Epílogo
Y así llegamos al final de esta historia. En poco más de trescientas páginas, con las inevitables omisiones a las que obliga el espacio, hemos visto cómo el cómic ha pasado de ser un medio popular con escasa consideración cultural a ser un arte contemporáneo más. Lejos de los tiempos en los que era un medio de masas, ahora el cómic encuentra una nueva vida en las librerías y está alcanzando a ese gran público lector que lo percibía hasta ahora como algo infantil. Sin que su vertiente más puramente comercial haya desaparecido, los cambios en el mercado han permitido que en los últimos años los autores que así lo desean puedan dibujar sus obras con libertad creativa, sin ataduras relativas a géneros o formatos. Desde luego, aún queda mucho por hacer y mucho camino por recorrer, pero el excelente momento artístico que vive el cómic en todo el mundo, como medio más global que nunca, inspira un gran optimismo.
El futuro, como siempre, está lleno de retos e incertidumbres. Con la novela gráfica plenamente asentada, han empezado a aparecer muchos autores que vuelven la vista a los pequeños formatos, al minicómic y al comic-book. Hay por todo el mundo un nuevo auge de la autoedición y el fanzine, y se recuperan géneros antiguos bajo miradas contemporáneas. Y como no podía ser de otra forma, internet y las nuevas tecnologías están cambiando por completo las reglas del juego, tanto de la creación como de la distribución del cómic.
Pero más allá de eso, lo que está claro es que el cómic se ha consolidado como un arte y un medio de comunicación del siglo XXI, dinámico, consciente de su pasado pero abierto ante el futuro. Se ha enfrentado al desafío de sobrevivir a un cambio de paradigma y lo ha superado con creces. Y por el camino ha ido dejando autores y obras excelentes, a cuyo reconocimiento esperamos que haya contribuido este libro.