“Dios, que los pétalos de esta flor se abran para que aparezca la joya de mi yo interior" Vedina.
Lago Gurudongmar Sikkim, India.
Encuentro Con El Cielo.
¡Hemos llegado a Lachen!-dijo agotado el conductor después de recorrer seis horas por carreteras agrestes desde Gangtok, eran las 8 pm, un hotel cuesta arriba con la mejor vista hacia los picos nevados del Himalaya, sería la morada de la noche, al entrar en su habitación encontró un espacio forrado de madera que la resguardaría de las bajas temperaturas.
Allí estaba la cordillera atisbándola en la oscuridad, Lachen era el lugar más remoto que había visitado en su vida, un pedazo de Barranquilla estaba presente, hubiese querido colgar la bandera de su ciudad y tomarse una foto para que Margarita y Calixta se sintieran orgullosas, aquellas mujeres jamán habían cruzado frontera, estaba segura que se inflarían de orgullo al contarle a las vecinas lo lejos que había llegado su niña, pero a lo mejor tampoco tenían cabeza para ostentar semejante heroicidad, la ausencia de Justina había dejado un vacío en la casa, su patrona se había marchado y esta vez para siempre.
Se metió en medio de las cobijas abrazándose como dándose consuelo, su yo enternecido le animaba, «Vamos, no estás sola, me tienes a mi» sonreía porque estaba hablando con su interior, ése que siempre está presente cuando uno está ausente.
A las 3:30 de la mañana estaba montada en el Jeep, ansiosa por conocer el lago sagrado de los budistas a una altura de 5136 metros, el lago Gurudongmar es uno de los más altos del mundo, era impresionante ver las imponentes montañas asomándose como enormes olas blancas, en medio del recorrido.
-¡Admirable la creación de Dios!-decía jadeante Gabriel ya afectado por la altura.
Al bajarse del carro los recibió una brisa gélida, el cielo estaba completamente azul tan cerca de la tierra que pareciera poder tocarlo, la falta de oxígeno impedía permanecer en el lugar más de media hora, así que bajó lentamente las escaleras para estar más cerca del lago sagrado.
Una madeja de tela de colores rectangulares atados a una cuerda bordeaban el lugar, eran las famosas Lung-ta las banderas de las plegarias, dicen que el viento al moverlas lleva las oraciones hacia Buda, con sus mantras purifica el aire y bendice a todo el que se encuentre cerca, una linda creencia que había visto en los templos y pasos montañosos desde que llegó a Sikkim.
Se sentó en el último escalón contemplando el paisaje árido y frío, un pedazo de tela azul se desprendió de una cuerda cayéndole encima.
-Su color representa el cielo- Le dijo Marco, mientras leía las seis silabas más famosas del budismo, empezó a recitarlo con un profundo amor y respeto, era el mantra de la compasión.
«Om mani padme hum, Om mani padme hum»
Aquellas silabas tenían un poder sagrado que Vedina comprendía muy bien, se unió al canto con Gabriel y un profundo deseo de bienestar y compasión por el mundo emergía de aquel mantra. Levantó la mirada y como una ilusión óptica veía el reflejo de los picos nevados en el agua brillante, ni siquiera el frio podía contener la felicidad que sentía.
Era el poder de Dios el que estaba transformando su energía, el Dios de los cielos y la tierra manifestándose en aquel lugar.
Con la nariz congelada guardó el trozo de tela era un mensaje divino revelado en aquel lugar lleno de sabiduría, el lago también se convirtió en sagrado para ella, se levantó de las escaleras y regresaron a Lachen.
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