsequió a Olivia con una sonrisa de triunfo—. Estoy preparando una boda a lo grande, por cierto.

—¿Ah, sí?

—Invitaremos a ambas ramas de su familia, por supuesto.

—Será interesante. —Olivia vaciló—. Me gustaría hacerte una pregunta personal, si no te importa.

—De acuerdo. Pero no te garantizo que te responda.

—¿Estás segura de que sabes lo que haces?

—Sí, gracias.

Olivia apretó los labios. Volvió a mirar hacia la puerta cerrada del estudio.

—Probablemente no debería decirte esto, pero en mi opinión profesional, Harry tiene problemas muy serios. Debería seguir una terapia.

—Harry es diferente. Pero no creo que un psiquiatra le sirva de nada.

—Lo siento, pero le conozco mucho mejor que tú y creo que es un error que se case. Cualquier matrimonio de Harry está abocado al fracaso.

—¿Estás loca?

Olivia la miró con frialdad.

—Sabes que soy psicóloga, ¿verdad?

—Harry me lo dijo. Siento un gran respeto por tu carrera profesional, Olivia, pero no creo que entiendas muy bien a Harry. Él es único.

—Es disfuncional, no único. —Espetó alivia—. Es muy probable que sufra estrés postraumático y ataques periódicos de depresión. Para ser sincera, es un excelente candidato a tener que medicarse.

—¿Candidato a tener que medicarse? —Molly frunció la nariz—. No creo que le interese.

—No bromeo, Molly. Es un asunto serio. No puedo aconsejarte que te cases con un hombre con los problemas de Harry.

—Tranquilízate, no te he pedido tu consejo.

Olivia la miró furiosa, evidentemente frustrada.

—Oye, seré sincera. Tú y Harry no hace mucho tiempo que os conocéis. Vuestra relación se halla en una fase inicial. Creo que deberías saber que tarde o temprano Harry demostrará anormalidades importantes desde el punto de vista clínico en su relación sexual contigo.

Molly alzó una mano.

—Un momento. Yo no soy uno de tus pacientes. No tengo intención de hablar contigo de mi vida sexual.

—Estoy intentando evitar que cometas un error terrible.

—No tienes que preocuparte por mí.

Olivia entrecerró los ojos.

—Sabes que no recibirá nada de la fortuna de los Stratton, ¿verdad? Se peleó con su abuelo. No verá ni un centavo.

—El dinero no tiene nada que ver. Buenas noches, Olivia.

—O eres muy estúpida o muy necia.

Molly sonrió.

—¿Quieres decir que puedo elegir?

Olivia giró en redondo y se dirigió apresurada hacia la puerta de la calle. Se marchó sin una palabra de despedida. La puerta se cerró con un golpe.

Molly vio que Harry se encontraba en la puerta de su estudio con los brazos cruzados. Se quedó contemplando pensativo la partida de alivia. Luego miró a Molly a los ojos.

—¿Anormalidades importantes desde el punto de vista clínico? —repitió despacio.

—¿Lo has oído todo?

—Sólo la última parte. ¿Te ha dado un diagnóstico completo?

—Sí, pero yo de ti, no daría mucho crédito a sus teorías. Es una psiquiatra rara. Probablemente por eso se hizo psiquiatra. Buscaba respuestas a sus propios problemas.

Harry curvó ligeramente la boca.

—Entiendo.

—Eso no significa que no crea que se puede recibir mucha ayuda de un buen terapeuta. —Prosiguió Molly con escrupulosa sinceridad—. Pero hay que elegir el terapeuta con gran cuidado.

—Con cuidado.

—Exacto. Está todo eso de la transferencia y contratransferencia. Hay que encontrar un terapeuta cuyos propios conflictos no interfieran en el tratamiento del paciente.

—Pareces muy experta.

—Cuando mi madre murió acudí durante un tiempo a un terapeuta. —Explicó Molly—. En realidad, consulté a media docena de chupadineros antes de encontrar uno con el que pudiera hablar. Fui varias veces. Me ayudó a superar algunas cosas.

—¿Qué cosas?

Molly vaciló, recordando aquellos días difíciles y el miedo terrible que había sentido a los veinte años.

—Me sentía abrumada por las responsabilidades que sabía que tenía que asumir. Me daba un poco de rabia tener esas responsabilidades. Mi terapeuta era buena. Sólo me visitó unas cuantas veces porque no podía pagarle durante mucho tiempo. Pero sus charlas me sirvieron de mucho.

Harry sonrió fugazmente.

—Supongo que eso te convierte en una experta, de acuerdo.

Molly le miró con aire pensativo.

—No se requiere experiencia, sólo sentido común, para ver que Olivia no está preparada para hacerte un diagnóstico. Ella tiene sus propios problemas y estos están relacionados contigo.

Los ojos de Harry ardían de verdadero interés.

—¿Qué clase de problemas?

—¿No te parecen evidentes?

—A mí no.

—Vosotros dos salisteis juntos. Como mínimo, yo diría que se siente culpable por haber puesto fin al compromiso. Probablemente ha racionalizado sus acciones diciéndote a ti, y a ella misma, que tienes problemas psicológicos que te impiden tener una relación saludable.

—No creerás que tiene razón, ¿verdad?

—No. —Molly sonrió—. Tú eres diferente, Harry. Definitivamente único. Pero serás un estupendo marido y padre.

Harry se quedó callado unos instantes.

—Quizá tú tengas algo especial para las anormalidades importantes desde el punto de vista clínico. —Sugirió.

—Tal vez. ¿Quién te ha telefoneado?

—Fergus Rice, el investigador privado al que contraté para seguir la pista a Kendall.

—¿Ha descubierto algo? —preguntó Molly.

—Hace dos horas Wharton Kendall ha salido volando por un acantilado en un Ford azul en algún punto de la Autopista Uno de Oregón. Al parecer se dirigía hacia California. Kendall ha muerto en el accidente.

Molly tardó unos segundos en comprender la trascendencia de esa sencilla declaración. Cuando lo hizo, se levantó de un salto y se precipitó hacia Harry.

—Se ha terminado. —Susurró arrojándose a sus brazos.

Harry la estrechó con fuerza.

—Eso es lo que Rice ha dicho.