Regreso a Varanasi, milagro en el río Ganges
Era el tercer día del festival Diwali, todo estaba iluminado y el ambiente de festejo contagiaba cada segundo de vida. Los hinduistas se preparaban para recibir el año nuevo. Vedina se emocionaba con cada rangoli que se encontraba en el camino y encendía una lámpara de aceite para dar la bienvenida a la diosa Lakshmi. Cuando llegaron al Dasawaned Ghats no cabía ni un alma, la gente estaba concentrada en la ceremonia Aarti, sacaba un dulce de su mochila y como quien disfruta una obra de teatro se acomodaba en un rincón para hacer parte del cúmulo de humo y neblina que cubría la noche.
Marco la apartaba hacía la orilla y juntos dejaron la diya flotar sobre el agua siguiendo su curso con la mirada.
-Entre más lejos vaya, más cerca llegará a la Maa Ganga y las plegarias serán respondidas.
Vedina Sonrió con un aire incrédulo.
En medio de la noche dos Sadhus Aghoris estaban sentados alrededor de una fogata, ya los había visto antes sentados en la orilla del rio justo en el ghat de las cremaciones, siempre en búsqueda de rescatar algún cadáver para su necrocabalismo, aquellas prácticas resultaban un tabú para los habitantes, tanto así que su secta era excluida del hinduismo.
Anjai era el más joven y tenía una devoción extrema por Shiva, no tenía preocupaciones sobre el mundo, ni un horario que cumplir, poco importaba si tenía qué comer o vestir, podía sobrevivir en cualquier lugar de la India donde hubiera algún crematorio cerca para poder utilizar las cenizas de los muertos e impregnar su cuerpo de ella, rescatar algún pedazo de carne humana para comer, beber del río y seguir su camino de peregrinaje que lo llevaría más cerca del Moksha, liberación espiritual.
Apenas vio que lo estaban mirando les pidió que se acercara, quería compartir sus rituales con ellos, Vedina se sentó a su lado, cada uno tenía un cráneo humano utilizado como cuenco para beber y como recordatorio de lo transitorio que es la vida.
Anjai la miraba sin pronunciar alguna palabra, Vedina veía en sus ojos que su esclerótica era de color café, sinónimo que algo andaba mal en su organismo, pese a eso su mirada era tranquila llena de bondad, era la mirada de una India diferente salvaje y misteriosa.
Mientras echaba estiércol seco al fuego para que sirviera de combustión para la dhunis, rompió el silencio.
Su voz era pausada, casi imperceptible.
-Algún día seremos esto. – y le enseñó el cráneo. –La gente le teme a la muerte, no quieren hablar de ello. Pero si tú la aceptas desde ahora entonces la muerte no llegará a ti. Hay una vida después de morir, por qué huir de ello.
¿Untarías tu piel de ceniza humana?
-No. Respondió tajante Vedina.
-Nos untamos de ceniza sagrada para no tener miedo a nada y nos otorga el poder de hacer cosas que otros sencillamente no pueden hacer. – Anjai bebió un sorbo de agua de su kapala y continúo:
-El mundo es una ilusión que te atrae, pero nada es permanente, hoy compras un hermoso reloj y tal vez mañana no lo tengas, alguien llega de repente y te lo roba, entonces aquel hermoso reloj fue sólo una ilusión, porque la vanidad es una ilusión, es una máscara que no piensa en el futuro de su alma ni quiere sembrar una relación eterna con Shiva.
En ese momento llegaron dos aghoris cargando un cadáver entero, habían rescatado el cuerpo en el rio.
Vedina se levantó sobresaltada, pero Anjai le pidió que se quedara.
-simplemente es un cuerpo que carece de vida y pasa de un estado a otro- Le dijo.
El rito iba a empezar con unas ofrendas, luego colocaron una manta sobre el cuerpo y uno de ellos empezó a meditar sentado sobre el cadáver. La escena era tolerable, pero el momento más impactante fue cuando tomó un cuchillo de hoja ancha y empezó a cortar el brazo del hombre muerto para comerlo, Vedina dio la vuelta y empezó a vomitar, Gabriel y Marco la apartaron del lugar y las náuseas eran como una bofetada que sacudía su realidad.
-¿Qué aprendiste de esta lección?- Le preguntaba Marco al verla más tranquila.
-Dios me ha bendecido al creer en Jesús. ¡Soy bendecida por no ser una aghori! Soltó una sonrisa, el shock había pasado.
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