VI

Cuando el detective y el investigador llegaron al departamento de policía Karen ya les aguardaba delante de la pizarra, en la que había dibujadas dos columnas.

—No habéis tardo nada.

—Sabes bien cómo atraer la atención de dos tipos maduros y atractivos —dijo Ron, guiñando un ojo y carcajeándose.

Gordon, menos dado a las bromas, tomó asiento y se quedó mirando fijamente la pizarra.

—¿Qué tenemos, Karen?

Davies captó la indirecta y fue a sentarse junto a su colega. Él siempre trataba de suavizar las situaciones más incómodas con un poco de humor benévolo, pero sabía que no siempre eran bien recibidas sus inocentes chanzas.

—El médico forense ha establecido que la muerte de Sarah debió de producirse entre 8 y 16 horas desde que fuera hallada. Eso nos brinda dos hipótesis —dijo la agente, mientras escribía en la pizarra—. La primera: efectivamente Maddie escuchó el disparo, a eso de las 2:30 horas del sábado, que acabó con la víctima. La segunda: que la asesinaron antes y luego trasladaron su cuerpo hasta la arboleda. Ambas posibilidades entran dentro de ese marco temporal.

—¿Ha revelado algún dato más la autopsia? —inquirió Stevens, mientras en su cabeza se agolpaban decenas de pensamientos que era incapaz de manejar.

—Sí. Le dispararon muy cerca con un arma del calibre 22, algo que ya se intuía por el orificio que presentaba en la sien. La joven era diestra, por lo que podemos descartar casi por completo la teoría del suicidio.

—¿Presentaba algún signo de violencia? —preguntó Ron, que sentía escalofríos sólo de imaginar lo que pudo llegar a sufrir aquella chiquilla antes de morir.

—Ninguno. Ni tan siquiera un pequeño moratón. Tampoco existen evidencias de agresión sexual.

Gordon tamborileó en la mesa de reuniones con sus nudillos; era una costumbre que tenía desde adolescente, y que le permitía concentrarse cuando más turbias se ponían las cosas. Era como trasladar parte de la tensión que le atenazaba a la madera, y de esa forma poder liberar sus pensamientos.

—Entonces tuvo que estar con alguien que la conocía bien, alguien en quien ella confiaba, a quien no temía en absoluto.

Karen siguió anotando las aportaciones que iban surgiendo en la amplia pizarra plástica con un rotulador azul. De algún modo, por triste que le resultase en su fuero más interno, se sentía emocionada de estar allí, con un investigador y con un detective; implicada en la resolución de un caso de homicidio. Era una amarga satisfacción, pero no podía evitar su euforia. Ahora debía canalizar toda esa fuerza arrolladora en tratar de hacer justicia a Sarah Brown.

—También es posible que la drogaran de algún modo, sin que ella se diera cuenta, y quedase a merced de un desconocido —sugirió Davies, que había conocido de casos similares a través de los programas de investigación policial que emitían en televisión, y a los que era adicto. Siempre se disculpaba ante su mujer con la excusa de que aquello era también parte de su formación.

Karen consultó con rapidez una carpeta, que contenía el informe preliminar elaborado por el forense. Tan sólo deseaba ratificar algo que ya sabía de antemano.

—Ron, demos por descartada esa opción. En su cuerpo no había ninguna droga; es más, ninguna clase de sustancia tóxica. Es verdad que aún faltan por realizar diversos análisis a los restos de su estómago, pero el forense ya ha dejado esta anotación.

—En tal caso, no queda otra opción: todo apunta a que la mató alguien cercano, alguien que la conocía bien.

—¿Habéis acabado con los interrogatorios a los amigos? —inquirió Gordon, que había manifestado que deseaba estar presente si en alguno de ellos surgía alguna vía de interés.

—Bueno, estamos recopilando todavía mucha información. Tenemos pendiente hablar con Mark Walton, el novio de la chica. Hemos pensado que es mejor hacerlo habiendo recabado antes datos acerca de la relación que ambos mantenían: si todo iba bien, celos, discusiones, peleas; esa clase de cosas —contestó con seguridad la agente.

—Me parece una buena estrategia. Y sus dos amigas, con las que había quedado para ir a Waterloo, ¿habéis podido entrevistarlas?

—A una de ellas sí, a Carol Weight. Yo he estado presente en el mismo, esta mañana. Nos interesaba porque es la última persona que vio con vida a la víctima, y ya conocéis el dicho…

—El último testigo es el principal sospechoso —murmuró Davies, algo socarrón, como si aquello fuese una sufrida letanía que había tenido que estar repitiendo toda su vida.

—¿Y bien? —preguntó Gordon, impaciente.

—Nada de interés. Nos ha reiterado lo que ya sabemos. Y, por suerte o por desgracia, tiene una sólida coartada para todo el viernes y la madrugada del sábado: pasó la noche con una amiga y con los familiares de esta.

—En tal caso necesitamos interrogar a la otra amiga y al novio lo antes posible.

Un agente entró en la sala bruscamente, sin llamar. Se sorprendió al encontrar en ella a Ron y a Gordon, y aplacó su ímpetu.

—Perdón, pensaba que estaba Karen sola aquí trabajando.

—No pasa nada. ¿Alguna novedad? —inquirió el detective, intuyendo que aquella precipitación debía de tener una explicación sólida.

—Sí, tenemos un sospechoso.

—¿Un sospechoso? —preguntó Davies, anonadado, como si no diera crédito a lo que acababa de escuchar. Por un momento sintió que él y Gordon habían estado perdiendo el tiempo mientras el resto de sus compañeros se esmeraban sin descanso.

—Sí. Se nos ocurrió buscar entre los expedientes a personas con antecedentes que tuvieran acceso al campus y… ¡bingo! Un tipo que trabaja en mantenimiento desde hace unos meses trató de violar a una joven no hace mucho, y tiene registrados otros incidentes menores en su pasado.

—¡Joder! —exclamó Stevens mientras golpeaba la mesa con rabia. Le enfurecía que cosas así pudieran suceder en los Estados Unidos. Estaba convencido de que con una buena base de datos compartida a nivel estatal, y menos miramientos y complacencias por parte de determinados jueces, se podía mantener alejados a gente de esa clase de empleos que les permitiesen tener a sus víctimas a tiro de piedra—. Buen trabajo. ¿Sabemos dónde se encuentra el sujeto en cuestión?

—Está aquí. Lo hemos detenido y está en una de las salas de interrogatorio.