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la menor entre los clanes de Judá,

de ti sacaré al que ha de ser

el gobernador de Israel;

sus orígenes son antiguos,

desde tiempos remotos.

Por eso él los abandonará basta el momento

en que la parturienta dé a luz

y el resto de sus hermanos vuelva

con los hijos de Israel.

Pastoreará firme con la fuerza de YHWH,

con la majestad del nombre de YHWH su Dios.

Vivirán bien, porque entonces él crecerá

hasta los confines de la tierra.

Desde hacía casi setecientos años, cada judío de aquel país llevaba aquel pasaje en su corazón como una perla preciosísima: anunciaba que un día el Mesías se levantaría en Belén y conseguiría unir a los suyos para que acaeciera la victoria y que por fin se estableciera el reino del Señor. Setecientos años llevaban esperando los judíos, dijo para sí Filón. Setecientos años...

Se disponía a desenrollar la siguiente hoja cuando al posar la mirada sobre las primeras palabras recibió una tremenda sorpresa. La continuación... La continuación de la prédica de Miqueas... ¡Era la profecía del tefilín!

Amenaza de YHWH

Pero en el día del nazireno,

último nacido de David desde el país de Egipto,

si la sangre de Jacob vierte su propia sangre,

si peca de nuevo ante la Faz de su Dios,

¡entonces Yo haré que Belial surja del fondo de los abismos,

y con él la tropa de Asur, hasta el corazón de Israel!

¡Llorad! ¡Llorad, hijas de Jerusalén!

¡La plaga de Dios contra su sanador,

la boca de la mentira contra el resto de verdad,

los hijos de las tinieblas contra los hijos de la luz!

¡Y siete veces siete generaciones para el que venza!

Que sea así conocida la verdadera palabra de Moreset,

el soplo de YHWH Sebaot su Dios.

¡Increíble! En el rollo de Caleb, ¡la profecía del tefilín venía de inmediato después de la visión de Belén! ¿Acaso aquello podía significar que los esenios...?

Pero aquello no era todo. En su ejemplar de estudio, el escriba había añadido dos palabras en griego, en la parte superior de la hoja:

nazireno / nazareno

Estas transcripciones del hebreo al griego debían de tener su importancia, ya que, más allá de la lengua, el escriba también había subrayado dos letras: nazireno/ nazareno. Si bien Filón sabía perfectamente lo que quería decir «nazireno» —sabio entre los sabios, piadoso entre los piadosos—, era incapaz de comprender a qué hacía referencia «nazareno». Resultaba evidente que Caleb cultivaba el misterio.

En aquel instante, se oyó el crujido de unas sandalias en la entrada de la gruta:

—¿Filón? Filón, ¿estáis ahí?