Capítulo 10
Donegal, Irlanda, s. XXI
29 de diciembre
Norene trató de moverse pero tenía las manos atadas a la espalda ya dos días y le dolían los hombros y las muñecas, por lo que hacer el trabajo de apoyarlas para recolocarse en el duro camastro era un esfuerzo titánico. Además, las heridas que se había hecho cuando Ciara y el Laird habían entrado en su casa, y se la habían llevado a la fuerza, aún le molestaban demasiado.
Pensaba que habían pasado cuatro días por las comidas que le habían dado, no porque hubiera nada que le indicara el paso del tiempo. Por lo que allí, encerrada y en silencio, en una habitación sin ventanas, solo podía acordarse de Irial.
Quería volver a su lado, lo necesitaba. Rompió a llorar cuando el pensamiento de no volverle a ver la asaltó de nuevo. No quería desmoronarse, tenía que sobrevivir hasta que él la encontrara, porque lo haría… Solo esperaba que no tardara mucho más, porque empezaba a perder la esperanza.
Ciara abrió la puerta de la habitación donde retenían a Norene y se apoyó en el marco con una sonrisa malvada.
―¿Llorando otra vez? Qué patética eres.
Norene dejó de llorar al ver a la mujer a la que creyó su amiga, y que había resultado ser una mentirosa.
―Tú sí que eres patética. ¿Piensas que así podrás casarte con él? ¿Encerrándome a mí?
Ciara mostró sus colmillos, amenazante.
―Claro. ¿O acaso crees que Irial te esperará toda su vida? No es humano, es un vampiro, y la eternidad es muy larga para estar solo.
―Irial vendrá a buscarme... ―dijo con esperanza.
Ciara estalló en carcajadas.
―Eres penosa. Tú solo has sido para él un entretenimiento. Nada más. Eres débil, Norene. Seguro que no ha podido follarte como él deseaba ―dijo hiriente―. Claro que, si lo hubiera hecho, te habría matado.
Norene se mordió el labio, dándole la razón sin querer. Ella era humana; él, un vampiro. Podría matarla si quisiera, pero no... No iba a dejarse vencer por aquella mosquita muerta mentirosa.
―Va a convertirme.
―Dudo que pueda hacerlo si no te encuentra.
O´Neill entró en ese momento en la habitación sin ventanas donde estaban su hija y Norene. Con un gesto de la cabeza, le indicó que saliera de la habitación. Ciara obedeció al momento, no sin antes, lanzarle a Norene una mirada cargada de veneno.
―Muchacha, te estás convirtiendo en una molestia...
Norene lo miró frunciendo el ceño y trató de alejarse de él. No le gustó lo que aquella frase podía implicar.
―¿Qué quieres decir?
―Justamente lo que has oído. Los planes que tenía para ti... ―Miró su cuerpo con una chispa de lujuria en sus ojos―. Digamos que han cambiado un poco.
―Y una mierda. Prometiste dejarme libre.
―No voy hacerlo, jovencita. ―O´Neill se acercó a ella y se agachó para inspirar el aroma tan dulce que desprendía―. Hueles muy bien...
―No me toques, cabrón.
No le gustaba aquello. No quería asustarse, debía pensar en cómo escapar, pero O'Neill la atemorizaba demasiado en esos momentos.
O´Neill se rio peligrosamente cerca de su cuello.
―Me sorprende que Irial no te haya marcado como suya, niña. No veo señal alguna en ti... ―Sujetó con fuerza su pelo y tiró con fuerza haciendo que Norene ladeara la cabeza exponiendo su cuello ―Vaya, vaya, si el bastardo sí que te ha marcado. Me pregunto qué dirá cuando descubra que te he mordido.
―¡No! ―gritó con desesperación. Norene sabía lo que significaba ese acto. La noche en que echó a Irial de su casa, y estuvo hablando con Ennis, este le contó que un vampiro, cuando marca a su pareja y otro la mordía, era como una violación. Las parejas eran sagradas para los vampiros, y morder a una futura compañera o compañera era motivo suficiente para provocar un duelo a muerte.
―No estás en posición de escoger. Además, tu aroma me atrae y esta noche todavía no me he alimentado.
―Pues haz dieta ―contestó a la desesperada―, pero yo no pienso ser tu cena.
Tenía las manos atadas, pero no las piernas, así que empezó a patear aun sabiendo que era inútil. Ya lo había comprobado contra Ciara cuando trató de evitar que la secuestraran, y su examiga se había cebado con ella golpeándola contra los muebles.
―Si haces eso, me la pones más dura, mujer.
La sujetó con fuerza del cuello y clavó los colmillos en el suave cuello de Norene. Sentir cómo se movía lo hizo gruñir de excitación. Posó una mano en su generoso pecho y lo acarició mientras bebía de ella sin que la muchacha dejara de gritar y llorar.
Norene se sentía sucia. La estaba tocando y alimentándose de su sangre. Era humillante en muchos sentidos. Apretó con fuerza los ojos, sin dejar de retorcerse lo poco que podía hacerlo, y pensó en Irial. Lo necesitaba desesperadamente a su lado.
Irial sintió un pinchazo en su corazón y una sensación de malestar se apoderó de él. Se frotó el pecho exponiendo sus colmillos y gruñendo. Norene, Norene lo necesitaba, estaba sufriendo. Irial se desplomó sobre sus rodillas maldiciendo su impotencia por no poder protegerla.
―¿Qué ocurre, Irial? ―preguntó Dagen, cayendo a su lado y tomándolo por los hombros.
―Norene... está sufriendo, estoy sintiendo su dolor, su desesperación... ―su voz se quebró.
―¿Cómo? No estáis vinculados... no es vampiro. ―Entonces Dagen se dio cuenta de lo que pasaba―. La has marcado...
Irial clavó su mirada triste en la de su hermano.
―Sí, la marqué. Tenía claro que ella era mi compañera, pero ella me echó de su lado. Aunque eso no cambia lo que siento.
―Me alegro, hermano. Ahora, concéntrate. Sabemos dónde encontrarla, vamos a ir a por ella.
Asintió con la cabeza, pero él se sentía miserable, no la había podido proteger y estaba sufriendo. Quizás no era el compañero indicado para Norene. Tal vez, el tal Ennis, sería mejor para ella…
Norene creyó sentir a Irial a su lado y apretó los dientes para mantenerse firme. Él iría a buscarla, no podía dejar de creer eso. Su compañero la salvaría.
O´Neill selló la herida de su cuello y relamió los restos de sangre de los labios.
―Ciertamente, eres deliciosa. Quizás te mantenga con vida un tiempo, pero antes tengo que matar a un molesto vampiro. ―Su sonrisa heló la sangre de Norene.
―Si lo tocas, te arrancaré la cabeza, aunque sea lo último que haga ―dijo Norene con rabia.
La risa del vampiro inundó la habitación.
―Me gustaría ver cómo lo intentas… humana.
Ella pensó lo mismo. Lo más probable era que ni tan siquiera volviera a ver la luz del sol y que muriese pronto...
«Irial, encuéntrame, por favor», pensó rogando por la vida de ambos.
Kara paró el coche a poco más de un kilometro de la casa donde O’Neill se escondía y retenía a Norene. Estaba nerviosa, pues su hermana estaba allí, y esperaba que viva. Dagen sabía lo que estaba sintiendo. La conexión entre compañeros vinculados, o casados cómo decían los humanos, era tan estrecha que compartían pensamientos y sentimientos.
Bajaron del vehículo, y el Laird no pudo evitar abrazarla a él. La sola idea de verse en la misma situación en la que se encontraba su hermano le desgarraba el alma. Lo miró y vio el dolor en su rostro, pero también la determinación de salvarla y de vengarse, y para eso, contaría con ellos.
Sin decir nada más, comenzaron a andar hacia la casa. Las indicaciones que él mismo se había proporcionado fueron exactas. También estuvo en lo cierto con respecto al hechizo: no les afectaba al ser del pasado, pero chisporroteó a su alrededor cuando cruzaron la barrera que protegía la mansión.
―Cuando entremos en la casa, tú buscarás a tu compañera ―dijo Dagen dirigiéndose a su hermano―. Kara, tú, a mi lado. Aún no eres tan buena en el cuerpo a cuerpo. Quédate cerca por si acaso, no creo que O’Neill esté solo, y si lo está, será más fácil acabar con él. ¿Entendido los dos?
Ambos asintieron. Kara apretó la mano de su compañero, diciéndole todo con una sola mirada. Irial se apartó de la pareja y fijó su atención en la gran casa que pertenecía a su enemigo. Iba a matarlo solo por el hecho de haber tocado a su mujer.
No se veía a nadie vigilando la casa. Al parecer, no los esperaban o, tal vez, O'Neill confiaba demasiado en aquel escudo y no pensaba que pudiera tener un fallo «temporal». Con sigilo, rodearon la casa y entraron por las escaleras de la parte trasera. Solo con un gesto, Dagen les ordenó seguirlo. Cuando entraron, el olor que captó en el garaje de Norene estaba por toda la casa y, muy claramente, en la puerta que había a un lado del pasillo del que se encontraban.
Abriendo con cuidado, traspasaron el umbral. Las escaleras al otro lado llevaban a un sótano del que salían voces: la cruel de O'Neill y la de Norene, asustada, pero tratando de mantenerse firme.
Irial, con los colmillos expuestos, se colocó delante de su hermano. No iba a permitir que su amor sufriera más.
―Yo entraré primero por si es una trampa. Tú tienes a una compañera que proteger ―susurró para no ser oído por los de dentro.
―Igual que tú. Así que ve a por ella, hermano.
Irial apoyó su mano en el hombro de Dagen y entró rompiendo la puerta veloz. La estampa que se encontró hizo que lo viera todo rojo. Norene estaba atada a una silla, temerosa y con su precioso rostro surcado en lágrimas. Iba a matarlo.
―¡Apártate de ella! ―gritó enfurecido.
Norene no podía creerlo: ¡Irial estaba allí! En su interior, rezaba por que fuera cierto y no una alucinación causada por su deseo de que la rescatara. Pero la cara de su captor le dejaba claro que era real, que Irial había ido a buscarla.
―¡Maldito bastardo! ¿Cómo has entrado aquí? ¡No puedes hacerlo! ―gritó O'Neill fuera de sus casillas.
El joven sonrió petulante.
―Este siglo no te sienta muy bien, O´Neill. Te has vuelto confiado.
―Al menos, en este siglo, soy yo el que tiene las de ganar.
Con un ágil y rapidísimo movimiento, se colocó detrás de Norene, dejándola entre él y el vampiro del pasado, sujetándola del cuello.
Irial gruñó.
―No la toques... ―El vampiro clavó su mirada en la joven asustada, para transmitirle tranquilidad.
―Oh, para eso llegas tarde, muchacho. Sabe tan deliciosa, que no creo que pueda dejar de tocarla. ―Y para dejarlo claro, acarició con la otra mano los pechos de Norene.
O´Neill no lo vio llegar. Irial se movió con tal rapidez que el malnacido acabó estrellado contra la pared. Plantó su cuerpo delante del de su compañera para protegerla.
―Has olvidado que mi clan es el más rápido.
Brannagh se lanzó contra Irial con toda la furia de la que fue capaz, pero el bastardo tenía razón: eran demasiado rápidos, por eso las batallas, siglos atrás, habían sido difíciles de ganar y habían tratado de vencer con triquiñuelas o tratos.
―Maldito seas. La mataré antes de dejar que la recuperes.
―Yo no estaría tan seguro.
Irial se abalanzó contra él, enzarzándose en una lucha a muerte. En la habitación solo se escuchaban los sonidos de dos cuerpos poderosos chocando entre sí y los gruñidos al ser golpeados. Irial lo mantenía alejado de Norene. Su prioridad era ella.
Dagen se acercó por detrás, quedándose alejado de la pelea, e interponiéndose entre Kara y los dos contendientes. Iban a soltarla, así Irial podría luchar tranquilo y O'Neill no tendría poder alguno sobre la pareja.
―Suéltala deprisa, cariño. La llevaremos arriba.
Kara desató a su hermana con rapidez y la abrazó aliviada de que estuviera entera y viva.
―Vamos, Nore. Irial es un guerrero formidable, estará bien.
Norene se sentía incapaz de dejar allí al hombre al que amaba, necesitaba su abrazo más de lo que pensaba. Si saliera herido...
―Pero... No... Irial. No puedo... dejarlo.
―Nore, mírame. ―Sujetó su rostro entre sus manos―. Irial no puede luchar al cien por cien si está pendiente de ti. ¿No lo ves? Él lo está manteniendo alejado en todo momento.
Norene miró de nuevo la lucha, y tuvo que reconocer que Kara tenía razón. Con el corazón angustiado, se abrazó a su hermana y dejó que la sacara de allí.
En el momento en que las mujeres salieron del sótano, el Laird de los Ward rugió y se lanzó contra su enemigo para apoyar a su hermano.
Ambos acorralaron a un herido O´Neill, pero su hija salió de la nada abalanzándose sobre ellos. Irial apartó a Dagen de la trayectoria de la joven. Los Ward se miraron sabiendo lo que iba a ocurrir, y ambos odiaban tener que matar a una mujer.
Sin embargo no lo dudaron cuando Ciara entró a la habitación por una puerta diferente a la que habían usado Kara para salir de allí. Cuando la rubia se abalanzó contra ellos con una estaca de madera bien afilada, Dagen la sujetó de la muñeca y se la retorció con la suficiente fuerza y velocidad como para que la mujer no tuviera ocasión de reaccionar antes de clavársela en el estomago.
Ciara no gritó. Solo se dobló sobre sí misma, sorprendida. Cayó de rodillas, sujetando la talla de roble. Sabía que en cuestión de segundos estaría muerta. Giró su rostro hacia Irial antes de hablar.
―Ella nunca será tan buena como yo... ―Y su cuerpo inerte golpeó el suelo.
Brannagh rugió al ver caer muerta a su hija. Se abalanzó sobre Irial con los colmillos expuestos, listos para desgarrarlo. Pero Irial era mucho más rápido e hizo una finta, colocándose justo a su espalda, golpeándole en la zona lumbar. El crujir de huesos, junto el alarido del vampiro, resonó dentro de la estancia. Irial no se detuvo ahí. Lo sujetó del cuello, tumbándolo con fuerza en el suelo y, sin parpadear, se lo partió. Con su poder atrajo la estaca de madera, que Ciara tenía clavada en el estómago, e hizo lo propio en el corazón al Laird para asegurarse de que no volviera a levantarse.
Dagen miró los cadáveres y después a su hermano. Todo había acabado, pero no se fiaba de que alguien llegara a la casa en cualquier momento, a pesar de que en su inspección no parecía vivir nadie más allí.
―Tu compañera está arriba. Vamos con ella.
―Sí, necesito abrazarla.
Los hermanos subieron y Dagen solo tuvo tiempo de abrir los brazos para acoger en ellos a Kara. Su velocidad era digna del clan Ward. La besó dando gracias de tenerla a su lado. Irial, al ver a su amada, no esperó a que ella fuera a él. En un parpadeo la tenía abrazada y la besaba con desesperación.
―Dioses, Norene... lo siento mi amor, lo siento.
―No fue culpa tuya, Irial. Ahora todo está bien, has venido a por mí.
―Debí protegerte, dulzura, y no lo hice. ―Besó sus labios de nuevo, pero en cuanto se deslizó por el cuello, gruñó. ―Ese bastardo, ¿qué te hizo?
Norene agachó la cabeza, avergonzada.
―Él... Me mordió. No pude impedírselo.
―Shh, no hubieras podido. Si no estuviera ya muerto, lo mataría de nuevo. ―Besó su cuello dulcemente―. No te preocupes, pienso borrar toda marca de él.
―Por favor... Llévame a casa y hazme olvidar.
―Eso es lo que tenía pensado, dulzura. Nunca más volverás a separarte de mí. Es una promesa.