Capítulo 3

Katie se despertó con el ruido de voces y se dio cuenta de que debía haberse quedado dormida mientras la llevaban en camilla a su habitación. Abrió los ojos y se dio cuenta de que Cooper se estaba riendo de algo que le había dicho una mujer con el uniforme del hospital. Katie sonrió también, olvidándose por un momento de dónde estaba y lo que le había pasado. Por un momento sólo fue consciente de su propia existencia en la misma habitación con Cooper. Y, durante ese breve y mágico momento, eso fue lo único que importaba en el mundo.

Entonces el niño que tenía en brazos se agitó y ella recordó que había algo en el mundo infinitamente más importante que un hombre risueño y atractivo. Le acarició la cabeza a su hijo y su sonrisa creció. Le dio un beso en la cabeza y lo sujetó delicadamente. La enfermera la ayudó a meterse en la cama y, mientras miraba la luz que tenía encima, pensó en Andrew, el nuevo hombre en su vida.

A lo largo de su pasado, los hombres habían aparecido y se habían marchado, dejándola con más con lo que volver a empezar, algunos la habían dejado incluso sin nada en absoluto. Pero Andrew estaría con ella para siempre. Y eso iba a cambiar las cosas para mejor. Mientras que antes había vagabundeado por la vida sin ningún destino en mente, el nacimiento de su hijo le había proporcionado un sentimiento de propósito y la firme decisión de que nunca se separarían.

—¿Katie?

La voz de Cooper interrumpió sus pensamientos y ella levantó la cabeza. Lo vio acercarse lentamente y, cuando se detuvo al lado de la cama, extendió una mano para apartarle el cabello de la frente. Hizo ese gesto con tanta familiaridad que ella dudó que se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Luego llevó la mano a la cabeza de Andrew, acariciándosela.

—¿Cómo estáis? —le preguntó él—. Ese viaje a lo bestia en la ambulancia no te ha alterado mucho, ¿verdad?

Ella agitó la cabeza y susurró:

—No.

Esa palabra fue lo único que pudo salir de sus labios en ese momento.

—La enfermera me ha dicho que necesita echaros un vistazo. ¿Crees que puedes?

—Claro.

Él se enderezó un poco, luego dudó un momento, como si no le gustara lo que iba a decir a continuación.

—Um, escucha. Realmente lo siento, pero voy a tener que dejaros un rato.

Todavía hay algunas personas aisladas por la nieve que necesitan ayuda y, yo estoy en posición de ofrecerla.

—Está bien, Cooper. Hey, tú hiciste lo más importante. Me diste a mi hijo.

Él la sonrió pícaramente, de una manera que hizo que el corazón le latiera a ella a toda velocidad.

—Sí, bueno… Pero creo que tú tuviste más que ver con eso que yo.

—Tal vez sí y tal vez no.

Él le tomó la mano y se la apretó por un momento antes de soltarla.

—Volveré esta noche para ver cómo estáis.

Ella asintió.

—¿Quieres que te traiga algo? ¿Que llame a alguien?

Ella supo que se estaba refiriendo a su marido, a quien le había asegurado anteriormente que era imposible de localizar, ya que estaba viajando por negocios, así que se limitó a repetirle:

—Gracias, pero yo me puedo cuidar sola.

—Si estás tan segura…

—Lo estoy.

—Entonces te traeré sólo un batido de fresa, ¿qué te parece?

Ahora fue Katie la que sonrió. Durante toda la noche no había parado de desear un gran batido de fresa para que le resultara más llevadero eso de dar a luz. Y, la verdad era que todavía le apetecía mucho.

—Me parece perfecto —le dijo.

—Lo tendrás.

Luego él le rozó la mejilla con un dedo, pero tan rápidamente que Katie pensó que se lo había imaginado. Luego se marchó y ella se preguntó por qué lo iba a echar de menos tanto cuando saliera de su vida.

—No tardaremos mucho con esto —le dijo entonces la enfermera y ella le pasó a Andrew de mala gana.

Luego la mujer lo pesó y le dijo:

—Vamos a tener que llevarlo al nido un tiempo mientras…

—No.

Esa corta respuesta dejó seca a la enfermera.

—¿Qué?

—Que no se va a llevar a Andrew a ninguna parte. Se quedará aquí, conmigo.

—Pero…

—Se va a quedar aquí, conmigo.

Debió haber más entereza en su voz de lo que se había imaginado, ya que la enfermera asintió y dijo:

—De acuerdo, haré que el médico venga aquí a examinarlo.

—Gracias.

—Ahora deje que le tome la tensión arterial a usted.

Kate extendió el brazo obedientemente y permaneció en silencio durante el resto del examen.

El médico dijo que Andrew estaba perfectamente y que estaba preparado para enfrentarse a la vida. Cuando terminaron, la enfermera le llevó un montón de papeles de diversos colores. La mayoría de ellos sólo necesitaban su firma. Pero uno de ellos, el que sabía que le iba a causar problemas, requería información para el certificado de nacimiento de Andrew.

Lo rellenó automáticamente, pero dudó cuando llegó a donde pedía el nombre del padre. Se preguntó cómo podría evitar identificar a William como padre de Andrew y también qué pasaría si dejaba en blanco eso o escribía la palabra desconocido. ¿Seguiría William pudiendo quedarse con el niño si ella no lo identificaba como su padre? ¿La haría parecer eso como una promiscua que ni siquiera sabía el nombre del padre de su hijo y con eso se lo pondría más fácil a William?

Katie seguía pensando cuando, como por obra de la providencia, la enfermera dijo:

—Ese marido suyo es todo un tipo.

Katie levantó de golpe la cabeza y la miró.

—¿Qué?

—Me refiero a ese tipo que vino con usted —dijo la enfermera sonriendo—. Ya sabe, su marido. Sólo he hablado un momento con él, pero parece un gran tipo. Ha estado de lo más atento desde que usted llegó, cuidándola como una gallina clueca, dándole órdenes a todo el mundo como si fuera un general. Es evidente que los ama mucho a usted y al niño.

—Pero Cooper no es… Él y yo no estamos casados.

La mujer asintió entonces.

—Bueno, tal vez el nacimiento de su hijo lo haga entrar en razón. Los hombres normalmente empiezan a asentar la cabeza cuando tienen un hijo en que pensar. Me apuesto algo a que ustedes dos atan más fuerte esa unión dentro de poco.

—Pero…

Katie no pudo seguir hablando porque una idea le explotó en el cerebro cuando comprendió la equivocación de esa mujer. Pero aquello era impensable. Inmoral. Lo que tenía en mente no era forma de devolverle a Cooper toda la amabilidad y paciencia que había mostrado con ella y su hijo. Les había salvado la vida a los dos esa noche. No podía permitir que esa gente fuera a pensar que él y ella estuvieran relacionados románticamente.

Pero como si tuviera vida propia, su mano se movió y escribió en letras de imprenta el nombre y apellido de Cooper, pero las líneas siguientes la hicieron detenerse, allá donde le pedían el número de seguridad social, la edad del padre y el lugar de nacimiento.

Podía imaginarse que Cooper tenía treinta y tantos años y, teniendo en cuenta su acento, debía haber nacido cerca de allí. Pero ¿el número de la seguridad social?

Aquello era más difícil.

—Um —dijo cuando se dio cuenta de que la enfermera estaba esperando—. No recuerdo el número de la seguridad social de Cooper. ¿Le parece bien que termine de rellenar esto cuando él vuelva?

La enfermera se encogió de hombros.

—Claro, no hay problema. Siempre que lo tengamos antes de darla de alta…

—De acuerdo, se lo prometo.

La enfermera se volvió para marcharse y le dijo por encima del hombre:

—Llame si necesita algo.

—Lo haré. Gracias.

En el mismo momento en que se cerró la puerta, el cerebro de Katie entró en acción. Tenía que salir de allí, pensó frenéticamente. Tan pronto como pudiera hacerlo sin levantar sospechas, aunque todavía estuviera agotada y dolorida y sin importar que le hubiera hecho semejante faena a un hombre tan amable, haciéndolo responsable legalmente de un hijo que no era suyo.

Y sin importar que marcharse significara que no fuera a ver nunca más a Cooper Dugan. Por lo menos, si desaparecía, él sabría que no era intención suya forzarlo a saber de esa responsabilidad falsa.

Nada de eso tenía importancia, lo único que importaba era Andrew. Haría lo que fuera necesario para mantenerlo a salvo y a su lado.

Esperaba que, tal vez algún día, Cooper comprendería lo qué la había llevado a hacer eso. Esperaba que, algún día, Andrew y ella estarían en posición de podérselo explicar. Pero hasta que llegara ese día, ella no tenía más opción que desaparecer. Era la única manera en que podía estar segura de que William no la iba a encontrar y quitarle a su hijo.

—¡Oh, señor Dugan!

Cooper se volvió rápidamente cuando lo llamaron, escapándosele entonces todos los globos que llevaba en una mano y se le cayera el gran oso de peluche que llevaba en la otra. Lo único que logró salvar fue el gran ramo de rosas que se había metido bajo el brazo y el tarro de batido de fresa que sujetaba junto con los globos.

No reaccionó así porque alguien lo llamara, sino porque como nunca nadie lo llamaba señor Dugan, el niño que tenía en su interior salió a la luz por un momento, temiendo que su padre, ya difunto, apareciera delante de él con el cinturón con una gran hebilla en una mano, amenazándolo.

Naturalmente, Cooper recordó inmediatamente que su padre no podía estar allí, ya que habían pasado casi quince años desde su muerte y más aún desde que él se había marchado definitivamente del lado de ese animal, sorprendido por la sangre que tenía en los nudillos después de haberle roto la nariz al viejo. Respiró profundamente y se tranquilizó.

—¿Sí? —dijo cuando la enfermera estuvo a su lado.

—Señor Dugan. Necesito su número de la seguridad social.

Todavía un poco agitado, Cooper le dijo el número de memoria, sin preguntarle la razón de esa necesidad a la enfermera.

—¿Fecha de nacimiento?

De nuevo él le dio la información automáticamente.

—¿Lugar de nacimiento?

—Gloucester City, Nueva Jersey.

De repente se le ocurrió a él que le estaba dando toda esa información a alguien que ni siquiera conocía. También se dio cuenta de que la enfermera lo estaba escribiendo todo.

—¿Qué pasa? —le preguntó mientras recogía el osito—. ¿Por qué necesita todo eso?

La enfermera siguió escribiendo y le respondió sin mirarlo.

—Lo necesitamos para el certificado de nacimiento de su hijo.

—¿Para qué…?

Finalmente la enfermera lo miró.

—Para el certificado de nacimiento de su hijo —repitió—. Su… er, su novia, se marchó sin completar el impreso.

Cooper agitó la cabeza tratando de escapar de lo que le estaba pareciendo un sueño extravagante.

—¿Mi novia?

Entonces comprendió el resto de lo que le había dicho la enfermera y añadió:

—¿Se ha marchado? ¿Katie se ha ido? ¿A dónde? ¿Qué demonios está pasando aquí? Acaba de dar a luz. ¿Cómo ha podido marcharse?

La enfermera lo miró como si él fuera un montón de basura y lo miró levantando una ceja, entonces Cooper supo que no le iba a gustar nada lo que le iba a decir.

—La señora Brennan se ha marchado del hospital ésta misma mañana. Si usted hubiera estado aquí para recogerla, que era lo que se suponía que tenía que hacer, se habría dado cuenta de ello.

Cooper había pretendido estar por la mañana, no porque pensara que Katie se fuera a ir, sino porque quería ver cómo estaban ella y el niño. La verdad era que había pensado ir la noche anterior, pero no había parado de hacer visitas hasta medianoche.

—Vamos a empezar de nuevo, ¿de acuerdo? —dijo.

La enfermera abrió la boca para decir algo, pero él levantó una mano para hacerla callar.

—Ayer —dijo—, a la hora de almorzar, llegué a este hospital en una ambulancia con una mujer que acababa de dar a luz a un niño. ¿Estoy en lo cierto?

—Por supuesto. Usted…

Él la hizo callar de nuevo.

—Y ¿el nombre de la mujer era…?

La enfermera miró brevemente sus papeles y respondió:

—Katie Brennan.

Cooper suspiró aliviado.

—Eso es, Katie Brennan. ¿Y el nombre de su hijo?

La enfermera volvió a mirar los papeles.

—Andrew Cooper Brennan Dugan.

Cooper asintió cuando oyó las tres primeras palabras, pero la agitó de repente al oír la última.

—No, eso no está bien. Es Andrew Cooper Brennan. Nada de Dugan. Su apellido termina en Brennan, ¿no es así?

La enfermera le enseñó los papeles para que él pudiera leer lo que había escrito Katie.

—No, ella dijo que quería que su hijo tuviera tanto su apellido como el de usted. Eso mismo dice aquí, en el impreso del certificado de nacimiento. Lo rellenó ella misma.

—Déjeme ver eso.

Sin esperar respuesta, le quitó los papeles.

—¡Hey! —exclamó la enfermera.

Pero él no le hizo caso. Allí ponía claramente que esa chica tenía razón. La misma Katie lo había rellenado. Katie decía con eso que él era el padre de Andrew. Y

estaba por triplicado, para que todo el mundo lo viera. Había hecho que su hijo fuera también el de él. Por lo menos a los ojos de las leyes del estado.

—Esto no tiene ningún sentido —murmuro—. ¿Por qué habrá hecho algo así?

—¿Se refiere a marcharse pronto? —dijo la enfermera—. Porque ella no tenía seguro médico, por eso. Quiero decir que la póliza de usted cubrirá los gastos, por supuesto, dado que el niño es suyo. Pero dado que usted no está casado con la madre, la cuenta del hospital será muy pequeña. Así que se ha marchado pronto para ahorrarles algo de dinero.

—No, quiero decir…

—Naturalmente, ella no se quiso marchar sin el niño, así que hizo que también le dieran de alta —continuó la enfermera—. Dado que usted no apareció para recogerla ésta mañana, tomó un taxi para volver a su casa. No está nada bien lo que hizo usted.

—Pero…

Cooper estaba de lo más confuso y no pudo seguir.

—Su novia estaba lista para marcharse cuando yo llegué ésta mañana. El médico quiso que se quedara más tiempo, pero dado que no había ninguna complicación ni con el estado de salud del niño ni con el de ella y que no es inhabitual marcharse tan pronto, nadie vio ningún problema en que se marchara.

—Pero… pero… ¿y yo? Puede que tenga un problema con esto.

La enfermera le quitó entonces los papeles.

—Entonces debería haber estado aquí cuando ella se fue.

—Pero…

—Ahora, si me perdona, tengo que rellenar estos impresos.

—Pero…

—Váyase a casa con su novia y su hijo, señor Dugan. Y, esto no es asunto mío, pero yo en su lugar pensaría en casarme con esa mujer. Forme una familia normal.

Haga lo correcto.

Luego se marchó y dejó solo a Cooper, completamente anonadado. A pesar de que era Katie la que lo había metido en ese lío, no podía dejar de sentirse curiosamente culpable. ¿Por qué? Ni se lo podía imaginar. Por un momento se sintió como si fuera él quien tuviera que hacer las cosas bien.

Por alguna razón, se sintió como si realmente debiera hacer las cosas bien y casarse con Katie para que su hijo fuera legítimo. Para hacer que los tres fueran una familia normal, como había dicho la enfermera. Aunque Katie fuera una desconocida. Y aunque Andrew no fuera su hijo de ninguna manera.

El único, problema era que él no tenía ni idea de dónde podía estar ahora el resto de su nueva familia.