ACTO 4
Actos prohibidos
— Nunca pensé que actuarías de una forma tan inmadura, Daniel. No tenías que evadirme todos estos años. — Dijo Paula.
— No tenía idea de cómo manejar la situación. Ha sido muy difícil para mí olvidarte. — Respondió Daniel.
— Para mí tampoco ha sido fácil, pero ya no somos unos niños. Debemos enfrentar esta situación.
— Sigues igual de hermosa, Paula. Lo siento, no estaba escuchándote.
— La razón por la que estoy aquí es para trabajar. No quiero que pienses que he venido a presionarte.
De esta forma, Paula le dio inicio a una entrevista que registraba cada una de las experiencias de Daniel Sierra durante su gira por los Estados Unidos. Todas las vivencias que había acumulado con la banda, habían sido compartidas con la hermosa periodista, quien había encendido su grabadora de mano y realizaba anotaciones.
Con mucho profesionalismo, Paula ocultaba lo que realmente sentía por Daniel en ese momento. Tenía unas ganas increíbles de irse sobre el músico y hacerle el amor una vez más. Pero debía mantener la cordura y no cometer errores.
Ambos estaban profundamente enamorados, pero la estadía de Daniel en Houston era pasajera, no podían involucrarse demasiado.
Un nuevo golpe al corazón, tendría consecuencias graves en las vidas de Daniel y Paula, no estaban en el momento más indicado para iniciar una relación sentimental, que posiblemente interrumpiría el curso de sus carreras.
Ambos estaban acariciando el éxito, y a pesar de sus impulsos por devorarse mutuamente, había ciertas restricciones que debían respetar. La entrevista se había extendido por un par de horas, Paula no quería concluirla aún.
— ¿Has tenido alguna relación estable en estos años? — Preguntó Daniel.
— No vine a hablar de mí. Pero si te hace sentir mejor, aún estoy sola. Nadie ha podido llenar el vacío que dejaste cuando te marchaste. — Respondió la chica.
— Yo tampoco he podido darle un lugar en mi vida a nadie más. Lo que vivimos fue increíble.
— ¿Nunca le comentaste nada sobre nosotros a Dylan? — Preguntó Paula.
— No, no estoy seguro de cómo lo tomaría. Somos casi hermanos, pero el habérselo ocultado tanto tiempo, sería una traición para su confianza.
— Tienes razón. Espero que pueda entenderlo si llega a descubrirlo. — Respondió la hermosa periodista.
El tiempo había transcurrido rápidamente, era momento de que Paula se marchara. Para Daniel, era la primera vez que una entrevista culmina de una forma tan tradicional.
Por lo general terminaba revolcándose entre las sábanas con su entrevistadora. Pero a pesar de que el deseo estaba intacto, no quería conducir a la chica hacia un camino del cual no pudieran dar marcha atrás.
Paula camina hacia la puerta de la habitación, acompañada por su anfitrión quien se despide de ella con un beso en la mejilla, que despertó en él, una necesidad increíble por sentir la piel de Paula.
La puerta se cierra y Paula camina en dirección hacia el elevador. Daniel aún no está seguro si debe dejarla ir, se mantiene de pie apoyando su espalda contra la puerta, meditando sobre la decisión que debe tomar.
Mientras Paula espera el elevador, también se arrepiente increíblemente por no haber tomado la iniciativa de al menor darle un beso al hombre que realmente ama. Para la chica es totalmente absurdo haber esperado tanto tiempo por un encuentro con Daniel, para arruinarlo de una forma tan ilógica.
Finalmente, el elevador llega, Paula entra y las puertas de este comienzan a cerrarse lentamente. La mirada de Paula está fija en el suelo, y no puede darse cuenta de que solo unos segundos antes de cerrarse las puertas del elevador, Daniel se encuentra casi frente a ella.
El joven músico ha decidido, en el último segundo, correr hasta los brazos de Paula y demostrarle cuánto la ha extrañado en los últimos años. Es inaceptable para él, comportarse de una forma tan fría e indiferente con la única mujer de la que se ha enamorado realmente en la vida.
Al no poder alcanzar en el elevador, Daniel corre rápidamente y comienza a descender por las escaleras. El edificio cuenta con 23 pisos y ellos se encuentran en el número 18, aún tiene oportunidad de alcanzarla. Al llegar aproximadamente al piso 10 y completamente agotado, Daniel logra detener el elevador.
Al abrirse las puertas, Paula no podía creer lo que sus ojos le mostraban. Ese acto de desesperación del chico, despertó una emoción incontenible en la rubia de ojos verdes, quien simplemente recibió en sus brazos a quien había esperado por 5 años.
Un abrazo que parecía eterno y múltiples besos comenzaron a fluir lentamente, desde lo más delicado a la pasión más intensa. El elevador aún se encontraba detenido en el piso 10, así que no había riesgo de que los descubrieran.
Pero inevitablemente alguien presionará el botón solicitando el servicio del artefacto mecánico y el momento mágico acabaría. Pero el mundo había desaparecido para ambos personajes.
Realmente no les interesaba si el mismo Dylan pasaba frente a ellos en ese preciso momento, lo único en que podían pensar, era en el delicioso sabor de los besos que tanto habían extrañado.
— Pensé que no volvería a probar tus besos de nuevo. — Dijo la chica.
— Perdóname por haberme comportado como un imbécil todo este tiempo. Realmente necesitaba sacarte de mi mente, pero no lo conseguí.
— Te he amado con locura cada día que has estado ausente. Aunque te confieso que ya había perdido las esperanzas de recuperarte. — Dijo Paula.
— Bésame, y no dejes de hacerlo. Dejemos que este momento se congele en el tiempo y hagámoslo nuestro.
Pero tanta pasión no podía contenerse en un lugar tan pequeño, ambos comenzaron a acariciarse y los labios de Daniel abandonaron a los de Paula para ir en busca de nuevos territorios. El chico besaba su cuello, mientras Paula caía en un trance de excitación del cual difícilmente sales sin obtener lo que quieres.
Ya ninguno de los dos estaba razonando acerca de lo que estaba ocurriendo, ni medían las consecuencias de sus actos. El elevador se puso en marcha y Daniel se vio obligado a presionar el botón de emergencia.
Esto detuvo el elevador, ambos estaban encerrados en este compartimiento que se convertiría en el lugar perfecto para que ambos disfrutaran nuevamente de un encuentro apasionado. Muchas mujeres habían pasado por la cama de Daniel, pero ninguna tan apasionada como Paula, difícilmente podía encontrar a otra mujer como ella.
Podía recordar su figura cada noche, y al verse allí, aferrado a su cintura, sentía que había alcanzado el paraíso. Paula no puede creer que los labios que tanto ha anhelado, se pasean por su piel y descubren nuevas rutas que ni ella misma conocía que podían generar tales sensaciones.
Cuando los labios de Daniel tocan su piel, descargas leves de electricidad recorren la espalda de Paula, quien ha dejado caer sus cosas al suelo. Se encuentra indefensa a merced de la voluntad de un irreverente Daniel, quien no está dispuesto a dar un solo paso atrás en los actos que está iniciado.
Las manos traviesas de Daniel, comienzan a acariciar las zonas más sensibles de Paula, mientras sus besos ya han alcanzado sus hombros descubiertos. Daniel ha despojado Paula de su abrigo.
Delicados lunares invitan a ser tratados como piedras preciosas. La piel de Paula es absolutamente adictiva, y Daniel no quiere dejar un solo lugar sin ser explorado.
La chica comenzó a acariciar la espalda de Daniel, sus uñas evidencian una necesidad de arrancar su camiseta, se aferra a su amante mientras sus ojos se cierran para disfrutar de cada una de las sensaciones que estallan en su pecho.
— Creo que debemos detenernos. No podemos hacer esto aquí. — Dijo Paula.
— Lo haremos. No estoy dispuesto a dejarte ir a ninguna parte.
Paula no tenía intenciones de oponerse a las indicaciones de Daniel, pero constantemente llegaban a ella, las ráfagas de responsabilidad que la ubicaban en la realidad. Si los descubrían en esa situación, sería un escándalo terrible que enviaría su carrera como periodista al suelo.
Pero este análisis debía enfrentar al hecho de estar con el hombre que amaba y que había extrañado durante tanto tiempo. El argumento de su reputación, se desvanecía rápidamente ante el deseo que sentía por Daniel.
— Hagámoslo de una vez. No tenemos toda la noche. — Ordenó la chica mientras se quitaba la ropa interior.
Paula llevaba una falda de color gris plomo. Mientras que su blusa de color blanco dejaba ver levemente su sujetador del mismo color. Llevaba su cabello completamente suelto, y su aroma era una esencia exquisita de jazmín. Daniel toma la ropa interior de la chica y la guarda en el bolsillo de su pantalón.
— ¿Qué haces? — Preguntó Paula.
— La guardaré para recordarte. — Respondió Daniel.
La chica enloqueció y comenzó a desvestir rápidamente a Daniel, bajó su pantalón y su ropa interior y liberó su miembro sólido como una roca, que estaba en posición para iniciar un encuentro descontrolado.
Paula se puso de rodillas y comenzó a masturbar suavemente a Daniel. Sus delicadas manos sostenían con firmeza el pene de unos 15 centímetros, mientras lo acariciaba levemente con la punta de su lengua. Cuando estuvo suficientemente húmedo, la chica lo introdujo en su boca.
Su mirada se encontraba fija en los ojos de Daniel, quien comenzaba a recordar una de las razones de por qué extrañaba tanto a Paula. La chica no ha perdido sus habilidades en el sexo oral, su lengua puede llevarlo hasta el cielo mismo sin demasiado esfuerzo. Mientras la chica hace su mejor trabajo, Daniel acaricia suavemente su cabello, realizando leves movimientos de cadera para intentar introducir cada vez más, su miembro dentro de la boca de Paula.
Daniel muerde sus labios al recibir tal dosis de placer proporcionada por la hermosa rubia, pero ya siente la necesidad de penetrar a la chica, así que la invita a ponerse de pie.
Paula sabe exactamente qué hacer, no necesita órdenes ni instrucciones, así que se sostiene de una barra de metal ubicada en uno de las paredes del elevador y se coloca de espaldas a Daniel, sube su falda a la altura de la cintura y descubre sus hermosos glúteos y su vagina, para que Daniel haga lo que desee.
— Hazme tuya de una vez. Pero hazlo con fuerza. No quiero que me trates como a una niña. — Dijo Paula.
— Así es exactamente como te recordaba. Tan ardiente y lujuriosa. Déjame probarte primero.
Como una acróbata profesional, Daniela hizo alarde de su flexibilidad y llevó su pie hasta la barra, quedando en una posición perfecta para que Daniel pudiera introducir su lengua hasta las profundidades de su vagina.
Puede lamer la totalidad de sus genitales, es un sabor característico que aun permanecía fresco en su paladar. No es fácil olvidar un sabor tan dulce como el de los fluidos de Paula.
— Deja que tu lengua me complazca. — Dice Paula.
— ¿Te gusta así? Déjame ayudarte con eso. — Dijo Daniel mientras comienza a frotar el clítoris de la chica con sus dedos.
Paula está al límite, pero quiere sentir el miembro de Daniel dentro de ella, así que da una orden sin dilación.
— Quiero que me las metas de una vez. ¡Hazlo ya! — Dice Paula.
El caballero se pone de pie y acomodándose detrás de la chica, deja que su miembro le proporcione placer al introducirse en ella.
El rostro de Paula cambia completamente, ha obtenido lo que tanto esperaba. Ambos comienzan a moverse como unos dementes, mientras el pene de Daniel amenaza con estallar en cualquier momento.
Paula acaricia sus senos e intenta reprimir los gemidos que emanan desde lo más profundo de su ser. Los brazos de Daniel se entrelazan alrededor de la cintura la chica, mientras comienza a penetrarla con más fuerza.
En el edificio se han dado cuenta de que el ascensor está detenido, así que comienzan a realizar las maniobras para poder activarlo de nuevo. La pareja ha dado rienda suelta a sus impulsos, y después de una sesión intensa y atrevida, esperan pacientemente, ser liberados del elevador que ellos mismos detuvieron.