El recuerdo de un viejo hogar apareció, era la Catedral de  Santa Filomena, una arquitectura neogótica imponente, en una ciudad donde en una esquina caminan mujeres con burka visitando alguna mezquita, y  en la otra mujeres en saris saliendo de algún templo hindú, y ella recuperando su aliento al encontrar la casa de Dios, era de admirar que las religiones más predominantes del mundo estuvieran tan cerca, Mysore era una ciudad tolerante, el respeto hacia otras creencias se evidenciaba en las calles, pero todas eran movidas por un solo creador, el Dios universal.

Un pasaje subterráneo angosto los conducía hacia la cripta donde reposaba la estatua de santa filomena, nunca había escuchado hablar de ella,  hija de un príncipe que gobernaba un estado pequeño de Grecia, cuando tenía 13 años viajaron a Roma a causa de la guerra y pedían ayuda al emperador quien se fijó en la joven y le pidió la mano a su padre, ella murió como mártir al rechazar los deseos del emperador por cumplir su promesa de castidad a Dios, fue salvada muchas veces por los ángeles, la gente se convirtió al ver los milagros, finalmente fue decapitada con un hacha, Su historia era realmente conmovedora, pero más que revivir el sufrimiento, admiraba la estatua de cuerpo entero, acostada vestida con un sari rosa, una vez más la mezcla cultural era un ejemplo de amor y respeto, varias de las figuras religiosas eran adornadas con el traje tradicional local, lo cual le pareció fascinante.

Sentada en una de las bancas observaba encima del santuario los hermosos vitrales con ilustraciones que representaban el nacimiento de Cristo, la última cena entra otras, deletrear lentamente el nombre de Jesús y darse cuenta del gran poder que tiene cultivaba las ganas de adorarlo, así como los hindúes adoraban a sus dioses, ella tenía el suyo, sabía cómo hacerlo, cerraba sus ojos y sólo de sus labios salían frases de agradecimiento, más que peticiones agradecía y adoraba,  «Es bueno darte gracias, Oh Señor, y cantarte, oh Altísimo a tu nombre, anunciando tu amor por la mañana y tu fidelidad toda la noche, con arpas de diez cuerdas y guitarras y con liras que suena suavemente, me alegras Señor con tus acciones, y me gozo en las obras de tus manos. Cuán grandes son tus obras oh Señor, y cuán profundos son tus pensamientos, el hombre embrutecido nada ve, y el insensato nada de esto entiende. » un fragmento del Salmo 92 que se había aprendido en forma de canción cuando tenía 7 años. Estaba feliz de estar en la iglesia era como regresar a casa.

Alguien respiraba profundo en el asiento de atrás, se notaba agitado orando ferviente, pensó que era marco en el reclinatorio, pero era una anciana que oraba en español, cuando quiso mirarla ya se había ido, se incorporó y un hombre se sentó a su lado, crecía una sensación de permanecer a su lado compartiendo la misma banca, una energía profunda recibía de él, cuando se percató de que era algo absurdo estar sentada al lado de un extraño, se levantó pero él la detuvo con la mano. A veces las cosas llegan sin necesidad de buscarlas, parece que el destino tiene un libro escrito sobre la vida de cada persona, la semilla de su viaje a la India había dado fruto de una manera sencilla sin tener que tocar demasiadas puertas, esa es la señal de estar en el camino correcto. Muchas veces contenía las emociones por temor al qué dirán los demás, pero esta vez pegó un alarido que si no fuera por los campanarios que sonaban justo en el momento, más de uno se hubiese alarmado.

-¡GABRIEL!- Exclamó.

La tomó del brazo y salieron de la catedral, se abrazaron como dos niños y aunque él jamás había sido tan expresivo, esta vez demostró sus sentimientos. Al instante llegaba Marco con un jugo de caña de azúcar, supo que Vedina por fin había encontrado a la persona que estaba buscando, ambos se miraron de una manera misteriosa, Gabriel le tendió la mano y supo que era alguien especial.

Empezaron a caminar sin rumbo hasta que Gabriel mencionaba el tema de su matrimonio con Sava, se sintió asediada por la pregunta, de reojo miraba a Marco quien disimulaba poco interés en su respuesta, cómo contarle que no fue sólo Sava, que había terminado perdiendo la cabeza por Nahin, y sufriendo la pérdida de su gran amor. Evitó hablar del tema, después de la meditación Vipassana había sanado muchas cosas menos el corazón de Sava.

-Estamos aquí por Justina- Replicó en un intento firme de cambiar la conversación.

- Hay muchos casos de reencarnación en el mundo, hay pruebas suficientes que testifican que es así.- Concluyó Gabriel, mientras tocaba su frente, su mirada escrutadora reconocía que la marca de la autodestrucción había desaparecido, Sofía descansaría en paz para siempre.

Y había una transferencia de pensamientos entre Gabriel y Marco, el ciclo de la reencarnación terminaría en el mismo lugar que le dio origen a su creencia.

Un domingo en el palacio de Mysore era un día de celebración, no sólo por la aglomeración de locales y turistas sino por el ambiente de festejo que se respiraba en cada rincón. Antes del ocaso se unió a dar un paseo en elefante, una hembra majestuosa engalanada con una fina tela, sacudía sus orejas para regular la temperatura, golpeando suavemente las piernas de Vedina, el rose era como una caricia de fraternidad. Al principio no sabía cómo tratarla pero al ver su mirada profunda como la de los hindúes comprendía que el elefante compartía un pedazo de su corazón con ella, como muchos soñadores queriendo salvar el mundo en un instante, la imaginó libre caminando en su propio hábitat, antes de bajarse buscaba alguna señal de violencia como prueba para denunciar a su dueño, Marco le insistía que estaba bien, pero su corazón se desboronaba al ver sus ojitos aguados, a pesar de ser enorme, su tamaño se reducía al ser presa por el dominio humano. Había escuchado un caso conmovedor en Nueva Delhi, un elefante después de permanecer más de 40 años en cautiverio, sufriendo maltratos constantes, encadenado y utilizado como objeto que lucra a su dueño, fue rescatado y puesto en libertad, más de un testigo notó como el animal lloraba de emoción al sentirse libre, un profundo suspiro de vergüenza presentó ante el reino animal, el ser humano es la bestia que todos desearían mantener lejos.

Una discusión sobre la desigualdad se desató entre los tres hasta que miles de bombillas se encendían para marcar la silueta del complejo palaciego, parecía alguna noche decembrina en Barranquilla con los alumbrados alegóricos a las festividades de fin de año. Las calles eran impregnadas de jazmín y sándalo entre las avenidas arboladas, la banda se preparaba para tocar y el espectáculo de luces y sonidos dominarían la siguiente hora.

La noche transcurría en contar historias, Gabriel aseguraba que tenía a su ángel protector, y miraba a Marco con el rabillo del ojo, el año anterior se había salvado de la ola de calor que había arrasado al subcontinente indio con temperaturas extremas de 47 grados,  vio a ancianos y  méndigos morir en las calles, eran escenas perturbadoras, el  único episodio que recuerda  antes de perder la conciencia en las calles de Calcuta, fue haber elegido por error un taxi sin aire acondicionado, a los 5 minutos intentó bajarse pero el taxista no pretendía perder al único cliente extranjero que había decidido tomar el servicio, pese a las advertencia de las autoridades de no circular en las calles recogiendo pasajeros tras la muerte de varios conductores, recuerda que despertó en el hospital  fatigado y a su lado estaba el joven con una sonrisa impaciente  esperando sus rupias.

Soltaron una carcajada y en pocos segundos su rostro se transformaba en una expresión más seria.

-Tengo una misión que cumplir he sido librado de acontecimientos catastróficos. Pienso que no era el momento de partir, y hoy encuentro la respuesta.

Vedina ladeaba la cabeza temiendo no comprender.

Pero Gabriel continuaba:

-«Antes de llegar a Calcuta, estaba en Nepal en un pueblo cercano a Katmandú, quería ver con mis propios ojos aquel monje budista que arrasaba con su fama porque todo el mundo decía que podía levitar. “Mantén la mente abierta “me decía mi guía, era renuente a pensar que fuera cierto, existen miles de trucos, chamanes que sólo te envuelven en una simple ilusión, pero quería cerciorarme de que no era un mito, sabía por experiencia propia que la meditación te puede llevar a estados supremos inigualables, pero llegar al grado que te permita levitar era algo difícil de creer, “Hombre de poca fe” decía Jesús. Pero si era cierto lo que mis ojos veía deseaba extractar su profundo conocimiento para aplicarlo a mi vida, ¿Era ego? O ¿Un asunto puramente espiritual? Me preguntaba. Era como un ashtangi, una asana nunca es suficiente y siempre se pretende avanzar más y más. Pero esto era una cualidad divina que sólo los santos logran hacer, era un estado de meditación transcendental, me recibió con una sonrisa y permanecí a su lado, su técnica secreta de respiración hacía que se elevara unos 20 centímetros del suelo. Había ido a Nepal sólo para verlo, pero a los 40 minutos de estar allí algo me decía que tenía que regresar, estaba inquieto y sudaba frío sin razón aparente, mi mente debió tener un choque entre la emoción y la ansiedad, una sensación que nunca antes había sentido, salí del lugar casi corriendo dejando atrás al guía, sólo quería llegar al aeropuerto y regresar a Mysore, pero el vuelo más cercano era hacía Calcuta, así que lo abordé. A sólo 5 minutos de despegar, el avión se sacudía fuertemente como si la tierra quisiera succionarlo, al aterrizar en Calcuta nos enteramos que un fuerte terremoto había sacudido a Nepal y la ciudad de Katmandú estaba devastada, mientras las horas avanzaban  la cifra de muertos era incalculables, yo sólo lloraba inconsolablemente  y pedía a Dios que iluminara sus vidas.»

Guardó unos segundos de silencio con los ojos empapados llenos de resignación, hay veces que los misterios perturban la tranquilidad del alma.

La sensación de tristeza había llegado hasta el hotel, eran las 11 de la noche, cerraba sus ojos y en aquella dimensión oscura aparecía el símbolo del mantra “Om” (ॐ), Lo había visto desde el primer día que se sumergió en las calles de la India, el sonido vibrante salía de las cuerdas vocales, cantarlo le transfería un enorme poder espiritual, era la conexión infinita entre Dios y el universo:

 

                            «OM

                                  ॐ

“Espíritu poeta tendrá una balada de encanto, una oleada de ternura, una sonrisa profunda, una voz embriagada, una mirada frágil. Va lejos sin huellas y vuelve a su cuerpo para hacer proezas, cargado de aventuras. En el día duerme y a su noche meditando va, poderoso espíritu divino, universo de bondades, noches calladas, solo él se conoce, mi espíritu andante ¡tan ingrávido! ¿Conocerá a Visnú? ¿Entenderá a Brahma? Para mi serás el son del Om ¡serás purusha! Visitarás la cumbre de la montaña inaccesible ¿quién se atreverá a herirte? ¡Espíritu sagrado! Profunda deidad, hinco una rodilla para hablarte, me llevaras en la aurora para conocer los rostros de los que se creen  dioses, para conocer el sueño profundo, quizá para no despertar nunca jamás, me retiras la conciencia de la mente y no me llevas ni a lo físico ni a lo astral ¡toda una disolución! ¡Todo un pralaya! Cuando vences el silencio arrollas con el viento, cuando andas en las noches en surcos el alma haces doblar.

¡Espíritu perenne! confesándome estoy bajo la umbría de mi templo y con la lluvia fina que cae como hilos de cristal. Como meditar entre el mundo y la eternidad, como andar: si es el bien o es el mal. Pronuncia el ¡Om! Para que pueda penetrar en ese enigma de la perfección. Quítame los velos, la ilusión, las mayas, déjame reposar en la cumbre de tu montaña. Pronuncia el ¡Om! Para que lo pueda escuchar en risa, callada, enojada. Pronuncia el ¡Om! Como la perfección que floreció. Déjame penetrar en el Om para ver si olvido los gritos de mi clamor.”»