Epílogo
Hola de nuevo, querido lector. ¿Me habías echado de menos? Yo a ti, un poquito, la verdad. Digan lo que digan, la vida de una diosa, en ocasiones, es solitaria y aburrida, por lo que me dedico a gastar bromas, o simplemente, como esta vez, a poner las cosas en su sitio.
Sí, las cosas estaban mal.
O’Neill era un déspota que destrozó este pueblo y su castillo por puro odio a los Ward, pero creo que mi libro hizo justo lo que era necesario para que eso cambiara.
Estoy segura de que queréis saber qué era lo que la niebla ocultaba, pues no solo envolvió a ese par de encantadoras pelirrojas y a los guapísimos vampiros Ward, sino a todo el pueblo… Como si os importara lo que ha pasado con ellas, que sé que babeáis por los chicos. Y quién no, la verdad. Aunque sea una diosa, debo reconocer que ese par de hermanos están para hacerles más que un favor. Bueno, a lo que vamos, que me pongo a pensar en hombres con tabletas de chocolate y me despisto.
Os confirmo que los cuatro han vuelto al siglo XV y que Kara lo primero que hizo fue abrazar a su pequeña. Irial y Norene se vincularon, como decís los humanos, se casaron apenas un par de días después y ella es ahora una preciosa vampira.
¿Que cómo lo sé? Sencillo: uno de mis pasatiempos favoritos es cotillear a esos viriles hermanos. Además, sabiendo que en cuanto llegasen al castillo, Irial pensaba convertirla y vincularla a él… eso no podía perdérmelo. Así que, vi cómo Irial la elevó en brazos, la llevó hasta su alcoba y la desnudó muy lentamente. Adoro cuando hace eso.
Después, besó cada centímetro de piel expuesta, y Norene temblaba de placer. Y quién no, ¿verdad? Irial se despojó de su ropa y, sin dejar de besarla, la arrastró hacia la cama. Lo que me sorprendió del vampiro es que dejó que Norene se subiera encima. Ella lo cabalgó con brío, no voy a negarlo, ¡qué calor me entró cuando los observaba! Irial la sujetó con fuerza de las caderas y elevaba las suyas para penetrarla más profundo. Sus colmillos estaban expuestos, y yo ansiosa por ver cómo la mordía. Me fascina el momento en que clavan sus colmillos y arrancan esos gritos en las mujeres. Y eso fue lo que Irial hizo con su compañera: ladeó su cuello y la mordió haciendo que ambos llegaran al clímax. Fue increíble verlos. El vampiro susurró palabras amorosas y se cortó él mismo su muñeca. Se la ofreció a ella que bebió con ganas.
La conversión fue dolorosa para Irial, ya que fue él quien absorbió todo el dolor que sufrió Norene al cambiar. Un vampiro enamorado nunca permite que su compañera sufra.
¿Os dais cuenta de por qué he querido ayudarlos?
Tal vez no me creáis cuando os digo que están bien, y que prefiráis verlo con vuestros propios ojos, pero, como ya os dije al principio de esta historia, adoro pasear por Donegal y, ahora, es justo eso lo que estoy haciendo, porque, además, el lugar es tan diferente al pueblo por el que paseaba un año atrás…
Ahora que la niebla de mi hechizo se ha disipado, se puede ver cómo ha cambiado: Donegal es más grande. Sus casas están en mejor estado y hay más negocios. Incluso el hotel en el que las dos hermanas trabajaban tiene más estrellas y más plantas. Y lo hace porque el turismo ha pasado de ser inexistente a multitudinario.
Todo el mundo viene a ver el castillo. Sí, castillo, no ruinas.
El castillo de Donegal sigue en manos de los Ward y, a pesar de que una parte la han dejado a medio restaurar como recordatorio de la batalla en que fue destruido, otra buena parte de la construcción de piedra está de nuevo en pie. Y el jardín, ese jardín que vio nacer su amor, vuelve a ser frondoso como homenaje a las dos señoras Ward.
Me subo el cuello del abrigo, y el agradable calor de la lana de la prenda me reconforta. Me apetece entrar y pasear por las salas y los jardines de la fortaleza, pero tengo una cita en The Olde Castle, aunque ellos no lo saben.
Abro la puerta y el olor de las hamburguesas y la cerveza me recibe, y el calor del lugar me abraza a su vez. La joven camarera, ataviada con su uniforme negro y un gorrito de cartón amarillo coronado por un pompón de plástico, me sonríe a modo de saludo. Yo se lo devuelvo; ante todo, hay que ser educada.
Miro el atiborrado y ruidoso local que celebra el año nuevo y allí, al fondo, están sentados, riendo ajenos a mi presencia: la numerosa familia Ward.
Tengo que admitir que tanto los vampiros Ward, como sus hijos, son increíblemente hermosos. Ahí están, riendo y golpeándose cariñosamente por algo que deben haber dicho. Dagen ríe junto a su esposa, Kara. Ambos son los líderes del clan, y admito que no me han defraudado. Kara, con su conocimiento de la historia del castillo, pudo rectificar muchísimas cosas a favor de su nueva familia.
Irial y su mujer, Norene, se están secando las lágrimas de risa por la colleja que Kyler le ha dado a su hermano gemelo, Lyam. Maili, la hija mayor de Dagen y Kara, le susurra algo al oído a la menor de los Ward, Ione, hija de Irial y Norene. Edam, Gorm y Hazel son los hijos varones de Irial. Están bebiendo de sus jarras de cerveza, burlándose de los gemelos. Todos los varones Ward son tremendamente altos y musculosos. Los ojos azules y verdes abundan en sus miradas traviesas, y el color de sus cabellos es una amalgama de fuego y tierra herencia de ambos padres.
Umm… A decir verdad, me tendrán que poner un altar bien grande. He hecho un favor enorme a la humanidad, especialmente a las mujeres, consiguiendo que esos muchachos nazcan.
Me siento no muy lejos de ellos, en una mesa cerca de la barra. Nadie en el local me presta atención, todos están celebrando el nuevo año, brindando por él. Solo una mujer, de cabello rojo y ojos azules de gata me mira. Kara parece reconocerme, o más bien, cree hacerlo, pues piensa que soy la mujer que vio el día en que su vida dio un vuelco. Me sonríe, y yo le devuelvo el saludo. Si ella supiera que yo le concedí su deseo más secreto… Sus colmillos. Del mismo modo que si Norene se enterase de que yo la escuchaba gritar en lo más profundo de su alma que quería un amor de esos tan inmensos que no tienen suficiente con una sola vida, no me miraría con esa extraña curiosidad, sino que vendrían a darme las gracias.
Dejo de mirarlas, pues ya no me voy a volver a inmiscuir en sus vidas. Tan solo me quedaré a ver cómo transcurre la noche y, de nuevo, pasearé entre la humanidad para ver quién pide un deseo que llame mi atención…
Cuidado, querido lector… Puede que seas tú el siguiente.
FIN