CAPÍTULO I
COMO PROTEGERSE DE LOS LADRONES
¿Sabes cómo protegerte de los ladrones?
Yo te enseñaré.
En aquella oportunidad yo y mi hermana Clara estábamos solos en casa. Mamá y papá se habían ido al cine. Era tarde en la noche y estábamos en la cama sin poder dormirnos porque afuera tronaba y caían rayos.
Me metí debajo de las cobijas porque tenía miedo de los rayos, y después de un rato pregunté:
—Clara, ¿me puedo pasar a tu cama?
—Ven —murmuró ella—, pero sin hacer ruido.
—¿Y por qué sin hacer ruido? —pregunté en el mismo tono.
—Para que nadie oiga que estamos aquí.
—¿Y quién podría oímos?
—¡Los ladrones!
—¿Los ladrones?
Sentí tanto miedo que me metí con Clara debajo de las cobijas a toda prisa.
—¿Irán a venir los ladrones ahora? —pregunté.
—Es posible que sí —me respondió Clara.
—¿Por qué dices eso?
—Porque es la noche perfecta para que vengan los ladrones.
—Por favor, Clara, no digas esas cosas.
—¿Por qué no? Nadie nos va a oír.
—Me asusta mucho cuando hablas de esas cosas.
—Bueno —susurró Clara—, entonces me voy a callar.
Estuvimos un rato debajo de las cobijas hasta que mi hermana Clara dijo:
—Ya sé cómo podemos defendernos de los ladrones.
—¡Con Sabueso! —exclamé—. Traeremos a nuestro perro y cuando venga un ladrón le diremos: «Sabueso, ¡ataca!», así el ladrón se irá.
—¿Crees que Sabueso atacará al ladrón?
—Seguro que sí. Él es nuestro perro guardián.
—Sabueso se esconderá debajo de la cama en vez de atacar al ladrón. Te lo aseguro.
Clara tenía toda la razón. Entonces reflexioné un rato y dije:
—Entonces escondamos también al gato Casimiro debajo de las cobijas. Él le arrancará los ojos al ladrón.
—No —dijo ella—. Se me ocurre algo mejor.
—¿Qué?
—¡Espera! —dijo mi hermana Clara saltando de la cama y encendiendo la luz.
En ese instante sonó un gran trueno y Clara saltó de nuevo a la cama. Cuando el susto pasó, Clara se dirigió rápidamente a la cocina y regresó con el perro Sabueso y el gato Casimiro. Traía un balde lleno de agua. Luego tomó un martillo de mi caja de herramientas y un clavo.
—¿Qué pretendes hacer con eso? ¿Le vas a dar un martillazo en la cabeza al ladrón?
—No, voy a colgar el balde sobre la puerta.
—¿Para qué? —pregunté.
—Si viene un ladrón y abre la puerta, le caerá el balde de agua en la cabeza. Así se asustará y saldrá corriendo. ¿No te parece buena idea?
—¡Magnífico! —dije y le ayudé a mi hermana a subirse sobre un asiento para clavar la puntilla en el marco de la puerta. Luego, con mucho cuidado, colgamos el balde sobre la puerta. Ya estábamos a salvo y podíamos respirar con un poco más de tranquilidad, pero sólo un poco, porque afuera seguían cayendo rayos y tronando. Nos metimos en la cama de Clara, y nuestro perro Sabueso y el gato Casimiro se acostaron debajo de la cama.
Todos nos quedamos dormidos aunque afuera seguía haciendo un tiempo horrible. De pronto escuchamos un grito en nuestro cuarto...
«¡Los ladrones!», pensé.
Pero no eran los ladrones, era papá que quería ver cómo estábamos. El pobre estaba parado en el umbral de la puerta, mojado de pies a cabeza y con el balde casi de sombrero, mientras Sabueso le olfateaba los pantalones empapados.
Yo y mi hermana Clara nos sorprendimos tanto que no sabíamos si reímos o hacernos los dormidos. Sólo nos miramos muertos del susto y nos ocultamos debajo de las cobijas.