Capítulo 6
Nick tuvo que contenerse para no traspasar el límite de velocidad. La potencia del Lamborghini le pedía a gritos que apretara el acelerador para tragarse los kilómetros que los separaban de la casa de Tess en Randwick. Su hijo estaba esperándolo.
Sin embargo, la velocidad no era parte de del mundo feliz de la paternidad. Como tampoco lo era el Lamborghini. Los días de soltería desenfrenada eran cosa del pasado. Tess tenía razón, tenía que olvidarse de muchas cosas. Ella le había dicho que Zack se parecía a él, pero que no quería que fuera como él y eso le recordaba su situación con su padre. Se parecía a Enrique pero no quería ser como él.
Era el momento de dar el cambio, de demostrarse y de demostrar a Tess que podía ser parte de una familia y, también, ser un buen marido. Sabía que no podía desaprovechar esa oportunidad o perdería el reto con Enrique y, sobre todo, su propia estima como persona.
Tess lo había mantenido al margen de su embarazo, del nacimiento y de los primeros meses de vida de Zack. Ni siquiera sabía...
—¿Ha nacido en Los Ángeles? —le preguntó súbitamente a Tess.
Nick oyó que ella tomaba aire y agarró el volante con todas sus fuerzas mientras se recordaba que no podía censurar ninguna de las decisiones que ella hubiera tomado y que sus preguntas tenían que estar llenas de cariño e interés.
—No. Nació aquí, en Sidney; en un hospital privado de Mona Vale —Tess suspiró—. No fui a Los Ángeles, Nick. Mi madre no me necesita en absoluto. Sobro en la vida de Liwy. Como sobraba en tu vida. Aproveché lo de Los Ángeles para que hubiera suficiente distancia entre nosotros como para no vernos ni pensar el uno en el otro.
Él pudo captar el dolor que su rechazo le había producido.
—He pensado en ti desde que nos conocimos, Tess —afirmó él— y cuanto más nos hemos conocido, más he pensado en ti.
Nick notó que ella lo miraba penetrantemente, como si quisiera adivinar si podía creerlo.
—No me ha gustado tratar con tu ayudante durante estos seis meses —siguió él decidido a que ella cambiara su opinión sobre él—. Te he echado de menos. He echado de menos tu forma de entender lo que yo estaba haciendo. He echado de menos la fogosidad que me transmitías. He echado de menos...
—¿La fogosidad?
Nick sonrió.
—La batalla sexual que acompañaba a cada palabra que nos dirigíamos.
—Hablábamos de trabajo —replicó ella sin salir de su asombro.
—Vamos... Era una relación sexual sin sexo; nos esquivábamos, nos atacábamos de todas las maneras, buscábamos cualquier impacto certero que pudiéramos conseguir, era la alegría de coincidir y de marcarnos el uno al otro...
Ella levantó las manos con un gesto de protesta. —Era una relación platónica.
—Eso no existe entre un hombre y una mujer cuando hay química entre ellos.
—Eso es lo que tú te empeñaste que teníamos después de que...
—¿De que todo llegara demasiado lejos y se nos fuera de las manos?
—¿Se nos fuera de las manos?
—Después de aquella noche ya no íbamos a divertirnos, ¿verdad? Fue demasiado lejos y demasiado deprisa y pareció demasiado serio.
—¿Una relación sexual tiene que ser divertida para ti? —le preguntó ella con enojo.
—Cuando una relación sexual se pone seria, todo empieza a estropearse, empiezan los celos, la dominación, las discusiones... Las personas se convierten en estúpidos rehenes de sus hormonas. Me pareció que era mejor no llegar a eso.
—Porque el sexo pareció... demasiado serio...
Él podía percibir cómo ella daba vueltas a lo que él estaba diciendo, cómo empezaba a sentirse menos rebajada sexualmente.
—Valoraba demasiado lo que teníamos como para arriesgarlo por una pasión desenfrenada —insistió él—. Quería conservarte en mi vida sin la desesperación de sentir que te pertenecía.
Ella dejó escapar una risa nerviosa. —Será mejor que te acostumbres a pertenecer a alguien... si quieres ser padre...
Para Tess, el distanciamiento sexual seguía en pie. Esa noche no se trataba de pasarlo bien, se trataba de ver cómo respondía él a su hijo. La verdad innegable era que estaba juzgándolo. Nick se sintió analizado con microscopio desde que entró en la casa estilo colonial que ella utilizaba como oficina y vivienda.
—Le presento a Nick Ramírez, el padre de Zack —explicó Tess a la enfermera que los recibió en la puerta.
La mirada de la enfermera dejó muy claro que había captado que era el padre que había estado ausente desde el nacimiento del niño. Los acompañó hasta el cuarto de Zack y contestó todas las preguntas de Tess. Todavía ni se había despertado para su cena. Los dejó en la puerta de la habitación y se retiró de lo que tenía que ser un acontecimiento privado. Tess, con una mirada escrutadora, lo acompañó dentro. La iluminación era tenue y había una cuna de caña blanca con móviles encima. Todo el cuerpo de Nick notó la tensión al mirar hacia donde estaba el hijo que había gestado con Tess. Sintió la incertidumbre sobre si podría superar esa prueba de paternidad. ¿Estaría preparado para ceder el control de su vida a otro ser? ¿Podría entregarse?
Hizo un esfuerzo por avanzar. Se dijo que ya era tarde para examinarse a sí mismo. Además, ya no podía tomar ninguna decisión. El niño que dormía en la cuna era suyo y estaba unido a él irreversiblemente.
El torbellino que abrumaba a Nick desapareció milagrosamente cuando alcanzó la cuna y su mirada se clavó en el niño.
—Es diminuto... —comentó él con incredulidad y asombro.
—La verdad es que Zack es grande para el tiempo que tiene —le corrigió Tess.
Nick sacudió la cabeza. El bebé estaba envuelto en una toquilla. Sólo le veía la cara, que era muy proporcionada.
Tenía mucho pelo moreno con grandes rizos, un rasgo algo femenino, como lo eran las tupidas pestañas, pero lo fundamental era tener un carácter adecuado para evitar cualquier broma sobre ese asunto. Nick pensó que él podría enseñárselo. No sería un niño mono durante mucho tiempo.
El ligero hoyuelo que tenía en la barbilla fue como un imán que atrajo el dedo de Nick para acariciar esa impronta genética que compartían los dos. Nick no pudo evitar acariciar toda la mandíbula y sonreír cuando su hijo emitió un leve suspiro.
Nick le explicó mentalmente que él era su padre. Fue como el pistoletazo de salida. Zack empezó a dar patadas y puñetazos para librarse de las ataduras. Las delicadas cejas se fruncieron casi como las de un adulto y su boquita dio dos bocanadas para tomar aire. Luego, soltó un grito que demostró que sus pulmones estaban en plena forma.
—Yo no le he hecho nada... —Nick se volvió asustado hacia Tess.
—Es su estómago —le explicó ella con una sonrisa—. Le toca cenar. ¿Te gustaría tomarlo en brazos para tranquilizarlo mientras caliento el biberón?
—Tomarlo en brazos... —susurró Nick mientras lo agarraba deseoso de tener un contacto más cercano.
—Sujétale la cabeza, Nick —le indicó Tess—. Todavía no tiene fuerzas para sostenerla solo. —Entendido.
Los gritos cesaron en el momento en el que el niño se sintió en el aire. Nick lo apoyó contra el pecho con la cabeza en el hueco del brazo. Zack estaba completamente despierto y miraba a Nick con unos ojos rebosantes de perspicacia, unos ojos verdes que parecían preguntarse qué era un padre y si quería estar con él.
—Sí —le susurró Nick—, puedes confiar en mí. —¿Qué? —le preguntó Tess que estaba metiendo el biberón en un microondas.
Esa voz acabó con la tranquilidad. El niño conocía mejor la voz de su madre y volvió a reclamarla a gritos. Era evidente que tenía que ganarse la confianza de su hijo.
—Me sacas ventaja en lo de calmarlo, Tess —se excusó él al no conseguir tranquilizarlo.
—Le cambiaré el pañal mientras se calienta el biberón —comentó ella animadamente mientras se acercaba y lo tomaba en brazos.
Nick la siguió para ver a su hijo libre de todas las ropas que lo cubrían. Además, quería aprender a cambiar los pañales y que no lo acusaran de ser un inútil. Sintió la necesidad de sentirse un padre activo que se ganara la confianza de su hijo. Evidentemente, no bastaba con estar cerca. Los vínculos se conseguían participando en su vida.
Zack, una vez en el cambiador, se deshizo de las ropas que lo oprimían con poca ayuda de Tess. Sus piernas y brazos se movieron con frenesí y su cara expresaba claramente la decisión de liberarse. Sin embargo, se quedó muy quieto cuando ella le quitó el pañal, una operación sencilla.
Antes de que Nick pudiera fijarse bien en la virilidad de su hijo, Tess lo cubrió con una toalla.
—¿Por qué tanto pudor? Me parece que a Zack le gusta estar desnudo.
—Sí, pero lo primero que hace cuando está desnudo es soltar un buen chorro de pis, y estamos en su radio de alcance...
Mientras ella hablaba, la toalla empezó a empaparse y Nick sonrió ante la cara de placer de su hijo.
—Las madres se las saben todas —le dijo Nick. Notó que un par de ojos verdes le enviaban una señal de entendimiento entre hombres.
—Ahora puedes mirarlo —le propuso Tess con cierta sequedad mientras le quitaba la toalla absorbente—. Yo no estoy facultada para comentar el tamaño de sus partes íntimas, pero el pediatra dijo que parecía un toro y me dio la sensación de que nuestro hijo no tiene que temer por parecer viril.
Evidentemente, lo del toro era una exageración, pero Nick se quedó satisfecho al comprobar que esa zona no tenía ningún problema.
—No hay nada peor para un hombre que sentirse poco viril —le explicó él.
Tess lo miró con unos ojos burlones y puso un pañal limpio a Zack.
—No creo que sea algo que tú hayas sentido... —El tamaño no preocupa sólo a los hombres, Tess. —Estoy segura de que todas las mujeres que has conocido se han quedado muy satisfechas, Nick. Sin embargo, no quiero que Zack crea que tiene que probar a cada mujer que se le cruce por el camino sólo porque está bien dotado.
—Yo no he probado a cada mujer que se me ha cruzado por el camino —se quejó Nick—. Espero que no vayas a llenar a Zack de inhibiciones...
Tess terminó de ponerle el pañal y lo levantó para apoyarlo en su hombro.
—Supongo que tendrás que quedarte cerca para cerciorarte de que no lo hago —replicó ella con los pómulos sonrojados mientras iba hacia el microondas.
Otro reto. Nick comprendió claramente que, si quería participar en las decisiones que moldearían la vida de su hijo, no se trataba de estar casados, sino de permanecer casados. Ella no tenía que casarse con él, había demostrado que él era prescindible. Él tendría que cambiar y hacerse necesario para ella.
Tess se sentó en una mecedora con Zack pegado al biberón.
—Me sorprende que no le des el pecho, creía que la leche materna era mejor... —comentó él con cierta censura.
—No puedo darle el pecho. Hubo ciertas complicaciones —explicó ella con una mueca.
Él frunció el ceño. Tess tenía unos pechos magníficos. No podía creerse que no sirvieran para su función principal. Nick sabía que su madre decía que darle el pecho a los niños era propio de campesinas que querían parecer vacas y que por eso la aristocracia empleaba nodrizas. ¿Estaría mintiéndole Tess y buscándose una excusa para que no se le estropearan los pechos?
—¿Qué complicaciones? —le preguntó Nick.
—No querrás saber todos lo detalles truculentos...
Nick se vio dominado por todo tipo de temores.
—Sí quiero.
Ella lo miró con los ojos entrecerrados por la insistencia.
—Zack nació completamente sano.
Él pensó en la otra parte de la ecuación.
—Entonces, ¿tú padeciste algo?
—Fue un bebé grande. Yo quería un parto natural, pero él se quedó atorado y yo no quise que lo sacaran con ningún instrumento y por eso me sometí a una cesárea. En cualquier caso, Zack nació perfectamente, pero yo tuve una infección por la operación y tuvieron que darme antibióticos...
—Estuviste demasiado enferma como para darle el pecho.
—Durante un tiempo, estuve demasiado enferma como para hacer cualquier cosa.
De ahí que tuviera una enfermera especializada en el cuidado de niños.
—Yo debería haber estado allí. No deberías haber pasado por todo eso sola.
—No estaba sola.
—No dudo que el personal del hospital privado fuera competente, pero...
—Mi padre estaba conmigo.
—No... —lo soltó como una queja violenta—. ¿Pusiste a tu padre en mi lugar? ¿Permitiste que mi hijo naciera como un bastardo, como yo, y que Brian Steele lo presenciara todo? —no podía contener la furia—. Cómo debes de juzgar mi forma de vida para avergonzarme de esa manera, para elegir al hombre que me puso en la calle porque yo no era sangre de su sangre, para elegirlo a tu lado cuando estaba naciendo mi hijo... mi hijo...
—El es mi padre —replicó ella con ira—. La única persona con la que pude contar para apoyarme cuando lo necesitaba.
—¡No me lo pediste! ¡No me lo dijiste! ¡No me diste la oportunidad de estar contigo! ¡De estar con los dos!
El tono de las voces sacó a Zack de su ensimismamiento con el biberón y empezó a gritar por la crispación que notó en el ambiente.
Tess volvió a llevárselo al hombro para acariciarlo y miró suplicantemente a Nick.
—¿Podemos dejarlo hasta que vuelva a acostarlo?
Nick hizo un esfuerzo sobrehumano para contener la afrenta que había sentido. Tuvo que sacar fuerzas de flaqueza para asentir con la cabeza y dejar de mirar cómo ella tenía a su hijo como si él no contara nada en sus vidas.
¡Él iba a contar! Iba a ser la pareja de Tess para criar a Zack e iba a ser el padre de Zack. Todo eso empezaría a ocurrir esa misma noche.