Capítulo 28
Cuando los borrascosos y destructivos marines terráqueos tomaron la ciudad de Refugio Libre, Octavia Bren no distinguió la diferencia con la propia invasión zerg.
Mientras los colonos supervivientes se apresuraban por extinguir los fuegos, atender a los heridos y enterrar a los muertos, el General Duke requisó el edificio intacto más grande frente a la plaza principal e instaló una silla de mando plegable desde su crucero de batalla. Él y sus hombres se desplazaron con precisión militar para establecer su campamento base dentro de los límites de la ciudad.
Aunque Abdel y Shayna Bradshaw cuidaban de los colonos heridos que habían sido llevados a la sala de juntas, Octavia contempló a aquellos que aún yacían donde habían caído. Se deslizó de un vecino desangrado a otro, atendiendo sus cortes y huesos rotos con vendajes de plastiscab, tablillas y antibióticos, agotando con rapidez el ya de por sí pequeño almacén de primeros auxilios de Refugio Libre.
Octavia miró a su alrededor. Todos estaban o bien heridos u ocupados en asuntos urgentes… excepto los militares terráqueos. Indignada, se dirigió a grandes zancadas hacia donde el satisfecho general se sentaba en su silla de mando plegable de la plaza de la ciudad, dirigiendo las operaciones militares.
—Los colonos agonizan —anunció—. Necesitamos suministros médicos y personales.
El General Duke apenas la miró.
—Mis hombres están ocupados. Tenemos que establecer el campamento base.
—Sus hombres, y usted, General, fueron enviados aquí para «ayudarnos». —Octavia no tenía intención de darse por vencida. Los colonos estaban muriendo. Sus amigos estaban muriendo. Le sostuvo la mirada al general, rehusando ser ignorada.
Finalmente él envió una docenas más de sus médicos de campo para asistir en las operaciones y a otro para que fuera a buscar una caja de suministros médicos. Octavia sabía que Duke lo hacía más por librarse de ella que por interés humanitario. Por ahora, no obstante, todo lo que le importaba eran los resultados.
Los marines del Escuadrón Alfa descendieron por las rampas de carga de los cruceros de batalla con una docena de VCE para recabar minerales vitales y almacenar gas vespeno (ya que Octavia se había visto forzada a borrar del mapa el depósito de combustible de la ciudad).
Entablilló la pierna rota de Jon y continuó hasta un conmocionado chico de unos doce años que había perdido mucha sangre. Le proporcionó una infusión de plasma y un potente agente aliviador. Luego levantó la vista para contemplar con curiosidad cómo un enrojecido Alcalde Nikolai se dirigía hacia Duke, con los puños cerrados, y sus huesudos brazos flexionados como si por primera vez en su vida pudiera imaginar asentar un puñetazo a alguien.
—¡General, sus hombres están destripando nuestros edificios! ¡Han robado motores y suministros de nuestro hogares, y ahora les ha enviado en vehículos para asaltar nuestras granjas! Hemos sobrevivido a los zerg sólo para ser desvalijados por nuestros rescatadores. ¡Cómo se atreve! Exijo una explicación.
El General Duke frunció el entrecejo.
—Usted nos llamó para que les recatáramos, Alcalde. El Escuadrón Alfa se encontraba en mitad de un difícil conflicto orbital, pero rompimos el bloqueo, aterrizamos aquí, y les salvamos el pellejo. Creo que debería mostrarse un poco más agradecido.
—Pues claro que estamos agradecidos —farfulló el Alcalde Nik—. Pero de nada habrá servido salvarnos de los zerg si al final resulta que morimos de hambre un mes después.
—Cálmese, Alcalde. Antes de que el Escuadrón Alfa parta de este planeta podemos dejarles algunos de nuestros Alimentos Listos para Comer. Porque estoy seguro de que un par de miles de paquetes termales de carne de vaca picada están a punto de cumplir su fecha de caducidad.
Nik protestó, pero el general le hizo un gesto de desdén.
—Le aseguro que sólo estamos haciendo lo necesario para cumplir nuestro objetivo. El Escuadrón Alfa tiene sus órdenes, como ya sabe. Hemos hecho lo posible por ayudarles, pero tenemos un enemigo al que vencer y un artefacto alienígena que reclamar en nombre del emperador. —Le dedicó una perniciosa mirada al alcalde y se rascó su barbuda mandíbula—. Le aviso, no interfiera con mis hombres o requisaré otro de sus edificios y lo usaré como prisión.
Dos marines lo escoltaron fuera mientras forcejeaba y se retorcía como un niño al que se le hubiese quitado su juguete favorito.
Una vez el general hubo interrogado a un puñado de colonos que sus tropas adquirieron aleatoriamente, envió a los marines a buscar a Octavia Bren, que al parecer había dado la voz de alarma original y que aparentemente tenía más experiencia con los alienígenas que ningún otro de Refugio Libre.
Sin ofrecer una explicación, y tras escoltarla a su nuevo centro de mando, anteriormente la casa del Alcalde Nikolai, se sentó en su escritorio para evaluarla. No le ofreció ningún refrigerio. Sintió una renovada aversión hacia él.
—Bueno, señorita Brown —comenzó en tono grave.
—Bren, General. Es Bren.
—Sí, claro. Bien, es hora de que cumpla con su deber como ciudadana del Dominio Terráqueo.
Octavia permaneció erguida y le dedicó un ligero ceño fruncido.
—Aquí en Bhekar Ro somos independientes, General. Nunca habíamos oído hablar de su Dominio hasta que enviamos ese mensaje hace algunos días, así que ¿se nos podría considerar ciudadanos?
—Pese a todo, el Emperador Mengsk ama y confía en todos sus subordinados… incluso en los ignorantes. —Tamborileó sus gruesos dedos contra el escritorio—. Entiendo que usted, más que cualquier otro de este asentamiento, sepa algo sobre ese misterioso artefacto alienígena. Lo ha visto con sus propios ojos.
—Mató a mi hermano, General.
—Bueno, bueno —dijo—. No quiero que me diga sólo lo de su hermano, sino toda la experiencia que tuvo allí. Ahora, señorita, cuénteme todo lo que recuerde. ¿Qué vio? ¿Qué defensas lo rodean? ¿Qué observó sobre su potencial como «arma», quizá? Si esa cosa puede ayudarnos a conquistar al enemigo, nos marcharemos y les dejaremos en paz. ¿No le gustaría que nos fuésemos y que continuaran haciendo… lo que se sea que hicieran aquí?
Octavia no deseaba otra cosa en el mundo, así que les proporcionó los detalles. Empezó con cómo ella y su hermano habían encontrado el objeto expuesto tras una avalancha, explicó cómo había muerto Lars y después cómo se había freído la robo-cosechadora.
El General Duke enarcó una ceja.
—Interesante. Quizá pueda adaptarse para poner fuera de combate a cualquier vehículo enemigo. Como algún tipo de rayo ionizador. Hmmm, tendré que enviar un equipo de especialistas científicos para que lo estudien más de cerca.
—Creo que todos esos alienígenas han tenido la misma idea —dijo—. Sus científicos pueden llevarse una sorpresa.
—No se preocupe por su hermosa cabeza, niña. Tenemos experiencia con los zerg y los protoss. —Miró algunos de los instrumentos que le rodeaban y que había trasladado a la casa del alcalde, incluyendo los sismógrafos tomados del propio hogar de los Bren.
Despreocupadamente, como si relatara sus días gloriosos, le contó parte de la historia de la primera guerra entre los protoss, los terráqueos y los zerg. Conforme Octavia le escuchaba pavonearse, echó un vistazo a los reparados sismógrafos a tiempo para verlos zarandearse y captar numerosas explosiones, todas ellas centradas en torno al artefacto del distante valle.
—Parece que se están produciendo ciertas perturbaciones allí, General.
Duke estudió con rapidez los puntos de luz y frunció sus gruesos labios.
—Sin duda son lecturas de armas. ¡Deben de ser ecos de una gran batalla… y mis hombres aún no están allí! —Cerró el puño con fuerza y golpeó el escritorio del alcalde—. ¡No habría perdido la oportunidad de conseguir ese objeto si no hubiese malgastado mi tiempo rescatando a indefensos colonos!