III
La pequeña sala de reuniones del departamento de la policía local de Cedar Falls estaba atiborrada de gente. Gordon Stevens y el jefe de la policía local, Patrick Thomas, trataban de poner orden e iniciar la charla. Todos estaban muy nerviosos.
—Chicos, comprendo que esta situación os supere, pues yo siento lo mismo que vosotros —arrancó finalmente Thomas—, pero debemos estar a la altura de las circunstancias. Os he reunido aquí para que compartamos toda la información que tenemos hasta el momento y para que nos conozcamos los unos a los otros. Ha venido para echarnos una mano el detective Gordon Stevens, de la oficina del sheriff, con el que muchos ya habéis coincidido, o incluso habéis sido compañeros de clase.
Se hizo de repente el silencio. Allí estaban congregadas todas las personas que el jefe de la policía local había considerado adecuadas para formar el equipo principal de trabajo para el caso de Sarah Brown: ocho agentes, entre los que se encontraba Karen Phillips, un investigador, el propio Patrick y Gordon.
—Gracias —musitó Stevens, tomando la palabra—. Lo primero que deseo transmitiros es que yo estoy tan desolado y tan apesadumbrado como vosotros. A fin de cuentas Waterloo y Cedar Falls son prácticamente una misma ciudad, y yo mismo estudié en la universidad de Northern Iowa; de modo que es como si hubieran acabado con la vida de una compañera o de una vecina. A muchos de vosotros ya os conozco, y es un honor formar parte de este fabuloso equipo humano. Nos enfrentamos a un hecho atroz, al que, por fortuna, no estamos acostumbrados, pero sé que os vais a dejar lo mejor de vosotros mismos para esclarecer este horrible crimen. Vais a robarle horas de sueño a vuestras vidas, y tiempo en común a vuestras familias. Pero considero que por encima de todo está devolver la tranquilidad a nuestra comunidad, y eso no lo lograremos hasta que resolvamos este caso.
El jefe de la policía local se acercó hasta una pared, en la que había una pizarra de plástico y un panel de corcho que iba desde el techo hasta el suelo.
—Para organizarnos aquí vamos a ir colocando una copia de todas las pruebas y evidencias que vayamos obteniendo en el transcurso de la investigación. Ya hay un par de informes, algunas fotografías de la víctima y un plano del campus, en el que están señalados el lugar en el que fue encontrado el cadáver y los apartamentos en los que residía, en los que fue vista por última vez.
—Con el fin de evitar que esto se convierta en un dislate, la agente Karen Phillips será la responsable de escribir en la pizarra y de colocar una copia de las pistas más relevantes en el corcho. Os ruego que no lo hagáis al resto. Todos podemos y debemos hacer nuestras aportaciones, pero debemos seguir un orden —sentenció Stevens.
De súbito alguien llamó a la puerta. Era la secretaria del jefe de la policía local.
—¿Qué sucede, Susan? —inquirió con preocupación Thomas, pues era muy extraño que le interrumpiera su asistente mientras estaba reunido a puerta cerrada.
—Se ha presentado una estudiante en la recepción. Dice que tiene algo importante que contarnos. Cree que puede fijar la hora del asesinato.