Prefacio
A. D. 1521. Nueve días antes de morir, el papa León X emite una bula que contiene un mandato solemne.
Roma no debe «nunca, nunca, nunca» quedarse a oscuras.
El pontífice establece en ella qué calles, iglesias y palacios permanecerán siempre iluminados durante la noche. No puede faltar aceite en las lámparas y en los depósitos no pueden agotarse las reservas de velas bajo ningún concepto.
La orden papal es respetada durante más de trescientos años. Sin embargo, a finales del siglo XIX, con la llegada de la electricidad, la disposición que contiene la bula pasa a ser superflua.
Historiadores y teólogos se han interrogado durante mucho tiempo sobre las razones que empujaron a León X a imponer semejante disposición. A lo largo de los siglos, han surgido las teorías más variadas y, en ocasiones, fantasiosas. Pero nunca se ha conseguido dar con la verdadera explicación.
A pesar de ello, la bula papal nunca ha sido retirada y, hasta la fecha, la oscuridad de Roma sigue siendo un misterio sin resolver.