Procreación
I. CREACIÓN
de agosto, lunes. Hoy, se me ha ocurrido algo de repente. Estaba meditando acerca de la idea de Gott (Harvard) según la cual el universo contiene sólo un monopolo magnético -porque ésta es su semilla-, del mismo modo que cada gota de lluvia contiene tan sólo una partícula de polvo (lo cual, naturalmente, significa que los chicos de Berkeley y Houston se equivocan queriendo atraparlas en su globo sobre Nebraska). ¿Por qué no fabricar uno en el acelerador? Porque es imposible mover algo tan pesado; los monopolos deben de ser diez mil millones de veces -aproximadamente- mayores que la masa de un átomo de hidrógeno. Una gran idea: para fabricar diamantes industriales, hay que obtener presión mediante una explosión. ¿Por qué no utilizar una descarga eléctrica? Lo han hecho ya en el acelerador, lo han probado y nada. Le han disparado electrones a la Nada para ver si eran atraídos o repelidos. Electrones, unos cuantos positrones. Probablemente fallo en el equipo.
de agosto, martes. Anomalía en el objetivo. Lo he sacado del acelerador, lo he lavado y lo he frotado con piedra pómez, etc., todo inútil. Lo he puesto bajo el microscopio. Mancha oscura de agua y limpiador que no se va. Materia pesada que parece estar posándose.
de agosto, miércoles. Le he dicho a Sis, a Martha:
«¿Qué te parecería decir "mi hermano (esposo) el premio Nobel"? Martha: "Gene, estás loco, ya he oído eso antes, etc."». Sis, interesada. (Lo que yo esperaba de las dos, en realidad.) Le he hablado de ello: de que he encontrado el monopolo, he hecho el microverso, Gott tiene razón. He ido al laboratorio. El microverso parece tener forma piramidal. Extraño. Lo he inclinado y el agua fluía como por gravedad, dejando algunos sólidos secos. Gravedad interuniversal. Quería llamar a John Cramer para hablarle de ello, pero ha ido a Berlín Occidental como profesor invitado. Tenía que dar conferencias, no ha hecho gran cosa.
de agosto, jueves. He puesto luz en el laboratorio para poder encenderla y estudiar el microverso. Ya no es piramidal, ahora es cúbico y más grande. Lo cual significa tan sólo que ha pasado de cuatro ángulos a ocho. Sin duda proseguirá así hasta que su forma se aproxime a la de una esfera, si yo se lo permito. Tiene gracia que yo haya escrito acerca de la existencia de alguna que otra extraña partícula(como el monopolo) «en algún extraño rincón del universo», sin adivinar que podía ser cierto. (¿Propiedades especiales en los rincones?) De todos modos, no parece importar el tamaño que adquiera, no ocupa «Espacio», al no estar en absoluto en nuestro universo. Cuando mido el objetivo con calibrador, sigue teniendo el tamaño correcto. Pero la regla entra en el microverso y pierde algo de longitud, y ello hace que parezca que el objetivo ha crecido. (Nota: recordar que hay que escribir acerca del concepto de «Espacio» para la Physical Review C.)
de agosto, viernes. He introducido material celular(raspaduras) de la manzana que Sis ha puesto en mi almuerzo. Resultados pasmosos. Materia verde que se extiende sobre todo el material inorgánico por encima del agua. (Eso ha crecido también, creo; parece estar expandiéndose junto con el microverso, aunque con menor rapidez.) He ido a Biología, me he agenciado muestras de tejido de conejos, ratones, etc., y los he introducido: nada. Parece que han muerto.
de agosto, sábado. Parece que me equivocaba acerca
del tejido animal. He visto hoy unas cositas correteando de aquí para allá, y una o dos nadando. Parecen grandes para ser microorganismos; quería atrapar algunas y luego volverlas a introducir, pero eran demasiado rápidas. Lo más sorprendente es que la materia vegetal se ha convertido en licopodio o algo por el estilo. Con el cristal bueno, incluso puedo ver vainas de espora colgando de las ramas. ¡Fascinante! Quería volver a repetir lo del tejido animal, pero había tirado los cultivos. Me he raspado la muñeca y he metido las raspaduras. También éstas crecen. He atrapado al bichito antes de que estuviera demasiado animado y lo he raspado también a él. Lo he vuelto a meter. Pronto andaba correteando normalmente, y el tejido que yo había sacado de él se ha convertido en otro, muy parecido.
7 de agosto, domingo. He decidido no ir a la universidad, aunque sabía que si no iba Martha me estaría fastidiando -como así ha ocurrido- con ir a la iglesia. He dormido hasta tarde, he visto el partido de béisbol por televisión. Me he puesto a hablar del microverso con Sis y ella quería hablar a «la gente» de nosotros. Es una tontería, pero estaba tan nerviosa que no me he podido negar a ayudarla. Ha hecho unos dibujitos en una hoja de papel para poder doblarla y que parezca un librito, empezando por la descarga por arco y terminando cuando yo observaba a los Yankees marcarle uno a los Angels. Hemos ido a la universidad y lo hemos reducido seis veces en la estupenda copiadora, y ella lo ha doblado. Quizá no debiera decirlo aquí, pero creo que no me he sentido tan orgulloso en mi vida como cuando le he enseñado el microverso: ¡qué entusiasmada estaba! (habla ya de poner unas cuantas células suyas). Pero, cuando he utilizado el cristal, ¡qué espanto! Los bichos se estaban comiendo las vainas de espora, o lo que sean. Quiero echarles un vistazo más detallado, así que he empezado a buscar el modo de asustarlos y que las suelten. Una mosca de la fruta daba vueltas en torno al corazón de manzana que estaba en mi papelera, la he cogido y la he metido dentro. Se han dispersado, como por arte de encantamiento. Sis dice que deberíamos ponerle título a su libro, pero no se nos ocurría nada adecuado. Después de mucho hablar, nos hemos limitado a escribir nuestros nombres, «Gene» y «Sis», en la tapa y lo hemos echado dentro.