Capítulo 7
En las profundidades del espacio, rodeado por las naves de guerra más poderosas de la fuerza expedicionaria protoss, el Ejecutor Koronis buscaba la privacidad y el refugio de su propia cabina a bordo del transporte insignia Qel'Ha. Allí podría contemplar su misión, su destino, y el de su raza.
Podía percibir a través de sus apéndices nerviosos a todos los protoss leales que servían a bordo de las naves de su flota: industriales, científicos y trabajadores de la casta Khalai; los ferozmente dedicados Fanáticos y los otros soldados de la casta guerrera, llamados Templarios. Incluso percibía la severa casta gubernativa-religiosa de los Judicadores, que supervisaban la culminación de esta misión y sustentaban el enfoque sobre el Khala.
Pero mientras intentaba encontrar la paz y la contemplación, Koronis podía sentir la miseria y el fracaso de toda su tripulación. Los hombros del Ejecutor descendieron bruscamente, provocando que las rígidas almohadillas puntiagudas de su uniforme se combaran. El mundo natal protoss de Aiur había sufrido un devastador ataque a manos de los zerg y casi todo había sido destruido, pero la fuerza expedicionaria de Koronis se había encontrado lejos de la escena de la masacre, lejos de sus familias y hogares. No habían ayudado en nada. Habían fracasado. Y toda la raza protoss se había balanceado al borde de la extinción.
Era una carga difícil de sobrellevar.
Koronis se sentó en su curvada silla de meditación y sostuvo entre sus escamosas manos un pequeño fragmento de un raído pero aún resplandeciente cristal. El marchante de gemas le había contado que el antiguo profeta Khas había empleado este fragmento de vidrio cuando descubrió el sendero telepático del Khala. El Khala había unificado finalmente a los protoss, uniéndolos a través de sus habilidades mentales, y poniendo fin al Eón de la Contienda que había desgarrado su civilización durante mucho tiempo.
Koronis no sabía si el mito que rodeaba el origen de ese cristal Khaydarin era cierto o sencillamente una patraña elaborada por un comerciante deseoso de conseguir el mejor precio, pero el Ejecutor se reconfortó con la posibilidad. Clavó sus ojos en el cristal, concentrando sus energías mentales. Sus poco profundos ojos dorados ardieron como pequeños soles lejanos, al contemplar la estructura interior del cristal. Su texturizado rostro gris ondeó mientras se concentraba, con el ceño estriado y sus ornamentados hombros encorvados. Su mentón sin boca permaneció firme.
Hacía muchas décadas, el Cónclave protoss había enviado a Koronis y a su fuerza expedicionaria a una misión de larga duración muy lejos del borde del Sector Koprulu. Ya que los protoss eran una raza de larga subsistencia, no se preocupaban por las décadas o incluso por los siglos, y se había sentido orgulloso de ser elegido. Antes de partir, Koronis había sido nombrado Ejecutor, un alto rango que ostentaban muy pocos, puesto que su misión había sido considerada extremadamente importante.
Él y su tripulación habían sido enviados para buscar algún rastro de los heréticos Templarios Oscuros, que habían rehusado unirse al Khala y mantenerse separados de la presencia mental unificada de los protoss. Los Judicadores en el Cónclave no podían aceptar tamaña desgracia para la sociedad protoss. Ordenaron que los Templarios Oscuros se unieran a ellos o fuesen destruidos. Koronis nunca los había considerado una gran amenaza y habría preferido dejar a los exiliados tranquilos, pero los fanáticos políticos del Cónclave tomaban tales decisiones, no él.
Koronis estaba mucho más interesado en la segunda parte de su misión: buscar cualquier resto de la antigua raza progenitora, los xel'naga, que había creado a los protoss como sus hijos especiales, sus Primeros Nacidos.
Recientes descubrimientos demostraron que los xel'naga también habían creado a los hostiles zerg, quizá intentando suplantar a los Primeros Nacidos. El Ejecutor Koronis no sabía qué pensar de todo eso, pero parecía sugerir el continuo fracaso y la frustración de su pueblo.
Mientras lo contemplaba, el cristal Khaydarin comenzó a resplandecer con un cálido zumbido. Al principio Koronis extrajo fuerzas de él, hasta que el poder del artefacto de cristal amplificó también su habilidad para percibir la angustia y la desesperación que fluían incontrolados a través de su tripulación.
Cerró sus destellantes ojos y retiró su mente del cristal Khaydarin. Hasta el momento, tras décadas de búsqueda, el Qel'Ha no había descubierto evidencias de los xel'naga. Ni tampoco habían encontrado a ningún Templario Oscuro.
Su fuerza expedicionaria era una poderosa flota que podría haber marcado la diferencia en la defensa de Aiur contra los zerg; en cambio, durante años habían perdido el tiempo en los límites del espacio habitado. Koronis no tenía nada que mostrar. Con su mano de tres dedos sostuvo la larga banda de colores que designaba su rango y cargo, un símbolo soberbio que ahora parecía insignificante.
La puerta blindada en la entrada de su cabina se deslizó hacia arriba, y la imponente figura del Judicador Amdor permaneció en el corredor, sus ojos de un naranja rojizo centelleantes. Un manto púrpura oscuro le rodeaba, fluyendo como en reflejo de su estado de ánimo o de sus energías mentales. Las almohadillas enjoyadas en los hombros y los tocados de metal le daban a Amdor un aspecto ominoso e impresionante. A propósito.
Como un poderoso representante político del Cónclave, el Judicador Amdor no sentía la necesidad de mostrar cortesía a Koronis. Hubiese existido cierta fricción entre ellos si el comandante así lo hubiese querido, pero era leal a su raza y a su misión y no incitaría las ocasionales críticas que el severo Judicador apilaría sobre él. Amdor parecía creer que el fracaso de la expedición significaba el fracaso del Ejecutor.
Sin labios para mover, ni boca con la que formar palabras, todos los protoss se comunicaban a través de herméticos estallidos telepáticos. El Judicador enfocó su conversación con bastante cuidado para que ningún curioso pudiera captar el más leve indicio de sus frases, aunque a veces el aguijón mental era tan afilado que provocaba en Koronis una leve punzada de dolor. Sin embargo, no lo exteriorizó, girándose simplemente para escuchar lo que el Judicador tenía que decirle.
—Esta desgracia ha llegado demasiado lejos, Ejecutor. Nuestra fuerza expedicionaria debe volver a Aiur. Ya es muy tarde para ayudar en la gran batalla contra los zerg pero podemos ayudar en la reconstrucción. Da la vuelta, y volvamos a casa. Debemos salvar todo lo que podamos.
La Supermente zerg había sido erradicada, y Aiur estaba a salvo, aunque a costa de una gran devastación. Tassadar, acusado de traición, había combinado los poderes del Khala con los secretos aprendidos del Vacío. El Judicador Amdor consideraba las acciones de Tassadar una herejía despreciable ilustrada por los Templarios Oscuros, pero Koronis no podía reprochar al héroe en vista de sus resultados.
Deseaba haber estado allí para presenciar el final. Habría sido un maravilloso espectáculo…
Sin prisas, el Ejecutor guardó su fragmento de cristal y se levantó de su silla de meditación. Enderezó su banda y se ajustó sus extravagantes y puntiagudas almohadillas de los hombros.
El control mental de Koronis no era tan preciso como el del Judicador, y Amdor captó algún parpadeo de sus meditaciones.
—¡Tassadar no era un héroe! —exclamó con brusquedad—. Sacrificó su dedicación al Khala para alcanzar la gloria por sí mismo y ganar a corto plazo.
Sorprendido, el Ejecutor se encaró con Amdor en el corredor adyacente a su cabina.
—Pero salvó a los protoss y se sacrificó en el proceso. Apenas puedo creer que atribuyas motivos egoístas a lo que consiguió Tassadar.
—¡Lo que al final consiguió —chasqueó Amdor en respuesta—, erradicando a los zerg y devastando Aiur, fue purificar a la raza protoss! Tras los resultados de este desastre, ahora tenemos la oportunidad de eliminar a los herejes que han corrompido nuestra dedicación al Khala. Estoy ansioso por volver a casa y poder ayudar al Cónclave a asegurar que no volvamos a deslizarnos por el sendero oscuro.
No viendo ningún punto que argumentar, Koronis capituló. Él también quería volver a casa, incluso sin la insistencia de Amdor.
—Existo para servir al Khala.
Cuando los dos alcanzaron el puente, el Ejecutor se sentó en la silla de mando del Qel'Ha en forma de huevo. El Judicador Amdor permaneció detrás de él como un padre ceñudo, como si no estuviese convencido de lo que el comandante le había prometido.
Con el impulsor psíquico, Koronis envío un mensaje a todas las mentes protoss de su flota.
—Volveremos a casa. Tenemos trabajo que hacer con nuestras familias, nuestras ciudades y nuestro mundo. Ya que no pudimos ayudar cuando Aiur nos necesitó más que nunca, debemos proporcionar nuestras vidas y nuestras mentes para hacerlo ahora… para compensar el no haber estado allí.
A través del vínculo mental de sus apéndices nerviosos, Koronis sintió una oleada de alivio y entusiasmo por toda la tripulación, una esperanza que emergió por encima de su desesperación. Los motores de los Transportes de la flota y el de las naves a sus costados se activaron. Los navegantes calcularon el rumbo que les llevaría al corazón del espacio protoss.
Pero antes de que pudieran partir, los lazos de comunicación psíquica, amplias telarañas de transceptores zurcidos en los cascos de las naves, recibieron un poderoso mensaje. Una distante señal alienígena.
El extraño pulso vibró a través de la mente de Koronis, a través de las naves, a través de toda la tripulación. Un llanto, un grito, un mensaje indescifrable.
La palpitante señal continuó golpeándolos, haciendo rechinar los nervios del Ejecutor. De alguna manera, le pareció familiar. El Judicador Amdor permaneció rígido, confuso al principio, pero sorprendido después.
Cuando la distante llamada se detuvo al fin, todos los protoss permanecieron aturdidos. El Ejecutor se dirigió hacia Amdor, aunque los otros en las cercanías captaron los flecos de sus excitados pensamientos.
—¡Había algo de los xel'naga en esa señal! Reconocí los símbolos y los tonos. ¿Lo has oído? El mensaje era… urgente.
—Y bastante poderoso —replicó Amdor—. Pero ¿qué dispositivo xel'naga podría radiar una señal tan fuerte y tan clara como para llegar hasta aquí? —El Judicador volvió su afilada mirada hacia los técnicos Khalai que trabajaban en el equipo de comunicaciones del puente del Qel'Ha.
Uno de los oficiales envió un rápido estallido mental.
—Hemos rastreado la señal hasta un pequeño planeta. Deshabitado, por lo que sabemos.
Koronis estudió las coordenadas, calculando con rapidez cuánto le llevaría a la fuerza expedicionaria llegar allí. Envió sus pensamientos a Amdor.
—Judicador, esta señal nos ofrece la oportunidad de regresar a Aiur con cierto grado de honor y éxito… y no con las manos vacías. Si podemos hallar un importante dispositivo xel'naga, cumpliremos con nuestra misión y podremos regresar a Aiur como héroes. Podemos llevar la esperanza a nuestro pueblo.
El Judicador asintió.
—Si la señal pertenece a los Peregrinos de Afar, puede ser un buen presagio. Somos los Primeros Nacidos, y nuestro destino es recuperar la gloria perdida de nuestra raza. Encontrar lo que sea que haya enviado esta señal podría ser un enorme paso para alcanzar ese objetivo.
—En taro Adún —dijo Koronis, empleando el saludo honorífico que significaba «en honor de Adún», un grandioso héroe protoss.
—En taro Adún —respondió el Judicador de forma concisa, como si estuviese distraído y ya confeccionara algún plan.
Sintiéndose confiado por primera vez desde que había recibido las terribles noticias sobre Aiur, el Ejecutor Koronis convocó un Observador robótico y le ordenó que viajara inmediatamente a la fuente de la misteriosa señal xel'naga.