Capítulo 7

Donegal, Irlanda, s. XXI

 

19 de diciembre

 

―¿Te estás burlando de mi? ―preguntó Kara casi a voz en grito―. ¿Qué es eso de que te vas a vivir con un desconocido?

 

Norene respiró hondo. Sabía que aquella conversación no iba a ser fácil y esperaba los gritos de su hermana. Además, debía admitir que con los colmillos y los ojos rojos acojonaba más. Sin embargo, eso no la haría cambiar de opinión.

 

―No me estoy burlando. Tengo que alejarme de él, no quiero volver a verlo ni que se acerque a mí. Nunca.

 

―Pero ¿por qué Norene? Me llegaste a insinuar que estabas enamorada de él… Y ahora, que ha cruzado el tiempo por recuperarte, lo apartas sin darle ni una oportunidad. ¿Qué ha pasado?

 

―Ya te lo he dicho: no le quiero.

 

―No lo creo ―insistió Kara―. Hay algo que no quieres contarme.

 

Norene se mordió el labio, odiando lo perfectamente que la conocía. Pero si quería que todo fuera bien, no podía decirle nada o capaz era de ir en busca de O’Neill, y eso sí que no lo soportaría. La muerte de Kyran había sido un golpe muy duro, pero si le pasaba algo a Kara, no lo superaría.

 

―Pues vas a tener que creerlo, porque me voy a ir con Ennis hasta que vuelvas al siglo XV.

 

―¿Y después? ¿Te quedarás con el tal Ennis o volverás a casa?

 

―La verdad es que no lo sé… ―y eso era cierto―. Después de lo que le ha pasado a Kyran, no sé si quiero a nadie en mi vida. Pero por otro lado… Ennis es un encanto. Solo hemos pasado un par de noches juntos, pero hablando ―aclaró rápidamente ante la mirada asesina de Kara―. No sé qué haré después.

 

―Piensa, por Dios, ¡piensa! No sabes nada de ese hombre. Podría ser un asesino en serie, o un loco ―insistió alzando las manos en una súplica a un poder superior.

 

―Podría, pero no lo es. Es un buen hombre. Le gusto, y no lo ha escondido. Desde el principio ha sido amable, cariñoso. Fue un gran apoyo para mí hace unos días. Y cuando lo llamé ayer para pedirle que me acogiera, ni lo dudó.

 

―¡Claro que no lo dudó! Te has metido voluntariamente en su casa, en su cama, si me apuras.

 

―No te voy a negar que sé lo que pretende, pero no me va a obligar, aunque puede. Es mucho más fuerte que yo, le sería facil hacerlo.

 

Kara la miró suspicaz por el tono que había empleado al decir que podía obligarla.

 

―¿A qué te refieres con que puede?

 

―Es un vampiro.

 

Si le hubiera dado un bofetón en aquel momento, no se habría sorprendido tanto. Se quedó mirando a su hermana pequeña con los ojos muy abiertos. Norene la miraba entre expectante y divertida. La cara de pasmada que tenía, unida a los colmillos, le daban un aspecto bastante cómico.

 

―Ahora sí te estás burlando de mí.

 

―Te repito que no lo hago. Mira, cuando lo llamé tras el accidente de Kyran ―se negaba a admitir que sabía que lo habían asesinado por su culpa―, vino a casa enseguida. Estuvimos hablando durante horas, durmió en casa. Me contó todo de él, porque quería que confiara y me sintiera segura a su lado.

 

―Pero ¿cómo demonios un vampiro va contando alegremente que lo es? ―apostilló Kara desesperada.

 

―Por esto.

 

Norene estiró del cuello alto de su jersey y dejó que Kara viera las marcas de su cuello: tenía las cicatrices de dos colmillos. La habían marcado. Un vampiro la había reclamado como su compañera y ella no tenía ni idea de lo que eso podía significar.

 

―Dime que ha sido Irial…

 

―Sí, fue él la noche que nos acostamos ―admitió Nore.

 

―No puedes alejarte de él, ahora no. Lo matarás, y tú morirás por dentro.

 

―Alejarme de él nos mantendrá con vida a ambos, créeme.

 

Se negó a decir nada más. La decisión estaba más que tomada, aunque le desgarraba el alma. Se apartaría del hombre al que amaba, Irial, y aprendería a amar al que le ofrecía su corazón libremente, Ennis.

 

 

 

entreparrafos.jpg

 

 

 

Irial estrelló todo lo que tenía a mano en su dormitorio. No dejó nada intacto, incluyendo los muebles. Norene lo apartaba, le prohibía acercarse de nuevo a ella. Era una maldita tortura.

 

No sabía dónde estaba, pues se había negado a decírselo a su hermana, solo que seguía en el pueblo, encerrada en una casa con otro hombre, con otro vampiro, que bien podría ignorar su marca y beber de ella o incluso tocarla, besarla…

 

Otro marco de fotos que acabó estrellado contra la pared.

 

Kara tocó a la puerta y abrió sin esperar respuesta.

 

―Tienes visita, Irial.

 

El vampiro ni tan siquiera preguntó. Nadie lo conocía allí, solo Norene. Debía ser ella.

 

Con una velocidad asombrosa, bajó al salón de la casa y encontró allí a una mujer. Pero no a la que esperaba.

 

Era hermosa, sí, eso no podía negarse. Su cuerpo era una tentación coronada por una melena rubia y unos intensos ojos verdes, que no se parecían en nada a los de Norene. Los de su pequeña destilaban calidez y amor. Aquellos que lo miraban, solo maldad.

 

―¿Quién eres?

 

―Es cierto. Aún no me conoces, a pesar de que estamos prometidos. Firmaste un acuerdo con mi padre para que nos casáramos, pero hace ya cuatrocientos años, incumpliste tu parte del trato. He venido para que enmiendes tu error. Aún estas a tiempo.

 

Irial enseguida comprendió quien era: Ciara O’Neill.

 

―Siento mucho decirte, Ciara, que en cuanto regrese a mi época, ese contrato se romperá.

 

―Oh, no lo sientas. Ya sé que vas a hacerlo. Si he venido hasta aquí, hasta este pueblucho de mala muerte, es a decirte que no lo hagas ―dijo contoneándose hasta él―. Tienes una buena oportunidad de arreglar los errores del pasado, Irial. No todos pueden.

 

Irial trato de apartarse de ella, pero Ciara lo agarró de la muñeca y lo retuvo.

 

―Suéltame, mujer.

 

―Sigues teniendo los modales de un macho alfa obsoleto. Aquí las mujeres ya no somos meros adornos. Ahora tomo mis propias decisiones, y negocio como cualquier hombre. Tengo un trato para ti.

 

Irial apartó la mano con brusquedad soltándose de su agarre.

 

―¿Un trato?

 

―Veo que nos entendemos. Vuelve al finalizar el hechizo al siglo XV, solo. Deja a esa mosquita muerta aquí, y vivirá. Trata de llevártela contigo, de romper nuestro compromiso, y la mataré para después mandártela a trocitos, así tendrás contigo a tu amor, cada Navidad.

 

Irial montó en cólera y saltó sobre Ciara. El hecho de que fuera una mujer no la salvaría de recibir unos cuantos golpes por atreverse a amenazar a su compañera. Sin embargo, no llegó a tocarla. Dagen lo retuvo antes de que llegara hasta su presa. La velocidad y la fuerza de los vampiros del clan Ward era legendaria entre los suyos, convirtiéndolos en los más fieros y poderosos guerreros.

 

―¡Suéltame! ¡Déjame enseñarle a no amenazar lo que es mío!

 

―No, hermano. Ahora, no. Si la hieres, seriamos tú y yo contra los O’Neill. Esa guerra no podemos ganarla ―dijo la parte más estratega de su mente. Si por él fuera, le dejaría despellejarla viva y después entregarla al sol por amenazar a la compañera de Irial.

 

―Eso, Dagen. Sujeta a tu perrito faldero.

 

―Lárgate de aquí, Ciara, y no vuelvas a acercarte a los míos. Tal vez, la próxima vez no sea tan magnánimo.

 

La mujer, con paso tranquilo y sensual, salió de la casa. Su sonrisa de satisfacción era tan cruel como hermosa. Sabía que Irial no haría caso de su petición, lo que le daría vía libre para matar a Norene, cosa que había deseado desde el día en que la conoció por interponerse en su camino.

 

 

 
Un amor para Navidad
titlepage.xhtml
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_000.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_001.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_002.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_003.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_004.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_005.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_006.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_007.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_008.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_009.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_010.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_011.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_012.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_013.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_014.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_015.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_016.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_017.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_018.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_019.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_020.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_021.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_022.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_023.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_024.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_025.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_026.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_027.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_028.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_029.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_030.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_031.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_032.html
CR!7WEY5QSMJH4MD5T71FHGFV43HVPA_split_033.html