Capítulo 5

Donegal, Irlanda, s. XXI

 

15 de diciembre

 

Hacía dos días que vivían en casa de Kara. Dos días en que Norene no había querido saber nada de él. Lo ignoraba y eso era peor que si le clavaran una estaca en el corazón.

 

Esa noche, había salido alimentarse. Aquel siglo era muy tentador: las mujeres dejaban ver sus encantos con mayor ligereza que en el suyo, y eso acrecentaba su hambre y deseo.

 

Con fluida gracia en sus movimientos, se había mezclado entre los humanos. Los aromas de la noche llegaron a él con fuerza inundando sus fosas nasales, provocando que sus colmillos se alargaran. Alcohol, perfumes, alimentos… La sangre le susurraba tentadora y él ya había escogido a su presa. Una mujer menuda de pelo rojo. Las escogía siempre así, para después cerrar los ojos deseando que fuera su pequeña pelirroja. Aunque solo olerlas lo hacían regresar al presente, a su realidad. Ella no quería saber nada de él.

 

Desde la habitación en la que estaba en casa de Kara, se veía claramente la calle. Ya hacía una hora que había regresado de alimentarse y estaba tentado de aporrear la puerta de al lado, donde vivía la mujer que lo volvía loco.

 

Sabía que Norene estaba ahí y eso era una tortura mayor. Su aroma llegaba a él y eso lo tentaba de entrar como un torbellino, sujetarla por las muñecas y morderla, marcándola como suya.

 

Irial se mesó el pelo inquieto. Cada vez la deseaba más y sus ideas se volvían más salvajes. Nore era la fantasía de todo hombre, y temía que ella las estuviera cumpliendo con otro. Kara no quiso contarle los detalles de su conversación con ella la noche en que llegaron, pero la conocía y sabía que algo le ocultaba. Si a eso le sumaba que la había visto muy cariñosa con aquel tipo, no había que ser muy listo para entender por qué lo esquivaba. Un suave ruido en la casa contigua lo puso en alerta. Miró por la ventana y la vio.

 

Norene salía con un vestido negro de infarto que dibujaba su figura a la perfección. O lo que Kara insistía en que era un vestido. Para él era un escaso trozo de tela que apenas cubría sus pechos y no bajaba de mitad de sus muslos. Solo verla y el cuerpo de Irial se tensó y endureció.

 

«¡Por los clavos de Cristo!», maldijo entre dientes. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, caliente y listo para estallar. Esa mujer era puro pecado. Pero lo que casi acaba con su escaso control, fue ver cómo un deportivo negro conducido por una mujer rubia, se detenía en la acera, abría la puerta y de él bajaba el desconocido que días atrás estaba con ella en el bar. Aquel humano malnacido que se había atrevido a tocarla… Un gruñido salió de la garganta de Irial al ver cómo el tipo la besaba y juntos entraban en el coche. Sus ojos brillaron peligrosos y tuvo que cerrar sus manos fuertemente para no saltar por la ventana y degollar al hombre. Debía calmarse o la acabaría de perder.

 

 

 

 

 

La noche había ido muy bien.

 

Ciara, Kyran y ella habían estado bailando hasta que sus tacones le destrozaron los pies. Habría ido a casa de Kyran a rematar la cita, pero tenían un trato, y era que, durante un tiempo, su relación no pasaría por la cama si lo que buscaban era saber si eran capaces de ser algo más que amigos con privilegios.

 

Estaba cansada cuando llegó a la puerta de su casa, andando con los tacones en la mano. Entró en el pequeño jardín delantero y se quedó parada en seco: sentado en los escalones de su puerta estaba Irial con cara de pocos amigos.

 

―¿Qué haces aquí?

 

―Esperarte.

 

―Pues ya puedes irte. ―Caminó hacia la puerta decidida a pasar por encima de él si fuera necesario.

 

Irial la detuvo veloz, sujetándola del brazo y tirando de ella hacia su cuerpo.

 

 ―Eres la mujer más problemática que he conocido nunca.

 

―¡Yo no soy ningún problema para ti! Solo tienes que darte la vuelta y marcharte, como me pediste que hiciera.

 

Irial saboreó la sensación de tenerla pegada a él. Frunció el ceño al notar esa nota de dolor en su voz y con dulzura acarició su rostro.

 

―No voy a dejarte, preciosa. He pasado un año infernal.

 

―¿Y qué hay de mi año? Me hiciste mucho daño, pero lo he superado; tengo novio y no eres tú.

 

Norene lo enfrentó con lágrimas en los ojos. Era demasiado duro tenerlo allí y no poder decirle la verdad, que lo amaba. Debía apartarlo, salvarlo a él, a su hermana y a su clan.

 

Irial la apoyó contra la pared, colocando las manos por encima de sus hombros. Apoyó la frente en la suya antes de hablar.

 

 ―¿Sabes lo que es que duela respirar? He pasado todo este año maldiciendo el día en que dejé que te marcharas.

 

―Sé lo que es eso. ―De hecho, le estaba costando hacerlo en ese momento―. Pero... Es mejor dejarlo así...

 

―No voy a permitirte marchar, no estoy dispuesto a vivir otro infierno por no tenerte junto a mí... ―La boca de Irial recorrió su cuello en pequeños mordiscos que enviaban descargas de placer por el cuerpo de la joven. La rozó con los colmillos y el aroma de su sangre lo golpeó duro. Sabía que no podría detenerse aunque ella le suplicara. Debía probarla, marcarla como suya. ―Acéptame, dulzura, soy tuyo.

 

―No puedes ser mío ―dijo entre lagrimas―, es peligroso.

 

―Pequeña… ―acarició con extrema ternura su rostro―. Soy un vampiro de trescientos años de antigüedad, sé cuidarme.

 

―¿Incluso de otros como tú? ―preguntó disfrutando de su toque.

 

―No sería la primera vez que luchamos entre nosotros. Mi hermano y yo somos de los más veloces de nuestra raza. Además de que el control sobre nuestro poder de telequinesia aumenta con los años. No temo enfrentarme a uno de los míos, y tú ―besó su cuello en una erótica caricia con su lengua―, no deberías temer por mí.

 

No debía, pero lo hacía. Las amenazas de O'Neill no eran vacías, estaba segura. Aquel hombre le ponía los pelos de punta y le producía pavor. No quería que pudiera llegar a hacerles daño. Él se había presentado en la puerta de su casa en el momento en que ella volvió del pasado, así que sabía dónde y cómo encontrarla. Ya le había dicho que podría matarla en cualquier momento, igual que a ellos.

 

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, apartó a Irial.

 

―¡No! Se acabó, tuviste tu oportunidad y me humillaste. Ahora he rehecho mi vida, tengo a alguien que me quiere, no puedes llegar y pretender que lo deje todo por ti.

 

Irial maldijo en voz baja, clavó la mirada, oscura por la rabia, en ella. Sus colmillos se habían alargado y un crudo deseo de cazarla se estaba apoderando de él. Gruñó con fuerza. Aquella mujer lo alteraba y despertaba en él al depredador que llevaba dentro. Un hambre voraz lo envolvió y supo que jamás la saciaría si no era con ella.

 

Empleando su velocidad, le sujetó las piernas a la altura de las rodillas y la colocó encima de su hombro. Le palmeó el trasero arrancando un grito de la joven que golpeaba salvajemente con sus puños la espalda del vampiro. Con una sonrisa de medio lado, subió los tres escalones que llevaban hasta su casa. Usando su poder mental, abrió la puerta sin problema y entró con ella en la casa. Cerró a su espalda y la bajó, dejándola atrapada entre la pared del salón y su cuerpo duro y caliente de vampiro.

 

Sin esperar a que lo aceptara, los labios de Irial se apoderaron de los de la joven en un beso posesivo. Saqueó su boca recreándose en su dulce sabor. No pudo detenerse, la deseaba más que a nada en su vida y esa noche iba a tenerla. El creciente deseo ardía entre ambos, haciéndolos gemir solo con sus besos.

 

Irial subió el vestido hasta la cintura de Norene y de un tirón desgarró el tanga. Deslizó sus dedos entre los pliegues de su sexo sin romper el demoledor beso que los estaba quemando. El vampiro gruñó al notarla tan húmeda y preparada para él. No dejó de acariciarla y deslizó un dedo en su interior. Era puro fuego y solo el hecho de pensar en estar dentro de ella casi le hizo derramar su semilla como un adolescente.

 

―Abre las piernas para mí, dulzura.

 

―Eres un salvaje ―respondió Norene.

 

Pero no le negó sus exigencias. De hecho, lo deseaba tanto como él. Su cuerpo y su corazón se aliaron contra la razón... Lucharía contra O'Neill y ganaría.

 

El alivio lo inundó y su deseo por ella lo golpeó. Su sangre era lava ardiente que lo recorría sin tregua. Capturó su boca en un beso caliente y posesivo. La alzó para que rodeara con las piernas su cintura. Se desabrochó el pantalón y jugó con su miembro en la entrada de su sexo. Sonriendo, con los colmillos expuestos, sujetó sus brazos por encima de la cabeza y la penetró de una sola embestida.

 

―Dios mío...

 

Aquel hombre era enorme y notaba cómo la ensanchaba al entrar en ella. Pero aquello no era lo más impresionante, no. Lo que la tenía loca en aquel momento era el modo en que se movía, haciendo que fuera capaz de sentir cómo cada célula de su cuerpo estaba a punto de estallar por él.

 

Irial no la decepcionó. Buscaba el ángulo adecuado para hacerla gemir con más fuerza sin dañarla. Su cuerpo la poseía rudamente y la sangre de Norene lo llamaba tentándolo, obligándolo a probarla. Recorrió con la lengua la curva de su cuello, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Rozó la piel blanca y suave con sus colmillos y los hundió en su tierno cuello.

 

El vampiro estaba ardiendo, la sangre de su compañera era la mejor que había probado y lo nutría con una rapidez asombrosa. Sin parar de moverse dentro y fuera de su cuerpo, Irial bebía voraz. Se aferró a ella como un ancla para su vida. La estaba marcando como suya, Norene era suya. Su compañera.

 

La joven sintió cómo la mordía, y pensó que debería asustarse o que le dolería, pero fue todo lo contrario... Le gustaba, la excitaba tanto que el orgasmo que la arrolló fue el más intenso de toda su vida.

 

Notar cómo sus paredes vaginales se cernían sobre su miembro oprimiéndolo hasta la locura, fue su perdición. Con unas últimas y duras embestidas, Irial se liberó, gruñendo de placer. Tuvo que sujetarse contra la pared para no perder el equilibrio por la fuerza de su clímax. Había sido el mejor de su larga vida, y era por ella. Su compañera. Suya. Selló la herida con la lengua en una tierna y sensual caricia.

 

―Eres maravillosa, dulzura.

 

―Me has mordido...

 

―Y lo haré de nuevo ―sonrió.

 

―Irial... ―Acarició su pelo largo, su mentón que raspaba por la barba de varios días. Era demasiado guapo, y la razón había perdido la batalla con el corazón: había caído por completo en sus redes.

 

Irial frunció el ceño y se separó de ella lo suficiente para alzarla en brazos.

 

―Pensarás que soy un salvaje por haberte tomado de esta forma. Pero llevaba demasiado tiempo deseándote.

 

―¿Demasiado? No parabas de apartarme, me rechazaste prácticamente cada vez que me acerqué a ti.

 

El vampiro suspiró.

 

 ―¿Dónde está tu habitación? Hablaremos ahí.

 

―Arriba. La primera puerta.

 

Irial, sin soltarla, subió cargándola y la dejó segundos más tarde en su cama. El vampiro clavó su mirada verdosa en Norene.

 

 ―Respondiendo a tu pregunta, te aparté de mí porque te deseaba con una intensidad que asustaba. Creí que eras una bruja.

 

―¿Una bruja? ¿Y qué más te daba? Tú eres un vampiro y no me importó.

 

―Pero a mí, sí, dulzura. ―Acarició su mejilla con los nudillos.

 

―No lo entiendo, Irial. Trato de entenderlo, pero me estás volviendo loca.

 

―Hace doscientos años, cuando todavía era un jovenzuelo guiado por la lujuria, me encapriché de una mujer, de una bruja. Era muy hermosa, tanto que tuve que pelear por ella. Lo que yo ignoraba es que era una espía del clan Murray. Los muy bastardos habían hecho un pacto oscuro con una bruja, y eso casi costó la vida a todo mi clan. Le entregué secretos, le hice confidencias… le di mi confianza. Y ella consiguió que aquellos hombres nos atacaran a traición. Por suerte, vencimos, pero a un alto precio. Juré ante los Dioses que nunca volvería a caer en esa clase de hechizo. Hasta que llegaste tú.

 

―Y... ¿la querías? ―dijo consciente de nuevo de la amenaza de O’Neill.

 

―Antes de tu llegada creía que sí. Ahora me doy cuenta de que solo fue lujuria. El amor es algo que te atrapa profundamente. ―Irial se arrodilló frente a ella sujetándole las manos―. Norene, siento mi comportamiento, pero los sentimientos que despertabas en mí me asustaron. No supe ver que te amaba hasta que te perdí.

 

Norene rompió a llorar sin poder evitarlo. El ya fue traicionado por una mujer. Aquella bruja era cómplice del otro clan. Sin embargo, si se quedaba con él, ella simplemente consentiría una masacre por el egoísmo de anteponer su felicidad, su amor por Irial, a la seguridad de él, de su hermana y aquellos hombres y mujeres que formaban parte del clan Ward.

 

―Pero... No puedo...

 

Irial la miró asombrado, la abrazó contra su duro pecho y besó su cabeza frotándole la espalda para consolarla.

 

―¿Qué no puedes, cielo?

 

―Apartarme de ti ―sollozó contra él.

 

Irial la sujetó de los hombros para que lo encarara.

 

―Pues no lo hagas. Quédate conmigo, Norene. Te quiero.

 

―Pero yo a ti, no ―volvió a mentir.

 

Irial la miró con los ojos muy abiertos y apartó las manos de ella como si quemase.

 

―No lo dices en serio.

 

―Sí. Lo digo muy en serio, Irial.

 

Debía hacerlo. Un momento antes, el corazón había ganado la batalla, pero ahora, la razón había vuelto a tomar el control. Por culpa de una mujer, Irial casi destruyó su clan en el pasado. Si ella aceptaba lo que deseaba, esta vez los Ward serían borrados del mapa.

 

―Norene, sé que te hice daño, pero no tiene sentido que sigas enfadada. He venido a por ti.

 

―Has perdido el tiempo. Sal de mi casa.

 

―Nore…

 

―¡Ahora! ¡Lárgate! No quiero volver a verte, apártate de mí.

 

Empezó a gritar fuera de sí, llorando desconsolada por lo que estaba haciendo: echar de su casa y de su vida al hombre al que amaba, pero al que no podía tener.

 
Un amor para Navidad
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