Texto

Viendo Marco Bruto y los conjurados tan cercano su peligro, huyeron del alboroto que había causado Antonio, y recogiéndose en Ancio para aguardar que se resfriase el hervor del pueblo: lo que esperaban de la mudanza de la multitud, fácil y novelera, teniendo ellos de su parte al Senado, el cual castigó a los que sólo por el nombre mataron sin culpa a Cinna, un poeta amigo de César, entendiendo era el otro Cinna que había dicho mal dél; y asimismo había preso a los que habían ido a quemarles sus casas. Animábalos el saber que ya el pueblo, temiendo la tiranía que pretendía establecer Marco Antonio, deseaba a Bruto; mas él, sabiendo que los soldados viejos, a quien César había dado sus heredades, le buscaban en diferentes tropas disimuladas para matarle, se detuvo. Turbole también la nueva venida de Octavio a la ciudad. A éste llamaba hijo en su testamento y le dejaba por heredero. Cuando mataron a César estudiaba en Apolonia; luego que supo su muerte, se vino a Roma, y tomando el nombre de César, para obligar al pueblo con la memoria de su padre, junto a sí con dádivas y pagas a los veteranos. Y como Cicerón, movido de la enemistad que tenía con Marco Antonio, favoreciese las partes de Julio César en Octavio, su heredero, Bruto le escribió una carta, disuadiéndole de establecer monarquía con la sucesión. Pero como ya en la ciudad unos siguiesen las partes de Octavio, otros las de Marco Antonio y los ejércitos venales corriesen a juntarse, como a voz de pregonero, donde los llamaba mejor paga, desesperando de la república, determinó Marco Bruto huir de Italia; y por Lucania, a pie, se fue al mar de Elea.

Discurso

Aun en el nombre es peligroso comunicar con los malos, y hasta en el nombre es útil comunicar con los buenos. Por llamarse aquel poeta amigo y apasionado de César, Cinna, como el maldiciente que dijo mal de César, sin otra culpa que la equivocación del nombre, murió despedazado del furor del pueblo. Y Octavio se llamó César, por ser nombre de Julio, y esto le granjeó el amor, el séquito, las armas y la ciudad.

Con obstinación asistió el Senado a la defensa de los homicidas, pues castigó a los que dieron muerte al inocente Cinna y prendió a los que con los tizones los fueron a quemar las casas.

Este favor les engañó la confianza; mas desmayaron en sabiendo la venida de Octavio, y la asistencia y amparo que su persona tenía en Cicerón. Bruto, cuando no pudo personalmente oponerse a esto, escribió a Cicerón esta carta: