13
ERA el acuario más grande de la ciudad. Casi todos los turistas pasaban por ahí, de modo que ese día, como casi cualquier otro, estaba lleno de gente. Mejor así. Le permitiría a Eliana mantenerse algo alejada de Marcos, lo cual era necesario para su plan.
Consultó su reloj. La hora temida estaba llegando, inexorable como la noche. Una noche fría, sin estrellas.
—Vamos al túnel —sugirió ella con un tono ligero que no se correspondía con su estado emocional.
Marcos asintió y empezaron a caminar. Él debía de sospechar que algo no andaba bien, pensó Eliana. Ella se había mostrado algo distante desde el regreso de Marcos, tres días atrás, y esa tarde lo había saludado con una actitud más amistosa que romántica, a pesar de que ir al acuario había sido idea suya. Vaya forma de confundir al pobre hombre.
El túnel era de vidrio reforzado para soportar el peso del agua, y por encima de él nadaban numerosas especies de tiburones y peces coloridos. Daba la sensación de estar dentro de una burbuja en medio de un mar tropical. No era un sitio apropiado para las demostraciones de afecto pero sí infundía paz al espíritu, y Eliana necesitaba mucho de eso por lo que estaba a punto de hacer.
Ella empezó a comentar algo sobre los tiburones, señalando al agua, pero entonces Marcos la tomó del brazo para girarla hacia él.
—Eli, ¿pasa algo malo? Has actuado en forma un poco extraña desde que volví. Te preguntaría si es por lo que hicimos la otra noche, pero no me pareció que te hubiera disgustado. ¿O me equivoco?
—Para nada. Eso estuvo... bien.
—¿Bien? ¿Sólo bien?
Eliana siempre había sabido leer las expresiones de Marcos, incluso a pesar de las cicatrices, y ahora pudo ver claramente en sus ojos que estaba dolido. Habría querido borrar sus inquietudes de un plumazo, decirle que hacer el amor con él había sido en verdad maravilloso, que lo amaba que estaba dispuesta a envejecer a su lado, pero eligió apretar los labios y mirar en otra dirección. Ya casi eran las cuatro. Si Nadia había decidido seguir con el plan, no tardaría en...
La mujer se aproximó desde el otro extremo del túnel. Sonrió al ver a Marcos, una sonrisa hermosa, radiante y auténtica.
—Vaya. No esperaba encontrarme de nuevo con ustedes —dijo. Marcos parpadeó, desconcertado—. Es una gran coincidencia, ¿no? Nunca antes había venido a este acuario.
—¿Te gusta? —le preguntó Eliana. Su propia sonrisa no era auténtica sino parte de la actuación.
—Es muy bonito. —Nadia se dirigió a Marcos—: Qué pena que no existiera cuando tú y yo salíamos juntos. Habríamos podido venir aquí de vez en cuando.
—Claro —replicó él. Aún se veía confundido.
—¿Por qué no nos acompañas? —le sugirió Eliana a la otra mujer—. Así no te perderás. Este lugar es grande.
—Gracias. Eres un encanto.
Caminaron los tres juntos hasta salir del túnel, y antes de que alguien pudiera decir cualquier otra cosa, el teléfono de Eliana rompió el silencio.
—Ups, discúlpenme. Ya vuelvo. —Se alejó unos pasos y atendió la llamada—. Hola.
—Hola —respondió Julián—. Me dijiste que llamara a esta hora, así que aquí me tienes.
—Ajá. Estoy en el acuario.
—Bien. Supongo que ya puedo cortar. Espero que todo salga bien.
Está saliendo espantosamente bien, pensó Eliana mientras Julián interrumpía la llamada. A decir verdad, tenía la esperanza de que Nadia no viniera, pero no puedo culparla porque yo también habría venido. La odiaría si no me diera lástima.
—De acuerdo, voy para allá ahora mismo. Pero tardaré un rato. Ajá. Sí, hasta luego.
Eliana guardó el teléfono. Empleando hasta la última gota de voluntad, fue hacia Nadia y Marcos y anunció:
—Lo siento, pero tengo que irme. Mi madre acaba de ir a mi apartamento sin avisar, y no quiero dejarla ahí plantada.
—Te llevaré —dijo Marcos.
—Deja, no hace falta. Quédate aquí con Nadia y llévala a ver el resto del acuario. Por los viejos tiempos o algo así. Luego hablamos.
—Eli...
Eliana besó a Marcos en la mejilla. Era una despedida, supuso, y ojalá hubiera podido ser de otra manera, pero la actuación seguía demandando un toque de indiferencia. Se alejó de Marcos y Nadia antes de que él pudiera decir nada, y abandonó el acuario a toda prisa porque corría el riesgo de arrepentirse, dar media vuelta y llevarse al hombre con ella del brazo.
El regreso en el autobús fue horrible. Tenía ganas de llorar una vez más, pero era el sitio menos adecuado para ello. En lugar de eso, pues, apretó sus manos una contra la otra hasta que sus dedos protestaron de dolor. Qué iba a hacer con el resto de su vida, no lo sabía. Ahora mismo no podía ver más allá de los próximos cinco minutos, y hasta ese lapso se le antojaba borroso. Tendría que cambiar de empleo, pensó. Quizás mudarse lejos de ahí. Buscaría amigos en otra parte, alguien más a quien amar. En ese momento, sin embargo, le costaba creer que algún día pudiera enamorarse de nuevo.
Julián estaba frente a su puerta cuando ella salió, devastada, del ascensor. El hombre no dijo nada, pero le hizo un gesto para que se acercara. Eliana fue hacia él y permitió que la estrechara entre sus brazos. Lloró con la cabeza recostada en su pecho, dejando que el resto del mundo desapareciera. De hecho, el resto del mundo podría haber desaparecido de verdad y ella no se habría dado cuenta.
—Ahora sí lo he perdido —murmuró—. No es justo.
Un rato después, cuando el llanto empezaba a remitir, Julián la separó de él unos centímetros, le apartó el cabello de la frente... y la besó. No duró más de dos segundos, pero ella sintió como si le hubieran echado agua fría en la cara. Se quedó sin habla... y por eso fue que escuchó claramente la voz de Marcos detrás de ella. Estaba de pie frente al ascensor, y se veía enojado.
—No me parece que él sea tu madre. ¿A qué has estado jugando?
Eliana abrió la boca, pero seguía muda de asombro. No habría sabido qué decir, de todas maneras. Marcos dio la vuelta, llamó al ascensor de nuevo y desapareció dentro de él. Eliana soltó un gemido.
—Deberías seguirlo —opinó Julián con la voz quebrada. Ella lo miró—. Volvió por ti, ¿o no? Si alguien me amara como tú obviamente lo amas, me gustaría saberlo.
—Pero...
—Le dijiste a esa Nadia que él tenía que elegir. No elijas tú por él. Síguelo. Rápido.
Eliana titubeó, pero luego abrazó a Julián un instante y se lanzó por las escaleras a toda velocidad. Tenía que llegar abajo antes de que Marcos se fuera en su auto, porque entonces probablemente no habría marcha atrás. Por tanta prisa estuvo a punto de caer un par de veces, pero se aferró al barandal a tiempo y siguió corriendo, saltando incluso algunos escalones finales. Apenas alcanzó a pensar que estaba haciendo algo más propio de una quinceañera que de una mujer adulta.
No había derrotado al ascensor, pero sí vio a Marcos atravesar la calle de camino a su auto. Eliana salió del edificio, miró a ambos lados y empezó a cruzar llamando a su esposo. Marcos giró la cabeza hacia ella, aún con aspecto enfadado.
Eliana no había visto la moto, y tan concentrada estaba en Marcos que tampoco la escuchó. El motociclista, a su vez, no la vio a ella. Hizo un intento de frenar en el último segundo, pero apenas consiguió inclinar la moto antes de llevarse a Eliana por delante. Ella sintió un estallido de dolor en el cuerpo, y luego captó una imagen del pavimento antes de chocar contra él. El mundo se volvió negro después de eso.
Cuando despertó, el mundo era blanco. Eliana parpadeó bastante, y recién al cabo de unos segundos se definieron los objetos en la habitación del hospital. Eso y la figura de Julián, vestido con su bata de médico.
—Buenos días —dijo él. Tenía unas ojeras horribles, pero la preocupación en su rostro dejó paso a una expresión de alivio.
—¿Qué... pasó?
—¿No lo recuerdas? Ibas muy rápido y te estrellaste contra una moto. Pero te salvaste de la multa.
Eliana trató de sonreír un poco, pero estaba demasiado cansada. Luego intentó moverse y sintió dolor por todos lados; Julián la obligó a mantenerse quieta apoyándole las manos en los hombros.
—No hagas eso. Vas a estar aquí un tiempo más. Te golpeaste la cabeza, tienes media cara llena de raspones y un brazo roto. Por el brazo no te preocupes, ya lo arreglé. Y sin clavos. Mañana te haremos otra tomografía para asegurarnos de que haya bajado la inflamación. ¿Qué es lo último que recuerdas?
Eliana lo pensó.
—Escaleras. Yo... estaba bajando las escaleras para alcanzar a... ¡Marcos!
Volvió a tratar de levantarse, y de nuevo Julián la detuvo.
—Te dije que no te movieras. Hazle caso a tu doctor. Escucha: Marcos está aquí, ha estado aquí toda la noche. Corrió hacia ti como un bólido cuando te atropelló esa moto, lo vi desde mi ventana. Yo bajé a atenderte. Luego vino la ambulancia y no pude subir porque Marcos insistió en ir contigo. Me dio las llaves de su auto para que viniera, ¿puedes creerlo? Hace un rato me tomé un tiempo para hablar con él... y le conté todo.
—¿Qué? ¿Le dijiste...?
—No, tranquila, no mencioné lo de las realidades alternas. Lo que sí le dije es que pensabas que él debía volver con esa otra mujer, y que estabas muy triste por dejarlo ir, y que yo... bueno, quizás me aproveché de la situación al besarte. Perdóname por eso.
—Julián...
—Déjame terminar. La verdad, todo este tiempo pensé que estabas fantaseando, pero en algún momento me di cuenta de que ya no me importaba. Se me ocurrió que, si las cosas no salían bien entre tú y ese hombre, tal vez pudiera pedirte una cita o algo así. Creo que eres la mujer más buena que he conocido.
—Tú también eres bueno, Julián.
—Como tu amigo, ¿verdad?
Eliana asintió. En una tercera vida, donde no existiera Marcos, podría haber tenido otros sentimientos, pero no era el caso. El médico se encogió de hombros.
—Ahora voy a llamar a Marcos. Él también quiere hablar contigo.
Julián dio media vuelta para marcharse.
—Espera —lo detuvo Eliana. El hombre la miró—. ¿Todavía piensas que estoy fantaseando?
—En realidad, no. Pero es por algo que pasó ayer, justo después del accidente, cuando vino la ambulancia.
—¿Y qué fue eso?
—Marcos le dijo al paramédico que quería acompañarte. El paramédico le preguntó si era un familiar, y él respondió: «Soy su esposo.» Mira, podría habérselo inventado sobre la marcha, pero... no sé, le salió con tanta seguridad. Como si no lo hubiera pensado en absoluto y tuviera la idea plantada en el cerebro. Entonces te creí. Pero pensaré en eso más tarde, porque es muy raro y tengo que procesarlo.
Eliana se secó los ojos humedecidos con la mano que no tenía el yeso.
—Gracias por todo, Julián.
—No hay de qué. Les deseo a ti y a tu esposo la mayor felicidad.
El médico se fue y Marcos apareció en el umbral un minuto después. Sus ojeras eran todavía más pronunciadas que las de Julián. Se acercó a la cama y tomó la mano libre de Eliana. No dijo nada por un buen rato, pero al menos ya no había enfado en su cara.
—¿Por qué regresaste a mi edificio? —le preguntó ella al fin.
—¿Por qué crees? Quería conocer a tu madre.
—Lo siento. Por lo que Nadia me dijo, tú y ella...
—¿Y qué te dije yo? Lo que está en el pasado, ahí se queda. Prefiero vivir en el presente. Entiendo lo que tratabas de hacer, pero si Nadia y yo nos separamos, fue porque algo falló en la relación. Era... un primer amor adolescente. Creo que ella se ha aferrado a eso porque ha tenido una vida muy dura, pero no puedo volver al pasado y arreglársela. Y tú tampoco.
A pesar del dolor, Eliana sintió deseos de reír. Oh, la ironía de esas palabras... Pero él tenía razón: ya era hora de que todos se concentraran en el presente.
—¿Quieres quedarte conmigo, entonces? —preguntó ella, y Marcos resopló.
—Claro que sí, tonta. Me siento feliz cuando estamos juntos. Más de lo que me he sentido con mis novias anteriores, incluyendo a Nadia. Eso tiene que significar algo, ¿no? Y si no te basta con eso, mira, no por cualquier mujer habría esperado más de doce horas en un hospital, bebiendo una taza de café tras otra. Ahora mismo mi estómago está haciendo un ruido como de chapoteo cada vez que me muevo.
Los dos rieron, y la tensión que restaba entre ellos se esfumó como por arte de magia. Marcos besó la mano de Eliana que aún sostenía.
—Dijiste que eras mi esposo para entrar en la ambulancia.
—Sí... bueno... fue algo del momento. No lo tomes como una propuesta todavía. En todo caso... cuando veníamos hacia aquí me di cuenta de por qué tu rostro me pareció familiar el día en que nos conocimos.
—¿Ah, sí? —El corazón de Eliana se aceleró, y en ese instante agradeció que no la hubieran conectado a un electrocardiógrafo.
—Verás, esto fue hace mucho tiempo. Es uno de mis recuerdos más memorables de la infancia. Yo estaba con mis padres en una estación de servicio, solo dentro del auto, y de pronto el conductor de una camioneta murió al volante. Iba a estrellarse justo contra mí, pero una mujer me sacó a tiempo. Esa mujer... te juro que era igual a ti.
—Oh. Vaya. —Marcos no recordaba nada de su otra vida, entonces. Probablemente eso se había ido para siempre. Sin embargo, ella no volvió a lamentar que tampoco recordara sus años de matrimonio; al fin y al cabo... sólo era el pasado—. Te dije que todos tenemos un doble en alguna parte.
—Cierto. —Marcos giró la cabeza hacia la puerta un segundo. Luego dijo—: Ese doctor amigo tuyo... deberíamos presentárselo a Nadia. Parece buena gente.
—Lo es, y creo que acabas de tener una gran idea.
—Bueno, no soy tan inteligente para nada.
—Presumido. Oye, ¿me veo muy mal? Dijo Julián que me raspé la cara. ¿Voy a tener que usar una máscara, como el Fantasma de la Ópera? ¿Me suturaron alguna herida? ¿Por qué sonríes?
—Porque acabas de mencionar mi musical favorito. Pero tu cara está bien. Y aunque no lo estuviera, no me importaría. No después de lo que quisiste hacer por Nadia y por mí, aunque fuera una metida de pata.
—Gracias.
—De nada. Y ahora duerme un poco. Yo me sentaré por aquí y trataré de hacer lo mismo cuando se me pase el efecto del café.
Marcos besó a Eliana en los labios antes de derrumbarse en la silla junto a la cama. Casi no se movió de ahí por el resto de la mañana.
Dos días más tarde, cuando a ella le dieron el alta, vieron juntos El Fantasma de la Ópera en la casa de él, abrazados en su amplio y comodísimo sofá. Marcos le prometió a Eliana que en alguna otra ocasión harían lo mismo pero en un teatro de Broadway, y ella se mostró de acuerdo aunque tuvieran que prescindir del sofá y los emparedados.
Se casaron un año después.
FIN