8

«KITAI bajó sobre la ciudad flotante y aterrizó en medio de la plataforma destinada a los visitantes voladores. De ahí se dirigió a la cubierta principal, donde había humanos trabajando sin descanso y algunos shandi enseñándoles acerca de las plantas y animales nativos. Cada especie ya dominaba bastante bien el lenguaje de la otra, y los niños habían empezado a mezclarlos en formas muy curiosas. Pero los niños siempre actuaban de manera distinta a los adultos, pensó Kitai; incluso en los tiempos antes de la colonización, no había sido tan raro que alguno de los suyos confraternizara con los pequeños bilaru, para disgusto de sus respectivos padres. Qué bueno que ya no hubiera trabas. Había hecho falta que todo el planeta estuviera en peligro, pero si ahora tenían paz, bendita fuera aquella amenaza.

¿Dónde estaba ella? No podía verla por ningún lado. Había dicho que lo esperaría en la cubierta, pero quizás la hubieran llamado al puente de mando para dirigir un nuevo aterrizaje. Aún quedaban unas pocas naves con refugiados orbitando el planeta.

Entonces la vio: se hallaba en un plano inferior, casi sobre el nivel del agua, hablando con una mujer bilaru. Nema le dio un frasco que quizás contuviera medicina, y la criatura del agua le dio a su vez un hermoso collar de perlas. Kitai sonrió. Era lo que siempre había deseado para su mundo: un intercambio libre de bienes y conocimiento. Amistad.

Nema se despidió de la bilaru hablándole en su idioma; luego se puso de pie, cerró los ojos y levantó un poco la cabeza para disfrutar del aire marino. Estaba dejando que su cabello creciera, y por lo tanto éste flotaba, rojo y hermoso, alrededor de su cara y sus hombros. Los amigos de Kitai no entendían por qué la amaba. No era de su especie, carecía de alas, ni siquiera la consideraban atractiva. Pero no estaba en la forma, pensó el shandi. Esa mujer de otro mundo había arriesgado su vida por la misma causa que él, y también por él mismo. ¿Cómo podía no quererla? Jamás tendrían hijos, pero compartían un lazo mucho más fuerte que el de una especie: el lazo del corazón. Estarían juntos hasta la muerte.

Como si hubiera presentido al fin su llegada, Nema abrió los ojos y posó la vista en Kitai. Le devolvió la sonrisa. Finalmente se aproximaron uno al otro, y después de abrazarse compartieron un beso a la vista de todo el mundo, rodeados por agua y cielo y la promesa de una existencia maravillosa.»

Félix dejó unos espacios bajo el último párrafo y escribió la palabra FIN. Así lo habían decidido: que él terminara la novela. Ojalá a Patricia le gustara el final, porque en ningún momento le había comentado cómo sería. Tampoco habían llegado a trabajar juntos en la novela, ya que sus historias se seguían comunicando por sí solas igual que al principio. ¿Ocurriría lo mismo si llegaban a empezar un nuevo libro? Tal vez no fuera mala idea tratar de averiguarlo, aunque jamás pudieran determinar cómo había pasado aquello en primer lugar.

Patricia se asomó a la habitación.

—Ah, no habías muerto después de todo. ¡Te llamé tres veces!

Félix giró en la silla.

—Lo siento, estaba muy concentrado. No te oí para nada. Pero... ¡terminé la novela!

—¿De verdad? ¡Excelente! Y ya era hora, la verdad. Esto comenzaba a parecerse a la saga de Dune.

—O a Canción de hielo y fuego.

—Sí, sí, lo que sea. La leeré más tarde, pero ahora tenemos que irnos. Vístete. Ya.

—Sí, señora. Enseguida voy.

Ya no vivían en el ático de Agustina. Seguían teniendo vista al mar, pero en un cómodo apartamento al tope de un edificio de cuatro pisos. Sin embargo, y tras pedir permiso a los vecinos, Félix aún usaba la azotea para hospedar a los animales que rescataba en la playa.

Salieron juntos a la calle. El pueblito había cambiado mucho en los últimos tres años: las casas vacías habían sido reemplazadas o remodeladas para alojar turistas, y las demás tenían un aspecto bastante mejor tras haberles efectuado los arreglos que necesitaban. Y había japoneses. Muchos. Patricia había recurrido a una colega asiática, quien a su vez la había puesto en contacto con alguien en el gobierno de Japón. Aquel pueblito de pescadores artesanales era el destino perfecto para los jubilados que deseaban experimentar una cultura distinta pero basada en los productos del mar, aunque también atraía a muchos europeos hastiados del consumismo y la contaminación primermundistas.

Los habitantes locales ya no vivían sólo de la pesca. Por fin había algunos restaurantes, así como paseos en bote e incluso venta de artesanías. Nada de eso generaba grandes sumas de dinero, pero sí el suficiente para pagar todas las cuentas a fin de mes y recuperar poco a poco la inversión inicial. En cuanto a la donación para los dos colegios de la zona... bueno, eso había sido idea de Ricardo Moller, en un ataque de generosidad no muy propio de él. Su carrera política estaba progresando de lo lindo, sin embargo.

La muchedumbre recibió a Patricia y Félix con sonrisas y ovaciones. Eran los héroes del lugar, y aunque ella lo encontraba de su gusto, él aún prefería ser el nerd de siempre que viajaba de un lado a otro para llevar a cabo sus investigaciones.

La última casa para turistas estaba al fin terminada. Como era obra de ella, Patricia debía inaugurarla ante los vecinos, los visitantes y unos pocos blogueros invitados que echarían a correr la voz más tarde. Alguien había puesto un bonito lazo rojo en la puerta.

—Gracias —dijo Patricia al momento de recibir las tijeras—. Buenas tardes a todos. Supongo que éste vendría a ser el final del proyecto, pero cuando se termina una construcción es en realidad el principio de otra cosa, y eso es lo que vamos a celebrar hoy. —La joven cortó el lazo con la facilidad que daba la práctica. Los presentes vitorearon de nuevo, aplaudiendo también con ganas—. Listo. Y ahora, ¡todos a la fiesta! Habrá pescado a la plancha, sushi recién preparado, unos cuantos postres, limonada, cerveza y ¡mucho vino blanco! —Más aplausos, especialmente por la mención del vino—. Gracias por venir y por el apoyo que nos han dado a lo largo de estos tres años. Y por último, les recuerdo que en dos semanas habrá otra fiesta, pero por mi boda. ¡Están todos invitados!

Patricia agitó la mano en la que llevaba el anillo de compromiso. Hubo algunas risas y más aplausos que antes, y luego las personas se dirigieron a la fiesta a paso rápido, temiendo quizás que el vino no fuera tan abundante como la joven había insinuado. Félix movió la cabeza de un lado a otro, divertido.

—¿Qué quieres hacer? —le preguntó el hombre a Patricia una vez que hubo regresado junto a él—. ¿Vamos a la fiesta?

—Hemos ido a muchas fiestas últimamente. Preferiría caminar.

—De acuerdo.

Pasearon a lo largo de la costa. Era bueno que la zona se hubiera recuperado, pero sin alterar su esencia. Incluso los gatos seguían ahí, aunque la presencia constante de turistas había conseguido domesticarlos un poco. Los residentes se veían felices, más activos, y la amenaza de los desahucios y los suicidios ya no pesaba sobre nadie.

Había una docena de extranjeros observando a los leones marinos. Patricia había hecho un cartel identificando a cada animal por sus respectivas cicatrices; ella y Félix eran algo así como los administradores no oficiales de aquellas bestias añosas.

La joven señaló una forma tendida en la arena.

—Mira, creo que ése es nuevo. No estaba segura ayer, pero no reconozco sus marcas.

Félix observó detenidamente al lobo marino.

—Mmm, sí, tienes razón. Es nuevo. Si continúa viniendo, tendremos que ponerle un nombre. ¿Qué tal Dumbledore?

—Ah, no, ni lo sueñes. Se llamará Spock. Y si aparece uno muy, muy feo lo llamaré Darth Vader.

—¡Star Wars no es ciencia ficción! ¡Es fantasía épica con naves espaciales!

—Tal vez, pero tiene robots y rayos láser. Spock y Darth Vader, y no se hable más del asunto.

—Bueno, está bien, pero sólo si vamos a nadar ahora mismo. Me muero de calor. Y de ganas de verte en bikini.

—Baboso.

—Niña rica.

—Ecoterrorista.

Félix se rió. Así lo llamaba su futuro suegro algunas veces, cuando estaba de buen humor.

Bajaron a la arena, y mientras se desvestían, Galadriel se aproximó a saludarlos.

—Deberíamos entrenarla para que lleve nuestros anillos de boda —sugirió Patricia.

—¿Estás loca? Es una gaviota, no un perro. Seguro se comería los anillos.

—Sí, supongo que tienes razón. Aunque entonces podríamos cambiarle el nombre a Gollum. Total, aún no la hemos visto poner ningún huevo. —La joven sonrió y besó a Félix en la nariz—. Te amo.

—Yo también te amo.

—¡Una carrera hasta el agua!

Félix y Patricia corrieron hacia la orilla, bajo un cielo dorado por el atardecer, aves planeando en círculos y la música de la fiesta que llegaba desde el mirador.

No podían pedir nada mejor que eso.

FIN

NOTAS

Como siempre digo, muchísimas gracias por haber adquirido este libro a través de Amazon :-) Espero que te haya gustado (y me encantaría saberlo a través de algún comentario, especialmente en la página de venta; eso ayuda mucho, ¡gracias de nuevo!).

Como puse en la primera página, cualquier error tipográfico puede reportarse aquí a cambio de otro libro gratis: unicorn@adinet.com.uy. Aparte de eso, he tratado de emplear un lenguaje lo más universal posible, así que espero que los lectores españoles sepan disculpar alguna expresión latinoamericana, y viceversa para los lectores latinoamericanos.

Acepto donaciones por PayPal a la dirección gisselescudero@gmail.com. No por codicia, sino porque ganar dinero con lo que escribo es la única manera de comprar el tiempo necesario para seguir escribiendo. (Si llegara a hacerme millonaria, entonces publicaré lo que escribo en forma gratuita o donaré mis ganancias a la caridad. Palabra de honor.) De todas maneras, la mejor forma de colaborar con mi trabajo es seguir comprando mis libros. ¡Gracias por tercera vez!

En cuanto a estas dos historias, hacía un tiempo que las tenía en la cabeza. No se parecen demasiado a mi estilo habitual, pero bueno, pensé que podrían gustar a cierta franja del público, y no me llevó mucho tiempo escribirlas. En mi lista de proyectos tengo otras dos historias similares, que escribiré en caso de que éstas sean bien recibidas (bueno, me gustaría llevar a cabo todos mis proyectos, en realidad, pero son muchos y a veces tengo que priorizar).

Tengo una página en Facebook y una cuenta en Twitter (@GisselEscu), por si deseas estar al tanto de mis nuevas publicaciones, las aventuras de mi dragón y otros desvaríos literarios :-) ¡Un abrazo!

Gissel Escudero

9 de diciembre de 2014

OTRAS OBRAS DE LA AUTORA

LA CANCIÓN DEL ÁGUILA

Un solitario chico de doce años evita que un águila sea capturada por unos misteriosos cazadores. El animal queda incapacitado para volar, pero rápidamente se forma entre él y su salvador una profunda amistad. Sin embargo, el muchacho pronto empieza a comprender que el águila es mucho más que un ave. Tal vez el destino la haya puesto en su camino por alguna razón que él debe descubrir... si primero logra escapar de los mortales enemigos que aún persiguen al animal. — (Extensión de la novela: 80.000 palabras. Para jóvenes de 12 años en adelante.)

http://www.amazon.com/dp/B0086GEHGI

http://www.amazon.es/dp/B0086GEHGI

http://www.amazon.com.mx/dp/B0086GEHGI

EL DRAGÓN DE PIEDRA

Siglos antes de que se creara un imperio, hubo dos montañas de inmenso poder. En una de ellas habitaban los dragones...

Feidos Lom, un joven pero talentoso escultor, aún recuerda la última vez que vio un dragón: él era un niño, y unos cazadores mataron a la bestia siguiendo las órdenes del bondadoso Emperador Klamyr. Varios años más tarde, el Emperador le encarga a Feidos que realice una escultura en un trozo de la Montaña Negra, el hogar de los extinguidos animales.

Pero no es una tarea común y corriente. La creación de la escultura es sólo la primera parte de un plan siniestro, y si Feidos quiere sobrevivir y salvar a su familia, tendrá que desentrañar una red de secretos que involucra a las dos montañas, extraños personajes y una magia peligrosa y ancestral. — (Novela corta, 30.000 palabras. No apta para menores de 12 años.)

http://www.amazon.com/dp/B008NWV9XO

http://www.amazon.es/dp/B008NWV9XO

http://www.amazon.com.mx/dp/B008NWV9XO

HISTORIAS DEL DESIERTO

¡Bienvenidos a Huru, nobles viajeros! Se dice que no existe un lugar más mágico o repleto de maravillas, con genios de agua y de aire, hermosos caballos dorados que corren entre las dunas y reinas y reyes poderosos. Es el hogar de la reina Mazina, cuyos brazaletes controlan el fuego; también es el hogar del rey Agalur, un hombre sabio, valiente y poderoso. Las tribus nómadas viajan de un lado a otro y los mercaderes ofrecen objetos extraordinarios. Pero ¡cuidado! En Huru hay otras criaturas mucho menos amigables, como los bandidos en busca de tesoros, los monstruos cazadores de cabezas y un malvado rey cuyos planes podrían acabar con la paz del desierto. Además, según el hechicero del castillo errante, está escrito en un libro que una gran catástrofe se aproxima. ¿Podrá un joven esclavo fugitivo usar el libro para detener a tiempo dicha catástrofe? Y mientras tanto, ¿será capaz el rey Agalur de conquistar a la bella reina Mazina, la dama pelirroja de sus sueños? Estas aventuras y muchas más aguardan a quienes se atrevan a leer las HISTORIAS DEL DESIERTO... — (Extensión de la novela: 130.000 palabras. No apta para menores de 15 años.)

http://www.amazon.com/dp/B007UEE708

http://www.amazon.es/dp/B007UEE708

http://www.amazon.com.mx/dp/B007UEE708

RELATOS DE AMOR Y SANGRE

Venganza, celos, odio, secretos, vanidad, muerte, salvación. A menudo el amor va unido a todo eso...

Un aristócrata busca a la mujer con la que ha soñado. ~~ Un asesino a sueldo conoce a una joven con poderes mortales. ~~ El pasado turbulento de una pintora se interpone en el camino de su felicidad. ~~ ¿Es posible que un cuento de hadas salga terriblemente mal? ~~ ¿Hasta dónde puede llegar la magia negra cuando se trata de recuperar un amor perdido? ~~ Una joven recibe un nuevo corazón... junto con unos terribles y sangrientos impulsos. ~~ Y por último, el final feliz de una esposa se convierte en una pesadilla por no cumplir la única condición de su marido.

Hete aquí siete relatos macabros donde el amor podría redimir a sus protagonistas... o llevarlos a su destrucción. — (Extensión del libro: 82.000 palabras. No apto para menores de 15 años.)

http://www.amazon.com/dp/B009M7LDWQ

http://www.amazon.es/dp/B009M7LDWQ

http://www.amazon.com.mx/dp/B009M7LDWQ

SOMBRAS

En la vida real, algunas personas creen haber visto fantasmas. Otras aseguran haber visto unas sombras como humo negro de carácter maligno...

Javier, un muchacho de 19 años, acaba de mudarse con su madre a un apartamento tras la muerte de su padre. Ella tiene una extraña enfermedad mental y él no sabe cómo manejar la situación, mucho menos cuando empiezan a ocurrir cosas que no tienen una explicación natural.

Siglos atrás, otro muchacho llamado Joaquín es encerrado en una iglesia debido a una tragedia. Sus padres afirman que está poseído por demonios a los que ellos mismos han visto en acción. El Padre Víctor hará todo lo posible para salvarlo... pero quizás no sea suficiente.

Dos jóvenes separados por el tiempo. Dos jóvenes unidos por la tragedia y unas criaturas perversas y destructivas. Queda poco tiempo para evitar una catástrofe que afectará a muchas otras personas... — (Novela corta, 50.000 palabras. No apta para menores de 15 años.)

http://www.amazon.com/dp/B008PGI6FM

http://www.amazon.es/dp/B008PGI6FM

http://www.amazon.com.mx/dp/B008PGI6FM

LA DAMA Y EL LOBO

Anna von Weichsner, hija de un caballero bávaro a mediados del siglo XIX, se casa en un matrimonio arreglado con el barón Stefan von Haller. A ella no le importa que su esposo sea rico y atractivo; en cambio, apenas se muda a su nuevo hogar en las montañas, toda su indiferencia se convierte en interés por los bosques que ahora la rodean. Sin embargo, el muro que limita los terrenos del castillo no está ahí por capricho: en el bosque hay lobos, y las historias los pintan como seres inusualmente inteligentes y peligrosos.

A pesar de las prohibiciones, Anna decide escabullirse al bosque. Allí conoce a Maximilian, un apuesto cazador que al parecer le guarda rencor al barón von Haller por razones que no quiere mencionar. Ella también se encuentra con el líder de la jauría de lobos, y poco a poco descubrirá qué tanto hay de verdad en las historias.

Anna podría llegar a ser feliz con su esposo, pero el cazador ejerce una fuerza irresistible sobre ella; mientras tanto, los secretos del pasado se ciernen sobre el presente amenazando con destruirlos a todos... — (Extensión de la novela: 70.000 palabras. No apta para menores de 15 años. Contiene escenas eróticas.)

http://www.amazon.com/dp/B00BW9Y2D4

http://www.amazon.es/dp/B00BW9Y2D4

http://www.amazon.com.mx/dp/B00BW9Y2D4

ENTRE REJAS

ENTRE REJAS — Un brutal asesino en serie, tan hábil que no parece humano, es capturado en los Estados Unidos. Meses más tarde, Roberto Martínez, un guardia carcelario joven pero experimentado, asume su nuevo puesto en una penitenciaría de máxima seguridad. Lo que no sabe es que la muerte de un convicto dará inicio a una oleada de asesinatos y destrucción; unos seres sobrenaturales han entrado a la penitenciaría y tienen un objetivo: ajustar cuentas con cierto prisionero. Roberto será el único guardia en posición de resolver el embrollo... y más vale que se dé prisa, porque el tiempo corre.

LA BRUJA — Su madre le había dicho que no debía demorarse en llegar a casa, pero Cintia ayudó a la anciana en apuros. La niña no habría podido imaginar que dicha señora era en realidad una criatura sobrenatural y perversa, y ahora ella está presa en su trampa, como pieza clave de un plan sangriento...

Dos historias macabras por el precio de una, sólo para valientes. — (Longitud total, 36.000 palabras. No apta para menores de 15 años.)

http://www.amazon.com/dp/B00C8XLHIQ

http://www.amazon.es/dp/B00C8XLHIQ

http://www.amazon.com.mx/dp/B00C8XLHIQ

LAS PRINCESAS DE ILUL

Aída, una joven periodista, acude en auxilio de su hermana Ali, quien vive ahora en la decrépita mansión de su abuela Paulina. La anciana está agonizando por un tumor cerebral y delira acerca de Ilul, el reino fantástico sobre el que solía contar historias a sus nietas. Pero ¿acaso los cuentos eran solamente imaginarios, o algo más se esconde detrás de ellos? Un grave accidente doméstico llevará a Aída muy lejos de su familia, a un sitio dominado por un rey loco y una criatura maligna; mientras tanto, Ali deberá enfrentar un reto igualmente peligroso: averiguar la verdad sobre el pasado de su abuela... antes de que sea demasiado tarde para salvar a su hermana perdida. — (Extensión de la novela: 70.000 palabras. No apta para menores de 15 años.)

http://www.amazon.com/dp/B00OA7NHHW

http://www.amazon.es/dp/B00OA7NHHW

http://www.amazon.com.mx/dp/B00OA7NHHW

LA MALDICIÓN DE LA BESTIA

Una bruja lo convirtió en una bestia, diciéndole que sólo el amor podría salvarlo... pero Lucien decidió que prefería seguir siendo una bestia.

El conde Lucien Mallet es un hombre despreciable. Lo sabe y no siente culpa alguna por ello. Una bruja intenta cambiarlo lanzándole la maldición de la bestia, pero ser un monstruo tiene muchas ventajas, y Lucien se marcha a vivir una nueva y extraña vida. ¿Se quedará así por siempre, o el destino pondrá en su camino una posibilidad de redención? — (Novela corta, 36.000 palabras. No apta para menores de 15 años.)

http://www.amazon.com/dp/B00OWBC18C

http://www.amazon.es/dp/B00OWBC18C

http://www.amazon.com.mx/dp/B00OWBC18C

Fragmento de LAS PRINCESAS DE ILUL

Los árboles se cerraban sobre ella como manos nudosas, negras y verdes. Por varios minutos no hizo más que contemplar la cúpula vegetal, feliz de no sentir dolor pero temiendo al mismo tiempo que la realidad de la que había escapado volviera a reclamarla en cualquier instante. No sucedió. Poco a poco, entonces, se incorporó hasta quedar sentada, y lo primero que descubrió fue que seguía vestida con sus ropas de trabajo. Llevaba incluso el cinturón de herramientas... pero le faltaba una bota. Qué gracioso. No recordaba que se le hubiera salido.

Miró en derredor, todavía sentada. Había troncos de árboles en las cuatro direcciones, de color oscuro y corteza tosca. Las protuberancias en algunos parecían cabezas de animales: zorros, ciervos, osos, aves y unas criaturas espinosas que ella no consiguió identificar. Aída sintió un alivio no del todo feliz. Había logrado lo mismo que en la jungla; sin embargo, eso significaba que tarde o temprano alguien la sacaría de ese estado de ensueño, y además... aquello no se sentía como la última vez. Era demasiado real, demasiado vívido. Respiraba, su corazón latía, el cambio de temperatura le cosquilleaba en la nariz dándole ganas de estornudar, las herramientas pesaban en su cintura igual que las de verdad.

Se puso de pie lentamente, probando cada miembro de su cuerpo. Sentía una ligera molestia en la espalda, pero se le pasó enseguida. La tierra del bosque humedeció su calcetín.

Y bien, ¿qué debía hacer ahora? ¿Dar un paseo como la primera vez, hasta escuchar su nombre? ¿Dormir un rato? No, esto último no parecía buena idea. Se había acostumbrado a dormir en el suelo y la hojarasca servía de cómoda alfombra, pero aquel sitio le daba mala espina por alguna razón que no pudo identificar. Tenía la fuerte sensación... de que alguien la observaba. Alguien cuyas intenciones no eran precisamente amigables.

Empezó a caminar, pues, apoyando con más cuidado el pie descalzo. Joder, qué molesto era no tener ambas botas; eran perfectas para ese tipo de terreno. Por otro lado, las herramientas podrían servirle de algo, especialmente el cuchillo.

Un momento, ¿en qué estaba pensando? Ese bosque no era real. Daba lo mismo que se le mojara el calcetín, y sus herramientas tenían la solidez otorgada por su imaginación. Aída rió para sí, aunque sin hacer ruido. Sería divertido contarle esas cosas a Ali cuando estuviera junto a ella una vez más.

Los árboles se abrieron un poco, y cuatro o cinco pasos más adelante la joven divisó, en la distancia, un castillo todo hecho de piedra gris y violeta, con múltiples torres y ventanas. El diseño de la bandera que ondeaba en lo alto no se distinguía bien, pero no hacía falta acercarse más para adivinar en qué consistía: una corona sobre un castillo flanqueado por dos caballos, en plata y verde oscuro. Estaba en el lugar correcto, pues.

—Bienvenida a Ilul, princesa Adi —dijo ella en voz baja.

Percibió unos crujidos a sus espaldas, y una voz grave le respondió:

—Seré yo quien juzgue si sois bienvenida o no en mi reino, forastera.

Sobresaltada, Aída se dio vuelta tan bruscamente que casi tropezó con unas raíces. El corazón le dio un salto en el pecho, y lo único que pudo balbucear fue un “hola”.

El hombre montaba un caballo enorme de color pardo oscuro con una estrella blanca en la frente. Vestía ropas igualmente oscuras pero de buena calidad, y la mitad de su rostro estaba en sombras porque llevaba la cabeza cubierta. No obstante, una corona brillaba sobre la capucha. Tenía que ser Nael, el rey de Ilul, pensó Aída, y luego se estremeció. Era el rey loco de Ilul, y su diestra se hallaba muy cerca de la empuñadura de su espada. Encima, la contemplaba con una expresión poco amistosa... o mejor dicho, cargada de hostilidad. Su boca se curvaba hacia abajo en una mueca que no presagiaba nada bueno.

Aída se volteó para correr en el momento justo en que Nael se lanzó a la carga sobre su caballo. Fue una carrera frenética entre los árboles, que la joven utilizó como escudo para enlentecer al animal; mientras tanto, el hombre no articulaba exclamación alguna, sino que más bien parecía determinado a alcanzar a su presa y hacerla trizas. Sí que estaba loco, pensó ella a medias, empleando todas sus fuerzas y su aire a fin de mantener la escasa ventaja en la persecución. Comenzaba a dolerle el pecho, y el pie descalzo le restaba velocidad. Si Nael la atrapaba, quizás pudiera defenderse con sus herramientas, aunque ninguna de ellas sería rival para una espada.

Antes de que Aída pudiera hacer algo en concreto además de correr, el caballo redujo la distancia a cero y el rey saltó para derribarla. El choque le quitó a la joven el poco aliento que le restaba, y cuando trató de inhalar, el hombre se colocó sobre ella y comenzó a estrangularla. Sus manos eran como una serpiente en su cuello, apretándole la tráquea y cortando el flujo de sangre a su cerebro. Manos poderosas, inmisericordes. Aída trató de golpear a Nael en la cara, pero sus brazos se sentían cada vez más pesados. Lo único que consiguió fue mirar a su atacante a los ojos, rogándole en silencio que le perdonara la vida.

Él aflojó la presión. Frunció el ceño como si de repente dudara de lo que estaba haciendo, y finalmente soltó a su víctima. Desesperada por aire, Aída tomó una gran bocanada que luego expulsó en un fuerte ataque de tos. Estaba mareada, su visión era triple, y por un instante creyó que expulsaría sangre o vómito. Giró hacia un lado para respirar mejor.

—Vuestros ojos. Vuestras ropas. ¿Quién sois? —preguntó el rey.

En contra de toda lógica, Aída se echó a reír incluso mientras tosía. Oh, aquello era muy gracioso si lo añadía al panorama general. Había estado al borde de la muerte por causa de una bomba; más tarde se había mudado con su hermana y una abuela enferma y medio loca; después ocurrió el accidente del tejado, y ahora se hallaba en un mundo ficticio donde un rey chiflado trataba primero de asesinarla y luego le hablaba con ese lenguaje del siglo XVI. Genial, realmente genial. ¡Y pensar que de niña había deseado vivir grandes aventuras! Estaba bien el dicho ese de que hay que tener cuidado con lo que uno desea porque podría cumplirse. Ojalá hubiera escogido una profesión más tranquila, como la arquitectura.

Recién a los dos minutos consiguió parar de reír, y entonces volvió a sentarse y miró al rey, quien ya no parecía iracundo sino intrigado.

—¿Qué os hace tanta gracia, forastera?

Aída contuvo otro ataque de risa.

—Cosas mías —respondió—. No tiene importancia, rey Nael. Y perdona si no me refiero a ti como “Su Majestad” u otro título parecido; he tenido un día espantoso y no estoy de humor para formalidades.

El rey se quitó la capucha y volvió a ponerse la corona. Era algo mayor que Aída, bastante apuesto. Sus ojos llamaban mucho la atención: grandes, de color azul marino, ensombrecidos por unas cejas largas y espesas. Su cabello, corto, era un poco más oscuro que el de la joven. El atractivo físico, sin embargo, no era suficiente para disimular lo que Aída había experimentado unos minutos atrás: el hombre no estaba en sus cabales. En ese sentido no se diferenciaba mucho de Paulina; se le notaba en la mirada errática, en las ojeras profundas que seguramente obedecían a las pesadillas, en su nerviosismo general. Tenía los pómulos hundidos, también. Aída se hallaba ante un hombre enfermo, preocupado, confundido... y sin duda peligroso.

FIN DEL FRAGMENTO