Capítulo 9

MARIGOLD no sabía cuándo se había que dado dormida. Había llorado hasta hartarse, y había caído rendida en su cama pasada la medianoche. Pero no se había dormido inmediatamente. Había dado vueltas en la cama interminablemente. Y en algún momento, agotada, se había sumido en un atormentado sueño.

Cuando sonó el teléfono, le costó despertarse. Finalmente, se incorporó y contestó, mirando el despertador con ojos borrosos. Eran las cinco de la mañana.

Entonces, al oír una voz masculina llena de ira, recordó la historia de Flynn y Celine.

—¿Qué diablos quiere decir ese mensaje que me has dejado? —preguntó Flynn, furioso.

Marigold intentó ordenar sus pensamientos.

—Creí que era evidente su significado.

—¿Sabes lo de Celine?

¡Era increíble!, pensó Marigold. Ni siquiera intentaba negarlo.

—Es obvio, ¿no?

—¿Por qué hablas con desprecio de la velada de anoche, y me dices que te he engañado?

Nunca lo había visto tan enfadado.

—Te dije que no me habías engañado —le recordó

Marigold.

—También me has dicho que no quieres saber nada de mí, unas horas más tarde de haberme prometido ser mi esposa... Dime, ¿qué diablos es todo. esto? Y no me digas que es obvio porque para mí no lo es. Llevo levantado veinticuatro horas y no estoy de humor para juegos, Marigold.

«¡Juegos!», pensó ella. .

—Me dijiste que estarías en el hospital anoche —le reprochó Marigold.

—¿Y?

—Y he visto una imagen en televisión, de Celine llegando a Londres. Estabas con ella. Y Bertha me ha dicho que estabas con ella anoche. Bueno, no exactamente. Pero lo dio a entender.

—Espera un momento, aclaremos esto. Me has dicho que sabías lo de Celine, ¿no?

—Sí. Había un programa sobre los premios de moda, todo muy elegante y glamuroso —dijo Marigold. .

—¿Y tú crees que Celine estuvo allí anoche? —FIynn hizo una pausa—. ¿Y llamaste a Bertha para saber si estaba con Celine? ¿Es cierto?

—Sí.

Marigold tuvo la sensación de que algo iba mal.

—Podrías haberme llamado al móvil, o haber llamado al hospital si querías hablar conmigo directamente, Marigold.

—Tú... No estabas en el hospital.

—¿Te has asegurado de ello antes de hablar con Bertha?

—No.

—Al parecer, yo no valgo ni una llamada telefónica —protestó FIynn.

—No es así...

—¡Por supuesto que sí!

—Creí...

—Sé lo que has pensado, Marigold. Estabas segura de que te estaba engañando con Celine anoche, así que llamaste a Bertha para confirmarlo. ¡Maldita sea! He sido un tonto. Creí que podría hacer que me amases como yo te amo, pero no me has dado nunca la oportunidad. Aparte de la atracción física entre nosotros, me parece que ni siquiera te gusto.

—Flynn, eso no es verdad.

—Has creído que podría pedirte que te casaras conmigo y luego pasar la noche con otra mujer... —dijo FIynn con desprecio.

Marigold sintió un nudo en el estómago, porque era verdad. ¿Qué podía decir para enmendar aquello?

Luego FIynn dijo con amargura:

—Es verdad que estuve con Celine anoche, Marigold. La he dejado a las cuatro de la mañana. Está en cuidados intensivos después de haberle extraído un tumor del tamaño de una pelota de golf. Cuando vuelva a estar consciente, si vuelve a estarlo, probablemente tenga que volver a aprender a caminar, a hablar... Es posible que se quede ciega o algo peor. Tendrían que haberla operado hace semanas, pero un médico charlatán al que fue a ver, fue incapaz de reconocer los síntomas que indicaban que tenía un tumor, y le dijo que tenía migrañas.

Marigold estaba horrorizada.

—Vino a verme ayer para tener una segunda opinión. Yo supe enseguida que había que operar inmediatamente por las pruebas que le hice por la tarde. Pero hasta que no abrimos el cráneo no supimos lo mal que estaba.

—Flynn, lo siento —Marigold sintió vergüenza y remordimiento—. No sé qué decirte.

—No hay nada que decir. Creí que había algo real entre nosotros.

—¡No, por favor! Escúchame. No lo comprendí...

—No, tú no lo comprendiste. Pero yo no era lo suficientemente importante para ti como para hacer el esfuerzo de comprender, ¿verdad? —afirmó amargamente—. Si fuiste capaz de pensar que yo podía hacer algo así, no hay nada que hacer. He intentado que me conocieras en estos meses, Marigold. He querido que me conocieras por dentro, por decirlo de algún modo. Nunca he querido ser perfecto, pero tampoco soy la escoria humana por la que me has tomado.

—Te equivocas. No te he tomado por una escoria humana, Flynn —Marigold se puso a llorar. Pero a él no pareció afectarle.

—Algún día tendrás que confiar en alguien, Marigold.

Flynn estaba muy resentido. Y ella sintió que lo había perdido.

—Adiós, Marigold —dijo Flynn. Y colgó.

 

 

Los siguientes días fueron los peores que vivió Marigold.

Trabajaba como un autómata, porque tenía que hacerlo. Pero en las horas de soledad en su piso, emergía el inmenso dolor de su sentimiento de culpa.

Agarró el teléfono cientos de veces para llamar a Flynn aquella noche, pero colgó sin hacerlo. ¿Qué podía decirle? Lo había decepcionado y no había modo de arreglarlo.

Ni siquiera le había dado la oportunidad de defenderse. Debía de haber llegado del hospital, cansado física y mentalmente, y debía de haberse encontrado con su terrible mensaje.

Si ahora le decía que lo amaba, no la creería. Ciertamente, no había actuado como una mujer enamorada. El amor era pensar lo mejor del ser amado.

Se merecía su odio y su desprecio. Se merecía el dolor y la culpa.

 

 

Una mañana de un sábado frío pero soleado, Marigold oyó unos golpes en la puerta. Era Dean, con un enorme ramo de flores.

—He venido a preguntarte si aún podemos ser amigos, solo amigos —dijo Dean serenamente. No parecía Dean—. Era cierto que te echaba de menos. No quiero que nuestra relación se termine de este modo. Y no te culpo. Pero me gustaría pensar que podemos seguir siendo amigos, llamarnos de vez en cuando, tomar un café, y esas cosas. ¿Qué te parece?

Marigold lo miró, sorprendida, al ver su sincero deseo de reconciliación. Necesitada de alguien que la consolase, y ante el ofrecimiento de un hombro donde llorar, Marigold explotó, y dejó salir toda la tensión sufrida, rompiendo a llorar.

Después de desahogarse, tomaron café y tostadas, y aunque pareciera surrealista, Dean la animó a ir a ver a Flynn.

—Si pensara que hay alguna posibilidad de reconciliación entre nosotros, no te diría esto. Pero no la hay, ¿verdad?

Marigold agitó la cabeza, con la boca llena de tostada.

—Y me siento un poco responsable de que no hayas confiado en Flynn como deberías haberlo hecho si yo no me hubiera portado mal contigo.

—Sí.

Dean terminó su café.

—Así que ve a verlo. Habla con él frente a frente. Cuéntale cómo te sientes. Llora si tienes que llorar. Si no lo haces, te pasarás el resto de tu vida preguntándote qué habría pasado si lo hubieras intentado.

Después de que se hubiera marchado Dean, Marigold se dio un baño caliente, y permaneció un buen rato en burbujas con sabor a fresa, repasando todo lo que habían hablado.

Si alguien como Dean, tan egoísta y egocéntrico, podía tener aquel gesto generoso con ella, bien podría ella tener el gesto con Flynn, ¿no? Flynn podría hablarle con el cinismo de que era capaz, pero, ¿qué importaba? Al fin y al cabo, ella se merecía aquello. Después de la angustia que había sentido en los últimos días, ya no le quedaba orgullo. Así que haría lo que fuera por demostrarle cuánto lo sentía.

En aquella terrible llamada telefónica, Flynn había dicho que la amaba, y ella lo había creído. ¿La amaría todavía?, se preguntó. Aunque Celine fuera su primer amor ya no le importaba. Había sido ella a quien le había propuesto matrimonio hacía unos días. Era en el futuro de ellos en el que Flynn había estado pensando.

Marigold había llamado varias veces al hospital, preguntando por Celine, pero siempre le habían repetido lo mismo: «La señorita Jenet está todo lo bien que puede esperarse». En los últimos días ya no había llamado. Pero cuando salió del baño llamó a la casa de Flynn de Shropshire.

—¿Bertha? —dijo al oír la voz del ama de llaves—. Soy Marigold. Llamo para saber cómo está Celine.

—¡Oh! Hola —por el tono de Bertha, no parecía estar enterada de su ruptura—. ¿Por qué no se lo pregunta directamente al doctor Moreau, querida?

—¡Está tan ocupado!

—¡Oh, a mí me lo va a decir! Si continúa así, va a caer enfermo. Afortunadamente Celine está un poco mejor, así que ahora el doctor podrá relajarse un poco. Pero la pobre va progresando muy lentamente. Ayer estuvo más despierta y, al parecer, pudo hablar. Es una suerte que no le haya afectado a la visión, ¿no? Creo que eso es lo que más le preocupaba al doctor Moreau.

Cuando por fin colgó, Marigold estaba temblando. Celine estaba bien. Iba a mejorar. Según Bertha, Flynn confiaba en que le había quitado todo el tumor y el pronóstico era bueno.

Marigold decidió ir a su piso en cuanto se vistiera. Tenía que verlo aquel día, en aquel momento. Tenía que hacerle comprender que lo amaba, de verdad. Y luego, el resto, dependía de él. Si no podía perdonarla... Bueno, no quería pensar en eso.

Después de secarse el cabello y cepillárselo, estuvo mirando el armario, tratando de ver qué se ponía. Necesitaba estar guapa, pero no demasiado provocativa y arreglada. Quería estar femenina y atractiva, pero no demasiado llamativa. Que no se notase demasiado que quería atraerlo.

Eligió un par de pantalones marrones y una botas a juego, con un jersey blanco, que le había costado muy caro, pero que siempre la había hecho sentir muy bien.

Se maquilló para disimular su palidez y sus nervios.

No podía competir con Celine en belleza, y no iba a intentarlo siquiera.

¿Le hablaría Flynn?

Cuando el taxi llegó al hospital, Marigold tomó aliento.

Había ido primero al piso de Flynn de Londres, pero como no había nadie, había asumido que estaba en el hospital. Por supuesto que podría no estar allí, se dijo, pero tarde o temprano iría a ver a sus enfermos.

Después de pagar al taxista, se dirigió a la Recepción.

—¿En qué puedo servirla? —le preguntó la recepcionista.

—Quisiera hablar con el doctor Moreau. El doctor Flynn Moreau —dijo firmemente Marigold.

—¿Tiene cita con él?

—No.

—Entonces, lo siento mucho, pero...

—No soy paciente del doctor Moreau. Soy una amiga a la que seguramente querrá ver si sabe que estoy aquí —estaba mintiendo mejor que antes al parecer.

—La secretaria del señor Moreau no se encuentra hoy, pero veré si puedo ponerme en contacto con él —dijo la recepcionista—. No sé si está en el edificio.

Marigold no le creyó a la mujer.

—¿Quién le digo que ha venido...? —preguntó la recepcionista.

—La señorita Flower.

—Tome asiento, señorita Flower. Veré qué puedo hacer —agregó la mujer y se dirigió hacia una zona donde había un sofá, a una cierta distancia de allí.

Marigold sonrió con cortesía.

La vio hablar por teléfono desde donde estaba sentada, pero no podía oír lo que hablaba.

La mujer colgó y en aquel momento otro teléfono empezó a sonar. La mujer lo atendió y volvió a hablar.

De pronto, se sintió presa del pánico. No debería haber ido allí, pensó.

Había sido un error.

Pero en aquel momento oyó una voz grave a su espalda.

—Hola, Marigold.

Pensó que su corazón se iba a detener.

Se dio la vuelta y se puso de pie rápidamente.

—¡Flynn! No te he oído acercarte...

Flynn se retiró un mechón de pelo de la frente, un gesto que expresaba una tranquilidad calculada.

—Sophia me ha dicho que querías verme —dijo él.

Tenía muy mal aspecto, a pesar de que estaba tan atractivo como siempre.

—¿Y Celine? Bertha me ha dicho que está bien. Que está mejorando.

—Celine está bien.

—Siento venir a molestarte aquí, pero tengo que hablar contigo. La recepcionista... me ha dicho que no sabía si estabas aquí o no...

—Han sido unos días tremendos. Hubo un accidente en la autopista y he tenido que andar de un hospital a otro.

Marigold asintió. Así que era por aquello por lo que tenía tan mal aspecto.

Por un momento, un momento de estupidez, se preguntó si sería por ella.

Flynn achicó los ojos, la miró detenidamente y le preguntó:

—Evidentemente, estás de paso por aquí. ¿En qué puedo ayudarte?

Por un momento, Marigold pensó en darse la vuelta y marcharse, pero algo le hizo quedarse allí.

—He venido a verte —le dijo.

—¿Por qué?

Era ahora o nunca.

—Para decirte que te amo.

 —Vete a casa, Marigold.

Pero Marigold había notado el brillo de sus ojos y el gesto de tristeza en su boca.

—No, hasta estar segura de que comprendes lo que siento. Si te marchas ahora, voy a seguirte. No tengo miedo de hacer una escena.

Los ojos de Flynn parecieron agrandarse.

—Esto es ridículo. Pero si insistes, será mejor que vengas a mi despacho. Este es un hospital, por si se te ha olvidado.

El despacho de Flynn daba al jardín. Pero no se fijó en su decoración.

Una vez que Flynn cerró la puerta y se sentó en el borde de su escritorio, le indicó una silla para que se sentara.

—Tengo una reunión. Solo puedo estar contigo cinco minutos —dijo Flynn con frialdad.

Marigold no se sentó. Caminó hasta ponerse frente a él.

Le tocó la cara levemente, y aunque Flynn no movió un solo músculo, notó que se ponía tenso.

—Te hace falta un buen afeitado —comentó Marigold.

Flynn no contestó.

—Llevo despierto desde las dos de la madrugada. Hubo complicaciones con una de las víctimas del accidente. Tengo una maquinilla eléctrica en mi escritorio. Luego me afeitaré.

Marigold le rodeó el cuello con sus brazos.

—Flynn... —dijo serenamente—. Perdóname. Te amo con todo mi corazón. Por favor, cásate conmigo.

—No tienes que hacer esto, Marigold. Soy un hombre maduro. Puedo sobrevivir al rechazo —intentó quitarse los brazos de Marigold del cuello. Pero ella se aferró fuertemente.

—Escúchame —dijo firmemente. Sintió cierta esperanza, porque sabía, sin saber cómo, que él la amaba todavía—. Te amo, te amo. Te he amado casi desde el principio, pero no podía atreverme a aceptarlo. Por un lado, era demasiado pronto después de la relación con Dean. Y por otro, y esto era lo más importante, me di cuenta de que tú podías herirme más que ningún otro hombre. Y luego escuché a esas mujeres hablando de esa chica a la que todavía amabas... Y encima no era una mujer normal, sino Celine Jenet, una de las mujeres más bellas del mundo. Comprendo que nadie pueda compararse con ella. Creí que estabas esperando a que ella volviera a tu lado.

—¿Querer que volviera a mi lado? Marigold, fui yo quien rompió la relación, no Celine. Me di cuenta de que la quería como a una hermana, o una amiga. Y después de un tiempo, Celine se dio cuenta de que lo nuestro no hubiera funcionado. Si nos hubiéramos casado, habríamos sido muy desdichados.

¿Por qué no había pensado que podría haber sido él quien hubiera roto el compromiso? Porque lo amaba demasiado.

—Estaba celosa —susurró Marigold con los ojos borrosos de lágrimas—. Y no confiaba en ti. No merezco otra oportunidad...

Flynn se bajó del escritorio y tiró de ella hacia él. La besó apasionadamente.

—Te amo, Marigold Flower —murmuró sensualmente—. Siempre te amaré. Te amaba cuando creía que no me amabas ni me querías, y era una tortura para mí. Nunca me he sentido de este modo. He vivido treinta y ocho años sin saber lo que era de verdad el amor hasta que te conocí. ¿Puedes creerlo?

—Sí, sí, te creo —los ojos de Marigold brillaron de felicidad.

Flynn la volvió a besar, acariciándole el cuerpo íntimamente.

—Eres todo lo que yo deseaba, aunque no sabía qué era lo buscaba exactamente. Lo supe cuando te conocí. ¿Crees que eso tiene sentido? —preguntó él.

—No lo sé.

Ella no sabía nada cuando estaba a su lado, excepto que no quería alejarse de él en toda su vida.

—Y tú me considerabas tu enemigo... E hiciera lo que hiciera para convencerte de que estábamos hechos el uno para el otro, no te rendías...

Flynn hablaba como si ella hubiera sido muy valiente cuando la realidad era que había estado hecha un lío, asustada de sus propios sentimientos.

—Pídemelo otra vez —dijo Flynn.

—¿El qué?

—Pídeme nuevamente que me case contigo —dijo Flynn—. Quiero que sepas que será para toda la vida. Una vez que te diga «sí», no habrá vuelta atrás, Marigold Flower. Pase lo que pase, eres mía.

—Flynn Moreau, ¿quieres casarte conmigo? —le pidió ella—. ¿Quieres ser mi esposo y el padre de mis hijos? ¿Quieres envejecer a mi lado y ver crecer a nuestros nietos? ¿Quieres ser mi amor para toda la vida?

—Sí —dijo Flynn.

Y Marigold lo besó apasionadamente.

 

 

Fin