Capítulo 11
Donegal, Irlanda, s. XXI
30 de diciembre
Ya casi amanecía cuando el coche, donde viajaban los cuatro, se detenía frente a la casa de Norene.
Tras salir de la mansión de O’Neill, habían montado en silencio, y del mismo modo llegaron a su destino. Norene estuvo mirando por la ventanilla todo el trayecto, aunque no había sido demasiado largo. Irial la había recostado contra él, pero la joven se enderezó en el asiento, y solo dejó que la tomara de la mano mientras ella no paraba de darle vueltas a lo ocurrido. Todo había acabado en el presente, pero ¿y en el pasado? ¿Qué ocurriría con el Brannagh O’Neill del siglo XV si aparecía por allí con Irial? No sabía si habían cambiado el destino o no, y además, debía decidir si se arriesgaba a averiguarlo o, por el contrario, se quedaba en su tiempo y dejaba las cosas como estaban.
Al bajar del vehículo, un hombre se levantó de los escalones frente a la puerta de Norene: era Ennis.
Irial se tensó y gruñó listo para detener aquel vampiro que no entendía una amenaza. Aquel maldito bastardo había incumplido su promesa de no volver a acercarse a Nore y estaba allí, esperándola. Iba a saltar sobre él para recordarle que debía mantenerse lejos, cuando la joven apoyó la mano en su antebrazo para pedirle calma.
―Irial, yo… tengo que hablar con él. Lo necesito.
Aquello fue como una patada en las pelotas para Irial que vio cómo Norene entraba en su casa junto a Ennis, y cerraba la puerta, dejando a sus tres acompañantes fuera.
El pequeño de los Ward quiso tirar la puerta abajo en cuanto se recompuso del desplante de Norene. La idea de que Nore cambiara de opinión con respecto a volver con él le asaltó y fue hacia la entrada.
―No lo hagas, hermano ―dijo Dagen―. Tienes que esperar y confiar en ella.
―¿Que no haga qué? ¿Tirar la puerta abajo y reclamar a mi mujer? ¡Porque eso es lo que pienso hacer ahora mismo!
Y sin esperar respuesta por parte de su hermano, Irial se lanzó contra la casa para entrar en busca de la pelirroja, pero chocó contra un muro de puro músculo.
―Te he dicho que esperes, Irial. No quiero hacerte daño.
Pero el pequeño de los Ward no razonaba. Trató de tumbar a su hermano golpeándolo en las costillas, pero eso no sirvió de mucho: Dagen era más de cien años mayor que Irial y eso se notaba en su fuerza, muy superior a la de su hermano.
Pocos minutos después, aburrido de esquivar y recibir golpes, Dagen sujetó a Irial del cuello y lo tumbó contra el suelo.
―Deja de portarte como un idiota. Te ha pedido que esperes, te ha dicho que te quiere. Ten un poco de paciencia y dale una oportunidad antes de portarte como un animal.
Kara empezó a abanicarse. Ver luchar a Dagen y que se impusiera en la batalla, la excitó lo suficiente como para que su compañero fuera capaz de olerla, y al hacerlo, un gruñido de puro deseo, escapó de los dientes apretados del Laird. Irial, que también la olió, y al ver la reacción de su hermano, puso los ojos en blanco antes de asentir finalmente.
Esperar iba a ser una tortura, pero Dagen tenía razón. Más de una vez había visto lo diferente que era Kara al resto de las mujeres de su época, tanto en temperamento como en manera de actuar. ¿Debía darle el beneficio de la duda a Norene?
Unos minutos después, que para Irial parecieron horas, la puerta volvió a abrirse, y un cabizbajo Ennis salió. Se detuvo frente a Irial antes de hablar:
―Eres afortunado. Solo cuídala como se merece.
Y sin esperar más respuesta, abandonó el jardín y desapareció de vuelta al pueblo.
―Irial ―llamó Norene desde dentro de la casa―. ¿No vas a pasar?
El aludido no lo dudó. Entro como un vendaval dejando fuera a la pareja que se abrazaba sonriente. Al parecer, Norene había elegido y volvería con ellos. Besándose, entraron en casa de Kara a celebrar la victoria entre las sábanas.
Irial entró en la casa al encuentro de Norene. Estaba sentada en el sofá, frente a la chimenea. Parecía seria, con las manos entrelazadas y los codos apoyados sobre sus rodillas. Tenía mal aspecto, y no solo por las magulladuras, el pelo enredado o la ropa desgarrada. No. Había algo más detrás de aquel aspecto causado por el secuestro.
Se sentó junto a ella y la tomó de las manos.
―¿Qué ocurre, cariño?
―Tengo que contarte algo que debí hacer desde el principio.
―Has despachado a Ennis, ¿verdad? ―preguntó aún dudoso. Necesitaba escucharlo de sus labios.
―Sí. Le dije la verdad, que te amo a ti y que nunca podría amarlo a él, tan solo apreciarlo como amigo. No era justo para ninguno de los tres. Quería usarle para olvidarte y para protegerte.
―¿Protegerme? ¿De qué? ―preguntó sin entender.
Norene tomó aire. Era el momento de confesar.
―Cuando fui a verte en el castillo, para que me dijeras algo que me hiciera quedarme, acababa de hablar con Brannagh O’Neill.
Irial se tensó al escuchar el nombre de aquel bastardo.
―Me dijo ―continuó la joven― que era demasiado obvio lo que yo sentía por ti, pero que no era correspondida porque tú ibas a casarte con su hija. Además, para asegurarse de que me alejaba y me marchaba, me dijo que o desaparecía o te mataría, y después a todos los Ward antes de matarme a mí. ―Irial escuchaba rabioso el relato de su pelirroja, reteniendo el aire en sus pulmones.
»Así que, si a eso le unes que me echaste de allí, ni lo dudé: regresé. Pensé que aquí estaría a salvo y vosotros también, pero, cuando llegué a la casa, él me estaba esperando y me enseñó una foto tuya, con tu mujer y tus hijos. Fue lo que me faltó para decidirme a empezar de cero, olvidarte y conseguir seguir sin ti, pero no podía dejar de pensar en nosotros. Ni cuando estaba con Kyran. ―Unas lágrimas escaparon cuando le recordó―. Y cuando se enteró de que tú y yo habíamos estado juntos, lo mató en la puerta de mi casa para recordármelo, y por eso, fui en busca de Ennis.
Irial sintió cómo la rabia crecía en su interior. No contra Kyran o Ennis, ni contra Norene. Se sentía furioso por no haberla podido proteger de todo aquel sufrimiento. Limpió con sus labios las muestras de dolor que resbalaban por sus mejillas antes de hablar.
―Pero todo ha acabado ya, dulzura. No puede hacerte daño, ahora no.
―¿Y si en el pasado sí puede? Según la historia, O’Neill masacraba a los Ward y los expulsaba.
―Sin embargo, sí hay algo diferente en ese pasado, Norene. Tú. Vuelve conmigo, casémonos. Lucha a mi lado por un futuro diferente, por uno en el que estemos juntos.
Norene sonrió. Eso era todo lo que quería: a él.
―Haremos que cambien las cosas, ¿verdad?
―Lo haremos, empezando por tu ropa. Está hecha un desastre.
Irial la ayudó a quitarse lo que quedaba del vestido y las medias. Detrás, desaparecieron de su cuerpo el sujetador y el tanga. Irial recorrió su piel expuesta con sus labios.
―Voy a hacer que olvides lo ocurrido… ―dijo el vampiro con voz sensual―. Borraré de tu cuerpo todo rastro de tu cautiverio, de Ennis, de Kyran… Solo yo estaré en él. Y volveré a marcarte como mi compañera.
Irial la apretó junto a su duro cuerpo, separándole con las piernas las rodillas y elevándola, haciendo que se rozara contra su sexo. El vampiro inhaló su excitación gruñendo de placer. La sujetó del cuello con delicadeza y aplastó sus labios en los suyos. Al instante, ella respondió al beso y ambos se fundieron en el remolino de pasión que despertaron. La necesitaba como el respirar, el fuego de su sangre lo devoraba sin control, se frotó contra el cuerpo femenino y la sujetó del pelo para tomar el completo control de su boca.
Norene gimió al sentir cómo la alzaban del suelo y la dejaban suavemente sobre el sofá. El aliento sobre su piel la calentó. Los pezones se endurecieron pidiendo atenciones, que Irial no les negó. Los lamió y acarició con sus colmillos, provocando que el cuerpo de la joven se arqueara, rogando por más.
Las manos de Irial dibujaron sus curvas, bajando desde el cuello a los muslos, y luego, volvieron a subir. Le separó las piernas y hundió su rostro en el níveo y depilado sexo de Norene. Era un manjar demasiado delicioso y que no era capaz de dejar de saborear. Con las manos extendidas, retorcía los pezones entre sus dedos mientras con su boca bebía cada jugo que derramaba. Lamió su clítoris hasta sentirla tan cerca del clímax que lo provocó, mordiéndola, marcándola, allí mismo. Beber de su sexo era el paraíso.
Norene gimió y se retorció de placer, gritando su nombre. Irial se apartó de ella, observándola, sonrosada por el orgasmo que aún la hacía moverse con espasmos de placer. La mirada hambrienta del vampiro se clavó en su húmedo y brillante sexo. Se relamió los labios mientras liberaba su palpitante erección que desesperaba por introducirse en ella. Lo hizo, de una sola embestida, y todo lo profundo que el cuerpo de Nore le permitió. Ambos gimieron y se miraron a los ojos, hablando con ellos, diciéndose lo que sentían de aquel modo, ya que sus agitadas respiraciones no les permitían hacerlo de otra manera.
Irial embistió duro y profundo dentro de ella, arrancando gritos de placer de los labios de su amada. Escucharla y verla dominada por el deseo acrecentaba el suyo propio.
El ritmo de las caderas de Irial pronto los arrastró de nuevo al clímax.
―Te quiero, mi pequeña bruja pelirroja ―logró decir el vampiro, rendido sobre el cuerpo desnudo de ella.
―Y yo a ti, vampiro cabezón. Te quiero.
Cuando horas después, abrazados y desnudos, se quedaron dormidos en la cama de Norene, tras una sesión de sexo que los agotó, la joven sintió entre brumas que serían capaces de vencer cualquier obstáculo y conseguirían ser felices por la eternidad.