Capítulo 2
No se parece nada a ti, Tessa —gruñó el padre de ella mientras miraba con disgusto al niño de dos meses. Quería decir que no se parecía nada a él. Tess sabía que era la hija favorita de su padre porque podía reconocer sus genes en su pelo rojo, sus ojos azules y su tez clara. Ella nunca había sabido si eso se debía a un instinto que se daba en muchas especies animales o a que le habían intentado atribuir el hijo de otro hombre. La madre de Nick había hecho estragos en el corazón de Brian Steele después de casarse con él. Estaba claro que su orgullo herido lo había llevado a casarse con otra mujer impresionante, la guapísima actriz de cine Liwy Curtin. Esa unión tan incierta sólo duró dos años, pero al menos le dejó una hija propia y Liwy Curtin se quedó encantada de que al divorciarse la custodia de la niña fuera para él, de esa manera, ella podría dedicarse a su carrera de actriz.
Tess siempre había sabido que su padre la amaba. Aunque su tercera y actual mujer le había dado dos hijos de los que estaba muy orgulloso, él tenía debilidad por su única hija, una debilidad que su tercera mujer llevaba bastante mal y siempre intentaba empujar a Tess hacia su verdadera madre, quien prefería olvidarse de la realidad. Liwy no tenía el más mínimo interés en representar el papel de madre.
La experiencia de Tess había hecho que decidiera darle un esquema familiar muy sencillo a su hijo. Nada de matrimonios ni de divorcios ni de relaciones alargadas de manera forzada. Sobre todo, su hijo sabría que su madre lo amaba. Su herencia genética era lo de menos. Había dado a luz a ese niño y era suyo. Completamente suyo.
—Tiene el pelo rizado —puntualizó ella aunque su pelo rizado lo había sacado de Liwy.
El pelo de Brian Steele era liso y el color rojo se había tornado en blanco. Sin embargo, los ojos azules no habían perdido un ápice de la intensidad que siempre habían tenido y se volvieron hacia su hija para obligarla a que fuera clara sobre algunos asuntos que ella había conseguido evitar.
Estaban sentados en el soleado patio de la finca de la familia Steele en Singleton. Los dos habían robado tiempo de sus respectivas actividades. Esa casa de campo le ofrecía a Tess la intimidad que quería para tener a su hijo y, como era el primer nieto de su padre, él le había permitido que la ocupara durante unos meses mientras su mujer y él volaban entre Sidney y Merlbourne para asistir a distintas obligaciones sociales.
—¿Vas a decirme quién es su padre?
—Da igual quién sea, papá —ella sonrió con amor maternal al hijo moreno y de ojos verdes que tenía a sus pies en una cuna—. Es mío.
Además, su piel olivácea le vendría bien para el sol de Australia. No tendría que imponerle restricciones durante su infancia. Él nunca tendría que oír las pavorosas amenazas que ella había oído de su madre.
—Te pondrás muy, muy fea si no te tapas con un sombrero bien grande —le decía Livvy.
Su padre la sacó del ensimismamiento.
—Tessa, entiendo que no quieras casarte con él...
—Él tampoco quiere casarse conmigo —confesó ella antes de darse cuenta de que no debería haberlo dicho.
—¿Por qué?
Su padre parecía ofendido, como si cualquier hombre debiera sentirse enormemente honrado de ser su marido. Al fin y al cabo, ella era una Steele, hija de un multimillonario, heredera de una buena porción de la fortuna de la familia y con considerables atractivos físicos cuando se ocupaba de resaltarlos.
Tess sacudió la cabeza. No quería dar ninguna pista sobre la identidad del padre de su hijo. Su padre se sentiría más ofendido todavía si sabía que era abuelo gracias a Nick Ramírez.
—¿Por lo menos sabe que tienes un hijo suyo?
—No. No se lo he dicho, las cosas podrían complicarse si se lo dijera.
—¿Está casado?
—No —los penetrantes ojos de ella lo fulminaron con la mirada—. Fue algo esporádico. Un gran error, visto desde ahora. Un error para los dos, ¿de acuerdo?
Un error para Nick, por lo menos. Se lo había dejado muy claro a ella, le había demostrado lo espantado que se sentía por haberse visto arrastrado por un arrebato que había terminado con una relación sexual desenfrenada con la hija de Brian Steele.
—¿No crees que puede adivinarlo cuando te vea con un hijo? —le preguntó su padre.
—Eso es poco probable —Tess se imaginó que aquella relación sexual habría quedado como algo completamente arrinconado en la memoria de Nick—. En general, no nos relacionamos socialmente y para cuando ya se sepa que tengo un hijo, la fecha de su nacimiento será secundaria y no habrá ninguna relación directa con él.
—No quieres que él lo sepa —concluyó perspicazmente su padre.
Tess pensó que todo era muy complicado. Aparte de las implicaciones familiares, ella no era de las mujeres a las que Nick solía conquistar y con las que solía acostarse. Además, dada su historia familiar, detestaría completamente verse mezclado en un embarazo accidental. ¡Sobre todo con ella!
Él era completamente contrario al matrimonio y muy escéptico sobre la duración de la relaciones de amor. Para él, la paternidad era inimaginable y si perdía el control de su vida por una paternidad impuesta... Tess sintió en escalofrío al imaginarse la reacción de él. Lo mínimo sería un profundo rencor y ella no quería que eso afectara a su hijo.
Era mejor para Nick no saberlo y para ella también. Nick Ramírez era como la fruta prohibida. Ella no podía dejar de desearlo, aunque sabía que a —u lado nunca encontraría la paz ni la tranquilidad. Romper la relación profesional con él por el embarazo había sido como acabar con una adicción. Proponerle un vínculo de por vida por un hijo... Tess —sabía que eso sólo le acarrearía un tormento permanente.
—Ocultas algo... —siseó su padre con desazón—. Eso es garantía de sufrimiento en el futuro. Llegará un momento en el que el niño querrá saber quién es su padre. ¿Vas a decirle una mentira? ¿Vas a decirle que está muerto?
—No lo sé. Todavía no he pensado en eso. —Pues empieza a pensarlo, Tessa —le aconsejó severamente—. Es mejor que aclares las cosas con su padre desde el principio porque tu hijo tiene derecho a saber quién es y es mejor que no haya sorpresas desagradables más adelante.
Ella lo miró de soslayo sin saber si se atrevía a sacar a relucir el pasado. Hacía poco, Livvy le había contado lo que había pasado entre su padre y Nick. Ella, como segunda esposa de Brian, se enteró de la visita de Nick a quien creía que era su padre y de que Miss Centro de su Propio Universo no había dicho al hijo bastardo de su amante brasileño que Brian no era su padre.
—¿Como pasó con... Nick Ramírez, papá? —le preguntó vacilantemente.
Él hizo una mueca y la miró penetrantemente.
—¿Quién te lo ha contado?
—Liwy.
—Te lo habrá contado como si fuera una escena teatral.
—En realidad, pensó que yo debería conocer los antecedentes familiares porque tengo relaciones profesionales con él.
—Profesionales... —hizo un gesto burlón—. Un excusa de tu madre para cotillear. Un hombre con las ideas tan claras como Nick Ramírez no va a permitir que tus antecedentes familiares se interpongan en lo que le conviene. Además, él acabó con el apellido de su padre verdadero y tú tienes derecho al mío. El ha respetado eso.
—Pero, ¿para él fue una sorpresa desagradable en su momento?
Tess quería seguir tirando de ese hilo de la conversación.
—¡Y tanto! —su padre frunció el ceño al recordarlo—. No fui muy amable con él y siempre lo lamentaré. Yo estaba furioso con Nadia porque había intentado que me creyera que él era hijo mío y lo pagué con él. Él no tenía ninguna culpa, era un niño que luchaba por los que creía que eran sus derechos. —Entonces, de alguna manera... lo admiras... —No —dejó escapar una risa irónica—, detestaba su osadía porque me recordaba a ese maldito petimetre brasileño. Sin embargo, con el tiempo, me arrepentí de cómo le dije la verdad. Estaba furioso porque Nadia no se lo hubiera dicho —suspiró pesarosamente—. Él sólo tenía siete años, pero se mantuvo en su sitio y me desafió hasta que tuve que quitarle de la cabeza la idea de que era hijo mío. Entonces... fue como si algo muriera dentro de él —sacudió la cabeza—. Tessa, no me gustaría que hicieras pasar por esa situación a tu hijo, a mi nieto. No me importa quién sea el padre, pero no se lo hagas a tu hijo. Tiene derecho a saberlo desde el principio.
Era un consejo muy sensato que se abría paso por el torbellino que se formaba en la cabeza de Tess cuando pensaba en Nick. A ella le resultaba inolvidable que él se hubiera sentido azorado por acostarse con ella, que no hubiera podido olvidarlo inmediatamente, que hubiera tenido la delicadeza de no referirse nunca a ello cuando acordaron que isa intimidad esporádica no debería afectar a su relación laboral.
El empleaba frecuentemente los servicios de la agencia de ella para encontrar a los actores más adecuados para sus anuncios. Durante los meses en los que se reunió con él en la primera fase del embarazo, Tess había esperado, anhelado más bien, que él diera ..¡¿Una señal de que él estaba dispuesto a tener una relación con ella que no fuera estrictamente profesional?
Ella sabía que era una esperanza vana y, naturalmente no hubo ninguna señal. En realidad, él no tardo mucho en tener una ardiente aventura con otra de las modelos que pasaban por su vida y su cama.
Cuando Liwy le contó los antecedentes de Nick, Tess supo que él nunca querría tener nada íntimo con una hija de Brian Steele. Seguramente, a él le había divertido emplear su agencia de actores, aunque cuando ella consiguió demostrarle que podía serle útil, él llegó a respetar su criterio.
Incluso habían llegado a una especie de gran amistad al entenderse por sus respectivas circunstancias familiares. Sin embargo, el deseo que brotó una noche... para Nick, retrospectivamente, había sido indeseable y nunca volvería a permitir que lo encontrara con la guardia baja.
El sentido común había hecho que ella adoptara la misma actitud cuando se encontraban por motivos de trabajo y en cada reunión había confirmado claramente que no quería consecuencias de lo que consideraba un momento de locura.
Sin embargo, Tess se dio cuenta de que su padre tenía razón. Sus sentimientos y los sentimientos de Nick no tenían importancia. Su hijo no tenía la culpa de ser una consecuencia. Habían engendrado un hijo y todos los hijos tenían derecho a conocer a sus padres biológicos. Iba a tener que decírselo a Nick, aunque esperaría a sentirse menos afectada, más capaz de adoptar una actitud convincente. Sonó su teléfono móvil. Sonrió a su padre y se levantó para alejarse un poco.
—¿Vigilas a Zack mientras me ocupo de esto?
Él asintió con la cabeza
—No sé por qué tienes que llamarlo Zack —gruñó su padre—. ¿Qué nombre es ése? Seguro que es una ocurrencia de tu madre...
Ésa era la forma que tenía su padre de decirle que estaba al tanto del interés de los medios de comunicación por la llegada de Liwy a Sidney y que daba por supuesto que la llamada era de su madre, que hacía poco se había unido a un jovenzuelo ante la desaprobación de él.
Tess supuso lo mismo y se alejó todo lo que pudo porque sabía que cualquier conversación con su madre provocaría un comentario ácido de su padre. Estaba abriendo la verja del patio cuando descolgó y ella dijo su nombre.
—Tess... soy Nick, Nick Ramirez.
Se quedó tan impresionada al oír la voz del hombre que la tenía alterada mental y emocionalmente, que no pudo contestar. También se paró en seco hasta darse cuenta de que tampoco quería que nadie oyera esa conversación.
—¿Dónde estás? —siguió Nick que parecía muy impaciente.
Tess pensó que estaba delante del campo de polo conde su padre había jugado contra el padre de ella y se habían desencadenado todos los acontecimientos que habían llevado a la situación en la que se encontraban.
—¿.Qué pasa, Nick? —le preguntó ella con el tono mas tranquilo que pudo.
Tendría que ser algo de trabajo. ¿Habría metido la pata su ayudante personal?
—No pasa nada —le aseguró él.
—Entonces, ¿para qué me llamas?
—Quiero quedar contigo.
—¿Para qué?
Silencio.
Tess notó una descarga eléctrica de miedo por todo el cuerpo. ¿Se habría enterado de la existencia del bebé? ¿Pensaría que él podía ser el padre?
—¿Podemos quedar a comer? —insistió él—. Tienes que estar en Sidney. Liwy está aquí.
—No, no estoy en Sidney, Nick.
—¿No me dijiste que tu madre quería que estuvieras con ella mientras dirigía su primera película? ¿Acaso no ha sido por eso por lo que he tenido que tratar con tu ayudante y no personalmente contigo durante los últimos seis meses? ¿No estabas con tu madre?
—Sí.
Tess se dio cuenta con espanto de que Nick podría descubrir fácilmente sus mentiras si se lo proponía un poco.
—Pues Liwy llegó ayer de Los Ángeles. Como has contestado el teléfono, quiere decir que estás en Australia. ¿Dónde estás?
—Estoy en Singleton, visitando a mi padre.
Él dejó escapar un suspiro de decepción.
—Tess, tengo que verte.
El tono apremiante estremeció a Tess.
—¿Para qué, Nick?
Él se aferró a un acontecimiento donde se esperaba la presencia de Tess.
—El estreno de Waking Up el jueves que viene...
Era una película de miedo para jovencitos y el estreno estaba programado para el final del curso escolar. Tess había pensado ir el día siguiente a Sidney, volver a su casa de Randwick, encontrarse con su madre, comprarse algo adecuado para el estreno...
—Me acuerdo de que hiciste el reparto de esa película —comentó Nick satisfecho de tenerla centrada en un sitio y una fecha—. Si no tienes acompañante para recorrer la alfombra roja, yo me ofrezco. ¿De acuerdo?
Tess, impresionada por lo que no podía considerarse, bajo ningún concepto, una cita de trabajo, estaba boquiabierta por la propuesta.
—¿Por qué? —balbució ella. —¿Por qué no? ¿Por fin has encontrado a algún hombre que te guste? ¿Un hombre que se oponga a que vayas conmigo?
El tono de la voz dejaba muy claro que a él le daba igual ese posible obstáculo.
—¿No hay ninguna mujer colgada de tu cuello que se oponga a que los focos nos iluminen a los dos? —Ni una —aseguró él.
—No me creo que no tengas a nadie en tus redes. —Esas redes serán destruidas antes del jueves. Tess se preguntó si aquello no era algo inquietante para ella. Era normal que las mujeres entraran y salieran rápidamente de la vida de Nick, pero asociar la salida de la actual mujer con esa cita tan excepcional con ella... ¿estaría haciendo borrón y cuenta nueva para afrontar su paternidad?
Esa cita no podía ser de trabajo, pero ¿cómo podía haberse enterado de lo del bebé si ella había desaparecido de Sidney antes de que se notara su embarazo? Tess tomó aire. —¿De qué se trata, Nick?
—Te lo diré cuando te vea, Tess. ¿Dónde y cuándo te recojo para ir al estreno?
Él estaba dando por supuesto que ella no tenía acompañante o que cancelaría cualquier cita previa para ir con él. Tampoco podía reprochárselo. Él creía que ella llevaba seis meses en Los Ángeles y que no tenía nada serio con ningún hombre de Sidney. Nick Ramírez era un cliente muy importante. Además, todavía tenía muy presente el consejo que acababa de darle su padre y era una buena oportunidad de intimar un poco con Nick en nombre de su hijo. Por otro lado, no quería que Nick supiera nada de Zack hasta que ella creyera cae había llegado el momento adecuado de decírselo.
—Esa noche estaré en el hotel Regent —era un terreno completamente neutral—. La fiesta después del estreno se celebrará allí.
—Nos veremos en el vestíbulo del hotel para tomar una copa a las seis.
—De acuerdo, a las seis...
—Gracias, Tess.
¿Había cierto tono de alivio en su voz? A Tess le intrigaba que Nick Ramírez la necesitara para algo personal.
—La verdad es que te he echado de menos mientras estabas fuera —añadió él con un tono levemente burlón que daba siempre a todas sus manifestaciones sentimentales—. Estoy deseando estar contigo.
Se cortó la conexión.
Ella se quedó atónita. Esa llamada no podía tener que ver con su hijo. Estaba claro que Nick se había creído la historia de su viaje a Los Ángeles. Lo más intrigante era que la hubiera echado de menos, eso sólo podía referirse a ella como persona. La película no tenía nada que ver con el trabajo y él se había ofrecido como acompañante.
Sin embargo, todo aquello no tenía sentido cuando él siempre se había negado tajantemente a tener un relación personal con ella.
Él ni siquiera se había despedido de su novia...
La única explicación era que Nick necesitara algo muy urgente de ella, algo suficientemente importante como para que él infringiera sus propias normas.
Lo cual daba un giro fascinante a todo. Tess decidió que no tenía nada que temer de él y seguramente mucho que ganar.