Capítulo 14
La práctica del running en familia
¿Por qué no salir a correr en familia? Es muy frecuente que, cuando un integrante de la familia empieza a correr, acabe arrastrando a otros a acompañarle. Las razones son muchas: compartir experiencias y emociones, reforzar los vínculos, transmisión de conocimientos y valores, etc. En el caso de los hijos, si esta afición al deporte continúa a lo largo de su vida, tendrán hábitos de vida saludables. Así se pronuncia la doctora Leticia Postigo, pediatra: «Teniendo en cuenta la tendencia actual al sedentarismo y a la obesidad en la población infantil, lo importante es fomentar hábitos saludables. El running realizado a una intensidad moderada y adaptada a la condición física de cada niño es una buena opción. Asociarlo a un deporte de equipo sería aún mejor». Ahora bien, reconozcámoslo, buscar la motivación y evitar el sedentarismo de nuestros hijos no es siempre fácil. Por eso conviene inculcarles ciertas actitudes y hábitos a una edad temprana.
Para nuestros hijos pequeños, los padres solemos ser un espejo en el que reflejarse. Todos hemos visto que los niños mimetizan los actos de sus mayores. Por ello en muchas ocasiones la pregunta, que en un principio es tímida, acaba siendo reiterada: «¿Te puedo acompañar?». Esta es la pregunta que le hizo Gabriel, de 9 años, a su padre, Alex. Y Alex nunca lo olvidará. Ahora ambos comparten ese rato de ocio, eso sí, el pequeño en bicicleta y Alex corriendo. Para Alex es una manera de conciliar su momento de evasión con la faceta de ser padre.
A nivel psicológico es importante para el niño recibir los inputs positivos de sus padres: si estos les explican a sus hijos lo que ellos sienten al correr, los niños recibirán un refuerzo positivo. Pero, mucho cuidado, hay que tener presente que los niños no son adultos en pequeño, sino que presentan características especiales que deben ser tenidas en cuenta. Por ello necesitamos ser flexibles y adaptar la actividad física a la edad de la criatura y a su capacidad de adaptación al ejercicio. No es necesario prepararse para correr una competición sino que debe ser algo divertido.
¿Cómo implicar a un niño en el running?
Correr para el niño debe ser de entrada como un juego. Es más sencillo hacerle practicar deporte si se trata de una actividad divertida, que él no sienta como una obligación. Los padres hemos de ser sensatos y responsables, no hay que exigir resultados de inmediato. Ni hazañas. Si salimos a correr con ellos, tenemos que enfocarlo como un momento de recreo y dejar que ellos den su opinión al respecto. Cuando los niños ven que pueden ayudar en algo, por ejemplo, en el recorrido a escoger, se implican más, y esos detalles les hace sentirse parte de ese momento; lo sentirán como suyo. Como su mundo.
Es recomendable que el circuito o el espacio por el que vayamos a correr no sea aburrido, de este modo las conocidas frases «Me canso», «Me aburro», no aparecerán, o como mínimo tardarán más en decirlo. Hay que ser realistas.
Cuando a un niño lo llevas por espacios abiertos, entre la naturaleza, por la playa, se sentirá libre. Además le hará descubrir de primera mano flores, árboles, etc. Por otro lado, como ya se sabe, el running es beneficioso para la salud e incluso a nivel psicológico. Correr les permitirá liberarse de las tensiones propias de su edad y airearse mentalmente. Podrán desfogarse, que decían nuestras abuelas. Y todos lo agradeceremos.
Acertar con el material
Si en los adultos las zapatillas son importantes, en los niños podríamos decir que casi lo son más. Los pies de los niños sufren cambios rápidos tanto en el número del calzado como en la forma del pie. En primer lugar, como ya te venimos diciendo, deja que el pequeño dé su opinión. Si lo implicas de verdad en la elección de sus zapatillas, cuando llegue la hora de calzárselas, no te oirás algo parecido a: «Es que no me gustan…». No nos engañemos, si ellos están contentos con sus zapatillas, se sentirán cómodos y tú tendrás un problema menos. En cuanto al tamaño, las zapatillas deben sujetar el pie, pero no apretarlo. La sensación ha de ser que el pie esté libre, pero no suelto. No deberíamos querer aprovecharlas para muchas temporadas, ya que se desgastarán y habrá que cambiarlas igualmente. No hagas falsos ahorros.
La suela no debe ser dura, pero tampoco excesivamente blanda. Las suelas con EVA suelen ser las más resistentes. El tejido de la zapatilla ha de ser transpirable. Evita plásticos, sudará menos y su piel lo agradecerá.
En caso de tener problemas anatómicos como pie plano o, al contrario, con mucho arco plantar, consulta a un especialista. Quizá será necesario el uso de plantillas para un correcto desarrollo del pie.
¿Cuándo pasar del juego a un programa de entrenamiento?
Evidentemente la edad es un factor crucial para decidir en este aspecto. Hay que ser cauto y no forzar el inicio de una actividad a nivel más «profesional» cuando el niño aún no está preparado para ello. En general, son los padres quienes inician a la criatura en el running. El deseo del niño y las habilidades de este determinarán su evolución. Hay niños que tienen una constitución que les favorece practicar el «running» como deporte, pero a otros quizá les vaya mejor otro tipo de disciplina. Hablarlo con el niño puede evitar que dediquemos un tiempo y un esfuerzo a realizar una actividad de la cual él no disfruta. Si escuchamos de verdad lo que ellos sienten, será más fácil aconsejar y acertar a la hora de escoger su actividad deportiva. Sigue el consejo de Guillermo Canalda, psicólogo infantil: «Como padres debemos proteger el bienestar emocional de nuestros hijos. Cuando veamos que una actividad deportiva los presiona y los bloquea, debemos reconducir la situación sin dramatizar… Forzar suele ser sinónimo de fracaso». Por último, si el niño escoge otra opción, olvidémonos de hacerles reproches a lo largo del tiempo, no los machaquemos con nuestra frustración. Los padres deben ser adultos.
Los más pequeños hasta 5 años
Si el running es la actividad escogida hay que tener en cuenta que los médicos y entrenadores aconsejan no empezar a correr con edades por debajo de los 5 años. Hasta entonces no se alcanza cierta madurez en la manera y postura requeridas para correr y es más fácil sufrir lesiones.
Además, como se ha mencionado, si queremos que el niño lo disfrute debe ser parte de un juego y que él sienta que no está forzado, no vayamos con exigencias. «En nuestro club, el CN Reus Ploms, desde la sección de triatlón, les montamos a los más pequeños duatlones donde corren y van en bicicleta e incluso se aceptan bicicletas con ruedecitas. Es fantástico ver cómo los niños disfrutan del deporte de manera sana, e incluso sienten que emulan a sus padres», dice orgulloso Josep Casanovas, responsable de dicha sección de este club tarraconense.
De los 5 a los 8 años
A estas edades podemos hacer que el running forme parte de sus juegos habituales (el pilla-pilla, el escondite, el pañuelo, etc.). El objetivo no es correr de una forma técnica sino que el juego implique correr, y en todo caso ir aumentando las distancias. De este modo, sin darse cuenta, los niños pasan un buen rato corriendo, trabajan sus piernas, su sistema cardiovascular, y también el respiratorio, pero sin estar sujetos a reglas técnicas. Disfrutan de la libertad del juego.
La doctora Leticia Postigo recalca que antes de los 9 o 10 años es recomendable evitar cargas excesivas debido a que el niño está en pleno desarrollo. «Desde la medicina de asistencia primaria, se hace mucho hincapié en promocionar la actividad física para contribuir así a un mejor desarrollo físico y psíquico sin sobrecargar al pequeño.» Algunos padres se preguntan qué tipo de actividades desarrollan los profesores o monitores en los centros especializados donde los niños juegan en lugar de recibir lecciones de cómo correr. La respuesta la encontramos en una frase de un entrenador de un campus para niños en Nueva York: «Se lo pasan tan bien que no se dan cuenta de que están corriendo». El fin es pasarlo bien. No lo olvides. «El colegio de Alexia, mi hija de 7 años, organizó una carrera cortita donde podían participar padres e hijos. A ella le hacía tanta ilusión que nos inscribimos y la completamos. Al final no sé quién se sentía más emocionado, si ella o yo. (Para Miguel compartir estos momentos con su hija fue especialmente emotivo.) Aunque me gusta correr solo, entiendo que para ella esa experiencia como tal fue su momento con papá.»
De los 8 a los 12 años
A estas edades lo que suele ocurrir es que corren a «lo loco». Quieren llegar a la meta o completar el recorrido que se les determina, pero no son capaces de medir sus fuerzas. Hay que explicarles, sin grandes palabras ni solemnidades, qué significa correr y que existe una técnica que evitará que se cansen tanto. A la larga ellos van absorbiendo la información como esponjas, pues lo que se les va contando no cae en saco roto.
Esta también es la edad ideal para que el niño salga en bicicleta al lado de sus padres y vaya sintiendo lo que es correr y empiece a vivir la experiencia de lo que puede ser el día que salga ya a correr junto con papá o con mamá.
Aunque hay que seguir recalcando la parte lúdica del running, podemos apuntarlo, con su consentimiento sincero, en pequeñas competiciones como las que organizan colegios, asociaciones de vecinos o clubs.
A partir de los 12 años
La evolución y desarrollo a esta edad es fulgurante. Tienen una facilidad impresionante para mejorar y conseguir retos personales. Apuntarse a una carrera sencilla como la de los 5 km, sin grandes expectativas pero con la idea de acabar es un magnífico objetivo en esta etapa de su crecimiento.
Pero también puede llegar entonces el momento en que nuestro hijo no se sienta cómodo corriendo. Para el padre que es runner, es difícil asumirlo. Lo sabemos. Guillermo Canalda recomienda para estos casos: «Respetar siempre la voluntad de nuestros hijos. Es su vida. Nosotros podemos y debemos apoyarles y acompañarles en su camino, pero nunca forzando ni proyectando nuestros objetivos ni frustraciones».
Si la criatura finalmente se decide por el atletismo y concretamente por el running «los padres deben estar ahí para demostrarle su apoyo. Es triste ver que hay niños que van a entrenar sin que sus padres les transmitan su ilusión […] y cuando el niño tiene un problema no están ahí para acompañarlo. Lo más probable es que ese niño acabe dejando algo que le gusta porque no siente que sus padres están a su lado —dice Josep Casanovas, para quien la figura del padre es básica—. El entrenador será quien vea las cualidades técnicas o físicas del niño y aconsejará a los padres desde su punto de vista profesional, pero los padres deben estar ahí».
En los últimos años se han realizado varios estudios sobre chicas adolescentes y el running. Esta época es especialmente complicada para ellas, ya que su imagen toma especial relevancia: es el consabido «cómo me ven o qué piensan de mí mis amigos». Según estos estudios las chicas que practican el running tienden a sobrellevar mejor este periodo que las sedentarias. Y está claro el porqué: al correr, su cuerpo se va estilizando. Y en consecuencia se sienten más seguras de sí mismas, lo que suele ahuyentar los decaimientos de ánimo y las fases melancólicas que se dan a veces a estas edades.
Pero, además, existe un valor añadido a nivel fisiológico que hace muy recomendable el running en la prepubertad. Hasta los 35 años los huesos se van haciendo más densos. A partir de esa edad la mujer va perdiendo calcio de los huesos. Construir unos huesos fuertes en la preadolescencia y la adolescencia es vital para luchar contra la posible osteoporosis. Pero esto será así si, adicionalmente, se sigue una dieta adecuada en la ingesta de alimentos con calcio, unos 1.000 mg al día (como pueden ser tres vasos de leche), u otros alimentos ricos en calcio como sardinas, salmón o zumo de naranja. En chicas adolescentes el tema de la dieta puede ser una gran fuente de problemas ya que, erróneamente, están convencidas de que para tener un cuerpo bonito se debe estar delgado y ahí entraríamos en temas más complejos como podrían ser los trastornos de alimentación.
Así pues, correr es perfecto para las adolescentes, pero cuidado con excederse en las horas de práctica, ya que también puede acarrear problemas, como el descuido de los estudios, encerrarse en ese mundo, exigirse demasiado o refugiarse en el running para camuflar cierta inadaptación social y ciertos temores. Como dijo el clásico: «En el justo medio está la virtud».