PRÓLOGO

Siempre había soñado con alcanzar la gloria, pero nunca había esperado que sus sueños se convirtieran en realidad. El entorno de Daniel Sierra no era el más adecuado para desarrollarse como músico, había crecido en un viejo tráiler junto a sus padres y dos hermanos mayores.

El espacio era muy reducido y las condiciones no eran las mejores para que alguien pudiese concentrarse en algo que no fuesen las altas temperaturas y los desagradables olores que llegaban a concentrarse.

Durante sus días de escuela, Daniel esperaba con ansias, la llegada de los ensayos del grupo musical de la secundaria Johnston.

Aunque no tenía demasiado tiempo en casa para poder estudiar las lecciones o poder revisar el material asignado durante los ensayos, Daniel tenía una habilidad característica para ejecutar la batería.

Sus manos se movían como las de un pulpo, tenía una fluidez impresionante, que lograba capturar la atención de todos los espectadores. Su gran habilidad para ejecutar este instrumento le había permitido convertirse en el ganador del concurso de talentos que se realizaba cada año en aquel instituto.

Año tras año, Daniel se convertía en el ganador indiscutible de este galardón, que, aunque no era muy representativo, tenía un gran valor simbólico para él.

La influencia musical no había llegado de la nada, su padre había sido el medio para que Daniel pudiera conocer ese maravilloso mundo que transmiten las estrellas de rock al estar de pie sobre un escenario.

Daniel, creció viendo cómo las grandes bandas de rock salían a escena a demostrar sus habilidades musicales, con grandes dosis de adrenalina y energía que se contagian a los miles de fanáticos, quienes enloquecen al ver a sus ídolos durante un par de horas. Sonidos estridentes y pirotecnia, rodeaban la vida del pequeño Daniel.

Pero, cada noche, el pequeño Daniel debía volver a su indeseable realidad, una pequeña cama en una sección del tráiler, donde solía conciliar el sueño mientras imaginaba cómo sería su vida tras convertirse en una estrella de rock de talla internacional.

Los sueños de Daniel eran siempre recurrentes, miles de personas aclamaban su nombre, mientras él caminaba por un largo pasillo oscuro. Al final de este pasillo podía verse una luz intensa, pero cada vez que se acercaba al foco de luz, esta se alejaba. Desesperado, Daniel comienza a correr, pero el cansancio lo derriba y el pasillo queda completamente oscuro.

Su nombre deja de ser pronunciado y una risa insoportable comienza a aturdirlo. No hay lugar a donde pueda ir que no lo persiga este sonido insoportable. Lleva sus manos a sus oídos e intenta atenuar la intensidad del ruido ensordecedor, pero finalmente despierta, completamente sudado y muy nervioso.

Daniel ha tenido este sueño constantemente por los últimos 3 años, y para él no tiene ningún sentido. Con solo nueve años de edad, lo único que desea con todas las fuerzas de su ser, es convertirse en un exitoso músico de una banda de rock, pero su realidad lo ahoga en una situación completamente diferente.

— Date prisa y deja de soñar. — Dice el padre de Daniel.

El hombre de 57 años, toma una taza de café mientras observa a su hijo menor, quien tiene la mirada perdida. Sabe que su imaginación vuela lejos de aquel desagradable lugar, pero ya es hora de que el joven de 13 años de edad, se vaya a la escuela.

— Se hace tarde, Daniel. Debemos irnos.

— Aun no termino mi desayuno. — Respondió el chico.

— No es mi culpa que pierdas el tiempo volando en tu imaginación.

— Pero aún tengo hambre.

— Así aprenderás a no malgastar tu tiempo en tonterías.

Cada día, su padre tenía la misma discusión con el chico, Daniel solía estar distraído durante todo el día.

El único momento en el que realmente se enfocaba, era cuando se encontraba frente a los 5 tambores de la batería de la escuela. Su conexión con este instrumento era incomparable, y esperaba convertirse en un baterista profesional.

Sus cuadernos estaban repletos de dibujos en algunas de las páginas intermedias, algunos reflejaban claramente cuáles eran los intereses de Daniel, otros simplemente eran los nombres de las bandas de rock que apasionaban al joven músico.

No era un chico brillante en sus estudios, Daniel detestaba tener que memorizar fechas históricas, su gramática era terrible y los únicos números que podía recordar, eran los de los compases de las canciones que interpretaba. No era un fracaso del todo, pero sus calificaciones eran bajas.

Sus padres no se preocupaban demasiado por los resultados que mostraba Daniel en sus estudios, era todo un logro que este aun asistiera a la escuela. No confiaban demasiado en el sistema educativo, y preferían invertir tiempo y dinero en el trabajo, pero las cosas no habían resultado como esperaban.

Vicente Sierra, el padre de Daniel, se había desempeñado como técnico de pirotecnia en los eventos que se desarrollaban en la ciudad de Houston, Texas. No había tenido la posibilidad de estudiar ninguna carrera universitaria, sus padres, y los padres de sus padres, siempre habían contado con bajos recursos económicos.

Esta situación los había obligado a salir a las calles a buscar el primer empleo que les ofertaran. Vicente había corrido con suerte, había mantenido este empleo por los últimos 15 años, y su pasión por esta tarea crecía con cada día que asistía a trabajar.

La pasión por lo que hacía le generaba tanto orgullo, que tenía la costumbre de compartir tiempo de su trabajo junto a Daniel. Desde muy pequeño, el chico había presenciado cómo se desarrollaba el trabajo de su padre, y sabía que la imagen de las bandas no sería la misma si no contaran con el respaldo del trabajo de Vicente.

Fuegos artificiales, grandes llamaradas, ráfagas de fuego que salían desde diferentes ubicaciones en el escenario, eran parte de la responsabilidad de Vicente, quien tenía que asegurar la integridad de los artistas en el escenario.

Vicente tenía una excelente reputación, ganaba una buena cantidad de dinero, pero los gastos en el hogar los superaban. Leticia, su esposa, se había desempeñado como ama de llaves de una familia millonaria de la ciudad, pero sus ingresos tampoco eran demasiado significativos.

La familia de cinco integrantes, nadaba entre la necesidad y la preocupación de conseguir una estabilidad financiera que les permitiera ascender de estatus social. Para Daniel, era imposible acceder a una batería propia, y las dimensiones de su lugar de habitación no le permitirían ni siquiera ingresarla.

Pero a pesar de todas las adversidades que tenían que afrontar a diario, eran una familia feliz, Vicente era un hombre muy cariñoso tanto con su esposa como con sus hijos.

Se había asegurado de que, cada noche, todos se fuesen a la cama con el estómago lleno. Vicente era un hombre responsable que, aunque no había logrado la vida que deseaba, era conforme y agradecido por cada una de las cosas que tenía.

Daniel llegaba a casa después de un largo día de escuela, completamente hambriento, toma su lugar habitual en la mesa, mientras su madre sirve un poco de comida en su plato.

— ¿Has tenido un buen día? — Pregunta la madre a su hijo.

— Odio las matemáticas. Desearía tener mucho dinero y no tener que estudiar. — Respondió Daniel.

— Creo que no te ha ido muy bien. No vuelvas a repetir eso, hacemos un gran esfuerzo para que puedas ir a la escuela.

— Pero no quiero estar en ese lugar. Quiero poder viajar por el mundo haciendo música rock.

— Apenas tienes 12 años, Daniel. Preocúpate por estudiar, ya llegará el momento de que alcances esa gloria que tanto anhelas. — Dijo la madre.

El chico comenzó a devorar su plato de comida. Con los pocos recursos que contaban, Leticia siempre lograba hacer magia. Contaba con unas manos privilegiadas que le daban la posibilidad de cocinar los más sencillos, pero deliciosos platos.

Los hermanos mayores de Daniel, se desempeñaban en el área de la construcción. Ambos tenían 21 y 24 años respectivamente para ese momento, y solo acudían a aquel lugar a dormir. Pasaban todo el día trabajando, pero el dinero solían gastarlo en prostitutas y alcohol.

La cerradura de la puerta suena abruptamente, Vicente ha llegado a casa después de una mañana de trabajo intenso, realizando los preparativos para un concierto que se llevará a cabo esa misma noche.

— Muero de hambre, Leticia. — Dijo el hombre al entrar.

— He preparado tu plato favorito. — Respondió la mujer.

— Tengo tanta hambre que me comería todo este tráiler entero. Tengo una sorpresa para ti, Daniel.

El rostro del pequeño se iluminó con una gran sonrisa. Generalmente, cuando su padre se refería a una gran sorpresa, no se trataba de algo material, sino a una de las salidas favoritas del chico.

Aquella noche se presentaría una de las bandas de rock más exitosas de todos los tiempos, y Daniel tendría la posibilidad de verlos en primera fila al acompañar a su padre. Al recibir la noticia, la emoción no le cabía en el cuerpo, daba saltos de alegría que terminaron en los brazos de su padre.

— ¡Gracias, papá! Eres lo máximo. — Dijo Daniel.

— Pero primero debes terminar toda tu comida y hacer tus actividades pendientes de la escuela. — Respondió el hombre.

El chico comió toda la comida con un entusiasmo incomparable, y una vez que culminó, fue directamente a su habitación a encargarse de los deberes que habían asignado en la escuela. Era la única forma de que el chico mostrara interés en sus estudios, cuando había una condición que involucrara a la música.

Daniel nunca había tenido la posibilidad de ver a aquella banda en vivo. Eran ganadores de múltiples premios internacionales y siempre había soñado con verlos tocar.

Mientras las horas corrían, y acercaban a Daniel al mejor momento de toda su vida, Vicente pasaba el resto del día descansando. La emoción invadía al pequeño Daniel, quien creía estar viviendo una de sus ilusiones más recurrentes.

Su baterista favorito se había desempeñado en esta banda desde sus inicios, así que el chico sabía absolutamente todo sobre él. Tener la posibilidad de verlo en persona, traspasaba cualquier límite de emoción que hubiese vivido antes.

Daniel seleccionaba con mucha ilusión cuál sería la ropa que utilizaría, posiblemente tendría la oportunidad de estrechar la mano de Rex Holland, quien, para él, era el mejor baterista del planeta.

Ya era la harta de salir, Vicente y Daniel se despiden de Leticia con un gran abrazo, Vicente se siente extremadamente feliz de poder cumplir el sueño de su hijo menor.

Nunca se había sentido tan orgulloso de ser un simple técnico de pirotecnia, la posibilidad de ver el rostro de su hijo con tal nivel de felicidad, sustituye cualquier preocupación.

— Necesito que te quedes aquí y no te muevas. Podrás ver a la banda en todo momento y estarás seguro. — Dijo Vicente, dejando a Daniel en un lugar privilegiado.

Ni los fanáticos más afortunados, tenían la posibilidad de tener la vista que el chico podía obtener desde su ubicación. El espectáculo solo estaba a minutos de comenzar y la ansiedad consumía a Daniel.

Vicente realizaba las últimas revisiones a todos los dispositivos que se activarían durante el desarrollo del evento, nada podía fallar. Finalmente, la banda sale a escena y el suelo parece estremecerse con el volumen de los altavoces. Impresionantes explosiones se adueñan del lugar y el pequeño Daniel no puede creer lo que sus ojos ven.

Se encuentra a solo unos metros de distancia de su héroe, justo en ese momento, ratifica el deseo de convertirse en una estrella de rock.

Mientras sus ojos están fijos en el gran Rex Holland, quien hace alarde de sus destrezas como ejecutante, algo está saliendo mal el escenario algunos de los dispositivos no han detonado en el momento preciso.

Vicente debe desactivarlos antes de que ocasionen un accidente. Se acerca rápidamente a los cartuchos, pero inesperadamente estos detonan justo en el rostro del desafortunado hombre.

La música se interrumpe abruptamente, Vicente yace tendido en el suelo, mientras el equipo de paramédicos acude en su ayuda. Tiene quemaduras de segundo grado en el rostro y es trasladado rápidamente al hospital.

Daniel se encuentra tomado de la mano de su padre, quien se encuentra sedado, las graves quemaduras generaban un dolor insoportable. Lo que había iniciado como una noche de ensueño, se había convertido en uno de los eventos más trágicos en la vida de Daniel.