Epílogo

Carcosa Lo Es Todo. Siempre

Amanda estaba en la unidad de cuidados intensivos del hospital central de Leonado. La tenían intubada, traqueotomizada, conectada a una máquina que la obligaba a respirar. Todo su cuerpo estaba envuelto en vendas y apósitos coloreados de rojo y rosa. Su estado era crítico y con la presión mediática que les oprimía, los médicos no habían querido vaticinar ninguna recuperación milagrosa.

Tras horas de interrogatorio y al obtener los resultados de las pruebas forenses que demostraban que Ámbar era la culpable de los crímenes del Rey Andrajoso, el agente Fuentesauco permitió a Blanca visitar a Amanda.

Los padres de Amanda aún estaban de camino, volviendo desde otro continente al enterarse de la noticia y Blanca no quería que su amiga pasara otra noche sola. No quería volver a alejarse de ella. Las enfermeras se apiadaron de la enamorada muchacha y permitieron que pasase la noche junto a su malherida amiga que flotaba en el coma de los fármacos, en un purgatorio entre la vida y la muerte.

Las enfermeras le dejaron un incómodo sillón y una fina manta. El agente Fuentesauco, a dos policías uniformados, montando guardia en la sala de espera de la UCI.

Blanca cayó inconsciente a media noche pero una pesadilla la despertó en las horas más oscuras, las horas previas al amanecer. La respiración mecánica de las máquinas. Los marcados pitidos de los paneles que controlaban las constantes vitales. La susurrante charla de las enfermeras.

Blanca se asomó fuera de la habitación donde las habían instalado. Dos enfermeras charlaban amistosamente con el más joven de los agentes de guardia. Ninguno le prestaba mucha atención a Blanca, así que caminó despacio hacia Amanda, se paró ante su durmiente cuerpo y la contempló con los ojos apenados. Luego frunció el ceño.

Fruncir el ceño era importante. Era la marca de la casa de Blanca. No debía olvidarse nunca de fruncir mucho el ceño.

Los dedos de Blanca se deslizaron por la marcada piel de Amanda. Su piel estaba fría y suave. Con cuidado, con mimo, levantó un apósito manchado situado en el antebrazo. La herida era reciente pero estaba cerrada. Tajos rojos coagulados pero no eran palabras, como muchos de los otros cortes que decoraban el cuerpo de Amanda.

No.

Era un símbolo. Una triple hélice retorcida.

Paseó la yema del pulgar de Blanca por el símbolo amarillo sajado en la piel de Amanda.

Entonces encontró los verdes ojos de Amanda fijos en ella. Unos ojos aterrados, llorosos.

—Me viste, ¿verdad? —preguntaron los labios de Blanca.

Amanda no dijo nada. Solo sus ojos que se habían quedado congelados, fijos e inmóviles hacían algo: chillaban de terror.

Los dedos de Blanca se agarraron a la mandíbula inferior y, de un lento tirón, Blanca se quitó la cara. La máscara.

Iván la miró bajo ella.

—Sssssssh. Tranquila, preciosa, tranquila. Yo no soy Ámbar. No soy la malvada Reina Amarilla.

El electrocardiograma cambió su dibujo. La línea creaba multitud de picos y valles en su dibujo.

—Es un conjuro que se llama Máscara de Carnaval. ¿Sabes que Carnaval viene del término Carnelevare? Significa quitar la carne. Arrancar una cara para usarla de máscara. Lo aprendí del Rey de Amarillo, como aprendí el resto de hechizos y rituales. Me permitirá ser Blanca frente al resto del mundo. Esa valiente superviviente. Y tu dulce amante.

Unas gruesas lágrimas se comenzaron a formar en las órbitas de los ojos de Amanda.

—Esa loca te ha marcado el cuerpo, Amanda. Te ha destrozado. Vas a ser un monstruo de feria, un adefesio lleno de cicatrices, una leyenda urbana… Nadie te volverá a desear…

Amanda rompió a llorar.

—Pero yo sí. No te tuve que hechizar y aun así viniste a mí, te enamoraste de mí.

Iván acercó sus labios hasta el oído de Amanda. No se podía mover solo mirar al techo. Un techo blanco en una habitación blanca de paredes blancas.

—Ahora eres mía, toda mía —le susurró—. ¿No era lo que querías? ¿Lo que jadeabas cuando follamos? —Iván lamió su mejilla, bebió sus lágrimas—. Entrégate a mí y te querré siempre, Amanda. Como Blanca. Como Iván. Te puedo enseñar todos los secretos de Carcosa. Todas las máscaras que la pueblan. Podrás volver a ser bella. Podrás volver a ser lo que quieras. Porque Carcosa lo es todo. Siempre.

El monitor generó un pitido alarmante. Iván se alejó un paso, deslizó su mano por la cara, tranquilo, sonriente, y la convirtió en el rostro de Blanca.

—¡Enfermera! —llamó la voz de Blanca—. ¡Enfermera! ¡Se ha despertado! ¡Se ha despertado!

Fin

Máscaras de Carcosa
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