—¿Cómo? —Violeta acababa de participar en la conversación con aquel interrogante, acercándose al lugar donde Baxter permanecía en pie. Más que eso, apretándose contra el flanco izquierdo del temerario espacial para hacerle sentir el contacto ardiente de sus pechos belicosos.
—Eso me disponía a explicar, doctora Rivas —le sonrió Larson con sus desagradables y porcinos morros—. Antes de iniciar el viaje se efectuará en ustedes una breve intervención quirúrgica con el objeto de adaptarles lo que yo denomino «Corazón Distancia». Podríamos decir que será el marcapasos que señalizará con el presente que estaremos controlando desde aquí, su vida en el futuro que ustedes desarrollarán allá. Por medio de ese «Corazón Distancia», en el día y hora establecidos, podré retrotraerles a la actualidad. ¿Que usted me pide certezas sobre el funcionamiento? No puedo dárselas. Y estimo más honesto este razonamiento que deslumbrarles con la falacia de utópicas aseveraciones que podrían significar su pérdida en el tiempo y su definitiva muerte física.
—Creo que los tres... —miró a las mujeres—, ¿verdad, bonitas?, estamos dispuestos a correr el riesgo. Vamos a viajar hasta el siglo XXXIII para librar a la humanidad de su extinción y de ese androide tan malvado que se llama Worldowner. Si algún día tengo hijos..., y en eso vosotras tendréis mucho que decir, o que ayudar, muñecas...
—¡Por favor! —se quejó la dulce y cobriza Kiowa sin escandalizarse demasiado por otra parte ante la posibilidad de tener un hijo con Baxter—, Te excedes.
—Si no me pongo muy nervioso sé que pueden salirme bien, ¡de veras!
—Estos caballeros, Jason, ya saben que eres muy ocurrente —le censuró, sonriente, la negrita.
—Bueno —se hizo el inocente—, sólo quería decir que si algún día tengo un hijo le asustaré exclamando: ¡Si eres malo, vendrá Worldowner!
—¡Por Dios que es usted desesperante! —el que se quejaba ahora era el general Curtis, adjunto al secretario de Defensa de la Casa Blanca. Y se quejaba con cierta amargura. Suspiró—: Sepa que el tiempo apremia…
—¿Quiere decir eso que hemos de viajar inmediatamente?
—Más o menos —afirmó el militar—. Si es que de una forma oficial dicen aceptar.
—¡Ah! —fingió sorprenderse con una de sus burlonas expresiones aquel que calificaban de temerario del espacio—, ¿Pero... acaso no ha quedado suficientemente claro que aceptamos, general?
Hizo un gesto el aludido que dejó atrás las fronteras de la moderación.
—¿Pretende volverme loco, Jason Baxter?
Floreció una amplia sonrisa en los labios irónicos del fulano que, pese a su irritante extemporaneidad, acababa por resultar simpático, agradable y hasta contagioso.
Con esa sonrisa luciendo, exclamó:
—¡Nada más lejos de mi ánimo y de la realidad,
señor! ¡Venga, muchachitos, venga! Sed generosas y condescendientes y decidle otra vez al general que os venís conmigo de juerga al club siglo XXXIII, ¿eh?
—Voy con él —sonrió, satisfecha al decirlo, la cobriza de excitantes y voluptuosos encantos.
—Y yo, general, y yo... —hizo como que se resignaba a su suerte la preciosa doctora negrita. Y su tono, en el fondo, fue el mismo que si hubiera preguntado: «¿Cree usted que puedo quedarme en el presente, tan tranquila, dejando ir solos a esta pareja a través de las inmensidades del tiempo-espacio..., para que ella se ponga las botas con él? ¡Ni hablar, general, ni hablar!» Puntualizando—: ¡Claro que voy al futuro! A matar a Worldowner y a lo que sea con tal de...
—¡Vale, pequeña, vale! Acabarás poniéndole los dientes muy largos a David Lee Curtís. El ya sabe, aunque le duele reconocerlo, que las dos venís encantadas conmigo rumbo al 3237 gracias a la apostura de mis varoniles atractivos, al desenfado cautivador de mis encantos masculinos ya...
— ¡A callarse de una puñetera vez, JASON BAXTER!
—OK. No se excite, por favor. Recuerde los inconvenientes de un despilfarro de adrenalina, ¿eh?
El militar ignoró los últimos comentarios del Space Temerary.
—En este caso —se limitó a decir— y luego de que hayan otorgado su aquiescencia por escrito para atender a las formalidades jurídicas, el licenciado Balsan junto con su ayudante Dustin Warden y el profesor Elliot Lawson les impondrán detalladamente de los pormenores y casuística técnico-científica de su viaje al siglo XXXIll. Después, serán trasladados al pabellón aséptico del Nuclear-Emergenci Medical Center y, transcurridas veinte horas desde el instante en que les haya sido instalado el «Corazón Distancia», por un corredor oruga vitrificado accederán a la boca de absorción del Pasillo del Tiempo Futuro desde donde Elliot Lawson les proyectará al año 3237. ¿Alguna pregunta?
Los tres viajeros negaron con la cabeza.