CAPÍTULO XIV
MI PRIMERA CARTA

Clara me enseñó a escribir la letra M. Es muy fácil porque sólo hay que dibujar tres bastoncitos, unidos el uno al otro, y en el último hacer una pequeña curva hacia arriba. Y si acaso a uno se le olvida uno de los bastones, no es tan grave, porque es otra letra. En este momento no me acuerdo cómo se llama. Cuando Clara regrese del colegio le preguntaré.

Clara también me enseñó a escribir la letra O. En realidad es muy divertida, se parece a un huevo pequeñito. Cuando uno dibuja un huevito, al cabo del tiempo no sabe si en realidad se trata de un huevo o de una O.

Cuando aprendí la M, me senté inmediatamente en la mesa de Clara y llené una hoja completa con emes. Luego me fui al parque con la hoja para mostrársela a los otros niños.

—¡Ya sé escribir! ¡Ya sé escribir! —les anuncié a todos.

—¿De veras?

—Esto lo escribí yo solito.

—¿Una hoja completa?

—Sí. Completica.

—¿Sabes leer también?

—Mmmmmmmmmmmmmmmm. —¿Cómo?

—Mmmmmmmmmmmmmm.

—¿Por qué dices «mmmmmmmm —mmm?»

—Porque estoy leyendo lo que está escrito en la hoja. Son sólo emes. Mmmmmmmmm. ¿No se dan cuenta?

Entonces cada niño tomó la hoja y leyó.

—Mmmmmmmmmm.

—Mmmmmmmmmm.

—Mmmmmmmmmm.

—¡Maravilloso!

—Es muy sencillo —les expliqué—. Sólo hay que pintar tres bastoncitos, uno junto al otro y unirlos. Si acaso se olvidan de pintar uno de ellos, no es tan grave porque esa también es una letra. Ahora no me acuerdo cómo se llama, pero cuando Clara regrese del colegio le preguntaré.

Todos admiraron mi magnífico trabajo y luego Gabi me dijo:

—¿Sabes una cosa? Mañana cumplo cinco años.

—¿Y qué? —dije—. Yo tengo cinco años hace mucho tiempo.

—¿Me podrías escribir una carta de cumpleaños? Mañana por la tarde me la puedes llevar a la fiesta. ¡Tú escribes taaan bonito!

—¡Sí! —le prometí—. Te llevaré una carta mañana.

Así que me tocó sentarme a escribir una carta.

Me fui para la casa, tomé una gran hoja de papel, pinté un sol y tres florecitas en la parte de arriba y luego comencé a escribir.

Clara llegó y me preguntó:

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy escribiendo. Déjame en paz —le dije.

—¿Qué estás escribiendo?

—Una carta.

—¿Una caaaarta? ¿Y eso a quién?

—A Gabi.

—Pero, pero... —tartamudeó Clara—, ¡pero si tú no sabes escribir!

Me quedé pensando un momento y luego dije:

—No importa. Ella tampoco sabe leer.