Capítulo Ocho

 

Lisa observaba a Rye con los ojos muy abiertos. Abrió la boca para decir algo, se mojó los labios e intentó pensar con claridad. Era imposible. Las palabras de Rye le habían trastornado hasta el punto que estaba temblando. No había pensado en lo que estaría sintiendo él con sus besos. Sabía que debía haberlo hecho. Era inocente pero no estúpida.

Lo... lo siento —dijo ella, odiando saber que le había herido—. No estaba pensando en lo que esto significaría para ti. No quería hacerte daño.

Cuando Rye vio la expresión tensa de Lisa, maldijo para sí, y se sentó de un salto. Después, cerró los ojos, porque si seguía mirándola, se acercaría a ella, la besaría despacio, profundamente, y la seduciría antes de que tuviera oportunidad para decidir por sí misma.

De pronto, él notó el calor de su aliento en la mano un instante antes de que sus labios rozaran su piel. Entonces ella se llevó la mano de él a la mejilla y empezó a murmurar disculpas. Rye sintió que el cuerpo de Lisa temblaba y supo que en ese momento ella se sentía tan temerosa e infeliz como llena de-pasión. Darse cuenta de-ello hizo que -se arrepintiera de lo que había hecho, y enfrió el deseo que casi le había hecho perder el control de sí mismo.

No es culpa tuya —murmuró Rye, atrayendo a Lisa hacia sí para abrazarla con cariño—. Es mía. Sabía hacia dónde iba. Tú no —sonrió con ironía—. Pero no sabía que podía desear a una mujer de la forma en que te deseo a ti. Me cogió por sorpresa —la besó en la mejilla, y notó sus lágrimas—. No llores, pequeña. No pasa nada. Ahora me conozco mejor que antes, y no haré nada que tú no quieras. Podrás tener tantos besos como quieras, como los quieras, donde los quieras.'Pero no tengas miedo de mí. Nunca te forzaría a hacer nada.Lisa. Lo sabes, ¿no?

Sus palabras tranquilizaron a Lisa, pero no tanto como los beso que le estaba dando en la frente, en las mejillas, en la punta de su nariz  y en las comisuras de los labios. Después de un momento, lanzó un grato suspiro y empezó a relajarse pegada al pecho de él. Rye deseó estar desnudo para sentir la suavidad de su pelo por toda la piel. Volvió la cabeza hacia la melena, y aspiró profundamente, mientras se acariciaba la mejilla con los mechones.

Lisa sintió un extraño estremecimiento en el estómago al ver el placer que Rye estaba sintiendo tocando su pelo. Recordó el momento en que se había despertado, y se había encontrado a Rye jugueteando con el. Recordó cuando hacía unas semanas él había cogido su palma de la mano, y jugueteando había pasado su lengua por cada uno de sus dedos, para después mordisquearla suavemente hasta que ella gimió de placer. La idea de que todo su cuerpo pudiera tener las mismas sensaciones hizo que se le pusiera el vello de punta, de caler y sensibilidad. Corrió un poco de brisa, y ella se ajustó con desgana la blusa.

Lisa —susurró Rye.

Ella se volvió y se dio cuenta de que él estaba mirando su pecho, que se marcaba bajo la tela de la blusa. 

¿Confías en mí lo bastante como para dejar que te acaricie otra vez?

Sí. No. Oh, Rye, confío en ti, pero no quiero ponértelo mas difícil. No es justo que tú puedas resultar herido cuando haces que yo me sienta tan bien

No pasa nada —dijo él, abrazándola por la cintura—. No pasa nada, pequeña. Los dos nos sentiremos bien. A no ser que no lo desees. --Contuvo el aliento mientras-trataba de controlarse. Su mano estaba justo debajo del pecho de ella, esperando.

¿Desear qué? —preguntó ella en voz alta, confusa por el nerviosismo de ser virgen y la pasión que le quemaba por todo el cuerpo.

Él sonrió con ironía.

Mi mano, y después mi boca. Aquí. Comiéndote poco a poco, saboreándote, amándote.                                                                 ;

Él se inclinó hacia ella y casi tocó con los labios un pezón de Lisa. En lugar de tomarlo entre sus manos, o besarlo, se dedicó a soplarlo  como si fuera una vela. Lisa se echó a reír ante la extraña caricia, pero la carcajada se convirtió en un gemido-de placer cuando él acarició su pecho totalmente. 

Sin pensar, Lisa arqueó su espalda, intentando acercar más aún su pecho a la boca de Rye. El mundo empezó a dar vueltas a su alrededor cuando él la levantó, y la estrechó contra sí. Entonces metió la cabeza entre la melena de ella, mientras con la otra mano, hacía que acercara Ja cabeza más y más hacia él.

Más —murmuró Rye con voz ronca.

Lisa no entendía, pero sintió que él tiraba con fuerza pero no con delicadeza de su cabeza. La sensación era tan sensual que echó la cabeza aún más para atrás y se restregó contra su mano como si fuera un gato- Su espalda se arqueó aún más con el movimiento, estirando su pecho desnudo, haciendo que su pezón se endureciera más.

Eso es, pequeña —murmuró Rye, sin dejar de acariciar su pelo de modo que la obligaba a acercarse más a su boca. Él se inclinó hacia ella, pero siempre sin llegar a tocarla totalmente para que el placer durara más—. Sí, así. Te gustará todavía más de esta manera... y a mí también.

Lisa arqueó su espalda totalmente, haciendo que sus pezones tocaran por completo los labios de Rye. Sólo que no eran los labios los que le acariciaban, sino la punta de su lengua. La caricia inesperada hizo que su espalda se arqueara hasta llegar a lo imposible. Él pasó un brazo por debajo de su cintura, mientras con la boca le acariciaba de mil maneras diferentes. Lisa hundió sus uñas en los hombros de él, y susurró su nombre de un modo que demostraba el deseo que la estaba abrasando por dentro.

Con un movimiento rápido, Rye cambió de posición para acariciar el otro pecho de Lisa, que aún estaba cubierto por la blusa, pero que a pesar de todo se endureció rápidamente ante-los -pequeños mordiscos de Rye. Lo que los dos sentían era auténtica hambre del otro, pero el momento lo estaban alargando para sentir más placer.

Lisa estaba totalmente fuera de sí. No sintió que le desabotonaba el resto de la blusa, ni que se la quitaba. Sólo sentía el calor que traspasaba sus pechos, llenándolos de pasión. Entonces, él entrelazó sus manos entre las de ella, y las puso por encima de la cabeza de Lisa, quien curvó la boca en una media sonrisa.

No te detengas —se quejó Lisa, restregando su cuerpo contra el de él—. Por favor, Rye, no te detengas.

Pero sus ruegos se vieron interrumpidos por la lengua de Rye, que -entró con violencia en su boca, arrastrando sus ansias con ella. Ella le besó a su vez, con la misma intensidad, juntando su cuerpo con el de él. Los labios de Rye se apretaron contra los de ella, controlando sus movimientos salvajes, haciendo que cogieran el ritmo del acto del amor. Ella no protestó. Le deseaba tanto como él a ella. Nunca había deseado algo tanto. Sintió que él colocaba las caderas sobre sus piernas, abriéndolas. Entonces, ella se arqueó de nuevo al descubrir un nuevo centró de placer, y gimió de miedo ante las sensaciones que recorrían su cuerpo. 

¡Rye!

Tranquila, pequeña, tranquila —dijo él, tratando de controlar la necesidad que sentía de ella—. No pasa nada —se volvió hacia un lado, llevándose a Lisa con él. Durante largo rato se dedicó a tranquilizarla con palabras cariñosas, con caricias que pretendían calmar más que excitar—. Eso es, cariño. Sigueme. No hay prisa. Aquí estamos los dos tratando de disfrutar del otro. Sólo nosotros y todo el tiempo del  mundo.

Lisa abrazó a Rye mientras éste la tranquilizaba con voz suave, a pesar de las olas de pasión que sentía cada vez que tos pechos de ella  le rozaban. Al cabo de unos minutos, él empezó a desabrocharse la camisa lentamente. Al ver el contraste que su pecho moreno y musculoso hacía con el suave y blanquecino de ella, consiguió que su erección se hiciera más patente por debajo de la tela de sus vaqueros. Ignoró la urgencia que le reclamaba su sexo, sabiendo que tanto si hacía a Lisa suya ese día, o no tomaba de ella nada más que sus besos, desde luego se merecía algo más que un hombre con prisas y fuera de control. 

Cada vez que te miro, te veo más y más preciosa —le dijo Rye al oído. Mordió su lóbulo con suavidad, después con más intensidad, disfrutando del modo en que ella se movía con cada una de sus caricias. Pasó la mano por debajo de la espalda de ella atrayéndola hacia sí—.¿Consigo que te sientas tan bien como tú haces que me sienta yo?.

Lisa se rió con nerviosismo. Ya no tenía miedo de las sensaciones nuevas que estaba experimentando. Ahora tenía curiosidad, se sentía. inquieta, deseosa de saber a dónde llevaba todo ese placer.

Sí. Nada podría hacer que me sintiera mejor que lo que tú me  estás haciendo.

Mientras hablaba, devolvía cada caricia que le hacía Rye con su expresividad, qué era el mayor excitante que Rye habría podido encontrar.

¿Te gustaría...?

Lisa se interrumpió al sentir que la rodilla de Rye se movía entre sus piernas, abriéndolas. La dureza de su muslo acariciándola, hizo que una nueva ola de placer recorriera su cuerpo. Gimió de sorpresa, y le miró entre asustada y extasiada.

¿Me gustaría...? —preguntó Rye, moviéndose deliberadamente entre los muslos de Lisa, tratando de acostumbrarla a ser acariciada.

¿Te gusta que te acaricien? —preguntó ella con voz temblorosa.

Sí —se inclinó y le besó lentamente—. ¿Quieres acariciarme?

Sí, pero...

¿Pero?

No sé cómo hacerlo —admitió Lisa, mordiéndose el labio—. Quiero que te guste tanto, como tú haces que me guste a mí.

Rye cerró los ojos por un instante, luchando contra la urgencia que sentía de empujar las manos de Lisa sobre su cuerpo.

Si consigues que me sienta aún mejor que ahora —dijo él con voz ronca—, será increíble —sonrió—. Pon tus manos sobre mi cuerpo. En cualquier parte. En todas partes. Donde quieras. Deseo que me acaricies. Lo necesito, pequeña. No sabes cómo lo necesito.

Las manos de Lisa temblaban a medida que se acercaban a la cara de Rye. Trazó la línea de sus cejas, después la de su nariz para acabar en su oreja. Cuando esa última caricia hizo que Rye gimiera, volvió a repetirla, pero en esa ocasión su boca se encargó de hacerla. Con la delicadeza de un gato, la punta de su lengua recorrió cada curva de su oreja hasta que notó que a Rye le recorría un escalofrío de placer.

Té gusta esto —murmuró ella.

Oh, no lo se ---dijo él con voz ronca—. Podría haber sido. una coincidencia. Creo que será mejor que lo intentes otra vez.

Ella le miró asombrada, y después sonrió.

Te estás burlando de mí.

No, pequeña. Eres tú quien se esta burlando de mí.

Él gimió cuando los dientes de Lisa se cerraron en el lóbulo de su oreja.

¿Quieres que deje de burlarme de ti?—preguntó ella, riéndose.

Pregúntamelo dentro de una hora.                                                   ,

¿Una hora? —preguntó Lisa—. ¿Se puede soportar tanto placer durante tanto tiempo?

No lo sé —admitió él—, pero merecerá la pena morir sólo para comprobarlo.

Lisa no respondió, ya que sus labios estaban ocupados tratando de * averiguar la diferencia de textura que había entre la barbilla y la oreja  de Rye. Él no se quejó de la falta de conversación; se limitó a volverla cabeza ligeramente, dándole más facilidades para que explorara su boca también. Pero al instante, Lisa se tropezó con su camisa. Él se levantó rápidamente, se la quitó, y la tiró sin ni siquiera mirarla. Pero cuando volvió a  tumbarse,  tuvo miedo de que haberse  quitado la camisa hubiera sido un error. Ella le estaba mirando corno sí nunca hubiera visto a un hombre desnudo de cintura para arriba.

¿Quieres que me la vuelva a poner? —preguntó con calma.

Ella le miró a los ojos después de un instante.

-¿Qué?

La camisa. ¿Quieres que me la vuelva a poner?

 —¿Tienes frío?

.—No precisamente. Es sólo que parecías... sorprendida... cuando me la quité.

Estaba acordándome del día que te acercaste al arroyo después de haber estado cortando leña. Te echaste agua en el pecho y en los hombros, y cuando te pusiste de pie, las gotas eran como diamantes líquidos a la luz del sol. Quise secar con mis labios cada una de ellas.  ¿Te habría gustado eso?

Oh, pequeña —susurró él,

Rye la besó de un modo que no necesitaba más palabras. Estaba  demasiado satisfecho con lo que le había dicho. Finalmente, y con desgana, se separó de ella, porque sabía que no podía controlarse más. Se tumbó en el saco, y entrelazó los dedos en su pelo, soló para no caer en la tentación de acariciar los pezones de Lisa que se erguían excitantes esperando ser tocados. 

¿Qué tal memoria tienes? —preguntó él.

Me han dicho que es bastante buena.

Cierra los ojos y recuerda cada gota de agua que viste sobre piel. ¿Puedes hacerlo?

Con los ojos cerrados y sonriendo, Lisa dijo:

Oh, sí.

Son todas tuyas. Lo único que tienes que hacer es tomarlas.

Lisa abrió los ojos. Miró a Rye, que la estaba observando con una mezcla de humor y sensualidad que hizo que contuviera el aliento. Se inclinó despacio hacia él, temblando al igual que él cuando sus labios tocaron por vez primera su piel-

Había una aquí —dijo ella besándole el cuello—. Y aquí... y aquí—continuó ella, acariciando con los labios la base del cuello para dirigirse al pecho—. Y aquí había un hilo de agua delgado. 

Rye cerró los ojos mientras la lengua de Lisa lamía la línea central de su pecho, abriéndose camino entre el vello hacia la piel que yacía debajo. 

Las gotas seguían hasta la hebilla del pantalón —dijo ella, medio preguntando.

Dios, eso espero.

Sonriendo, Lisa continuó pasando su lengua por las costillas de Rye, pero no sólo le acariciaba, también le mordisqueaba con pasión. Cuando llegó a la hebilla se detuvo, y Rye estuvo tentado de decirle que e! agua había corrido por debajo de la ropa hasta llegar a los pies. Gimió cuando ella besó la piel que estaba justo debajo de su vientre, mordisqueando todo su estómago. Apretó las manos con fuerza para evitar cojerle mientras con los labios acariciaba sus costillas, sólo para detenerse cerca de un pezón que se escondía debajo del vello. Cuando ella continuó hacia su cuello, él pareció decepcionado.

Te has dejado algunas gotas —dijo él.

¿Sí? ¿Dónde? ¿Aquí? —preguntó Lisa, acariciando el cuello de Rye con la punta de la lengua.

Más abajo.

¿Aquí? —sus labios se concentraron en el centro del pecho de Rye.

Ahora estás más cerca. Ve hacia la derecha.

¿La tuya o la mía?

-La que quieras. Lo encontrarás de todos modos.

De pronto Lisa entendió. Se rió suavemente.

-—Por supuesto- ¿Cómo he podido olvidarme del agua que había ahí? 

Rye no pudo responderla, ya que ella había encontrado un pezón que estaba mordiendo delicadamente, utilizando los dientes y la lengua como él había hecho con ella. Cuando con los dedos empezó a acariciar la mata de vello de su pecho, él se movió despacio, aumentando la presión de la caricia. Las uñas de Lisa se hundieron en su carne, queriendo sentir los músculos entre sus manos. Después, éstas se deslizaron con desenfreno por todo el torso de Rye.

De pronto descubrió que el vello que Rye tenía debajo de los brazos era tan suave como un suspiro. La textura satinada le fascinó. Sus dedos se dirigieron a ella una y otra vez, mientras sus labios se dedicaban a su pecho. Rye le acariciaba la espalda, y la empujaba hacia sí hasta que consiguió que ella se sentara encima de él. Antes de que Lisa pudiera decir una palabra, la blusa le cayó por encima de los hombros, dejando su pecho totalmente desnudo. Sus pezones se endurecieron cuando él los miró, diciéndole que ella deseaba que la acariciara tanto como él quería acariciarla.

-¿Rye...?

Ven aquí, amor mío —dijo él con voz ronca.

Lisa se echó hacia delante lentamente, atrayendo su pecho a las manos de Rye. Cuando él empezó a acariciarle los pezones, Lisa tembló de placer. No podía controlar los gemidos al igual que no podía detener la fiebre que corría por su cuerpo, llevando su sensibilidad hasta los limites. Se movió despacio, mientras él se inclinaba hacia su cuerpo. Vio cómo se abrían sus labios, el brillo de sus dientes al mismo tiempo que su lengua le rodeaba el pezón hasta que el pecho estuvo completamente dentro de su boca. Con un gemido, Lisa estiró su cuerpo, dejando que Rye  la pudiera acariciar con más facilidad.

Rye la cogió de la cintura mientras continuaba mordisqueándola el pecho. Sus manos la acariciaban de un modo que estaba consiguiendo que se derritiera por dentro. De la cintura, pasó a acariciarle los muslos con un movimiento-que hacía que todo el cuerpo !e temblara. Él metió los dedos por debajo de la tela del pantalón, y empezó a tocar   su carne desnuda. 

Rye —dijo Lisa, y no pudo seguir hablando por los estremecimientos que sentía ante las caricias de él.

¿Qué? —murmuró él, volviendo la cabeza para poder acariciarle el otro pecho.

Me siento... mareada.

Yo también, pequeña.

¿Tú también? –

-Apuesta-lo que quieras.

Lisa se rió suavemente.

Pensaba que sólo era yo.

Y es así, de eso no cabe la menor duda. Hay suficiente calor en ese maravilloso cuerpo tuyo como para derretir esa montaña desde la cima a la base.

¿Está eso..- bien?

No —dijo él, sin dejar de besarle el pecho—. Está mucho mejor que bien. Te he estado echando en falta durante toda mi vida y ni siquiera lo sabía.

La risa de Lisa se transformó en suspiro mientras su cuerpo recibía las caricias más excitantes. La mano se movió entre sus piernas, y ella se puso rígida ante la inesperada caricia.

Esto también se incluye —dijo Rye, mirando los ojos de Lisa, mientras sus manos se entrelazaban.

¿El qué? —dijo ella casi sin aliento.

Y entonces, sus sentidos se llenaron de placer a medida que Rye la acariciaba. Ella trató de detenerle inútilmente.

Éste es el hogar de la fiebre aterciopelada —murmuró él—. ¿Puedes sentirla, cariño? Caliente y dulce, hambrienta y maravillosa.....tan maravillosa.

Rye gimió al sentir que el sexo de Lisa se apretaba contra su mano; el calor de su cuerpo le contestaba mejor que cualquier palabra habría hecho. Sus manos se dirigieron a la cremallera del pantalón y empezaron a bajarla lentamente. Al instante, sus dedos tocaron su carne desnuda, mientras Lisa se movía ardiendo de pasión y sentía cómo la prenda se deslizaba por sus piernas.

Rye puso a Lisa desnuda encima de él, acariciando su cuerpo sin cesar, intentando apaciguar la urgencia de-su propio deseo. -

-¿Rye?

No digas nada, pequeña. Todo va bien. No voy a hacer nada que tú no quieras que haga.

Ella suspiró con inquietud, y lentamente empezó a relajarse.

Eso es —murmuró él—. Relájate y disfruta de lo que te estoy haciendo.

Después de un momento, las caricias de Rye consiguieron que Lisa dejara de sentirse incómoda por estar totalmente desnuda. Después, ella misma empezó a acariciar los hombros de Rye, para bajar después a su pecho-y a su estómago; Allí se-encontró con sus vaqueros, una barrera que le recordó que ella estaba desnuda y él no.

Esto no es justo —susurró ella.

Sobreviviré —dijo Rye, interpretando mal sus palabras.

No, me refería a tus vaqueros.

-¿Qué les pasa?

Se interponen en mi camino.

Hubo un silencio lleno de electricidad.

¿Estás segura de lo que dices?

Bastante.

¿De verdad?

Sí—dijo Lisa simplemente—. Estoy totalmente segura.

Rye se quedó paralizado cuando se dio cuenta de lo que Lisa le estaba diciendo.

No tienes que hacerlo —dijo él.

Lo sé. Quiero hacerlo...

¿Pero? —preguntó é!, viendo la pregunta en la frase no terminada.

No sé cómo se hace, pero quiero darte placer. Quiero darte muchísimo placer.

Rye abrazó a Lisa, mientras se volvía hacia un lado y la besaba con ternura.

Me das mucho placer —dijo con voz ronca.

Rye le dio pequeños besos en los labios. Ella los recibió y los devolvió con la misma ternura y pasión. Con desgana, él separó sus labios y se puso de pie. Se quitó las botas y los calcetines, se desabrochó el cinturón y miró a Lisa.

Ella estaba tumbada de lado, su pelo volaba sobre su cuerpo, y sus pezones resaltaban por debajo de los mechones.

No es demasiado tarde para que cambies de opinión —dijo Rye, preguntándose si en verdad no estaba mintiendo.

Lisa sonrió.

Sin dejar de observarla, se desabrochó la cremallera del pantalón, y lo deslizó por sus piernas, quitándose la ropa interior al mismo tiempo. Tiró la ropa a un lado y se quedó de pie conteniendo el aliento, rogando porque ella estuviera realmente segura de lo que quería, ya que  estaba más excitado de lo que había estado en toda su vida.

Los ojos de Lisa se abrieron con asombro al ver a Rye totalmente desnudó.

Entonces él se volvió, y cogió la ropa que acababa de dejar en el suelo.

¡No! —dijo Lisa, poniéndose de rodillas. Abrazó a Rye por las piernas, y apretó su cara contra la parte de arriba de su muslo—. No estoy asustada. De verdad que no. He visto hombres casi desnudos, pero no... no... me sentía sobrecogida.

Rye se quedó inmóvil y tembló cuando el pelo de Lisa le acarició el sexo.

No sé —dijo él—. No quiero que hagas algo que no desees.

Ella le miró a los ojos, y vio la pasión que ardía en ellos. Supo en ese mismo instante que su intuición no se había equivocado; Rye no la haría daño, sin importar lo enorme que fuera su fuerza o su necesidad.

Esto —dijo Lisa, acercando su mejilla hacia el sexo de él—, me sobrecogió. 

Pequeña —susurró Rye, poniéndose de rodillas ya que no podía estar de pie por más tiempo—. Vas a conseguir matarme de placer. Y la verdad es que apenas puedo esperar.

La abrazó con ternura y después la dejó sobre el saco. Ella contuvo el aliento mientras Rye le acariciaba los muslos para después tocar sus nalgas una y otra vez. Cada caricia se iba haciendo más profunda, separando sus piernas más y más.

¿Sabes lo que sentí cuando me acariciaste con la mejilla? —preguntó él, mordiendo su oreja y después acariciándola con la lengua.

N... no.

Esto —susurró él.

Liga gimió de placer mientras él pasaba la palma de su mano por el vientre de ella, y después se dirigió al triángulo que había entre sus muslos. Con cada movimiento de sus dedos, ella temblaba mas. Lisa cerró los ojos y se movió delante de él, como una flor con el viento.

Pon tus brazos alrededor de mi cuello —murmuró Rye, acercando su cuerpo al de ella, preparándola para la caricia final.

Sin pensar, Lisa hizo lo que Rye le había dicho, y te abrazó ya que él era la única cosa real en un mundo que giraba cada vez más deprisa con cada caricia que él le ofrecía. No se sentía avergonzada ni pudorosa ante la intimidad de lo que le estaba haciendo, lo único que importaba era la fiebre que él había descubierto dentro de ella.

Eso es, pequeña. Abrázate fuerte y sigueme. Sé a dónde vamos.

Rye encontró el capullo hipersensible que había dejado de estar escondido en el sexo de Lisa. Ella gemía, sintiendo olas de calor que recorrían su cuerpo hasta que no pudo soportarlo más y su placer se desbordó. 

Sí — dijo él, mordiendo el cuello de ella con bastante fuerza como para dejarle pequeñas marcas — . Otra vez, pequeña. Otra vez. Compártelo conmigo. Eso lo pondrá más fácil para ti, para mí, para los dos. Eso es. Sí.

Lisa apenas escuchó lo que le decía, pero lo cierto fue que compartió su placer con él al tiempo que sentía que el sexo de Rye la buscaba. Sintió que la levantaba, y que la dejaba sobre las mantas una vez más. Aunque él estaba tendido entre sus piernas, no tocó la húmeda carne a la que había dado vida. Ella abrió los ojos, y movió la cabeza con inquietud, febrilmente.

Estoy aquí. Soy todo tuyo, ¿es eso lo que quieres?

Sí — susurró ella, intentando acariciarle con la misma intimidad con que le había acariciado él.

Rye cerró los ojos al sentir un estremecimiento por todo su cuerpo. Las caricias que Lisa le estaba ofreciendo eran más excitantes de lo que habría creído posible.

Pequeña -—susurró él — , déjame...

La besó con una pasión que le estaba quemando por dentro. Cuando la lengua de ella entró en su boca, Rye entró también en su cuerpo hasta que sintió la frágil barrera de su inocencia.

¿Rye? — dijo ella—. Rye.

Deliberadamente, él deslizó la mano entre sus cuerpos que estaban parcialmente unidos, moviendo sus caderas lentamente, acariciando el brote endurecido de su pasión.

Lisa gimió tan pronto como sintió que el calor volvía a traspasar su cuerpo. Él la llenó lentamente, moviéndose con dulzura, acariciándola con su cuerpo y su mano hasta que ella volvió a alcanzar las cimas del placer, un placer tan grande que la consumió por entero, derritiéndola hasta el punto de que lo único que podía hacer era pronunciar su nombre una y otra vez. Quería decirle que no podía soportar más placer sin morir, pero no podía. Estaba totalmente dentro de ella. Tan pronto se movía provocando todo tipo de sensaciones en su interior, como se. quedaba inmóvil, saboreando el placer de estar totalmente unidos

Lisa — murmuró Rye — . ¿Pequeña?

Ella abrió los ojos lentamente, aturdida por el calor que estaba sintiendo.

Pensaba... pensaba que me dolería —admitió ella.

Y ha sido así —dijo él con voz ronca—. Pero el dolor estaba escondido debajo de tantísimo placer que no te has dado cuenta. ¿Te duele ahora?

Se movió lentamente. Ella susurró algo que quiso ser su nombre.

Otra vez —dijo ella—. Oh, Rye, hazlo otra vez —le miró a los ojos—. ¿O es que tú no sientes tanto placer como yo? 

¿Placer? —Rye tembló mientras la penetraba por entero una vez más—. No hay... palabras. Alcanza el orgasmo conmigo, pequeña. Llévame donde tú ya has estado.

Él se movió con desenfreno. Nunca había sentido nada igual a la fiebre aterciopelada que le daba el cuerpo de Lisa, nunca había hecho el amor compartiéndolo tan profundamente. Nunca se había creído capaz de sentir algo que se acercara ni siquiera un poco a lo que estaba sintiendo. Se movió despacio dentro de ella, profundamente, deseando que aquello no terminara nunca, y sabiendo que si no estallaba de una vez, moriría en una dulce agonía.

Los gemidos de Lisa brillaron en la suave oscuridad en que estaba envuelto Rye, diciéndole que ella estaba al otro lado del éxtasis, llamándole. Él quería ir donde estaba ella, y quería quedarse donde estaba, disfrutar del placer que los dos tenían hasta el límite... Con un gemido, él la penetró hasta que no pudo hacerlo más, y después se dejó llevar por la suave violencia que clamaba su placer.

El último pensamiento coherente-de Rye fue que había mentido;-no había sabido hacia dónde se dirigían. Lisa le había llevado a un lugar en el que no había estado jamás, envolviéndole en la fiebre aterciopelada de su cuerpo, ardiendo con él, alma con alma en un éxtasis compartido que era la vida y la muerte al mismo tiempo.