Capítulo 38
Durante años, el verdadero objetivo del Judicador Amdor había sido encontrar y capturar a uno de los Templario Oscuros. Sus creencias y prácticas eran aborrecibles para él, y el conocimiento de su sombría existencia, deambulando y ocultándose por todo el Vacío, le hacía sentirse psíquicamente enfermo.
Para un Judicador leal, esta pasión tenía prioridad por encima de descubrir el artefacto xel'naga. Amdor quería acabar con los traidores que habían conducido a muchos otros protoss fuera del vínculo psíquico del Khala. Los protoss fueron considerados fracasos a los ojos de los xel'naga, pero habían aprendido a cooperar, a captar el flujo de pensamientos que ligaba la raza en una sola unidad.
Excepto por los miembros de los Templarios Oscuros, rebeldes que insistían en ser independientes. Intentaban «apartar» las mentes de los protoss, debilitando el Khala en el proceso al destruir la unidad de los Primeros Nacidos. Amdor sentía la necesidad de evitar que tal daño continuase.
Y ahora esta odiosa mujer, Xerana, se había rendido voluntariamente, apareciendo ante ellos en mitad de su grandiosa batalla. Amdor deseaba tener tiempo para realizar un profundo interrogatorio a bordo del Qel'Ha.
No obstante, incluso cautiva, Xerana no parecía estar atemorizada. Más bien, se mostraba apasionada, mostrándoles blasfemos pergaminos repletos de escritura arcaica.
—Debéis mirar mis pruebas —dijo, sus pensamientos dirigidos hacia Amdor y el Ejecutor Koronis con suficiente volumen mental para que los demás pudieran oírla. Sostuvo un andrajoso retazo de un documento recuperado—. Contemplad la evidencia por vosotros mismos. Antes de que hagáis alguna estupidez, debéis entender lo que los xel'naga abandonaron en este mundo. No despertéis la semilla.
Tras ella, las encrespadas paredes porosas del luminoso objeto verde resplandecían con brillantez desde la falda de la montaña, como si algún horno enterrado estuviese caldeándose.
Amdor arrebató el fragmento de su mano de tres dedos y lo desgarró a trozos.
—No tenemos ningún interés en tus mentiras. No sé qué truco de Templario Oscuro estás intentando emplear. ¿Estás llamando a otros herejes para que te ayuden a usar este gran tesoro en vuestros esfuerzos por destruir el Khala?
Encarándose hacia él, Xerana le contempló con calma.
—Los Templarios Oscuros no tenemos interés en destruir el Khala. Ni vosotros habéis mostrado jamás interés en comprendernos. Primero los Judicadores ordenaron la exterminación de nuestra tribu porque éramos una vergüenza para vosotros. Luego, cuando los valientes protoss rehusaron cometer tal genocidio, nos desterrasteis, obligándonos a ocultarnos del resto de los Primeros Nacidos. Nos expulsasteis de nuestros hogares, y aún así, aquí estoy, arriesgándome para advertiros de la locura que estáis cometiendo.
Xerana levantó una mano para señalar el extraño objeto desenterrado.
—No entréis en este artefacto. Fracasasteis al entender su naturaleza. No es lo que pensáis.
El Judicador Amdor se limitó a burlarse.
—Más que cualquier otro, me has convencido para entrar e investigar «personalmente». —Le dedicó a Koronis una llameante ojeada—. Acompañado por el Ejecutor, por supuesto. Decidiremos por nuestra cuenta qué hacer con este tesoro y reclamar sus misterios por el bien del Khala… no por marginados como tú.
Incitado por la fanática mirada desafiante del Judicador, el Ejecutor Koronis no tuvo más elección que estar de acuerdo.
Combando los hombros, Xerana bajó la cabeza, sabiendo que había fracasado. No había esperado un resultado diferente. Se había visto moralmente obligada a entregar su advertencia, a hacer lo posible por evitar el potencial desastre.
—En mitad de esta batalla, la hereje es demasiado peligrosa para mantenerla cautiva —dijo Amdor. El Judicador llamó a cuatro Fanáticos y Dragones y les ordenó que prepararan sus armas—. Todos los Templarios Oscuros ya han sido juzgados; su muerte es la sentencia. Se han dejado tentar por el Vacío y han ignorado la llamada del Khala. —Hizo un gesto contundente—. Ejecutadla mientras el Ejecutor Koronis y yo entramos en el glorioso artefacto.
Se desplazó para permanecer detrás de Koronis. La enorme estructura resplandeciente parecía llamarlos, atraerlos al interior. En su corazón, Amdor sintió una urgente necesidad de penetrar en sus pasadizos y experimentar el sobrecogimiento y la maravilla en persona.
Xerana se volvió para mirar con profunda desilusión a Koronis.
—Entiendes tan poco, a pesar de lo mucho que dominas…
Disgustada, invocó las energías del Vacío y las liberó. Usando misteriosos poderes que había desarrollado durante su propia búsqueda a través de la fiereza del espacio, Xerana alcanzó la corriente que conectaba a todos al Khala, el vínculo mental que ataba a todos los protoss en una unidad armoniosa con diferentes personalidades pero una psique unificada. No dañándolos (ningún Templario Oscuro deseaba hacer daño a sus camaradas protoss), Xerana erigió diques temporales e invisibles en la corriente del Khala. Cortó al Ejecutor, al Judicador, y a todas las fuerzas protoss cercanas. Sabía cuánto caos causaría su esfuerzo.
Desunidos de la preciada red del Khala, los protoss se sintieron abandonados… solos… aterrorizados. Algunos de los Fanáticos gimieron con voces telepáticas. El Dragón más cercano se tambaleó, incapaz de seguir controlando su cuerpo cibernético.
El Judicador Amdor cayó sobre sus rodillas y levantó las garras como si pudiese extraer psíquicamente retazos del Khala desde el aire.
—¡Estoy ciego! ¡Estoy perdido!
A continuación, empleando el truco que la había llevado hasta allí, Xerana doblegó las sombras de su alrededor y plegó la luz de modo que pareciese haberse desvanecido de la vista. En la confusión resultante, huyó del campo de batalla, dejando a su pueblo al destino dictado por sus propias y descarriadas elecciones.
Tenía una larga distancia que recorrer para no verse atrapada en el interior del holocausto.