5. Y ahora, el tándem
Un día, el propietario del mercado le pidió a Kody, el lechero, que lo fuera a ver al final de la jornada. El inquietante silencio del mercado vacío representaba un apropiado telón de fondo para una conversación de negocios igual de inquietante. Torin, con algunos años más que Kody, se tomó la libertad de poner su brazo sobre los hombros de este mientras caminaban. Torin fue el primero en hablar:
- Kody, tú y yo hemos estado trabajando juntos desde hace mucho tiempo, ¿recuerdas cuánto hace que empezaste aquí, en el mercado?
Kody no respondió.
- Muchos, muchos años -dijo Torin contestando a su propia pregunta-. Estoy seguro de que eres consciente de lo bien que te ha tratado este mercado. Tienes una buena granja con muchas vacas y docenas de clientes que te compran leche, mantequilla, yogures, quesos…
- Al grano, Torin -dijo Kody, impacientándose.
- Quiero saber por qué pierdes el tiempo yendo en bicicleta a las casas de la gente. ¿No crees que es mucho mejor para todos que la gente venga a nuestro mercado? Construimos este espacio para tener un recinto donde vender juntos. Ahora nos apoyamos los unos a los otros, tenemos un techo que nos protege de la lluvia…
- A veces la gente prefiere recibir las compras a domicilio, Torin. Yo solo les doy lo que quieren.
- Sí, eso está muy bien, pero ¿no te das cuenta de que si todos hiciéramos lo mismo nadie vendría al mercado? No me digas que es eso lo que quieres.
- No creo que vaya a suceder nunca.
- Bueno, pero seguramente vendrían mucho menos… -insistió Torin.
- Quizá -dijo Kody, encogiéndose de hombros.
- Pues entonces te pido que dejes de hacer entregas a domicilio, Kody, por el bien de todos.
- Lo siento, Torin. Ni lo sueñes.
Kody se sacó de encima el brazo de Torin y se fue dejando al hombre con cara de decepción.
Para entonces, Torin ya estaba convencido de que las cosas no iban a volver a la normalidad si no tomaba medidas drásticas. Y, además, había que hacerlo con urgencia porque cada venta que Kody realizaba a domicilio era una comisión que Torin dejaba de recibir. Lo que este no sabía en aquel momento era que, en poco tiempo, Kody iba a dejar de ser el único vendedor a domicilio.
A la mañana siguiente, Berta tomó una decisión. No podía quedarse sentada por más tiempo, mirando como Kody se convertía en el mayor comerciante de Villalomas. Sin más dilación, Berta fue a la tienda de bicicletas y compró la más grande que había. Montó orgullosa en su nueva adquisición pero enseguida tuvo que frenar en seco. No podía creer lo que estaba viendo.
En la entrada del mercado, una multitud se había congregado alrededor de Kody, que también lucía una nueva adquisición. Al principio, Berta no acababa de asimilar lo que veía. Pero, al acercarse, se dio cuenta de que Kody estaba sentado en la parte de atrás de lo que él llamaba una «bicicleta tándem». Justo delante de él, en otro sillín de la misma bicicleta, se hallaba su conductor particular. Kody, en aquel momento, estaba explicando algunas de las ventajas que tenía el hecho de ser dos. Mientras el conductor se dedicaba a pedalear y aprenderse los atajos, él podía concentrarse en sujetar el producto y gestionar la venta personalmente.
Hecha una furia, Berta se dio media vuelta y compró todas las bicicletas que quedaban en la tienda.