Capítulo 3

Ellas y ellos ¿existen las diferencias?

Decir que no existen diferencias entre sexos es negar una evidencia. La anatomía es claramente distinta, cada sexo tiene sus propias características. En términos generales, los huesos de las mujeres son más pequeños y menos densos que los de los hombres, lo que a priori facilita el movimiento. Pero eso no quiere decir que para la mujer sea más fácil el desplazamiento, ya que en la marcha no solo se trata de mover los huesos, hay más factores implicados. Por otro lado, el hecho de tener unos huesos con menor densidad ósea (y más si hay alteraciones debidas al ciclo menstrual o a la menopausia) favorece la aparición de lesiones óseas, sobre todo aquellas que lo hacen por repetición de la carga en una misma localización.

En todo caso, tenemos que aceptar que hay diferencias en la biomecánica de la marcha entre el runner y la runner, es decir, la manera de correr será distinta. Son diferencias que vale la pena tener presente, sobre todo cuando una mujer o un hombre quiere emular la marcha de uno o del otro. Si quieres correr con tu pareja o alguien del otro sexo no lo olvides.

LA PELVIS

Una estructura ósea que es marcadamente diferente entre ambos sexos es la pelvis. La de la mujer tiene una función muy clara y concreta, la de parir. Por ello es ancha, poco profunda y se extiende hacia los laterales, mientras que la del hombre es todo lo contrario. Esta característica tiene más importancia de lo que se cree. Al ser la pelvis más amplia, el centro de gravedad en las mujeres se sitúa más abajo, por lo que se desplaza en relación al de los hombres, pudiendo variar aún más si una mujer está embarazada.

LAS PIERNAS

Las piernas, un tesoro muy preciado para los runners de los dos sexos, son también un punto de discordancia anatómica. La mujer suele tener el fémur con cierto giro hacia delante, acompañado por una tendencia a tener las rodillas hacia dentro. Esta actitud postural favorece el dolor y las lesiones de la rodilla, más concretamente de la rótula.

Sabemos que los huesos son la zona donde los músculos se anclan gracias a los tendones y que además hay otra estructura, los ligamentos que confieren estabilidad a la articulación y ayudan a la movilidad. A este nivel el hombre y la mujer tampoco son del todo iguales. Es más habitual que oigamos hablar de «hiperlaxitud» en el caso de una mujer que en el de un hombre. Este término hace referencia a un mayor grado de flexibilidad de lo que se considera normal (aproximadamente un 10% de la población presenta esta característica). Debido a ello existe una inestabilidad articular, es decir, que quien la sufre tiene cierta propensión a las caídas y mayor probabilidad de lesiones, sobre todo en la articulación del tobillo. Si eres un runner varón, tendrás menor probabilidad de sufrir una lesión por esta causa, lo que no te exonera de reforzar la musculatura de los tobillos, que es el punto más frágil tanto de los hombres como de las mujeres.

EL PIE

Al ser habitualmente más estrecho el pie en las féminas, su pisada tiene otras cualidades. En el capítulo del material trataremos de manera más amplia de las diferentes zapatillas que son aconsejables para hombres y mujeres. Hace ya unos años que los fabricantes tienen claro que un runner y una runner no tienen la misma anatomía ni pisan igual, y por ello sacan al mercado año tras año calzado cada vez más adaptado a las peculiaridades de cada sexo. No todo es marketing ni ansias de vender, sino que hay una base científica. «Las mujeres tienen un talón más estrecho en relación con la parte delantera de su pie. Utilizar zapatillas para hombres causa que el talón resbale dentro de la zapatilla, lo que ocasiona inestabilidad y roces. Algunas mujeres tratan de resolver este problema comprando zapatillas más estrechas, lo cual les provoca constricción y dolor en la parte delantera del pie.» Esta conclusión es a la que se llega desde Asics®, reconocida marca de material deportivo que, tras una serie de estudios desarrollados por Simon Bartold, científico de la Universidad de Melbourne, ha lanzado unas zapatillas muy adaptadas a la anatomía femenina. Además, el estudio de Bartold ha mostrado que la arquitectura del pie femenino cambia según las fluctuaciones de los niveles de estrógeno durante el mes.

Por si fuera poco, la coquetería femenina influye también en nuestro pie. La mujer que usa zapatos de tacón o esos stilettos interminables, además altera la posición natural de su pie y desplaza el punto de apoyo hacia delante. Asimismo, la runner que en su vida diaria también lleva tacones puede tener que lidiar con juanetes, como mal menor.

Tampoco nuestros cuerpos funcionan igual

Como todos sabemos, hombres y mujeres también nos diferenciamos en lo que se refiere a órganos y funciones. Es cierto que ambos sexos tenemos órganos que son iguales tanto en morfología como en funcionamiento, quizá no tanto en tamaño. Pero las grandes diferencias aparecen cuando se trata de los órganos sexuales. Sí, ya sabemos que lo sospechabas. De todos modos, recuerda que es la GRAN DIFERENCIA, y eso es válido incluso para el running. Tener un órgano reproductor femenino o masculino no solo interviene en lo que sería propiamente la función para la que se crearon, pues las hormonas que están íntimamente ligadas a ellos también desempeñan un papel crucial. Ni que decir tiene que el desarrollo muscular o la distribución de la grasa tienen mucha importancia para los runners, y has de saber que ambos están estrechamente ligados a los estrógenos (hormonas femeninas) y a la testosterona (hormonas típicamente masculinas).

Estas hormonas tienen funciones muy diferenciadas entre sí. Entre las funciones de la testosterona está determinar el volumen de la formación ósea, por tanto determina que los hombres, por lo general, tengan un esqueleto mayor, y mayor masa muscular por la síntesis de las proteínas. En las mujeres, los estrógenos tienen una función muy encaminada a la procreación, por ello la pelvis es más ancha, crecen los pechos y tienen la típica distribución de la grasa en la zona de las caderas y los muslos. Debido también a los estrógenos, los huesos en las féminas crecen de manera más rápida en la pubertad, pero dejan de hacerlo antes que en los hombres. Por ello hay una época en la que parece que las niñas son más altas que los niños, pero luego se revierte la gráfica de crecimiento. Por lo que respecta a la evolución general de nuestra envergadura desde que nacemos hasta la etapa adulta, apenas hay diferencias significativas hasta los 15-16 años, que es cuando en las mujeres se alcanza el punto más elevado en la proporción entre altura y musculatura, mientras que en los hombres se registra un proceso ascendente hasta los 20 años aproximadamente.

Sobre los 25 años es cuando, aunque nos parezca extremadamente pronto, se empieza a perder músculo y a acumular grasa, en los dos sexos. Aquí no hay diferencia. De ahí la importancia de incorporar la actividad física como algo rutinario en nuestro día a día, sobre todo a partir de esa edad.

Es evidente que los cambios que vienen marcados por las hormonas son genéticamente preestablecidos y poco se puede hacer respecto a ellos. Pero siempre hay un margen de maniobra, y las diferencias entre sexos, aunque claramente establecidas, pueden valorarse de maneras distintas en función de los parámetros a estudiar.

En cualquier caso, en el momento en que un cuerpo humano, sea del sexo que sea, se pone a correr, se activan una serie de procesos que vienen condicionados por una serie de factores. Para entender las diferencias entre sexos a la hora de practicar actividad física, y obtener un óptimo rendimiento personal, hay que valorar estos procesos y factores. Veámoslos.

LA FUERZA

Cuando se mide la fuerza de la mujer respecto a la del hombre las cifras son claramente favorables a ellos: los varones tienen entre un 30-60% más de fuerza dependiendo de la zona del cuerpo que se analice. En general, esto es así debido a las variaciones del tamaño de los músculos. Los músculos femeninos suelen ser más pequeños debido a la acción de las hormonas sexuales.

Ahora bien, cuando se trata de la musculatura de las extremidades inferiores, si se realiza un estudio basándonos en la fuerza relacionada con la musculatura y no tanto en el peso corporal, las diferencias, por muy sorprendente que parezca, llegan a desaparecer. No ocurre lo mismo cuando se trata de los brazos, donde sí siguen observándose diferencias sustanciales entre sexos.

A partir de los años setenta del pasado siglo, el entrenamiento deportivo de las mujeres se complementó con rutinas de fuerza. Desde entonces, está comprobado que, en el momento que se incluyó, a las mujeres en esas rutinas, aumentó su fuerza sin necesidad de que hubiera un aumento en el volumen de su musculatura. Si eres mujer, podrás aumentar entre un 20-40% tus niveles de fuerza con programas específicos. Para ello te recomendamos que te pongas en manos de profesionales. No hagas tonterías.

EL SISTEMA CARDIACO Y EL RESPIRATORIO

Tanto el tamaño del corazón como el volumen de sangre de la mujer son menores que los del hombre. Por ello, si eres una runner que quiere llegar a la misma intensidad en cuanto a niveles de esfuerzo cardiaco que el hombre, deberás hacer un esfuerzo mayor. El ritmo cardiaco de la runner se acelera más e intenta expulsar más sangre por minuto de lo que sucede en el caso masculino.

Además, el volumen de hemoglobina (proteína que se encarga de transportar el oxígeno en la sangre) en el cuerpo de la runner es inferior, por lo que la oxigenación no es tampoco igual que en el hombre y por tanto los órganos no obtienen los mismos nutrientes.

Lo mismo que ocurre con el tamaño del corazón en la mujer, ocurre con los pulmones: existe una menor capacidad de llenado. Para conseguir unos niveles similares a los masculinos se debe imprimir un ritmo respiratorio superior al del sexo contrario, y eso las runners lo notan.

En definitiva, tanto por lo que respecta al sistema cardiaco como al respiratorio, la mujer tiene, por constitución, unos órganos de menor tamaño, por lo que para llegar a trabajar y conseguir resultados parecidos a los de un hombre someterá su cuerpo a un mayor esfuerzo.

La grasa: una aliada insospechada

Volviendo al tema de los depósitos de grasa que hemos mencionado anteriormente, investigadores norteamericanos han concluido que las mayores reservas de grasa corporal específica de las mujeres son un factor importante en las diferencias entre los sexos en cuanto a las respuestas metabólicas mientras se practica el running. Estos depósitos de grasas se usan como fuente de energía en lugar del glucógeno (que proviene de los hidratos de carbono), lo que permite ahorrar este glucógeno para momentos donde la necesidad de energía es vital. Es decir, las mujeres pueden obtener más energía que los hombres en determinados momentos gracias a estos depósitos de grasa. Así que, chicas, aunque no estemos del todo contentas con esa grasa, recordad que tiene una utilidad.

Asimismo, la capa de grasa subcutánea que existe en el organismo femenino hace la función de aislante térmico, por lo que se diría que ellas pueden aguantar condiciones más extremas que ellos. Pero, al tener las mujeres menor masa muscular, su capacidad para generar calor disminuye, por lo que una cosa complementa a la otra.

Asimismo, se ha comprobado que entre hombres y mujeres que no realizan ejercicio hay una diferencia a favor del hombre en cuanto a capacidad de termorregulación. En el momento que ellos y ellas se ponen en marcha esa diferencia disminuye, sea por el nivel de entrenamiento, el volumen de grasa o la capacidad para aclimatarse. En este caso las runners lo compensan con mayor eficacia para evaporar el sudor. Las mujeres no sudan tanto como los hombres pese a que tienen un número mayor de glándulas sudoríparas. ¿A que ya lo habías notado? Ahora ya sabes por qué.

La falsa desigualdad

La expresión «las mujeres son el sexo débil» ha formado parte de la historia de la humanidad, pero ¿realmente esto es así? Según el cristal con que se mire.

Echando la mirada hacia atrás, nos damos cuenta de que no hace tantos años que la mujer se ha incorporado al mundo del deporte al mismo nivel que el hombre. La historia de la mujer en el running es relativamente reciente. Hasta 1960 no se permitía que las mujeres participaran en carreras de más de 800 m, y hasta 1967 Kathrine Switzer no inscribió su nombre en la historia como la primera mujer que acabó una maratón. Fue en la maratón de Boston, prueba que estaba destinada exclusivamente a los deportistas varones. Para poder participar se tuvo que inscribir como «KV Switzer». Kathrine estuvo a punto de no poder finalizarla después de correr durante 4 h 20’ porque uno de los directores de la carrera se dio cuenta de que era una mujer e intentó apartarla, pero sus compañeros de fatigas la ayudaron, escoltándola hasta la meta. En 1984, Joan Benoit fue la primera mujer en ganar la medalla de oro en la disciplina de la maratón en unos Juegos Olímpicos. Fue en los años ochenta cuando las mujeres protagonizaron una verdadera revolución en el mundo del deporte. Antes de esa década se creía que las mujeres no podían o no tenían la capacidad de resistencia y, por tanto, no podían realizar actividades deportivas que implicaran esas condiciones fisiológicas. De todo ello hace apenas treinta años.

A este respecto cabe decir, como conclusión, que, desde los años setenta hasta nuestros días, en cuanto a resultados en competición, la evolución de la mujer respecto a los hombres ha sido espectacular. En la actualidad, la verdad es que, según las estadísticas, el rendimiento de la mujer en el deporte en general se equipara al del hombre. El hecho de que la mujer empezara a entrenar con programas similares o iguales a los de los hombres ha tenido mucho que ver con esta progresiva equiparación. Retrocediendo unos sesenta años se comprueba que las diferencias, en cuanto a tiempos en carreras de media y larga distancia, entre hombres y mujeres, era de más de un 25%, siendo ahora, como hemos dicho, de un 15%. Esto hace pensar que las capacidades entre sexos no son tan distantes y que, salvando las diferencias que siempre existirán entre ellos y ellas, la desigualdad no es tanta y va disminuyendo.

La parte emocional también entra en juego

La anatomía y fisiología son razones obvias para que existan diferencias, pero entre todo este maremágnum de datos, hay una serie de razones que podríamos catalogar de «emocionales». En este apartado abundaremos en que en algunas sí coinciden los dos sexos, pero que en otras son diametralmente opuestos.

En la mayoría de los casos, los hombres empiezan a correr para eliminar el estrés, pero acaban convirtiéndolo en una cuestión de superación, en un reto personal. Controlan los tiempos que hacen y tienen en mente la siguiente competición como objetivo. Para Alejandro, que empezó a correr para liberarse de tensiones laborales, su objetivo actual es: «Bajar de 1h 45’ en una media maratón y volver a correr este año otra maratón».

Por el contrario, perder peso o simplemente sentirse bien suelen ser las razones más habituales entre las mujeres. Montse es un claro ejemplo; empezó a correr casi por casualidad: «Me animó mi profesor del gimnasio y ahora sigo por la sensación de bienestar que sientes durante y, sobre todo, después de entrenar».

Elizabeth Loughren, corredora de maratones e investigadora en Filadelfia, realizó un estudio entre 900 personas que corrían maratones por primera vez; los resultados reproducen lo que nos comentan estos runners: «Cuando hablo con hombres sobre correr una maratón, a menudo me preguntan cuál fue el tiempo que hice o en qué posición llegué, mientras que las mujeres me preguntan cómo me sentí», afirma.

Las mujeres en general tienen la parte emocional más «viva» que los hombres, por lo que no es de extrañar este tipo de comentarios. Ni que decir tiene que siempre podrás encontrar un runner que se inició por temas médicos y cuyo objetivo no es más que cuidar de su salud: «En mi caso, debido a la poca disponibilidad de tiempo, la flexibilidad del running es perfecta, me ayuda a estar en forma, que es la razón principal para salir a correr», confiesa Jordi. De todos modos encontraremos mujeres que tienen un espíritu de superación igual o mayor que el de los runners varones. Las leyes generales no excluyen los casos individuales. Que cada cual enfoque su práctica como quiera.

Las chicas vienen empujando

Las cifras respectivas de mujeres y hombres que se inscriben en carreras populares de media y larga distancia siguen estando aún alejadas las unas de las otras. No obstante, cada año se van reduciendo. No os confiéis, chicos. Vamos a ver algunos datos. En la clásica carrera de Madrid, la San Silvestre Vallecana, se inscribieron 39.000 participantes en 2011. De ellos el 21% eran chicas. En la media maratón de Barcelona de 2012, compitieron un 18% más de mujeres que el año anterior. Curiosamente, el 70% de ellas eran extranjeras. Al otro lado del charco, en la maratón más popular donde las haya, la de Nueva York, las cifras también se decantan en favor de ellos. En el año 2011, 30.166 hombres iniciaron la maratón; 29.867 la completaron; por su parte, 17.272 mujeres iniciaron esa misma carrera y 16.928 la completaron. Como habréis observado, la proporción es semejante entre ambos casos. Y la participación femenina es creciente. Abran paso, señores.