HABLA…  MENTE (IV)

Me preocupan estos dos fracasos consecutivos.

El periodista, con la ayuda inestimable de mi disidente, se ha deshecho de Garko y Sensath. Al primero lo ha volatilizado y no me gusta perder entes en mis empresas. Uno más o menos no tiene gran importancia pero sí influye en la disposición mental de los demás. Aunque los he creado preparados para la desesperación. Aunque aceptan su tránsito sin el temor que la mayoría de los humanos le profesan a la muerte... no me gusta.

También ha podido eludir la trampa que le había tendido intervenido en los aparatos pensantes de Robin Howard primero y del comandante Harry McKean después.

Debo evitar a toda costa nuevas complicaciones.

Aurea es una de esas complicaciones. Desde hace tiempo. Y tengo que admitir que Craig —pese a sus escasos esfuerzos intelectuales— estaba en lo cierto al reiterar la necesidad de que ella fuese reducida a la nada. Pero yo, no quería obsesionarme con la idea de su exterminio, intentaba olvidarme momentáneamente de ella para concentrarme en la destrucción de ese ingenio espacial terráqueo al que llaman «Buspace I». Por la simple y perentoria razón de que a partir de ahí tengo previsto desencadenar una guerra entre los terrícolas.

Quiero que se destruyan parcialmente entre ellos.

Pero para conseguirlo, no puedo permitir más interferencias de Aurea o de ese humanoide apellidado Lambert.

Walter Lambert también debe morir, sí.

No puedo especular con la posibilidad de utilizarlo más adelante en mi propio beneficio tras intervenir en su complejo intelectual. Es un riesgo. Un peligro tan latente como la propia Aurea... o quizá mayor todavía. Mayor posiblemente. Porque él, ahora, se cree el abanderado de la salvación de la humanidad.

Y eso, desde luego, lo convierte en un ser notablemente peligroso del que no puedo descuidarme.

Ni un instante puedo olvidarme de él.

Debo dictar la sentencia de Lambert, sí.

Pero de una forma racionalmente lógica. Que no despierte excesiva curiosidad entre sus congéneres. Accidental. Lógica como he dicho, sí.

Volveré a introducirme en su mecanismo pensante.

Agudizándome, claro. Con notable esfuerzo pese a mí Poder. Porque las radiaciones que emiten esos paupérrimos y decrépitos intelectos humanoides apenas las registran mis sensores...

Es un doloroso espasmo de concentración, pero lo consigo.

Viaja a San Diego...

¡Ah, ya, ya comprendo!

Su objetivo inminente es el científico Tracy. El profesor Maximillian Tracy. Pero no se atreve a ir directamente a él para no correr riesgos. Sabe que en la «Pacific Plataforma» se han extremado las medidas de seguridad y se ha duplicado la guardia personal del científico.

No. Por el momento no piensa Lambert en trasladarse a esa plataforma-cosmódromo.

¿Entonces...?

¡Ya! Entiendo, entiendo...

Veo reflejado en sus células el nombre de una mujer...

BRENDA OLSWEN.

¿Quién es Brenda Olswen? ¡Vamos, Lambert, piensa en ella! ¿Quién es Brenda Olswen?

Tendré que utilizar mis sensores autodidactas para llegar hasta la identidad de esa mujer porque los engramas de Lambert la tienen presente pero no profundizan en ella. Es un punto fijo en su pensamiento, pero nada más por el momento.

Brenda Olswen... Brenda Olswen...

¡La secretaria administrativa del profesor Tracy!

Por eso acude el periodista a San Diego. A las oficinas en tierra de la Secretaría Galáctica. Quiere entrar en contacto con esa mujer y convencerla de que le ayude a mantener una entrevista secreta con el científico.

Entiendo, sí.

Debo retirar mis sensores del cerebro de Lambert y comunicarme con el aparato pensante de Marka.

¡Marka! ¿Estás en mí?

Sí, Mente. Te capto y admito. Tus sensores se están agudizando en los míos.

Será cuestión de fracciones infinitesimales dictar la definitiva sentencia de ese humanoide.

Ya está. Y Marka me dice:

Perfecto, Mente. Entraré en el cerebro de ella. Será fácil desintegrar a Walter Lambert cuando le tenga prendido en el aroma sexual.

¡Nada de desintegrarle!  ¿Captas?  En ortodoxia terrícola debe tratarse de un accidente. Repito: AC-CI-DEN-TE. ¿Lo has registrado con fijeza en tus sensores, Marka?

AC-CI-DEN-TE.... accidente, entiendo. Ellos, creo que le llaman... «paro cardíaco».

Sin errores, Marka.

No los habrá, Mente. Se hará todo tal como ordenas.

Como yo ordeno, sí.

Una vez muerto el periodista, Aurea pierde su conexión con los terrestres y se queda sin tiempo para iniciar otra de sus tentativas sediciosas. Después vendrá la destrucción del ingenio espacial por supuestas naves soviéticas, lo cual hará estallar una guerra nuclear entre las dos naciones más poderosas del orbe terráqueo.

La guerra que tanto les seduce a ellos.

La destrucción.

Su... destrucción.

Mi... venganza.

Por último mis naves, en sucesivas oleadas, se posarán en ese planeta. La invasión habrá comenzado. Y la salvación de mis entes.

Porque allí tendrán el oxígeno que precisan para seguir subsistiendo.

Mi venganza... casi estará consumada.

Será el último capítulo de mi proyecto.

El penúltimo...

Porque antes dedicaré, todo mi Poder infinito a localizar a Aurea y pulverizarla.

La hora, de todas formas, está próxima.

La hora de que yo me integre, definitivamente y como dueño absoluto, en la Creación de la que fui expulsado hace millones de años.

Entonces sólo era el amanecer...

Tras el apocalipsis que yo desencadenaré retornará ese amanecer y se hará eterno... Como eterno será mi dominio.

El dominio que emana de mi Poder.

Del Poder de Mente, sí...