CAPITULO 62

Zhou el Trotamundos disfrutó durante tres días de los bollos gratuitos del restaurante de Su Mei. El día antes del comienzo oficial del concurso de belleza virginal, sin embargo, aquel charlatán comprendió que era el momento de que tomara las riendas de la operación. Aprovechando que Lin Hong estaba trabajando, Zhou se presentó en el apartamento de Song Gang y pasó dos horas instruyendo a éste y a Zhao el Poeta sobre cómo vender hímenes artificiales. Zhou el Trotamundos se sintió muy decepcionado al saber que Zhao el Poeta era soltero, y le preguntó si al menos tenía una novia. Zhao el Poeta negó primero con la cabeza y después asintió:

—No tengo una novia real, pero tengo muchas en mi fantasía.

—¿Novias de fantasía? —se sorprendió Zhou el Trotamundos—. Nosotros vendemos hímenes reales, no de fantasía. Para eso necesitas una novia real que sirva de apoyo.

Zhou el Trotamundos contempló, en cambio, a Song Gang con expresión satisfecha. Señaló que su esposa, Lin Hong, era muy hermosa, y que había oído decir que en otro tiempo fue una bien conocida beldad de la ciudad de Liu, y en cierto modo una celebridad. Zhou se animó mucho, manifestando que sin duda debían aprovechar ese aspecto célebre. Instruyó a Song Gang para que se plantara en la acera y contara sus experiencias, describiendo los diversos aspectos buenos, excelentes y en verdad milagrosos del uso por Lin Hong de un himen artificial. Era la primera vez que Song Gang oía referirse a Lin Hong en semejantes términos, e inmediatamente se puso rojo como la grana.

—Pero Lin Hong nunca ha usado un himen artificial —protestó.

—Si tú dices que lo ha usado es que lo ha usado —rebatió Zhao el Poeta—. Todo el mundo creerá tu palabra.

Zhou el Trotamundos asintió aprobadoramente y le dijo a Song Gang:

—El auxiliar ejecutivo Zhao tiene toda la razón.

Song Gang negó con la cabeza.

—Yo no puedo decir eso.

Zhao el Poeta le recordó, con ansiedad en la voz:

—El jefe Zhou te paga cien yuanes diarios, y tú no estás dispuesto a hacer algo tan sencillo...

—Yo estoy dispuesto a decir cualquier otra cosa, pero eso no puedo decirlo —insistió Song Gang, sin dejar de hacer su gesto de negación.

Zhao el Poeta quiso continuar, pero Zhou el Trotamundos le hizo una seña para que callara. Zhou el Trotamundos se quedó pensativo un momento y luego sugirió a Song Gang:

—Bueno. No tienes que decir nada; deja que el auxiliar ejecutivo Zhao hable. Todo lo que has de hacer es permanecer junto a él. No tienes ni que asentir. Ni siquiera muevas la cabeza.

Song Gang pensó para sí que si no necesitaba hablar ni asentir, podía quedarse tranquilo. Zhou el Trotamundos llevaba a Zhao el Poeta y a Song Gang correteando tras él como sus criados, cada uno cargado con una caja de cartón, y la de Song Gang, además, con un taburete encima. Zhou el Trotamundos, mientras tanto, caminaba despacio, delante, con las manos vacías.

Los tres llegaron al centro de la calle donde iba a celebrarse el concurso. Zhou el Trotamundos se subió al taburete y dio instrucciones a Zhao el Poeta y a Song Gang para que abrieran las dos cajas y sacaran las dos marcas de hímenes artificiales, la importada y la nacional. Una muchedumbre de bellezas virginales y otros espectadores se reunieron alrededor, zumbando como los mosquitos que pululaban en torno a Zhou el Trotamundos y a Zhao el Poeta la noche anterior. El primero tomó los hímenes importados Juana de Arco, los levantó por encima de su cabeza y empezó a pregonar:

—Éstos son hímenes artificiales Juana de Arco, de importación, a trescientos yuanes cada uno. Si acuden al hospital, una reconstrucción quirúrgica del himen les costará 3.000 yuanes. Además, los 3.000 yuanes que paguen al hospital sólo les permitirán ser vírgenes una vez, pero si compran mis hímenes Juana de Arco, por 3.000 yuanes podrán ser vírgenes diez veces.

Zhou el Trotamundos recurrió entonces a la pantomima para ilustrar como debían usarse los hímenes.

—En primer lugar, lávense bien las manos y séquenselas. —Hizo como que se las lavaba y secaba—. Saquen el himen de su envoltorio de papel de aluminio, donde está envasado al vacío, y enróllenlo hasta formar una bola bien compacta. En segundo lugar, tomen la bola e introdúzcanla en lo más profundo de la vagina. —Ahora se metió la mano entre las piernas—. Esta operación debe efectuarse con rapidez, a fin de evitar que el himen se adhiera a la mano y salga fuera. —Apartó rápidamente la mano de los pantalones, como si le quemara—. Tercero, una vez colocado el himen en su sitio, pueden llevar a cabo el contacto sexual. —Esta vez no efectuó gesto significativo alguno—. Cuarto, después del contacto, pueden ir al baño y limpiar la mucosidad sanguinolenta de sus genitales. —De nuevo se llevó la mano a los pantalones, e hizo gestos como de restregarse—. Quinto, cuando inicie el contacto, la mujer debe adoptar una postura apropiada —dio un giro al cuerpo— a fin de dificultar la penetración, y manifestar dolor para complementar la rotura del himen artificial —frunció el ceño y adoptó una expresión de sufrimiento—, y si añaden gemidos de dolor y una expresión avergonzada —no gimió, pero sí ofreció un aspecto avergonzado—, el efecto será aún más realista.

Cuando las bellezas virginales y los espectadores manifestaron su aprobación, Zhou el Trotamundos empezó a presentar los himenes de fabricación nacional:

—Éstos son mis himenes nacionales Señora Meng Jiang, a cien yuanes la unidad. Por el precio de una himenoplastia en el hospital, usted puede ser virgen treinta veces... Alguien entre la multitud gritó:

—¿Y por qué no nos hace una demostración?

Zhou el Trotamundos se echó a reír y preguntó:

—¿Hay alguna camarada dispuesta a hacer una demostración para todos?

Las bellezas virginales y los demás presentes se echaron a reír. El que preguntó antes, sugirió:

—¿Por qué no lo sujeta con una mano y utiliza un dedo para perforarlo?

Los congregados exteriorizaron su acuerdo, y Zhou el Trotamundos rió y dijo:

—Esto vale cien yuanes. Ustedes son más de cien, así que si cada uno aporta un yuan puedo hacerles la demostración.

Todos sacaron un yuan, y Zhao el Poeta y Song Gang, con la cabeza cubierta de sudor, se abrieron paso entre la concurrencia hasta que finalmente reunieron cien billetes de un yuan. Zhou el Trotamundos empezó entonces la demostración. Abrió una de las cajas de Señora Meng Jiang y extrajo un himen artificial envuelto en papel de aluminio. Rompió el envoltorio y, sosteniendo el himen artificial en la mano izquierda, trató de perforarlo con el índice derecho. La primera vez no consiguió romperlo por completo, y la segunda, ni eso. Las bellezas virginales y los circunstantes se echaron a reír, y un hombre entre la multitud dijo a gritos:

—¿Es una virgen vieja?

—Se trata de un himen marca Señora Meng Jiang —informó Zhou el Trotamundos, en tono de suficiencia—. Las lágrimas de la Señora Meng Jiang podían derribar la Gran Muralla, así que, naturalmente, su himen es resistente.

En medio de las carcajadas que siguieron, Zhou el Trotamundos metió el dedo por tercera vez, y en esta ocasión, finalmente, consiguió desgarrarlo, liberando un flujo de color rojo. Manifestó su orgullo con un gesto, y dijo:

—¿Lo han visto, lo han visto? ¡Es sangre virginal de la noche de bodas!

Cuando las risas de las bellezas virginales y del resto de los asistentes se apagaron, Zhou el Trotamundos continuó su pregón. Puesto que Zhao el Poeta no estaba casado, llamó a Song Gang:

—Song Gang, ¿qué marca de himen artificial utilizó tu esposa anoche?

—Un Juana de Arco de importación, por supuesto —respondió Zhao el Poeta, en nombre de Song Gang. Y añadió, en el mismo tono orgulloso que Zhou el Trotamundos—. La esposa de Song Gang no utilizaría productos nacionales, ¿verdad?

Zhou el Trotamundos volvió a preguntarle a Song Gang:

—La última noche que hicisteis el amor, ¿cómo se sintió tu esposa?

De nuevo fue Zhao el Poeta quien respondió:

—¡Gritó de dolor!

Zhou el Trotamundos asintió satisfecho, y luego preguntó:

—¿Y cómo te sentiste tú?

—Me dio un sudor frío —replicó Zhao el Poeta.

Pero esta respuesta desagradó a Zhou el Trotamundos. Frunció el ceño y corrigió:

—Debió de ser sudor cálido como consecuencia de tan feliz esfuerzo.

Zhao el Poeta aceptó de inmediato la corrección:

—Primero fue un sudor frío, pero luego, al cabo de uno, dos, tres... tres segundos, ¡se convirtió en sudor cálido!

—¡Bien dicho! —exclamó en voz bien alta Zhou el Trotamundos—. Al cabo de tres segundos de disfrute, un frío polar se convierte en una oleada africana de calor.

Zhou el Trotamundos se mostró muy contento con la apresurada rectificación del Zhao el Poeta. Asintió en señal de aprobación y luego, confidencialmente, le preguntó a Song Gang:

—En conclusión, Song Gang, ¿cuál es la mayor ventaja de los himenes artificiales?

Esta vez Song Gang se ruborizó, y su mascarilla dejó ver su cuello y su frente rojos. No había esperado que se le colocara en aquella posición tan difícil, pese a no hablar ni asentir. Ahora sólo deseaba encontrar un agujero en el suelo para escurrirse dentro. Al final, de nuevo fue Zhao el Poeta quien respondió por él. Señalándolo, dijo en voz alta:

—La esposa de Song Gang es la única mujer que se ha acostado con él en toda su vida. Pero después que ella usó un himen artificial... —Zhao el Poeta levantó los dos dedos—... Song Gang puede decir que se ha acostado con dos vírgenes.

—¡Tienes toda la razón! —A Zhou el Trotamundos le brillaron los ojos de emoción, y dijo a gritos—: ¡Ésa es la ventaja de los himenes artificiales! No sólo permiten a las mujeres que ya han perdido sus himenes recuperar su seguridad y su amor propio, sino que además contribuyen a que los hombres sean más fieles a sus esposas! Apresúrense a adquirir algunos. ¡Las mujeres deberían comprarlos, y los hombres con mayor razón! Por el precio de una sola intervención en el hospital, con los himenes Juana de Arco los hombres pueden disfrutar de más de diez desfloraciones con una misma mujer, y con los himenes Señora Meng Jiang podrán gozar de treinta desfloraciones.

Las bellezas virginales y los ciudadanos de Liu se reían mientras disfrutaban de aquel tira y afloja entre Zhou el Trotamundos y Zhao el Poeta. Pero mirándolos se sentían un tanto perplejos. Un hombre señaló a Song Gang y le preguntó a Zhao el Poeta:

—Él le ha hecho claramente una pregunta a Song Gang; entonces, ¿por qué eres tú siempre el que contesta?

—¿Estaríais vosotros dispuestos a hablar abiertamente de lo que hacéis cuando os acostáis con vuestras mujeres? —replicó Zhao el Poeta—. Seguro que no. Pues Song Gang tampoco. Sin embargo, me ha pedido que responda por él.

Para entonces Song Gang lamentaba profundamente haberse colocado en aquella situación, y mantuvo la cabeza gacha. No dijo una palabra, ni asintiendo ni negando por señas. Se limitó a permanecer allí, sintiéndose sumamente incómodo, como si le estuvieran cortando las carnes con un cuchillo mellado. Las ventas de lanzamiento de Zhou el Trotamundos fueron todo un éxito: en el lugar de presentación nadie compró un solo himen, pero aquella noche la gente mantuvo despiertos a Zhou el Trotamundos y a Zhao el Poeta para comprarles discretamente sus hímenes artificiales. Varias noches seguidas fueron despertados por aquellos compradores de hímenes, con mayor insistencia aún que los mosquitos. La mayoría eran bellezas virginales que habían acudido a tomar parte en el concurso, pero en ocasiones se trataba de mujeres jóvenes de la ciudad de Liu. Por supuesto muchos compradores eran hombres, convencidos por el pregón de Zhao el Poeta y considerando que si no podían acostarse con otras mujeres que no fueran las propias, al menos podrían experimentar con ellas varias primeras noches. Todo esto hizo que Zhao el Poeta se ganara el respeto de Zhou el Trotamundos.

—Realmente eres un hombre de talento, y desde luego deberíamos colaborar en el futuro. Esta vez tus comisiones es probable que sobrepasen tu sueldo fijo.

A Zhao el Poeta le encantó oír eso, y preguntó:

—¿A cuánto ascenderán las comisiones?

—Lo sabrás a su debido tiempo.

Aquel mismo día, la noticia de su actuación llegó a oídos de Lin Hong, que se puso furiosa. Al principio estaba dispuesta a estallar en cuanto llegara a casa, pero al descubrir a Song Gang deprimido, tumbado en el sofá con manifiesta incomodidad y una expresión patética, su corazón se ablandó y comprendió que él sólo trataba de llevar dinero a casa. Meneando la cabeza, salió al vestíbulo de la casa, pero cuando vio a Zhao el Poeta, su ira renació. Corrió furiosa hacia él, y al advertir que no había nadie cerca, le dijo en voz alta:

—¡Cabrón!