Capítulo 17
-De acuerdo, ya basta. Estoy harta. —Molly se incorporó en la cama y se volvió para mirar furiosa a Harry—. Ya es suficiente. ¿Qué ocurre? ¿Por qué no duermes?
Harry la miró de reojo con sorpresa. La sábana estaba subida hasta su cintura. Tenía los brazos cruzados detrás de la cabeza. La expresión de sus salvajes facciones era de intensa concentración.
—Estoy pensando. —Dijo.
—Pues me estás produciendo insomnio.
—Lo siento. No me he dado cuenta de que no te dejaba dormir.
—¿Cómo quieres que duerma si tú estás ahí tumbado contemplando el techo?
—¿Por qué ha de molestarte que contemple el techo? —preguntó él con lo que parecía auténtica curiosidad.
—Yo qué sé, pero es así. Es como si estuvieras canturreando a mi cerebro o algo así. Me impide dormir.
—No puedo evitado. Cuando pienso, pienso.
—No. No se trata del canturreo que oigo cuando sólo estás pensando. Eso no me impide dormir. Esto de ahora es más un canturreo como si estuvieras muy preocupado por la posibilidad de que nos hallemos ante un grave problema.
Harry entrecerró los ojos.
—¿Qué coño es esta historia de que canturreo en tu cabeza?
Molly se encogió de hombros.
—No puedo explicarlo. Es una especie de sensación que últimamente tengo a menudo. ¿Tú no la tienes?
—No. —Harry cogió el borde de la sábana para apartarla—. Oye, si no te dejo dormir, me iré a la sala de estar.
—No, no te vayas. —Molly le cogió por el hombro desnudo y le empujó sobre la almohada—. Quédate aquí.
Él se recostó en la almohada sin protestar, una ceja alzada en gesto interrogante.
Molly golpeó su almohada con el puño varias veces y la adosó al cabezal de la cama.
—Bueno, dime, ¿cuál es el problema?
Él vaciló un par de segundos antes de decidirse.
—Es el cuaderno de Kendall.
—¿Todavía te preocupa eso? Creía que habíamos decidido que nuestros problemas habían terminado ahora que Kendall está muerto.
—Hay algo raro en ese cuaderno. —Harry se incorporó para sentarse y arregló su almohada detrás de la espalda—. Me gustaría entenderlo.
—Dijiste que no te parecía que los dibujos del mecanismo de la pistola y del fantasma transmitieran una sensación de fuerte rabia.
—Sí, pero ahora no es eso lo que me preocupa.
Molly le escrutó en las sombras.
—¿Qué es exactamente LO que te preocupa?
—Es el modo en que el otro día entró el intruso en tu casa. Hay algo que no encaja con los diseños del cuaderno de Kendall.
Molly sintió un escalofrío.
—A mí me pareció todo muy eficiente.
—Eso es. —Dijo Harry con suavidad—. Era eficiente. Directo. Simple. No muy creativo. Ni personal.
—Supongo que depende de tu definición de la creatividad. Y te aseguro que yo me tomé el intento de un modo muy personal. —Molly parpadeó—. Ah, creo que ya entiendo adónde quieres ir a parar con esto.
Harry tamborileó los largos y delgados dedos de su mano derecha con aire distraído contra la sábana.
—Si un hombre como Kendall tuviera intención de matar, se inclinaría por utilizar un mecanismo diseñado por él mismo para matar a su víctima.
—Harry, aquí quizás estás llevando un poco demasiado lejos tus habilidades deductivas.
—Utilizó artefactos para aterrorizarte. —Dijo Harry, ajeno a la interrupción—. Era lógico que hiciera algo parecido si quería asesinarte.
—¡Oh!, Harry…
—Un mecanismo que él mismo hubiera diseñado y construido. Un artefacto de su invención, que le hubiera satisfecho cuando funcionara como era debido. La misma lógica se puede aplicar a su uso de un coche para tratar de echamos de la carretera. No encaja.
Molly alargó el brazo hacia él.
—Bueno, basta ya. El Ford azul pertenecía a Kendall. Has dicho que tu investigador, el señor Rice, comprobó que estaba registrado a su nombre.
—Sí.
—Entonces es lógico suponer que Kendall iba al volante el otro día, cuando ese mismo Ford trató de echamos de la carretera.
—Alguna otra persona habría podido utilizar el coche de Kendall para intentar matarnos.
—Pero nadie más tiene alguna razón para hacerlo.
—Que sepamos hasta ahora. —Harry miró hacia la oscuridad tras las ventanas—. Me he estado preguntando si hay alguien más involucrado en esto.
Molly se tapó con las sábanas hasta la garganta.
—De acuerdo, supongamos por el momento que hay otra persona implicada. ¿Cuál es su motivo? Decidimos que Kendall quería vengarse porque rechacé su solicitud de beca.
—Era una suposición lógica. —Harry apartó la sábana y bajó de la cama—. Pero ¿y si hay otra persona con otro motivo?
Molly le observó pasear por la habitación frente a la hilera de ventanas. Sentía la intensidad que inundaba a Harry mientras se concentraba en el problema.
Harry estaba desnudo salvo por unos calzoncillos blancos que le ceñían los musculosos costados. Había en él una nota espectral cuando entraba y salía de la luz de la luna.
—¿Qué otra persona? —preguntó Molly con suavidad—. ¿Y qué otro motivo podría existir? He rechazado aproximadamente un centenar de solicitudes de beca. Supongo que podríamos encontramos frente a más de un solicitante despechado. Pero parece un poco improbable que haya dos inventores homicidas en el lote.
—¿Quién sabe?
Harry siguió paseando, cruzando un rayo de fría luz plateada y penetrando en la profunda sombra del fondo de la habitación.
—También supondría —prosiguió Molly, pensando con evidente lógica— que en algún momento Kendall y ese otro inventor misterioso trabajaron juntos en su pequeño proyecto terrorista.
—O podría significar que alguien más conocía el deseo de venganza de Kendall y lo empleó como camuflaje de sí mismo.
—¡Dios mío! —Molly dobló las rodillas y las rodeó con los brazos—. ¿Estás diciendo que otro individuo, más perverso, que realmente quiere matarme, sabía que Kendall estaba enfadado? ¿Y preparó una trampa para que Kendall pagara el pato cuando yo hubiera muerto?
—Tiene cierta lógica.
Harry llegó a la librería, dio la vuelta y rehizo el camino hacia el otro extremo de la habitación. Su concentración era tan intensa que parecía cargar la atmósfera alrededor.
—No sé. —Dijo Molly dudosa—. Es muy inverosímil. Lo más probable, estando muerto Kendall, es que todo haya terminado, como ha dicho Fergus Rice.
Harry se detuvo frente a las ventanas.
—No parece que haya terminado, Molly.
Ella sonrió levemente.
—Entonces tendrás que hacer algo al respecto, ¿no? Si no lo haces, ninguno de los dos podrá dormir.
Él la miró con expresión triste.
—Eso empieza a parecer.
—¿Alguna idea?
—Podría servir de algo que examinara alguna otra cosa que perteneciera a Kendall. —Dijo Harry despacio—. Podría darme una idea de si tengo razón o no en lo de que prefería inventar sus propias armas.
—Se me ocurre que, si hay alguien más implicado en este asunto, el reciente fallecimiento de Kendall podría no haber sido un accidente.
—Es verdad. —La helada luz de la luna volvió como de piedra el rostro de Harry—. Tienes razón. Me he concentrado tanto en la posibilidad de que haya dos personas implicadas, que no he considerado todas las posibilidades. Si Kendall tenía un socio, o si fue utilizado como hombre de paja por otro, esa segunda persona podría haberse deshecho de él porque se había convertido en un riesgo.
—Esto se está volviendo muy complicado, por no decir desagradable.
Harry se apartó de la ventana.
—Necesito echar un vistazo a ese Ford azul. Rice puede averiguar adónde lo llevaron después del accidente.
—Es más de la una de la madrugada. Fergus Rice estará durmiendo. A esta hora no podrá hacer nada. —Molly bostezó—. ¿Por qué no vienes a la cama?
—No estoy de humor para dormir.
Ella le sonrió con aire angelical.
—En ese caso, quizá podríamos discutir algunas de tus anormalidades importantes desde el punto de vista clínico.
Harry, que estaba en medio de la habitación, encaminándose al teléfono, se giró en redondo. Había un brillo extraño en sus ojos.
—¿Qué has dicho?
—¿No te gusta que hable de cosas sucias?
—Molly…
—Vuelve a la cama, Harry. —Dio unas palmaditas sobre la cama, a su lado—. No puedes hacer absolutamente nada hasta después de desayunar. Si no puedes dormir, encontraremos alguna otra manera de llenar el tiempo.
Él vaciló. Luego, las tensas líneas de su rostro se relajaron un poco. Se acercó a la cama y miró a Molly con expresión pensativa, traicionada por el brillo extraordinario de sus ojos.
—¿Anormalidades importantes desde el punto de vista clínico? —murmuró.
—¿Qué quieres que diga? Me encantan. Sí, señor, dame unas horas de aburrimiento seguidas por momentos de puro terror y seré una muchachita feliz.
Los dientes de Harry resplandecieron en una sonrisa irresistiblemente sexy. Puso una rodilla sobre la cama y se inclinó, atrapando a Molly entre sus brazos.
—Yo me como a las muchachitas felices como tentempié antes de acostarme.
—Me muero de ganas.
Le rodeó el cuello con los brazos y le atrajo hacia sí.
Harry se echó sobre ella en un ataque de sensual y juguetona energía. Agarró a Molly y rodó con ella hasta que las sábanas se enrollaron en sus cuerpos y Molly se reía indefensa.
Por fin Harry interrumpió el juego cerca de los pies de la cama y se apoyó en los codos sobre Molly.
Sonrojada y jadeante, Molly levantó la mirada y distinguió la alegría desinhibida de Harry.
—No hay nada como el sabor de una muchachita feliz. —Murmuró.
Sus ojos brillaban en la oscuridad cuando se deslizó lentamente sobre el cuerpo de ella. Se acomodó entre sus piernas.
Molly sintió los dedos de Harry en la parte interior de sus piernas. Exhaló un gemido y le clavó los dedos en los hombros. Él la separó suavemente con sus dedos.
—¿Harry?
Y entonces percibió la boca de Harry en ella en un beso insoportablemente íntimo.
El mundo se abrió bajo ella.
* * *
Molly cerró la puerta del frigorífico y dejó la caja de frambuesas frescas sobre el mostrador, al lado del fregadero.
—¿Sabes, Harry? He estado pensando. Este piso tuyo es muy agradable y tiene una vista estupenda, pero no es muy funcional.
—¿Funcional? —repitió Harry distraído. Sujetaba el teléfono en una mano pues se preparaba para llamar a Fergus Rice.
—Quiero decir práctico. Echo de menos mis aparatos del hogar. Los robots limpiadores, el lavavajillas y las máquinas para limpiar la cocina. La máquina Abberwick de guardar y preparar comida. Sinceramente, no sé cómo te las arreglas con estos anticuados electrodomésticos. Son de la Edad de Piedra.
—Tengo una asistenta, ¿recuerdas?
Harry escuchó con impaciencia mientras el teléfono sonaba al otro lado de la línea.
—Sí, lo sé, pero aun así, todo parece muy primitivo.
Harry frunció el entrecejo cuando el teléfono sonó por tercera vez.
—Deja ese cuchillo.
—Sólo iba a cortar unos bollos para comer con las frambuesas.
—Yo los cortaré cuando haya terminado de llamar.
—Vaya, ¿siempre estás tan gruñón por la mañana?
—Sólo cuando te veo con un cuchillo en la mano.
El teléfono siguió sonando.
Molly dejó el cuchillo y apoyó los codos sobre el mostrador.
—¿Qué te parece si después de casamos fuéramos a vivir a mi casa?
—¿A la mansión Abberwick? —Harry consultó el reloj. Eran casi las ocho. Fergus solía ir temprano a su despacho—. ¿Quieres vivir en esa vieja casa?
—Es un lugar estupendo para los niños. Podrían jugar con los viejos juguetes de Kelsey y míos. Y tú tendrías mucho espacio para tus libros. Podrías disponer de toda un ala para ti, para un despacho y biblioteca. Los niños estarían siempre por en medio, claro, pero me parece que eso te gustaría.
Harry dejó de escuchar el teléfono, fija de pronto toda su atención en Molly.
—¿Niños?
—Claro. ¿Cuántos quieres tener? Sé que voy a tener al menos dos.
—Ah… —Harry se interrumpió al oír la voz de Fergus.
—Aquí Rice.
—Fergus, soy Harry.
—Por el amor de Dios, Harry, faltan dos minutos para las ocho. Acabo de entrar. Ni siquiera he tomado mi segundo café.
—Te llamo para preguntarte por la situación de Kendall.
—¿Qué situación? Creía que el accidente ocurrido en Oregón ponía fin al problema. Ese hombre está muerto, Harry.
—Lo sé. Pero quiero examinar su coche. ¿Adónde lo llevaron las autoridades?
—Probablemente hoy lo llevarán al desguace. ¿Ocurre algo?
—No lo sé. ¿Las autoridades han terminado la investigación del accidente?
—Claro. Ayer terminaron. Todo fue muy fácil. Nada de naturaleza sospechosa. El Ford quedó hecho chatarra. Esas cosas pueden sucederle a un coche cuando se despeña por un acantilado.
—¿Puedes conseguirme un permiso para echarle un vistazo?
—No veo por qué no. —Fergus se interrumpió para tomar unas notas—. Me pondré en contacto con el propietario de la casa de desguace esta mañana y concertaré una cita.
—Gracias, Fergus. Llámame en cuanto sepas algo. Iré en avión hasta Portland y alquilaré un coche para ir hasta la costa.
—De acuerdo.
Harry colgó el auricular y miró a Molly.
—Conseguirá que pueda examinar el Ford.
—¿Qué crees que podrás averiguar con ello?
—No lo sé. —Harry observó a Molly, que enjuagaba las frambuesas—. Tal vez nada.
Ella le echó una mirada de complicidad.
—O tal vez algo.
—Rice dice que las autoridades ya han finalizado su investigación, pero como no había ninguna razón para sospechar que asesinaron a Kendall, a lo mejor se les pasó algo por alto.
—¿Cómo por ejemplo?
—No sé. Frenos saboteados. Prueba de un choque con otro coche.
Molly se mordisqueó pensativa el labio inferior.
—¿Crees que alguien pudo golpear a Kendall?
—Esa idea suena familiar, ¿no? —Sonó el interfono del vestíbulo, interrumpiendo el hilo de los pensamientos de Harry—. ¿Quién diablos puede ser a esta hora?
—Te daré dos opciones. —Molly apiló suavemente las frágiles frambuesas en un cuenco.
—¿Dos opciones?
—O es un Stratton o es un Trevelyan. Elige.
Harry alzó las cejas y oprimió el botón del interfono.
—¿Quién es?
—Señor Trevelyan, soy George, de abajo. Aquí está el señor Hughes que quiere vede.
Harry gruñó.
—¿A estas horas?
—Sí, señor.
—Dígale que es importante. —Se oyó decir a Brandon al fondo. Su voz tenía una nota de dureza y decisión—. Dígale que es un asunto familiar.
—Hágale subir, George. —Dijo Harry. Soltó el botón.
—¿Quieres que desaparezca? —preguntó Molly.
—No. —Harry pensó en la conversación que había mantenido con Olivia la noche anterior—. Quédate donde estás.
Unos minutos más tarde el timbre de la puerta sonó discretamente. Harry fue a abrir de mala gana. No le entusiasmaba la idea de tratar con ninguno de sus parientes aquella mañana. Tenía otras cosas en la cabeza.
Abrió la puerta. Apareció Brandon, vestido con pantalón y jersey finos.
—Buenos días. —Saludó Harry con suavidad.
Brandon entró sin saludar. Su expresión era tormentosa.
—¿Quieres una taza de café? —le preguntó Harry cuando cerró la puerta.
Brandon hizo caso omiso de su educada pregunta. Se volvió en redondo para mirar a Harry.
—Olivia vino anoche a hablar contigo, ¿verdad?
—Sí.
—Maldita sea, le dije que no quería que se metiera en esto. Le dije lo mismo a mi madre. ¿Por qué diablos no se quedan al margen?
—Probablemente porque les preocupas.
—No necesito que nadie se preocupe por mí. Puedo ocuparme yo solito de este asunto. —Brandon se dirigió con grandes pasos a la sala de estar. Se detuvo de pronto cuando vio a Molly en la cocina—. ¿Quién eres tú? ¿Una nueva asistenta?
—No. —Respondió Molly—. Soy la prometida de Harry.
—¿Su prometida? —Brandon se la quedó mirando fijamente—. Olivia dijo algo acerca de que Harry se había prometido con la administradora de la Fundación Abberwick. No lo creí.
—Te presento a Molly Abberwick —dijo Harry, irritado por la expresión de asombro de Brandon—. Molly, te presento a mi primo Brandon Hughes. El hijo de tía Danielle. El marido de Olivia.
Molly hizo un gesto de asentimiento.
—¿Cómo estás, Brandon? Íbamos a comer algo. ¿Has desayunado?
—Sí, gracias. —Brandon entrecerró los ojos. Contempló a Harry con aire especulativo—. Ósea que lo del compromiso es cierto.
—Sí, es cierto.
Harry se sentó ante el mostrador de la cocina.
—Un poco repentino, ¿no? —dijo Brandon.
—El tiempo es relativo. —Molly miró a Brandon con una sonrisa más dulce que el azúcar que estaba espolvoreando sobre las frambuesas—. Harry y yo creemos que nos conocemos lo suficiente para casamos. ¿No es así, Harry?
—Sí. —Respondió Harry—. ¿Por qué no te sientas, Brandon?
—Preferiría hablar contigo en tu estudio.
—Qué pena. Yo prefiero desayunar. —Harry miró el cuenco de frambuesas que Molly había colocado ante él—. Dame esos bollos y el cuchillo.
Sin decir una palabra, Molly le pasó lo que le había pedido.
Harry empezó a cortar los bollos en rebanadas.
—Si no quieres café, a lo mejor te apetece un poco de té, Brandon. —Preguntó Molly—. Voy a prepararme una taza para mí.
—No, gracias. Oye, Harry, se trata de un asunto personal. —Brandon lanzó una rápida mirada a Molly—. Asunto de familia.
—A partir de ahora, —dijo Harry con calma—. Molly forma parte de la familia. Es mi familia. Cualquier cosa que quieras decirme puedes decida delante de ella.
Brandon apretó los labios.
—Estáis prometidos, no casados.
—Para mí es lo mismo. —Harry le pasó los bollos cortados a Molly—. Habla, si quieres hablar. De lo contrario, puedes marcharte. Me espera un día muy atareado.
Brandon se acercó un poco más y bajó la voz.
—Harry, seamos realistas. Dado tu historial, no creo que debas dar las cosas por hechas.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry.
—¿Quieres que te lo diga claro?
—Sí.
—Sabes de sobra lo que intento decir. —Brandon miró con inquietud a Molly, quien le sonrió a cambio. Él se volvió a Harry—. Oye, esto es un poco embarazoso. Vayamos a tu estudio.
—No.
Brandon perdió los estribos.
—No puedes esperar que hable de temas íntimos delante de un extraño.
—Ya te lo he dicho, Molly no es ningún extraño. Será mi esposa.
Brandon enrojeció.
—Según Olivia, no. Ella cree que este compromiso no es probable que sobreviva más que el anterior. Y ella tiene motivos para saberlo. —Brandon tuvo la elegancia de echar una mirada de disculpa a Molly—. Mi esposa es psicóloga. Una de las mejores de la ciudad.
—Sí, lo sé. —Dijo Molly recatadamente—. Nos conocemos. Fue lo bastante amable para darme algunos consejos gratis.
Brandon se volvió a Harry.
—Estoy seguro de que Molly es muy discreta, y no tengo absolutamente nada contra ella. Pero hasta que os hayáis casado, no estoy dispuesto a hablar de mis asuntos delante de ella.
Harry agotó la paciencia. Bajó del taburete en un movimiento que hizo retroceder un paso a Brandon.
—Has venido a hablar. —Dijo Harry con mucha suavidad—. Di lo que tengas que decir o márchate.
—De acuerdo, si eso es lo que quieres, —dijo Brandon tenso—, volveré más tarde.
—Puede que más tarde no esté aquí. —Dijo Harry—. Tengo planes.
—Lo estás haciendo deliberadamente, ¿verdad? Estás tratando de hacérmelo lo más difícil posible. ¿Qué quieres que haga? ¿Que me arrastre ante ti sólo porque convenciste al abuelo de que me dejara establecer por mi cuenta?
—¿Por qué no se lo preguntas a Olivia? Al parecer ella se cree una autoridad respecto a mis motivos.
Harry volvió a sentarse y cogió su cuchara.
—Bueno. Tiempo muerto. —Molly formó una T con las manos como hacen los árbitros—. Voto por que hagamos una tregua. —Puso una taza y un platillo sobre el mostrador—. Ven, toma un poco de café, Brandon. El mejor de Gordon Brooke.
Harry levantó la mirada de las frambuesas. Estaba irritado.
—No sabía que bebíamos una mezcla de café de Gordon Brooke.
—Yo no. Tú. Personalmente jamás tomo ese brebaje. Y no me mires de este modo. Lo trajo tu asistenta.
—Recuérdame que le pida a Ginny que compre otra marca. —Harry volvió a sus frambuesas—. Siéntate o márchate, Brandon. No me gusta que estés ahí de pie mientras como.
Brandon sintió bullir su sangre un minuto más y luego se sentó en un taburete. Cogió la taza de café que Molly le había ofrecido y dio un largo trago. Cuando hubo terminado dejó la taza en el platillo con gesto brusco.
—De acuerdo, hablemos.
—Te escucho.
—Estoy aquí porque quiero discutir la financiación de mis nuevos planes. El abuelo ha accedido a dejarme marchar de la compañía sin ninguna consecuencia, lo cual representa un gran alivio para mamá y para alivia, pero a mí no me ayudará.
—Espera un momento. —Interrumpió Harry—. Yo no soy un banco. Hablé con Parker intercediendo por ti, pero no puedo hacer más.
—No es cierto. Tú conoces a gente, Harry. —Brandon jugueteaba con su taza de café—. Sé que conseguiste financiación para uno de tus parientes Trevelyan cuando decidió comprar aquella empresa de atracciones de feria.
—Eso era distinto.
—¿Ah, sí? ¿En qué era distinto? ¿Tus parientes Stratton no cuentan?
—Mis parientes Stratton son ricos.
—No todos. —Protestó Brandon—. Cuando deje la empresa de la familia estaré solo.
—Olivia cobra mucho a sus clientes. No os moriréis de hambre.
—Es cierto, viviremos de los ingresos de Olivia hasta que me haya establecido por mi cuenta. —Dijo Brandon—. Pero ella no puede capitalizar una operación de la envergadura de la que estoy preparando. Lo sabes tan bien como yo.
—¿Y qué?
Harry percibía que Molly le estaba observando desde el otro lado del mostrador.
—Los bancos no me darán nada a menos que Stratton Properties intervenga en el préstamo. Aunque pudiera convencer al abuelo o a tío Gilford de que me avalaran, prefiero no hacerlo. —Explicó Brandon—. Ya sabes que si participan en ello querrán tener el control.
—Es cierto.
Brandon frunció el entrecejo.
—Creo que sé por qué no quisiste trabajar en Stratton Properties.
—Mis intereses están en otros ámbitos.
—Dime una cosa. ¿Sabías que cuando viniste a vivir a Seattle, toda la familia estaba convencida de que ibas a aprovecharte todo lo que pudieras de los Stratton?
Harry dejó su cuchara en el plato con gran cuidado.
—Eso fue evidente desde el principio.
—El abuelo decía que llevabas la sangre de los Trevelyan. Decía que intentarías sacar a los Stratton lo que creías que era tu herencia por derecho. Decía que no te daría un centavo a menos que demostraras que eras un auténtico Stratton.
—Eso significaba entrar a trabajar en la empresa. —Terminó Harry con tono cansado—. Brandon, ésa es una historia vieja. ¿Qué quieres de mí?
Brandon enderezó los hombros.
—Debido a tu trabajo de asesor técnico tienes contactos con capitalistas. Quiero que me presentes a algunos. No te pido que te comprometas por mí. Sólo que me presentes. Después ya me espabilaré.
Harry miró a Molly. Ella le sonrió con ironía y comprensión.
Él se volvió a Brandon.
—Veré lo que puedo hacer.
El alivio se reflejó en los ojos de Brandon.
—Gracias. —Se puso de pie—. No lo lamentarás, Harry. Como te he dicho, me presentaré a los inversores y me arriesgaré. Sólo tienes que ponerme en contacto con personas interesadas en hacer buenas inversiones.
—Con una condición —impuso Harry.
—¿De qué se trata?
—Dame tu palabra de honor de que harás todo lo posible por impedir que Olivia vaya por ahí dando sus opiniones profesionales acerca de mi perfil psicológico. Está empezando a resultar molesto.
Brandon se quedó claramente desconcertado. Iba a fruncir el ceño, pero una chispa de diversión a su pesar iluminó su mirada.
—Lo intentaré, pero no será fácil.
—Lo sé. —Harry miró a Molly—. Pero te agradecería que la convencieras de que se guarde sus diagnósticos para sí. Dile solamente que hay personas a las que no les importa tener horas de aburrimiento interrumpidas por momentos de puro terror.
Brandon parecía perplejo. Pero se encogió de hombros y se volvió para marcharse. Luego se detuvo y sonrió a Molly.
—Gracias por el café.
—No hay de qué. —Dijo ella—. Ah, por cierto, Brandon, Harry y yo tenemos intención de celebrar una gran boda. Estarán invitadas las dos familias. Os esperamos a ti y a Olivia, claro.
—Olivia y yo asistiremos. —Dijo Brandon despacio—. Pero yo de vosotros no contaría con ninguno de los otros miembros de la familia Stratton a menos que podáis garantizar que no habrá ningún Trevelyan.
—Estarán todos. —Repitió Molly fríamente.
Brandon miró a Harry. Éste no dijo nada. Sabía tan bien como Brandon que no había esperanzas de conseguir que los Stratton y los Trevelyan asistieran juntos a la boda. Tarde o temprano, Molly tendría que aceptar ese hecho.
—De acuerdo, bien, será mejor que me marche. —Se apresuró a decir Brandon.
Se encaminó hacia la puerta, con paso mucho más ligero que cuando había llegado.