18
La semana fue de mal en peor para Tammy; tuvo problemas con los actores, con la cadena, con los sindicatos y con los guiones. Al final de la semana estaba desesperada, y cada día se sentía más culpable por no estar junto a sus hermanas compartiendo el dolor por la muerte de su madre. Y cuando hablaba con su padre, notaba que este estaba muy mal. Candy se había ido a Europa tres semanas y Sabrina se estaba haciendo cargo de todo: supervisaba a Annie, hacía lo que podía para levantarle el ánimo a su padre y tenía una enorme cantidad de trabajo en la oficina. A Tammy no le parecía justo. Y además, ocupándose de Annie y visitando a su padre siempre que podía, la pobre apenas tenía tiempo de ver a Chris. Él pasaba algunas noches con ella, pero Sabrina decía que casi no tenían tiempo de hablar. Sabrina acababa cargándoselo porque Candy, aunque estaba también en la casa, era demasiado joven e inmadura como para ayudarla, parecía que tenía seis o doce años y no veintiuno.
Todo el fin de semana Tammy estuvo sola y reflexionando. El programa se había suspendido por la huelga, y ya sabían que la semana siguiente tampoco podrían rodar. El sindicato decía que estaban dispuestos a mantener la medida de fuerza durante dos meses. Si lo hacían, la cadena perdería una fortuna, pero Tammy no podía hacer nada. En esos momentos lo que realmente le preocupaba era su propia vida; así que pasó mucho tiempo con Juanita, acariciándola lentamente mientras esta dormía en su falda, porque le daba sensación de paz. El domingo por la noche ya había reflexionado sobre qué era lo que deseaba hacer.
La decisión había sido difícil; sin lugar a dudas era lo más arriesgado que había hecho en su vida.
El lunes por la mañana solicitó una entrevista con el productor ejecutivo del programa para esa misma tarde, y otra con el di rector de la cadena para el día siguiente. Quería hablar con los dos; se lo debía, y también se lo debía a ella misma.
Entró en la oficina del productor ejecutivo con aspecto sombrío. Él sonrió al verla.
—Cambia esa cara, la huelga no durará siempre. En un par de semanas estará resuelto y volveremos al ruedo. —Su visión de las cosas era más optimista que la del resto de la gente que trabajaba en el programa.
—Ojalá sea cierto —dijo ella, y se sentó. No sabía por dónde empezar.
—Por cierto, lamento mucho tu pérdida.
Era la expresión que Tammy más detestaba. Era una fórmula fácil y dicha por compromiso. Como «¡Feliz Navidad!» o «Te deseo todo lo mejor». ¿Qué es todo lo mejor? No era solo una pérdida; era la vida de su madre. Y los ojos de su hermana. Y era la razón por la que ahora estaba en la oficina del productor. Pero él no tenía la culpa; era un hombre agradable y un jefe decente. A ella le encantaba el programa; había sido como su bebé durante todo ese tiempo, y ahora estaba allí para decir que lo abandonaba, y se sentía como si abandonase a un hijo. Antes de que pudiera hablar, las lágrimas brotaron de sus ojos.
—Tammy, ¿qué pasa? Pareces deprimida.
—Lo estoy —dijo honestamente, sacando un pañuelo del bolsillo y secándose los ojos—. No quiero hacer lo que estoy a punto de hacer, pero debo hacerlo.
—No tienes que hacer nada que no quieras —dijo él con tranquilidad. Veía lo que se avecinaba e intentaba sacar el aire del globo antes de que explotase. Pero ya había explotado.
—He venido a presentar mi renuncia —dijo ella simplemente, mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas.
— ¿No te parece que es una decisión un poco extrema, Tammy? —dijo él amablemente. Todos los días veía ese tipo de crisis, así que sabía cómo manejarlas.
Y ella no era una excepción a la regla; sin embargo, Tammy tenía claro que en ese momento ese no era su lugar. Necesitaba irse a casa. Los Ángeles había sido su hogar desde que había comenzado la universidad; adoraba su trabajo y su casa, pero quería más a sus hermanas—. Es solo una huelga.
—No se trata de la huelga.
—Entonces, ¿qué es? —le hablaba como si fuera una niña. Aunque sintiera un enorme respeto por Tammy, ahora era solo una mujer histérica sentada frente a él en su escritorio. Sin embargo, una escena como esa era totalmente atípica en ella.
—Como sabes, mi madre murió en julio, y mi hermana se quedó ciega a causa del accidente. Y mi padre está muy mal. Necesito ir a casa por un tiempo y echarles una mano.
— ¿Quieres unas vacaciones, Tammy? —En circunstancias normales, él no podía prescindir de ella, pero tampoco quería perderla, ya que era vital para el programa.
—Me gustaría, pero no sería justo para vosotros. Quiero regresar a casa durante un año, así que he venido a presentar mi renuncia. Me encanta el programa, y le tengo mucho cariño a la gente; a veces me vuelve loca, es cierto, pero no lo cambiaría por nada... excepto por estar junto a mi familia. Ellos me necesitan en casa; mi hermana mayor se está haciendo cargo de demasiadas cosas, mi hermana menor es demasiado joven, y la que ahora es ciega necesita de toda la ayuda que podamos brindarle. Por eso me voy. —Realmente estaba desconsolada.
Era el sacrificio más grande que había hecho en su vida, pero sabía que era lo correcto. Dejar el programa era un poco como dejar su propia casa.
— ¿Estás segura? —El productor estaba afectado por la renuncia, pero no tenía razones para rebatir lo que Tammy había dicho. Evidentemente, era un momento muy difícil para ella; extremadamente difícil, y él sabía lo unida que estaba a su familia. Era algo inusual.
—Sí, estoy segura.
—Estás renunciando a mucho.
—Lo sé, y sé que jamás volveré a tener un trabajo que me guste tanto como este. Pero no puedo abandonar a mi familia —dijo casi trágicamente. Y en su corazón lo sintió con claridad, certeza y pureza; se estaba atormentando desde que había regresado a Los Ángeles.
—En Nueva York no hay programas decentes en los que puedas trabajar.
—También lo sé; pero aunque tenga que trabajar en un programa inmundo, tengo claro que es lo que debo hacer por mi familia. Si no lo hago, no me lo perdonaré nunca. Al fin y al cabo, es solo un programa de televisión, y mi familia está enfrentándose a la vida real. Mis hermanas y mi padre necesitan mi ayuda.
—Es muy noble de tu parte, Tammy, pero al mismo tiempo es un sacrificio que puede tener grandes consecuencias sobre tu carrera.
— ¿Y si me quedo? ¿Qué consecuencias tendrá sobre mí como ser humano? —le preguntó ella, clavándole la mirada. En ningún momento dudó de la resolución que había tomado, y él se quedó impresionado por la fuerza de la muchacha que tenía sentada al otro lado de su escritorio.
— ¿Cuándo quieres marcharte? —preguntó, con cara de preocupación.
—Lo antes posible. Depende de ti. No me iré de repente, pero me gustaría estar en casa lo más pronto que pueda.
El productor no intentó disuadirla, se dio cuenta de que era inútil.
—Si nos das una semana, tal vez pueda conseguir traer a uno de los productores asociados. La huelga probablemente continuará, así que eso nos da algo de margen. —En ese negocio, nadie permanecía ni un minuto de más una vez que había anunciado su partida. De hecho, por lo general la persona que renunciaba era acompañada hasta la puerta por un agente de seguridad en cuestión de minutos. Pero él jamás le haría algo así a Tammy, y todo dependía de él. Ella estaba preparada para hacer lo que él quisiera, incluso si le pedía que se marchara en menos de una hora; la decisión ya había sido tomada.
—La semana que viene está bien. Lo siento, realmente lo siento mucho — dijo ella, y comenzó a llorar otra vez.
—Soy yo el que lo siente por ti —dijo él amablemente; luego se puso de pie, se acercó a Tammy y la abrazó—. Espero que todo sea para bien, y que tu hermana se recupere muy pronto.
—Yo también —Tammy sonrió a través de las lágrimas—. Gracias por ser tan comprensivo y no echarme a la calle de inmediato.
—No podría hacerte algo así.
— Pero lo entendería.
Él le dio las gracias nuevamente y le deseó buena suerte mientras la acompañaba hasta la puerta. Habían acordado que Tammy trabajaría hasta el viernes de la semana siguiente. Le quedaban nueve días de trabajo, y luego su carrera en televisión estaría virtualmente acabada. Al menos por el momento.
Jamás volvería a tener un trabajo decente. Lo sabía al dejar la oficina del productor, pero sentía que realmente no tenía otra alternativa.
Su encuentro con el director de la cadena al día siguiente fue menos emotivo. Este primero se enfadó y luego se resignó. Creía que lo que hacía Tammy era una locura y que estaba tirando su carrera por la borda. Dejar el trabajo, que por otra parte era mucho más que un trabajo, no le devolvería la vista a su hermana, señaló. Tammy reconoció que tenía razón, pero que tal vez la ayudaría a pasar mejor ese momento tan terrible, y, sin duda, le haría más fáciles las cosas a sus otras hermanas. Él lo entendía, pero jamás hubiera tomado una decisión semejante, por algo había llegado a ser el director de una cadena, y ella no. Pero Tammy sabía que la vida familiar de ese hombre era un desastre: dos años atrás, su mujer lo había dejado por otro y sus dos hijos estaban metidos en las drogas. Así que quizá, desde el punto de vista de la carrera, estaba en lo cierto, pero en cuanto a lo personal, ella no hubiera cambiado su vida por la de él. Prefería arruinar su vida profesional que decepcionar a sus hermanas; y tal vez algún día surgiría otra oportunidad para ella, incluso en otra cadena. Ahora solo le quedaba confiar en el destino; ella, por lo pronto, estaba cumpliendo con su parte.
Tammy le agradeció su tiempo al director de la cadena y se marchó de la oficina. Lo peor ya había pasado; solo le quedaba terminar esas dos semanas.
Había decidido no decirles nada a Annie ni a Sabrina, pues sabía que intentarían convencerla de que no lo hiciera. Era un regalo que les hacía, y tenía derecho a decidirlo ella.
Embaló sus cosas con tranquilidad durante esas dos semanas. Había decidido no alquilar su casa; por el momento, podía darse el lujo de mantenerla cerrada. Había sido muy cuidadosa con el dinero y tenía una buena suma ahorrada que le permitiría no trabajar durante un año, aunque planeaba buscarse algo en Nueva York. Nunca se sabe lo que podía ocurrir. Y, con suerte, en un año estaría de regreso, así que prefería no vender nada, no era cuestión de sumar más cambios drásticos a su vida. Así, al menos, aunque no tuviera trabajo, conservaría su casa.
Su último día en el programa fue descorazonador. Cuando se marchó, todo el mundo lloró, y ella también. Esa noche llegó a casa absolutamente desolada y se quedó tumbada en la oscuridad, con Juanita durmiendo sobre su pecho. Había guardado todo lo que se quería llevar en cuatro maletas grandes, el resto se quedaría allí. Al día siguiente, sábado, tomó el vuelo de las nueve de la mañana y aterrizó en el aeropuerto JFK de Nueva York a las cinco y veinte, hora local. Unos minutos antes de las siete tocó el timbre de la casa de la calle Ochenta y cuatro. No sabía si habría alguien, tal vez se habían ido a Connecticut a pasar el fin de semana, en ese caso tendría que quedarse en un hotel hasta el domingo por la noche.
Hasta pasados unos minutos no oyó ningún ruido dentro de la casa; luego Sabrina abrió la puerta y se quedó pasmada al ver a su hermana, que la miraba solemnemente, de pie ante la puerta con sus cuatro maletas enormes y Juanita dentro del bolso.
— ¿Qué haces aquí? —Sabrina estaba anonadada. No sabía que su hermana vendría, y eso era precisamente lo que Tammy que ría. No era una decisión de sus hermanas, era solamente suya.
—Sabía que te sorprenderías. —Tammy sonrió mientras comenzaba a entrar las maletas. El clima todavía era cálido y suave en Nueva York.
— ¿Traes todos estos bártulos para un fin de semana? —preguntó Sabrina mientras la ayudaba y se preguntaba por qué su hermana estaba allí, y por qué tenía ese brillo extraño en los ojos.
—No —dijo Tammy tranquilamente—. No he venido por el fin de semana.
— ¿Qué quieres decir? —Sabrina se detuvo y la miró con preocupación.
—He venido a casa. Renuncié a mi trabajo.
— ¿Qué has hecho qué? ¿Estás loca? Te encanta tu trabajo y ganas lo que no está escrito.
—No sé cuánto es lo que está escrito —respondió Tammy, sonriendo—, pero en este momento estoy en el paro, así que seguramente es más de lo que gano.
— ¿Qué coño has hecho?
—No podía dejarte sola en esto —dijo Tammy sencillamente—; también sois mis hermanas.
—Estás como una cabra. Te quiero —dijo Sabrina, mientras la abrazaba—. ¿Qué vas a hacer aquí? No puedes quedarte todo el día en casa.
—Encontraré algo. Tal vez en un McDonald’s —rió—. ¿Todavía está libre mi habitación rosa?
—Es toda tuya —Sabrina se hizo a un lado, y Annie apareció en el rellano de la escalera con los auriculares puestos. Había estado escuchando una lección de la escuela Parker, pero al quitárselos oyó la voz de su hermana.
— ¿Tammy? ¿Qué haces aquí?
—Me estoy mudando —respondió, con una sonrisa de oreja a oreja.
— ¿En serio?
—Sí, ¿acaso pensabais que os lo ibais a pasar bomba sin mí? —Mientras lo decía y veía los rostros de sus hermanas, se dio cuenta de que había tomado la decisión correcta. No había ninguna duda. Y mientras Sabrina la ayudaba a arrastrar sus maletas hasta la segunda planta, Tammy tuvo la certeza inapelable de que su madre hubiera estado encantada con la decisión. Mejor que eso, hubiera estado orgullosa de ella.
Justo cuando entraba en la habitación que sería suya durante un año, Sabrina se volvió, la miró con alivio y suspiró:
—Gracias Tammy. —Y esa mirada nada más hacía que todo hubiera valido la pena.