4. Un paseo inolvidable

Unos días más tarde, Kody regresaba en bicicleta a su casa cuando vio como Fángela y Odessa pedaleaban con dificultad no muy lejos de donde se encontraba. Llevaban demasiadas bolsas de comida e iban dando bandazos de un lado a otro del sendero, cada vez que el peso cambiaba de lado. Tardó apenas un minuto en alcanzarlas y, cuando estuvo a una distancia prudencial, preguntó a modo de saludo:

- ¿Algún problema, señoritas?

- ¿A ti qué te parece? -dijo Odessa con ironía-. Amelia está enferma y nos ha pedido que le hagamos la compra.

- ¡Vaya, lo siento! ¿Os puedo ayudar?

Kody se ofreció a cargar con alguna de las bolsas. Durante un buen trecho fue descubriendo caminos por los que nunca había transitado. Estaba siempre tan ocupado con las tareas de la granja que no tenía tiempo de pasear por las colinas donde vivían sus clientes. Poder disfrutar de aquella nueva circunstancia le pareció una experiencia interesante.

- Así que ¿este es el camino que recorréis todos los días para ir al mercado?

- Sí, bueno, este es el camino que sigue Amelia. Odessa vive en esa colina de ahí, y yo vivo en la que está detrás. ¿Y tú?

- Yo vivo en la granja que hay al otro lado del río, junto a aquellos prados verdes que se ven a lo lejos.

Sin duda, Kody se había alejado bastante de casa, pero, por algún extraño motivo, tuvo la sensación de que estaba haciendo lo correcto. Tan pronto como llegaron a la cima de la colina pudieron ver la casa de Amelia. Cuando llamaron a su puerta, esta se alegró enormemente de ver a los recién llegados.

- ¡Muchas gracias por traerme la compra! ¡No sé lo que haría sin vosotros! ¡Sois maravillosos!

Contemplar la satisfacción en la cara de Amelia fue lo mejor que le ocurrió aquel día a Kody. Como profesional, no había nada más grato para él que ver a un cliente contento.

Aquella tarde, de vuelta a casa, Kody tuvo una idea. De repente, le invadió una energía inesperada y empezó a pedalear cada vez más deprisa. ¡No había tiempo que perder!

Al día siguiente, Kody llegó pronto al mercado y puso un cartel sobre su mostrador. A los pocos minutos la gente empezó a hacerle preguntas. Berta, en la orilla opuesta del pasillo, parecía furiosa. Tenía docenas de clientes delante de su tienda, pero todos estaban de espaldas a ella, mirando a Kody. Intentó captar su atención pero nadie la escuchaba. El letrero tenía solo tres palabras: «Entregas a domicilio».

En pocos días, Kody empezó a dedicar todo su tiempo libre a entregar las botellas de leche por las casas con su bicicleta. Sus clientes fueron contándoselo a sus vecinos y el negocio creció hasta el punto de que la bicicleta se convirtió en el bien más preciado de Kody.

El éxito convirtió al lechero en el comerciante más solicitado del mercado. Sabía dónde vivía casi todo el mundo y se aprendió la mayoría de sus nombres. Esto irritaba especialmente a Berta, la pescadera, acostumbrada a ser el centro de atención. Sin embargo, el resto de comerciantes lo miraban como si estuviera loco. El comercio a domicilio prescindía, como no podía ser menos, del mercado como pieza central del negocio, por lo que les resultaba difícil imaginarse lo que se estaban perdiendo.