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VEDINA

 

La muerte de Sofía había causado barullo, estropeó la vida de un ser que ninguna culpa tenía, Pero Gabriel supo cómo actuar, su deber moral lo consagró a ayudar a la huérfana y sin los lentes de la crítica la bautizó el mismo día de la misa de exequias, había sido desconsolador ver las bancas de la iglesia vacías, no tenía amigos ni alguien más que la quisiera, siempre estuvo sumergida en su mundo, ajena a la vida misma.

Con los días había tanta confusión entre ellos, que planear lo que iban hacer; era cuestión de tiempo. Gabriel hablaba de la situación de la pequeña, mientras Margarita interrumpía con sus sollozos. «¡Valor!- le decía-; es indispensable que todos estemos fuertes y serenos. » Y calmándose reaccionaron ante la realidad.

-He tomado una decisión, que ha sido muy difícil para mí. Pero todos sabemos que la niña no tiene a nadie más que a nosotros. Y sé que nuestros instintos más nobles nos responsabilizan de ello. Tanta fatalidad en la vida de esta criatura tiene que parar, aunque tarde o temprano cuando tenga razón de ser, empezaran las indagaciones sobre su existencia.

-¿Por qué tanto rodeo padre?- interrumpió Calixta.

Gabriel estaba de pie junto a la ventana y la miraba fijamente. Ella veía en sus ojos que algo no muy bueno iba decir.

-Entregaré a la niña en brazos de una mujer noble y buena.- dijo Gabriel con presteza.

-Pero ¿Cómo que en brazos de una mujer?-dijo Margarita enfadada- ¿Acaso nosotras no podemos cuidar de ella?

-Perdónenme, pero es lo mejor para todos. –dicho esto, Gabriel agachó la cabeza porque aún dudaba de su decisión. Pero sabía que no había reversa.

Las mujeres estaban exasperadas, permitir que se llevaran a la niña era como traicionar a su dueña. Pero luego al ser calmadas continuaron cuestionando.

-¿Quién es la mujer padrecito?, ¿Acaso es una que nunca ha tenido hijos?, ¿Acaso piensa que nosotras no podemos cuidar de ella?

-Nada de eso-continuó Gabriel- podrán cuidar bien de ella, pero nunca podrán darle lo necesario y lo justo para que viva dignamente. En cuanto a la mujer, tan solo aciertas en una cosa, Nunca ha tenido hijos porque es una religiosa, es la madre Superiora Joaquina de la Congregación de misioneras del Carmen en Cartagena, estoy seguro que no dudará en apoyarme.

-Entonces ¿Qué debemos hacer nosotras? ¿A dónde iremos? – preguntó impaciente Calixta.

-¡Dios no las abandonará!, permanecerán en esta casa, cuidarán de ella hasta cuando sea necesario, tendrán que turnarse para trabajar en otras cosas, para que puedan sustentarse. Aún están jóvenes, nada malo podrá ocurrirles. Pero tengan presente algo; esta casa seguirá siendo de Sofía. Cuando Vedina sea toda una mujer, sabrá muy bien qué hacer con ella.

Las mujeres tristes se apoyaban en el pecho del padre y murmuraban entre sí. «Qué desgracia la nuestra».

Hacía un buen tiempo que Gabriel había solicitado su traslado para Cartagena, y como si las cosas estuviesen predestinadas en el momento indicado, por fin su petición fue aceptada.