Cuando la ciudad dormía a media noche llegó el dueño de la embarcación puntual, recibió las rupias y se marchó. Iban los tres a navegar el río sagrado en pleno silencio, con la luna de guía, la barca se alejaba cada vez más y a lo lejos se veían las luces que enmarcaba el Diwali, Vedina pensaba que llegarían a la otra orilla del rio, en medio de la oscuridad sintió un profundo temor de no saber a dónde iban, en un instante el motor de la lancha se detuvo, entró en pánico al pensar que algo había fallado, pero Gabriel le decía que todo estaba bien, no supo cuantos minutos permanecieron en silencio hasta que una marcha de diyas encendidas se acercaban hacían ellos, el rio se iluminaba convirtiéndolo en un momento mágico y espiritual. Gabriel estaba sentado al otro extremo de la barca, parecía que sabía lo que estaba ocurriendo pero no se inmutaba, en cambio Marco la miraba fijamente dejándola hipnótica incapaz de sostener su mirada, eran un poco más de las 2 de la mañana había bastante niebla y sentía un poco de frio, cabeceaba porque el sueño la dominaba, de un momento a otros la diyas desaparecieron no supo si se habían hundido o el viento las había apagado. De repente una embarcación se asomaba en medio de la oscuridad y en ella la silueta de una mujer, la leve brisa movía su cabello, cada vez se acercaba más hacia ellos, pensó que no era los únicos a quienes se les ocurría navegar en medio de la noche mientras la ciudad dormía y se despedía del festival de luces. Las dos barcas quedaron juntas mientras la mujer seguía allí sentada, dejó caer su velo y Vedina aferraba sus ojos en ella, era Justina, pegó un brinco que terminó balanceando la barca.
-Estás aquí- le decía Vedina y al levantar la mirada se dio cuenta que era su madre, ella le acariciaba el rostro, le cogía su cabello largo, por fin estaba junto a su única hija, Vedina la veía con un profundo dolor que le atragantaba las palabras, estaba junto a su madre, ¡qué hermosa era! Como se ama en un minuto lo que no se ha amado en años, sus ojos eran como dos espejos y se veía a ella misma, la abrazó tan fuerte, respiraba su aroma, era su madre la que imploraba su perdón, «No hay nada que perdonar madre» le besó las manos y miraba a Gabriel quien le confirmaba que era real, sus manos se deslizaron lentamente de las suyas y extendido estaba el cuerpo sin vida de Justina, Gabriel le cerraba los ojos, mientras Vedina arrodillada custodiaba su cuerpo, el amanecer llegó y en el gaht Marnikarnika preparaban la pira donde el cuerpo de Justina sería cremado, había llegado el momento de romper con el ciclo de la reencarnación, los tres estaban ahí, viendo como el fuego consumía su cuerpo, Vedina finalmente lanzó sus cenizas al rio y una profunda paz invadió su corazón, su madre por fin descansaría en paz, había recibido el perdón de Vedina.
El suave balanceo de la barca la despertó, Volteó a mirar a su alrededor y sólo estaban los tres navegando en el rio de regreso al lugar donde habían partido.
Llego al hotel con la sensación del sueño, pidió realizar una llamada a Colombia y Margarita contestó con voz melancólica.
-Se fue mi niña.
Al escuchar aquella frase, sintió que la tierra la remecía sólo a ella.
-¿A dónde se ha ido?- preguntaba Vedina incrédula.
-Ya no está aquí, está donde tiene que estar.
Vedina colgó el teléfono y se dejó caer lentamente al suelo, aquel sueño era cierto y Marco lo sabía, su intención de navegar por el rio sagrado tenía un propósito.
-Recuerdas el día que desapareció la señal de tu frente- le dijo él.
Vedina asentía confundida con la cabeza, él siempre lo supo.
-Ha terminado el ciclo aquí. Ya es hora de que regreses.
-¿Quién eres?
Pero Marco se veía muy agotado y sólo quería descansar, así que la sacó de la habitación y le cerró la puerta. Aún quedaba el último recorrido que harían juntos en la India.
Sin duda era un duelo diferente, no había lágrimas ni tristeza sólo una profunda reflexión, extendida sobre la cama en posición de savasana se entregó a la paz que había recibido de su madre en medio de la noche en el rio sagrado.