Capítulo 10
La invitación de su madre a desayunar «en casa» significaba que quería algo de él. Los insistentes mensajes que ella le había dejado durante tres semanas indicaban que tenía algo en la cabeza y pasarlo por alto no iba a hacer que lo olvidara. Además, ya que Brian Steele sabía que se había casado con Tess, seguramente sería mejor darle la noticia a ella en privado.
Una cosa tenía clara: no quería que Tess viera a su madre hasta después de su primera reacción, que inevitablemente estaría cargada de malas vibraciones que harían que Tess se sintiera más insegura sobre su matrimonio. Por el momento, ella no confiaba en que él fuera a mantener su compromiso.
Se había quedado atónita cuando él insinuó la posibilidad de tener otro hijo y eso indicaba que ella creía que para él la relación era pasajera, aunque, evidentemente, no lo era para ella. Al fin y al cabo, él tenía un largo historial de relaciones pasajeras y todavía no llevaban tanto tiempo casados como para que ella creyera que su matrimonio iba a ser distinto. Aunque lo era.
Muy distinto de todo lo que Nick había conocido hasta la fecha.
No estaba dispuesto a perderlo por culpa de personas que no entendían su situación con Tess ni lo que sentía por Zack. El día anterior, Tess había repelido cualquier amenaza por parte de su padre, se había mantenido firme en su elección de casarse. Dependía de él que esa mañana su madre no lo estropeara.
La doncella lo acompañó hasta la habitación donde iban a desayunar. Era una estancia soleada con vistas a la bahía de Balmoral y al puerto deportivo donde Philip Cóndor atracaba su yate. Su madre estaba sentada de medio lado en una silla para que él pudiera apreciar perfectamente su esbelta figura y su elegante conjunto.
—¡Querido!
Ella se levantó con una sensualidad natural que seguramente habría ensayado un millón de veces. Le dio un par de besos sin rozarle las mejillas y lo agarró del brazo para sentarlo a la cabecera de la mesa.
—¿Dónde te habías metido? —le regañó ella cariñosamente.
Nick notó claramente el placer que era vivir con una mujer que nunca actuaba. El no podía recordar ningún momento en el que ella le inspirara el cinismo que le inspiraba su madre. Como lo habían hecho todas las mujeres que habían pasado por su vida. Todas, excepto Tess. Ella siempre iba de frente sin intentar engatusarlo en su beneficio. Sin embargo, también tuvo que reconocer que Tess nunca había tenido problemas económicos y que Nadia Kilman, su madre, era la hija única de unos inmigrantes muy pobres que habían luchado mucho para que su hermosa hija gozara de todas las ventajas del nuevo país y que no pudieron gozar de la gloria de ella porque los dos murieron intentando salvar su casa de un incendio.
Naturalmente, primero salvaron a su hija. Nadia, con dieciséis años, ya había empezado una brillante carrera como modelo. Sus contactos con los ambientes más acomodados también la ayudaron a ganarse la admiración y a generar oportunidades de prosperar cada vez más. Nadia Kilman no miraba hacia atrás.
—Aquí estoy, madre —contestó Nick irónicamente—. ¿Qué ronda por tu cabeza?
Lo mejor era seguir su juego para que estuviera de buen humor.
—¿Qué quieres? ¿Zumo o café?
Estaba dispuesta a hacer de doncella y eso significaba que quería un favor muy grande.
—Yo me serviré, gracias.
Había un bufé con un desayuno completo. Nick se sirvió un vaso de zumo de naranja recién exprimido y un cruasán. Los dos se sentaron a la mesa.
—¡Te has comprado la casa Upton en Point Piper! —exclamó ella con los ojos brillantes por la ilusión.
—Sí. Me enteré de que estaba en venta e hice una oferta.
—He ido a tantas fiestas maravillosas allí... Aunque tengo que decir que ni los Upton ni los Farrell, antes que ellos, le sacaron todo el partido a esa casa. Lo que quería proponerte, Nick, es que en vez de contratar a un decorador profesional...
—No, madre —le avisó él—. El puesto ya está ocupado.
—Pero necesito un proyecto nuevo —ella sonrió con todo el atractivo posible—. Te daría un resultado magnífico. Te prometo que tu casa será la comidilla de toda la ciudad. Yo liquidaré el contrato que hayas firmado...
—No. Es una situación innegociable.
—Querido, todo es negociable. Es cuestión de encontrar el precio adecuado.
Nick negó con la cabeza y se dio cuenta de que él habría dicho lo mismo hacía unas semanas, pero ya sabía que eso no era verdad. El amor que sentía hacia su hijo no era negociable. Como tampoco era negociable la confianza que quería que Tess sintiera por él. Nada relacionado con Tess y Zack era negociable. —Ya sé que te gusta hacer las cosas a tu manera —insistió su madre—, pero tienes que reconocer que tengo mucha experiencia en...
El sacudió una mano para alejar cualquier táctica persuasiva.
—Me he casado y mi mujer elegirá la decoración que quiera en nuestra casa.
—¡Casado! —lo miró con incredulidad y sorpresa—. ¿Por qué no me he enterado?
—Bueno, sobre todo, porque no es de tu incumbencia —contestó Nick sin alterarse—. No recuerdo que tú me consultaras sobre ninguno de tus matrimonios...
—Tú sabías con quién iba casarme —lo interrumpió más molesta porque le hubieran estropeado sus planes que por otra cosa.
—Eso es irrelevante, madre. La cuestión es... —Quiero saber quién es —volvió a interrumpirlo—. Después de tus ácidos comentarios sobre mis matrimonios, quiero saber quién es y por qué has cambiado de idea sobre el matrimonio. Es impropio de ti...
—A lo mejor no me conoces bien —replicó Nick recordándose que él no era su padre. Ella puso los ojos en blanco. —Limítate a darme su nombre. —Tessa Steele —respondió él con orgullo. —¿Tessa Steele? —ella subió el tono de voz hasta casi dar un alarido—. ¿Tessa Steele, la hija de Brian Steele?
Nick asintió con la cabeza y ella soltó una carcajada. —¡Eso no tiene precio! —Nadia se levantó y empezó a dar palmadas como una niña—. Brian me repudia como su mujer y tú te casas con su hija única ¡Me encanta!
Nick suspiró por la costumbre de su madre de darle la vuelta a todo para que girara alrededor de ella.
—Es perfecto —siguió su madre—. Además, todo ese dinero volverá a la familia. ¡Qué maravilloso golpe de mano!
Nick apretó la mandíbula para contener una oleada de rabia por los valores que su madre había tenido toda su vida.
—Por nada del mundo tocaría un céntimo de la fortuna de los Steele.
Su madre se quedó momentáneamente aturdida ante esa afirmación.
—Entonces, ¿por qué te casas con ella? Ni siquiera es guapa.
—Para mí, lo es —Nick se levantó furioso—. Además, Tess ha tenido un hijo mío.
—¡Un hijo! —Nadia puso los ojos en blanco—. Te ha atrapado como yo atrapé a su padre.
—No, madre. Yo no era el hijo de Brian Steele y Zack sí lo es mío.
—¿Tienes alguna prueba?
—Irrebatible.
—Bueno, ha sido muy lista. Sin duda adivinó que tenías algún resquemor por que tu padre te hubiera rechazado. Además, tener un hijo varón es un arma perfecta para cazarte.
La conversación iba subiendo cada vez más de tono porque su madre había decidido que ya no estaba ganando. No entendía lo que estaba en juego y seguramente no lo entendería nunca.
Nick tomo aliento para tranquilizarse.
—Tess no lo utilizó para cazarme —le corrigió él con cierta calma—. En realidad, ni siquiera me dijo que tenía un hijo hasta después de que yo le propusiera matrimonio.
—¿Qué?
—Lo que oyes. Yo le propuse matrimonio primero.
—¿Por qué?
—Porque quería casarme. Porque quería lo que Tess y Zack están dándome ahora.
—¿Cuándo lo decidiste, Nick? Sé que cuando Enrique murió, tú seguías sin intenciones de casarte, y no hace ni dos meses de eso.
El paquete de Brasil... Era paradójico que ni siquiera se hubiera acordado de la carta de su padre desde que Tess le habló de Zack y, sin embargo, lo que él interpretó como una fantasía de su padre sobre la vida ideal estaba haciéndose realidad. ¿Habría acertado Enrique al final? La verdad era que la tentación de conocer a sus dos hermanastros lo había llevado a plantearse el matrimonio con Tess y eso había desembocado en la situación de ese momento.
—¿La noticia de la muerte de tu padre te despertó una sensación de mortalidad? —le preguntó burlonamente su madre—. ¿Era el momento de casarse y tener hijos?
Estaba decidida a verlo todo según sus valores y eso era imposible. Nick sacudió la cabeza al darse cuenta de que se había alejado demasiado del punto de vista de su madre y eso hacía que no pudieran entenderse.
—Tú sigue con tu vida, madre, y déjame que yo siga con la mía —contestó Nick mientras se despedía de su madre con la mano.
Ella, lejos de darse por enterada, se agitó nerviosa —d caer en la cuenta de algo que lo explicaba todo desde su perspectiva.
—¡La herencia! Por eso te has casado, ¿verdad? Tú me negaste que Enrique te hubiera dejado algo, pero ¿por qué iba a dejarme a mí un collar de esmeraldas y no dejarte a ti, su hijo, mucho más? La boda con Tessa es tu salvoconducto para la fortuna de Ramirez.
A Nick se le revolvió el estómago ante semejante planteamiento y ella lo miró con los ojos entrecerrados.
—Sí, me lo imagino retorciéndose de risa mientras escribía las condiciones —siguió ella—. Una ironía de la vida bien tramada.
—No, madre —espetó él sin poder contenerse—. Tampoco voy a tocar un céntimo de la fortuna de Ramírez y no puedes estar más equivocada al vincular a Tess con una jugada de tu amante brasileño. El no la mencionaba en la carta que me escribió.
Ella arqueó las cejas con incredulidad.
—Querido, puedes confiar en mí para mantener un secreto.
Era inútil discutir ese asunto.
—¿Qué te decía exactamente, Enrique? —insistió ella con una sonrisa felina.
—Ya te lo dije. Me decía que tengo dos hermanastros, una familia, que no conozco.
—Y que ellos heredarían si no lo hacías tú...
—¡Esto no se trata de ninguna herencia! —exclamó él fuera de sí—. He venido a contarte que ahora tengo una familia propia. Aunque compruebo que tu nieto no te interesa más de lo que yo te he interesado toda tu vida.
—¿Cómo puedes decir eso? —se quejó ella acaloradamente.
—¡Fácilmente! —Nick volvió a despedirse con un gesto de sorna—. Buenos días, madre. Dile a tu marido que te compre otra casa para decorarla. La mía está fuera de tu alcance.
—¿Fuera de mi alcance?
Nick salió de la habitación, cerró la puerta a una posible escena y se dirigió hacia la puerta de la casa deseando no haber entrado en ella. Para él, sólo quedaba el vínculo del pasado, el vínculo materno filial que los había atado quisieran o no. Él había creído que eso garantizaba cierta cortesía, pero la actitud de su madre hacia Tess y su matrimonio le había hecho cambiar de idea. En cualquier caso, era el momento de acabar con algo que nunca había estado bien.
El vacío dejado por su madre lo llenaban Tess y Zack. Nick iba pensando en todo eso mientras se alejaba de Balmoral Beach. Desgraciadamente, no estaba teniendo en cuenta que era posible que su madre no fuera a soltarlo y tampoco pensaba en que ella podría sentirse muy contrariada por todo lo que él le había echado en cara.
En realidad, Nadia Kilman/Steele/Manning/Hardwick/Condor estaba decidida a exprimir otra fuente de información para saber lo que quería: la nueva mujer de Nick, quien no podría negarle el derecho de ver a su nieto.