La cama 41 quedó vacía, alguien especial se había ido para siempre, justo cuando el apego y el amor crecían y se hacían más fuerte como un lazo que jamás se quiere soltar, en su almohada había quedado el atrapa sueño que Vedina le había regalado. «Dice la leyenda que los sueños buenos quedaran atrapados en la red del adminículo y esa energía inundará el lugar de armonía y paz mientras que los malos escaparán por el agujero y se destruirán con la luz del día, así las malas energía desaparecerán para siempre » uno de esos sueños anhelados era irse pronto de este mundo, Vedina era testigo de su dolor mientras masajeaba sus manos, era tan frágil pero con un espíritu alegre, le hablaba en Bengalí a pesar de que sabía Inglés sólo para ver la cara de Vedina quien no le entendía nada, Sonia sonreía a pesar de que los voluntarios lloraban todo el tiempo, en especial el primer día que llegan a servir y el último día de su labor, así fue para Vedina quién lloró por partida doble, guardó el atrapa sueños se despidió de todos, en especial de los que probablemente no se salvarían, sus manos daban las últimas caricias, minuciosamente con los cinco sentidos alertas, sincronizando cada movimiento, cada gesto lleno de conciencia para que así jamás olvide el amor profundo que cada uno de ellos le brindaban.
Siete meses de servicio fueron breves pero eternos en el corazón, más de dos años concluidos en la India y una promesa de regresar.
Con cervezas, currys y chapatis clausuraron su última velada en Calcuta.
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