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Y CONTARLO

—¿Dónde coño te has metido? No respondes al teléfono, no contestas mis emails, ¡ni siquiera te conectas al Facebook! ¡Al Facebook, por el amor de Yoda! ¿Qué te está pasando?

—He conocido a una chica, Martín.

—¿Una chica? ¿Qué chica?

—¿Te acuerdas de la rubia de ojos grises que conocí en tu fiesta…?

—¿La que espiabas en el Facebook? Claro que me acuerdo. Muy guapa. Pero ¿cómo…? ¿Cómo ha sido? ¿Estáis saliendo?

—No lo sé. No lo sé. Estamos en todo el rollo ese del principio. No salimos de la cama. Follando todo el día…

—Eso es vida.

—Ya ves, tío. No sé por qué siempre se tiene que acabar.

—¿Cómo que se tiene que acabar? —pregunta Martín un tanto extrañado.

—Bueno, ya sabes…

—No, no sé.

—Bueno, pues se acaba. ¿Cuánto hace que empezaste con Chiara?

—Llevamos…, no sé, casi medio año.

—Bueno, aún te queda. Pero esto suele durar un año más o menos. Poco a poco, la pasión del principio se va apaciguando. Se vuelve todo más calmado. El río se convierte en lago. Ya lo irás viendo…

—¡No! Eso a nosotros no nos pasará. ¿«El río se convierte en lago»? ¿Qué mierda es esa? No tengo ni idea de lo que me estás contando. Follamos todos los días. Una vez, al menos, y los días que salgo antes del curro, dos veces.

—Claro, hombre, pero eso es porque estáis empezando. Ya me lo dirás dentro de un tiempo. Mira, Martín, tú no lo sabes, porque es la primera vez que… que tienes novia fija y formal…

—¿«Novia fija y formal»? Lo dices como si me hubiera sacado una plaza de guardia jurado en la delegación del gobierno. Mira, no me vengas con hostias. ¡No se acaba y punto! —exclama Martín, rotundo—. Y si se acaba no tendrías que habérmelo dicho, no quiero saberlo. Es algo que debería descubrir por mí mismo. Es cruel. Es como decirle a un niño de cuatro años que los Reyes son los padres. Ahora no me lo voy a poder quitar de la cabeza.

Álex se da cuenta de que Martín tiene toda la razón. ¿Quién es él para darle un sopapo con la puta verdad?

—Igual vosotros sois diferentes. Cada pareja es diferente… —dice Álex intentando enmendarlo.

—Por supuesto que somos diferentes. Chiara y yo somos especiales. Estamos hechos el uno para el otro. Es nuestro destino.

—Es tu media naranja.

—Exacto, mi media naranja. Y vamos a follar todos y cada uno de los días hasta que me muera de viejo. Solo un maldito cáncer de próstata podría detenernos. Y te aseguro que después de la operación recuperaría los polvos perdidos.

Martín cree realmente en lo que dice, y Álex lo sabe.

—No tengo la más mínima duda. Por cierto, señor Misterio, ¿cómo os conocisteis en realidad?

Martín sonríe. Sonríe y calla. Álex se desespera. No es la primera, ni la segunda, ni siquiera la tercera vez que se lo pregunta. Pero él no quiere explicarle la verdad. Álex está seguro de que se conocieron en alguna página de contactos. La única duda que le queda es si sería en una disfrazada de red social, en una disfrazada de agencia matrimonial, o en una sin trampa ni cartón, simple y llanamente para follar.

—Un día de estos, cuando realmente lo necesites, te lo cuento —le responde finalmente Martín.

Álex y Martín están en una cafetería, han pedido cafés al principio de la conversación, pero a medida que esta transcurre han decidido pasarse a la cerveza. Las conversaciones de chicos hablando de chicas siempre entran mejor con cañas. Hace unas pocas semanas que han perdido el contacto y tienen mucho de que hablar, aunque en realidad parezca que tengan mucho de que discutir.

—Cuéntame, Álex, ¿vas en serio con esa…?

—Natalia. No lo sé, tío. Ya sabes. Ella acaba de salir de una relación larga. No sé si es el momento.

—El momento ¿de qué?

—Bueno, es divertida, es guapa, es inteligente…, pero igual no es nuestro momento. Las chicas, cuando salen de relaciones largas, y parece que esta ha sido un poco tortuosa, necesitan un periodo de libertad, independencia, soledad, encontrarse a sí mismas…

—Vamos, que necesitan follar.

—Básicamente. Y ahí entro yo —suelta Álex con una sonrisa de oreja a oreja.

—Ahí entras tú, justo a tiempo, como siempre.

—Sí, como siempre… Pero, no sé… Está bien follar. Follamos mucho. Nos lo estamos pasando muy bien. Pero Natalia es una All-Star.

—¿Estás seguro de que es una All-Star?

—Joder, sí, tío. Totalmente. En realidad creo que es una MVP.

—Espera, espera, espera. Pero ¿una MVP de la regular season o una MVP de las finales?

—Natalia es a las chicas lo que Michael Jordan al baloncesto. —Martín le pone cara de decirle «Te estás pasando, lo flipas»—. Y sí, ya sé que son palabras mayores. Nunca he estado con una igual. A veces, ya sabes… A veces pienso que no podré retenerla. Que no tengo un contrato de rookie con ella y que se hará agente libre no restringido.

—Espera, espera, me he perdido con la metáfora.

—Mira, yo soy los Minnesota Timberwolves, ¿vale?, una franquicia joven que ha tenido sus momentos de gloria y ha llegado a las finales de conferencia, pero que nunca ha ganado un anillo de campeón. Y estoy tratando de retener no a Kevin Garnett, su estrella y futuro Hall of Fame, no: me ha tocado en el draft a Michael Jordan y va a ser imposible retenerlo. Se va a marchar. Se irá a una franquicia ganadora. Ahí están los Bulls, los Lakers y los Celtics al acecho, tratando de robármela…

—Creo que es una mala metáfora.

—¿Por qué es una mala metáfora?

—Porque los Timberwolves entraron en la liga en la expansión de 1989.

—¿Y qué tiene eso que ver? ¿Tú me estás escuchando, Martín?

—Son una franquicia joven —insiste convencido Martín.

—¿Y qué?

—¿Tú qué tienes, treinta y cuatro?

—Lo sabes muy bien, treinta y pocos.

No le gusta reconocerlo.

—Los Timberwolves son más jóvenes que tú. Y tú nunca has llegado a finales de conferencia. Eres un tío mayor.

—¿Cómo que soy un tío mayor? Soy un viejoven. Los treinta son los nuevos veinte.

—No, no, no, no. Los treinta son los treinta de toda la puta vida. Son los cuarenta los que son los nuevos treinta; los treinta no varían. Siempre serán la misma mierda: Peter Pan haciendo volar a Wendy, miedo al compromiso, chicas que vienen y van, promiscuidad versus paternidad… No, tío, los treinta ahí se quedan. Y en tías, repito, tú no has llegado a finales de conferencia.

—Perdona, fucker de postal, pero en relación con las chicas, sí he llegado a finales de conferencia.

—¿Patricia fueron tus finales de conferencia?

—Patricia pudo haber sido… un anillo, sí. Era una All-Star.

—Patricia era un poco guarrilla.

—¡Patricia no era ninguna guarrilla!

—Si hasta a mí me tiró los trastos…

—Ya lo sé, me lo has contado un millón de veces, pero en su disculpa hay que decir que iba borracha y estaba oscuro.

—Y en mi gloria y reconocimiento hay que decir que yo también iba borracho y no me la tiré. ¡Y solo Dios sabe lo mucho que necesitaba un polvo!

—Ya lo sé, ya lo sé. Eso también me lo has dicho un millón de veces…

—Solo le di un morreo.

—¿¿Qué??

—Que le di un morreo, ahora te lo puedo contar —suelta Martín de soslayo.

—¿Cómo que le diste un morreo?

—Se me tiró encima y… ¿qué querías que hiciera? Patricia era una All-Star, tú mismo lo has dicho, podría haber sido tu final de conferencia, tu anillo de campeón. La verdad es que estaba muy buena. Tío, soy un hombre, ¿qué querías que hiciera?

—Se supone que antes que hombre eres amigo.

—Eso es falso. Antes que amigos somos hombres. Eso es así.

—Ahí tienes razón. Bueno, ¿has comprendido mi teoría?

—Sí: todas las guarrillas son All-Stars, está claro.

—Vete a la mierda —suelta llanamente Álex.

—Venga, no te enfades. Cuéntame qué habéis estado haciendo Natalia y tú estas semanas.

—Vino a mi casa por casualidad, ya te contaré… —Álex apura su caña y le hace una seña al camarero para que le traiga otra—. Y acabamos follando. Y luego fue un poco raro, porque los dos nos quedamos mirándonos como diciendo: «Ok, ha estado bien. Un buen polvo», y de pronto nos vino la «tristeza postcoitum, no me mires a la cara». Yo tenía ganas de que ella se largara y ella tenía ganas de largarse. Y así fue. Se marchó para casa y yo me quedé. Ningún problema. Somos adultos. Nos despedimos civilizadamente. Me puse a jugar un rato a la Play y luego me fui a la cocina a prepararme algo de cenar. Iba a hacerme un sándwich, algo ligerito, y entonces pensé: «Hostias, molaría salir a cenar con Natalia». Y justo mientras lo pensaba, recibí un WhatsApp.

—¿Era ella?

—Era ella. Como si hubiera sentido lo mismo al mismo tiempo. Parece que con Natalia no haya más que coincidencias y casualidades. Como si el destino…

—Como si fuera tu media naranja.

—Ya sabes que yo no soy muy de creer en esas cosas, pero sí, un poco… Podría ser ella.

—Podría. ¿Qué decía en el WhatsApp?

—Que si me apetecía hacer algo, salir a tomar alguna cosa, cenar, lo que fuera. Y yo, joder, acabábamos de follar y me había quedado con esa sensación de vacío, de «Vale, ha sido un polvazo, pero ahora quiero mi espacio». Y aun así, los dos tuvimos la misma idea. La misma necesidad de volver a vernos. Eso no pasa porque sí. Los dos queríamos vernos otra vez, pero no para follar. Así que quedamos para cenar. Fuimos al Barraval.

—Se cena de puta madre, ahí. No es caro y es un sitio elegante.

—Sí, es un sitio cojonudo para una segunda cita. Cenamos, hablamos, nos reímos… Tenemos muchas cosas en común, y es muy divertida. Tiene un sentido del humor un poco negro. Un poco negro y un poco cabrón. Le gusta hacer bromas políticamente incorrectas y se ríe si te metes con los judíos, los homosexuales o la dignidad de la mujer. Puedo ser políticamente incorrecto sin miedo a que me crucen la cara. Es una tía guay… Total, que lo pasamos bien, bebimos vino en la cena y luego nos fuimos a un local a tomarnos un par de copas. Y aquí viene lo mejor…

Álex hace una pausa dramática.

—Cuenta.

—Se encontró con unos amigos suyos, con los que sale de fiesta; buenos amigos, no unos conocidos. Se acerca, los saluda, me los presenta, y en lugar de quedarse con ellos nos vamos aparte. Ella tenía ganas de estar a solas conmigo y yo tenía ganas de estar a solas con ella. Y la verdad es que estuvo de puta madre, porque seguimos charlando y riéndonos durante horas. Sabe de cine pero no es pedante, le gusta casi todo tipo de música, es inteligente cuando habla y sabe escuchar. Después fuimos a mi casa y volvimos a hacerlo. Se quedó a dormir, y al día siguiente no fue nada incómodo para ninguno de los dos. Nos tomamos un café y cada cual a su trabajo.

—Suena bien.

—Sí, de coña. Y después de eso nos hemos ido viendo. Casi todos los días, o cada dos.

—¿Sabes si se ve con alguien más?

—No lo sé, la verdad. No sé si sigue quedando con su ex, si soy uno de tantos. Es una All-Star, podría tener cien follamigos si quisiera. A veces le envío un WhatsApp en horas que no son de trabajo y tarda en contestar. Y tampoco está conectada al Facebook. Así que es posible que esté viéndose con otros también. Todavía no lo hemos hablado. No sé si es exclusivo o no. No siempre se queda a dormir; va en moto, así que en un cuarto de hora está en su casa. Pero, bueno, creo que es lo mejor.

—¿Por qué? ¿Tú no quieres algo más?

—Lo que no quiero es correr. Ahora tenemos lo que queremos pero sin renunciar a nuestro espacio. Es cómodo. Y, bueno, ella no tiene muy buen despertar: hasta que no se toma el café y se ducha le cuesta sonreír. Pero, si te soy sincero, me jodería que empezara una relación con otro tío o que esto se terminara. Creo que tengo que llamar a Sandra para decirle que vuelvo a estar en modo no disponible.

—¿Hacia dónde crees que va esto, tío?

—No tengo ni la más remota idea. De momento estamos bien. Estamos muy bien. ¿Otra cerveza?

—Otra cerveza.